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Ya no me acordaba de cómo eran aquellas chicas hasta que les he vuelto a echar una mirada furtiva para esta nota. Igual que he podido ver estos días un reportaje en que un fotógrafo ha tenido la mala ocurrencia de mostrarnos el hoy de una cantidad de chicas Playboy históricas. Se podía haber ahorrado el trabajo, porque habrá destrozado un montón de buenos recuerdos. ¡Qué ganas de fastidiar!
No es sólo una frase hecha lo de que “la edad no perdona”. A los hombres, por supuesto, tampoco. Cuando paso por el aeropuerto de Alicante y observo las colas de turistas, que en invierno son una mayoría de mi edad hacia arriba, pienso en la ruina en que mucha gente se va convirtiendo. No toda, pero sí mucha. Porque una de las paradojas de nuestro mundo de hoy, es que cada vez vivimos más y cada vez estamos peor de salud. Me ha hecho pensar en el trasfondo económico y en cómo vamos a tratar estas dos cuestiones en España: más años de vida significan más gasto en pensiones, menos salud, más en medicamentos.
Hace poco en un avión, en uno de esos viajes en que se lee uno hasta la cartulina de qué hacer en caso de amerizaje, me cayó en la mano un artículo sobre la empresa Baxter, en el Wall Street Journal. Baxter, por si no lo saben, y ojalá que no, es un líder mundial en productos para hemodiálisis. Acaban de comprar Gambro, una empresa sueca, también de diálisis, por US$ 4.000 millones. En palabras de Robert Parkinson, CEO de Baxter: We’re seeing the incident rate of end-stage renal disease in emerging markets start to accelerate as a result of lifestyle choice, sedentary lifestyle, diet and so on. Baxter estima que la población necesitada de diálisis a nivel mundial seguirá creciendo a un ritmo sostenido de entre el 5% y el 6% anual.
Y si hablamos de diabetes, las perspectivas no pueden ser más negras. La diabetes mellitus o tipo 2 se extiende como una auténtica epidemia mundial, a la que España no es ajena. En 2011 se completó en nuestro país el estudio conocido como «Di@bet.es», que ha determinado que en España hay 5,3 millones de diabéticos tipo 2. Tres millones que lo saben y 2,3 millones que lo ignoran. La relación causal con la obesidad está establecida. Y de ésta con el sedentarismo, también. Y de la diabetes con el Alzