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Tecnología militar...

Tecnología militar...

Y romperán sus espadas para arados y sus lanzas para hoces (Miqueas, 4,3)

Hace unos días ha sido el bicentenario de la batalla de Aspern-Essling, al lado de Viena. Sobre ella quiso Balzac hacer una novela pero fue Patrick Rambaud quien acabó contándola y ganó por ello el premio Goncourt. La narración no puede ser más cruda e iluminadora, con la luz gris de la guerra. En ese enfrentamiento entre las tropas de Napoleón, comandadas por el mariscal Masséna y las del Archiduque Carlos de Austria, murieron algo más de cuarenta mil soldados en unas treinta horas. La de Irak es una birria de guerra a su lado. Y ello demuestra que la tecnología no es precisamente imprescindible para el antiguo oficio de matar, al que la raza humana se ha dedicado con denuedo a través de los siglos.

A los franceses se enfrentó mi tatarabuelo, Lee el resto de esta entrada »

Muñeca dentro de muñeca, dentro de muñeca, dentro de muñeca, ya saben. Por casa hemos tenido una media rota que iba a ir a la basura porque he llegado a la etapa vital de encontrar cada vez más cosas inútiles. Pero resulta que ahora me viene bien para explicar, casi explicarme a mí mismo, la cosa esta de la crisis: crisis dentro de crisis, dentro de crisis, dentro de crisis…

Crisis inmobiliaria dentro de crisis bancaria, dentro de crisis financiera internacional, dentro de crisis de modelo económico, dentro de crisis de modelo territorial, dentro de crisis de sistema político, dentro de crisis de valores social, dentro de crisis educativa, dentro de crisis de valores personales… Nueve muñecas.
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La Semana Santa ha venido con tiempo incierto, como casi siempre. Así que paso de playa y sigo releyendo a Orwell, que el cambio de gobierno me hace recordar Animal Farm. Pero lo que ahora me interesa es más su pensamiento sobre el hombre corriente que sus fábulas políticas. Orwell escribía muy bien sobre la miseria y los negocios menguantes, porque lo experimentó todo en primera persona. Supongo que en este momento entre una parte no pequeña de los hombres y mujeres corrientes en España, o sea casi todos, cunden las preocupaciones corrientes. Los que tienen trabajo, pero su empresa está de cuarto menguante, se temen la cola anónima del INEM. Y a los de la cola les preocupa encontrar trabajo antes de que se acabe el subsidio, o después. Y mientras tanto tienen, tenemos, que ir al super, pagar la luz, los colegios, hipotecas y otras menudencias domésticas.

En un extremo están los down and out. Orwell fue en su día uno de ellos, de los que llegan a dormir en la calle o en el albergue. Más tarde y a través de uno de sus personajes él mismo reconoce que no se sentía ni un down and out, ni un go-getter, sino una parte de la inmensa mayoría que está en el medio, ni en la miseria absoluta y sin solución, ni emprendedor dispuesto a mucho para enriquecerse. En España ahora mismo tenemos un problema, un desequilibrio, que es que una parte de esa mayoría intermedia se está deslizando, de momento silenciosamente, hacia el extremo inferior, el de los problemas económicos serios. Cuánta gente se desplace hacia ese extremo, sin saber bien como impedirlo, dependerá mucho de la profundidad y duración de esta crisis que estamos viviendo. Y de lo que se haga para evitarlo.
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Supongo que los nubarrones negros de ahí encima nos habrán hecho pensar a alguno en lo de pedir en el metro… Yo siempre recuerdo una pequeña historia de la Novela de Tres Centavos, de Bertolt Brecht. A Fewkoombey, el soldado que vuelve cojo de de la Guerra de los Boers, le encarga Macheath (“Macky Navaja”) la tarea de alimentar a los perros de los mendigos. La ocupación es sencilla pero delicada: tiene que darles de comer lo suficiente para que no se mueran pero no demasiado, no sea que engorden y dejen de inspirar compasión. Como el trabajo le ocupa poco tiempo, pasa el resto del día leyendo medio tomo de una enciclopedia, de ésas de muchos, que le regala una vecina. El resultado es que después de algunos meses lo sabe todo sobre la letra “M”… pero absolutamente nada del resto del mundo del conocimiento.

Fewkoombey tiene la curiosidad y la pasión por aprender, pero carece de los medios. Nuestros jóvenes de hoy, y los menos jóvenes también, lo tienen todo a su disposición para aprender cuanto quieran. Sólo hace falta curiosidad y pasión por el aprendizaje.

Hay una cosa que los acontecimientos recientes nos están haciendo olvidar. Aparte de la crisis inmobiliaria y de la crisis internacional, nos acompaña una realidad que ha pasado a segundo término mediático pero está ahí, que es el fenómeno de la globalización de la producción y los servicios. Podemos confiar en que las crisis pasarán. Pero también podemos estar seguros que la globalización seguirá hacia delante.

Ninguno de los problemas que estamos viendo son consecuencia de un único factor, todos lo son de una mezcla. La globalización es parte de esa mezcla. Cuando los trabajadores de General Motors en Zaragoza se manifiestan porque ven su trabajo en peligro, detrás estará la crisis de liquidez o la crisis internacional de confianza, pero sobre todo está la globalización. Lleva años impactando sobre el sistema económico mundial sin que muchas economías occidentales estemos haciendo lo suficiente, o algo, para acomodar nuestra sociedad a esa nueva situación.

Mi manual de cabecera sobre el tema es el libro The World is Flat (2006) de Thomas Friedman. El autor, que ha ganado tres premios Pulitzer, desgrana en su libro los fundamentos de la globalización y sus propuestas para que Estados Unidos no pierda su liderazgo económico. La mayoría de sus razonamientos son directamente trasladables a nuestro país. En cifras de Friedman, China tenía en 1990 unos 375 millones de personas en situación de pobreza extrema. En 2001 eran 212 millones. En 2015 se espera que sean sólo 16 millones. Ese incremento de nivel de vida, basado sobre todo en una revolución educativa, no es sólo consecuencia de crear más riqueza, lo es también de drenarla de otros países. Léase crisis de General Motors, léase manifestación de Zaragoza.

Manifestarse con pancartas no va a crear empleo (supongo que los sindicatos no leen estas cosas). Hay que buscar más soluciones y creo que deben de ser del tipo de “qué hago yo, mientras por ahí arriba piensan en qué hacen”. La sociedad completa tiene que hacer un ejercicio de introspección y analizar qué cosas tienen que cambiar si queremos defender nuestro nivel de vida.

Nuestra mayor esperanza debe estar también en la educación. Me resulta de máximo interés la ecuación que propone Friedman: CQ, cociente de curiosidad + PQ, cociente de pasión por el aprendizaje > IQ, cociente intelectual. La suma de la curiosidad y la pasión por el aprendizaje es mayor que el propio cociente intelectual. El mayor efecto positivo de la revolución tecnológica que estamos viviendo es que prácticamente todo el que quiera tiene acceso a una ventanita como ésta sobre la que usted y yo escribimos y leemos, que se abre sobre el universo del conocimiento. Detrás de esta pantalla está TODO. Pero hay que tener curiosidad y pasión por aprender, y eso es lo que tenemos que imbuir en nuestros hijos, nietos, compañeros, empleados, amigos. La mejor ocupación mientras escampa es prepararnos para la post-crisis, aprendiendo y ayudando a aprender.

Y como he empezado con Brecht, aprovecho para incluir un clip de The Ballad of the Pimp de The Three Penny Opera, con Alan Cumming y Cyndi Lauper (53 años… para los que se lo pregunten). El Tony Award que recibió me permite publicarlo pese a su contenido un poco subido de tono para un blog supuestamente económico. ¡A ver si ayuda a animarnos!

P.S. Ya sé que hoy tocaba hablar de Obama. Su discurso ha sonado bien, pero me he inclino por la indicación bíblica: «por sus hechos los conoceréis».

Iba a titular este artículo “La Isla de la Desolación” por utilizar una parte del argumento del libro de Patrick O’Brian, pero luego he pensado que bastante desolación hay ahí fuera para encima andar hurgando en la herida.

Así que en su lugar he preferido usar el passacalle de Boccherini del final de la película Master and Commander. Este pequeño quintettino para cuerda de 1780 inspira todo lo contrario a desolación: alegría, bienestar, serenidad, confianza, esperanza… Mucho de lo que nos está haciendo falta a los españoles en estos primeros días del 2009. ¡Que nos ayuden a subir la moral!

«Navegué en la fragata Leopard a las órdenes de Jack Aubrey, a principios del siglo XIX. Hacia la Antártida nos empujó la batalla contra un barco holandés mejor armado que nosotros y, medio desarbolados, chocamos contra un iceberg que nos abrió una seria vía de agua bajo la línea de flotación. Días de agobio y división, pero nuestro capitán conservó la calma, nos contó lo difícil de nuestra situación y su mayor preocupación fue mantener siempre el rumbo para llevarnos a un puerto seguro. Al tiempo que nos hacía achicar agua al menos tan deprisa como entraba en el barco, día y noche. Entonces entendí la insistencia en que los oficiales aprendieran a manejar el sextante con pericia y la vigilancia constante del nivel de agua en la sentina. ¡Acabamos exhaustos, pero nos salvamos! Y tengo suerte de estarlo contando…»

En España tenemos hoy un problema: sólo achicamos agua. El capitán no sabe qué rumbo tomar para llegar a puerto y reparar los daños. Y como no sabe, él y sus oficiales se han puesto también a achicar agua con los marineros y han abandonado el sextante (o GPS) y el timón. Y así estamos, cada día más cansados y sin saber adónde vamos. Las mujeres y los niños primero…

Como marinero raso, mientras achico agua por la noche, pienso en las cosas que el capitán tendría que resolver, si no quiere que le monten el Mutiny on the Bounty:

1. Trabajo: liberalizar el mercado de trabajo y abaratar costes sociales, única manera de que las empresas aumenten las contrataciones.
2. Agua: conseguir el equilibrio hidrográfico de España, con criterios estrictamente técnicos y económicos, por encima de intereses nacionalistas.
3. Energía: mejorar la independencia energética. El lobo de Gazprom ha enseñado las orejas. Hay otros lobos. La energía nuclear es la única defensa.
4. Educación: exigir rendimiento, formar profesorado, invertir, aumentar titulados técnicos, mejorar la formación profesional de grados bajo y medio. Impulsar la enseñanza del inglés.
5. Burocracia: reducir los trámites para todo, especialmente para la formación de empresas.
6. Administración pública: reducir el peso de la administración pública y el número de funcionarios. Replantear el sistema autonómico. Eliminar o privatizar televisiones y otras empresas públicas.
7. Inversión del estado: en proyectos de efecto multiplicador, apuesta decidida por el tráfico ferroviario de mercancías, puertos, distribución de agua, energía e internacionalización.
8. Tecnología: mejorar la infraestructura tecnológica de la administración en áreas como la justicia y la sanidad. Obligar a mejorar la entrega de banda ancha. Formación para empresas y particulares.
9. Fiscalidad: conseguido el adelgazamiento de la administración pública y de la burocracia, reducción de impuestos y costes sociales para empresas y familias.
10. Pensiones: asegurar las pensiones para las personas más desfavorecidas, iniciar un sistema de capitalización complementario al actual de reparto, mejorar la fiscalidad de las pensiones privadas.
11. Finanzas: mejorar el acceso al crédito para familias y empresas. Incentivos para la financiación de proyectos innovadores o exportadores. Planificar el desapalancamiento externo del sistema financiero. Despolitizar y cambiar el régimen jurídico de las cajas de ahorros. Mejorar la supervisión de los mercados.
12. Inmobiliario: ampliar el mercado de alquiler de inmuebles modificando la ley de arrendamientos para incentivar a los propietarios. Replantear el urbanismo para abaratar el precio del suelo y proteger el medio ambiente.

Convénzame el capitán de que está dispuesto a enfrentarse a todas estas cosas y alguna más que seguro me estoy dejando. Póngame plazo. Soy un marinero viejo, pero si estoy convencido de que sabe el rumbo estoy dispuesto a seguir dando vueltas al torno de la bomba de achique mientras me queden fuerzas. Y si no me convence… bueno pues si no me convence, me quedan dos salidas, conseguir una balsa y tirarme por la borda, o invitar a que hagamos lo mismo con el capitán y los oficiales…

Si no achicas agua, te hundes. Pero si no sabes hacia dónde navegas, no puedes llegar a puerto y más pronto o más tarde te ahogas.

Mientras tanto, aquí va el passacalle, a ver si ayuda algo a dejar atrás la tormenta.

William: ¡beat to quarters!

La película Modern Times se estrenó en 1936 y por ella el director del FBI le abrió a Chaplin una investigación, al interpretarla como un ataque al capitalismo. El pensamiento que él mismo calificó de “no conformista” llevó a Chaplin años después a bastantes problemas con el HUAC, House of Un-American Activities Comittee, que dirigió el senador Joseph McCarthy, que de hecho le prohibió la entrada en Estados Unidos. Eran los tiempos de la Gran Depresión, Roosevelt había llegado al poder en 1932 y se vivía en pleno New Deal: más dinero del estado, controles bancarios para evitar otro crack bursátil…

La parodia, pese a la genialidad de Chaplin, no hace justicia al desarrollo de la industria americana culpando, al menos en parte, al sistema productivo de la crisis que se vivía. En 1914 Henry Ford había introducido la producción en cadena, inspirada en el sistema de los mataderos de reses, en su fábricación del modelo “T”. Consiguió así multiplicar la productividad, rebajar el precio de sus coches a menos de la mitad y empezó la gran revolución del automóvil. Su sistema de organización del trabajo, que dio en llamarse Fordism, es junto con las teorías de la organización científica del trabajo de Taylor, el principio de los grandes avances de la producción industrial del siglo XX.

Pues bien, todo ello se basa en una fuerza laboral dispuesta a asumir su rol productivo, repetitivo, disciplinado, de trabajo en equipo en el que nadie puede abandonar su puesto. Criticable por cuanto supone de alienación, pero también la forma principal durante muchos años de avance económico y de abaratamiento de la producción. La cinta transportadora es la forma más simple de percibir la productividad.

En España la cinta trasportadora va MUY despacio. Pensamos que trabajamos muchas horas, pero casi un 40% del tiempo que pasamos en el trabajo, según Proudfoot Consulting, se pierde. Nuestra productividad es el 70% de la de los trabajadores americanos, que aparte trabajan más horas que nosotros. El Global Productivity Report 2008 de Proudfoot, toma a España como uno de los 12 países objeto de encuesta. ¿Cuáles son según el estudio las causas de la baja productividad en España?: problemas en la comunicación interna y resistencia para adaptarse al cambio y carencias de formación de la fuerza laboral.

Si vamos resolviendo la parte laboral, que nos toca, tendremos fuerza moral para exigir a las autoridades que se ocupen de todo lo que hace falta, cuando lo entiendan y quieran. Cito al profesor Cuadrado Roura: la productividad es el fruto complejo de muchos factores como la flexibilidad del mercado laboral, la des-regulación de los servicios, la limitación de la intervención del Estado en la economía, la protección a la libre competencia, la incorporación de nuevas tecnologías y la innovación en procesos y productos, la inversión en capital humano y en formación profesional, la modernización de la Administración y la incorporación de mejoras y más competencia en varios sectores que directa e indirectamente perjudican la eficiencia e incrementan los costes de otros, como el transporte e infraestructuras, como puertos, ferrocarril de mercancías y aeropuertos.

¿Por qué no toma el gobierno más medidas para mejorar la productividad de la economía española?
( surveys)

Es probable que pese a que le rechine la máquina a Chaplin no haya más remedio que aumentar la velocidad de la correa trasportadora y que nos tengamos que adaptar. Nos regodeamos de “lo bien que se vive en España”, pero nos hemos ido cargando de costumbres laborales, de pequeño efecto individual pero grande en su conjunto, que tal vez tendremos que revisar, desde los puentes a los horarios descoordinados, desde el café –o almuerzo completo- y cigarrillo/s de media mañana al tiempo de comida más largo de la cuenta, de la jornada intensiva al parón veraniego, de las semanas festivas al absentismo creciente. En todo ello hay que poner orden, sin hablar de las tardes de toros o las noches de marcha… Me temo que es o eso, más todo lo anterior, o cada vez nos va a hacer falta una cartera más pequeña. ¡A ver esos buenos propósitos!

Mientras tanto, como es el primer día de un nuevo año, enfrentémonos al futuro con una sonrisa. Así que aquí va “Smile”, el tema de Tiempos Modernos, ¡por Michael Jackson! y otro “Smile” por Lois Mahalia, una bonita propina fortuita.

¡Feliz Año Nuevo!

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Este grupo de personas que ven en la foto seguro que manejaban todas juntas menos información que la que usted o yo hacemos circular por nuestro ordenador en un rato.

La foto es de 1920. Mi padre fue telegrafista y se convirtió en un experto, de hecho un campeón, en el uso del “manipulador Baudot”, un teletipo de cinco teclas predecesor del télex, y como tal representó a España en el campeonato de la Unión Telegráfica Internacional de Como (Italia), en 1927. Es el único campeonato que tenemos en la familia, dominó aparte, así que me perdonarán que aproveche para airearlo.

Oficina de Correos y Telégrafos

Pero la verdadera cuestión que quiero traer a colación es la de las comunicaciones. El telégrafo óptico que Chappe inventa en 1792 sienta las bases organizativas de la telegrafía moderna, con códigos, redes, velocidad de transmisión y un cuerpo profesional dedicado a ello, la telegrafía eléctrica morse empieza hacia 1844 y la telegrafía sin hilos de Marconi inicia su desarrollo en 1895.
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Hace unos años me entrevisté con dos ejecutivos de Intel, que estaban estudiando la instalación en España de una nueva fábrica de microchips. Nos contaron sus requisitos, entre los que el principal era que precisaban de abundante mano de obra femenina de nivel educativo medio bajo. Las razones: contención de coste y que las mujeres tienen una destreza manual, lo que técnicamente se conoce como coordinación motriz fina o coordinación ojo-mano, muy superior a la de los hombres, y ello es clave para la fabricación de los chips de silicio. Entonces entendí por qué mi mujer puede enhebrar una aguja con mucha más facilidad que yo y por ello no me ha costado convencerla todos estos años de que quien tiene que coser los botones en casa es ella. Y también entendí por qué las fábricas de microchips están en países como Filipinas, India, Costa Rica o Vietnam.

Tiempo después visité Israel y pude discutir con mis colegas de Tel Aviv sobre la industria del software informático y su relación con el capital riesgo y con la industria militar y por fin este año pasado me he podido pasear por el Silicon Valley y conocer la Universidad de Stanford, San José y Santa Clara, con su museo de Intel, para intentar tener cuanto menos una visión superficial de ese icono del desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo XX.

Con esos antecedentes propios, cuando me han vuelto a suscitar el tema de la deseable creación en España de un “Silicon Valley Europeo” (El País, 20-7-2008, www.malagavalley.com) me ha parecido que el tema merecía comentario.

Diré, en primer lugar, que cualquier iniciativa de este tipo me parece, por supuesto, encomiable. La meta es difícil y está lejos, pero lo que no se intenta no se consigue (“Whatever you think you can do, or believe you can do, begin it. Action has magic, grace and power in it» –Goethe-)

Añadiré, que ahora que “la fiesta ha terminado”, en expresión de mi amigo Ricardo Vergés sobre el sector inmobiliario, España se plantea un profundo cambio de modelo económico sobre el que, por más que nos cueste años llevarlo a cabo, habrá que empezar a trabajar cuanto antes. Y el nuevo modelo pasa por equiparnos de industrias exportadoras que sustituyan el crecimiento que sin duda vamos a perder por la menor producción de inmuebles y que además nos ayuden a “desendeudarnos” internacionalmente.

Pero ese cambio, llevado en su forma más extrema a la aspiración de crear una zona del estilo de un “Silicon Valley Europeo”, o que remotamente se parezca, se enfrenta con grandes dificultades. Habrá que cumplir las condiciones que el profesor Manuel Castells tan claramente expone en su obra Technopoles of the World: a nivel cultural una base de agresiva competencia personal y corporativa, espíritu de empresa, valoración del trabajo (y no del disfrute) como impulso vital y consideración del mismo como base de la innovación. Y premio y reconocimiento a los que con todos esos principios triunfan. Y a nivel estructural, una universidad fuerte y exigente, una mayor capacidad y vocación del sistema financiero de apoyar proyectos de riesgo y una mano de obra capacitada en las habilidades de necesidad más actual. Como se ve, media docena de cosas, pero cada una de ellas por sí misma un reto de largo plazo que no puede ser acometido más que con una enorme reforma cultural de la sociedad española casi al completo.

Así que gente como la de “Málaga Valley”, aparte de impulsar su proyecto concreto,  que sin duda es muy difícil, sirven para estimular que, al menos, se piense en la necesidad de ese cambio. Y a ver si así no nos quedamos en el estrato subsidiario de la gran industria, basado en el bajo coste, como hubiera sido la dicha fábrica de michochips que al principio cito.

Porque mi opinión es que, o nos ponemos a ello, o vamos a sufrir de un empobrecimiento para el que no nos va a quedar más que el consuelo bíblico: que “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios.” (Mateo 19:24.).

Lo cual quiero matizar, porque creo que sería preferible aplicarse este otra parte de ese evangelio: “es imposible que obtenga la vida eterna un rico que ame más sus posesiones que las cosas espirituales. Sólo si reconoce su necesidad espiritual y busca la ayuda divina puede recibir la salvación que Dios otorga” (Mateo 5:3; 19:16-26.).

Generar riqueza no es incompatible con nuestra salvación. Así que apliquémonos a ambas cosas revisando nuestras prioridades.

Mientras tanto, con la que está cayendo, ¡orad hermanos!

La pregunta del millón, que digo del millón, del billón, inmobiliario, es cuánto tienen que bajar los precios de la vivienda para que el mercado se reactive. Hay opiniones para todos los gustos pero una respuesta común por parte del establishment inmobiliario-financiero es que los precios no pueden bajar (el término, también anglosajón, en este caso es wishful thinking). Se da a entender de forma tácita o se dice de forma expresa, como ha hecho esta semana el Sr. Guillermo Chicote, presidente de la Asociación de Promotores y Constructores de España.

Sobre el valor de la opinión de la APCE, vale la pena echar un vistazo a su página web, cuyo último informe de coyuntura data de noviembre de 2006… y cuyas “Soluciones” a la situación del sector son de ¡febrero de 2004! Con esa base, cuesta respetar su opinión y se constata una pobre representación de este importante sector, asunto en el que los promotores y constructores representados deberían tomar cartas. La APCE necesita con urgencia demostrar que es capaz de ofrecer soluciones propias en lugar de enrocarse en posiciones insostenibles.

A propósito de la formación del precio, creo interesante comentar la experiencia  del Filene’s Basement, una sección de rebajas de unos grandes almacenes en Boston. Su técnica comercial se basa en ir bajando los precios de la mercancía de forma automática e inalterable, hasta que alguien compra. El sistema, conocido como automatic markdown system ha subsistido muchos años y ha sido objeto de numerosos estudios. Liu y Rizan lo hacen en su trabajo Strategic Capacity Rationing to Induce Early Purchases  (http://www.hbs.edu/units/tom/docs/gvanryzin.pdf). Estudian cosas tan interesantes como, por ejemplo, por qué Zara apenas hace rebajas. Y descubren que no las hace porque Zara, que evidentemente sabe mucho de lo suyo, tiene muy claros los conceptos de lo que Liu y Rizan llaman el cliente miope o impulsivo, que compra en cuanto entra en la tienda y el cliente estratégico, que valora cuánto stock hay de la mercancía antes de fijar “su” precio y el momento de la compra. Y como no hay un cliente puro estratégico o impulsivo, Zara apuesta a ambas inclinaciones manejando muy finamente cuánto y cuál stock tiene que mostrar en sus tiendas. Y no muestra ni más ni menos.

El sector inmobiliario tiene hoy un grave problema. Por principio, el comprador de un inmueble tiene un comportamiento fundamentalmente estratégico, dada la cuantía e impacto en el largo plazo de su compra. Los vendedores han intentado atraerlo sistemáticamente haciendo más énfasis en principios de impulso (disfrute, “su sueño hecho realidad”), pero lo que realmente sostenía las ventas era la creencia estratégica de los compradores, por otra parte falsa, de que los precios iban a seguir subiendo y que la oferta no alcanzaría a rebasar a la demanda.

Naturalmente en el momento que se han roto esas creencias de forma masiva, los estímulos impulsivos han dejado de funcionar, o incluso se han tornado contraproducentes, y el sentimiento estratégico del comprador se ha asentado en la idea de que es mejor esperar porque existe gran abundancia de producto y el precio deberá bajar.

Y la dificultad estriba en que el sector inmobiliario no puede esconder el stock acumulado, que Zara sí que puede. Y contra eso no puede nadie. Y aunque el sector promotor le pueda “regalar” todos los pisos a los bancos, estos tendrán exactamente el mismo problema. Si no convencen a los compradores, en su comportamiento estratégico, de que vale la pena comprar, más pronto o más tarde estarán perdidos.

Así que lo que toca, más que declaraciones rompedoras, es una estrategia de máxima flexibilidad, en la que hay que trabajar en lo que he dado en llamar el “área de controversia” y que hoy quiero rebautizar como “franja de aproximación”. Hay que bajar el precio hasta que el comprador dé una mínima señal de compra. Y negociar y mostrar que hay gente que sí que compra y convencer al comprador de que un inmueble comprado a buen precio es un excelente valor refugio. Y hacer, en suma, que se crucen nuestros intereses con los del comprador y luego trabajar con una siguiente compraventa, que debería ser más fácil que la anterior.

En definitiva, se trata de trabajar sobre la “franja de aproximación” para en ocasiones llegar al “cruzado mágico”, expresión cuyo sentido dejaré tácito porque de hacerlo expreso corro el riesgo de que me regañen.

Acabo de leer los dos temas del desayuno continental de la vuelta de vacaciones. Colonial y Reyal Urbis pierden 2.381 y 331 millones de euros respectivamente, en los primeros seis meses de 2.008. Hace tres días, para los que prefieren el “English breakfast”, eran los 1.774 millones, también de euros, de pérdidas que anunciaba Taylor Wimpey, también en sólo seis meses. Buena parte de las pérdidas de estas grandes compañías vienen causadas por la depreciación de activos, en un entorno económico de tipos de interés más elevados y períodos de ventas más largos. Ciertamente la situación no puede sino inquietar seriamente a empresas inmobiliarias y entidades financieras, sobre todo porque nadie sabe por cuánto tiempo se puede prolongar la situación. Creo que resulta muy recomendable darse un baño de realidad. Al final de la cadena se encuentra el individuo o la familia, todos aquellos que forman hogares, que eliminados todos los componentes especulativos que han alimentado la demanda en estos últimos años, son los que tendrán que ir “consumiendo” el stock de aproximadamente un millón de viviendas nuevas terminadas, tomando decisiones con criterios estrictamente utilitarios. Porque, además, “la máquina” no se ha parado. Los datos del INE nos permiten comprobar que en los cinco primeros meses de 2.008 se han vendido 143.918 viviendas nuevas, pero se han iniciado 131.219, lo que permite deducir una reducción futura del stock a ritmo de aproximadamente 2.500 viviendas mensuales. Y a ese ritmo, de no cambiar otras variables, tardaríamos en consumir el stock… ¡33 años! Así pues habrá que ver cuáles son las otras variables sobre las que se puede trabajar: La primera, la formación de hogares. España tenía, en 2.001, 2,87 personas por hogar, cifra que en los últimos años se habrá visto modificada por el fuerte incremento poblacional, de más o menos un 11%, causado por la inmigración, así como el fuerte impulso promotor. Seguiremos rondando, por tanto, las 3 personas por hogar, un 25% más que, por ejemplo el Reino Unido, por establecer un baremo de comparación. Si consiguiésemos reducir el número de personas por hogar, fundamentalmente facilitando el acceso a la vivienda a personas de menos de 30 años que todavía conviven con sus padres (en 2001 el 73% de los jóvenes de 25 años seguía soltero y vivía con sus padres, cifras que probablemente se mantiene). El precio de la vivienda es muy importante para conseguir que esto cambie. La segunda, la generación de un mercado sólido de alquiler de vivienda. El que la Sociedad Pública de Alquiler haya entregado algo menos de 8.000 viviendas entre 2.006 y 2.008, al ritmo de 257 viviendas mensuales, delata lo exiguo de este mercado. Atraer a inversores que inviertan en vivienda para alquilar, con rentabilidades atractivas y regulación legal adecuada, es esencial y urgente no sólo a nivel inmobiliario sino del empleo y de la economía en general. El precio, de nuevo, es muy importante para activar este mercado. Y, la tercera, la atención y reactivación de la demanda europea, a nivel directo y a través de los agentes que controlan a este tipo de compradores. Pero ello no puede desligarse de una intensa campaña en busca de la excelencia de nuestras poblaciones y urbanizaciones costeras, que mejoren nuestra imagen y recuerden a la demanda de países de nuestro entorno que España sigue teniendo una envidiable calidad de vida. Y de nuevo el precio es extremadamente importante. Quizás, muy en particular, desde el ángulo de la relación calidad/precio. Por todo lo anterior, la medida más urgente que tienen ante sí los sectores inmobiliario y financiero es adaptar sus precios para permitir que los nuevos hogares que existen de forma latente se materialicen, que el mercado de alquiler tome cuerpo y que la demanda extranjera se reactive. No es un proceso indoloro, pero sin duda es menos doloroso que seguir sufriendo el debilitamiento pernicioso del sector. Tulipp trabaja para ayudar a vendedores y compradores a resolver su desencuentro en cuanto a los precios, conciliando sus intereses por el método de subasta, que por su transparencia y máxima difusión resulta ideal. Vendedores y compradores obtienen así la mejor percepción del mercado. Y pueden usar el método más ágil para realizar operaciones a los precios que ambas partes encuentran adecuados en las circunstancias de cada momento.


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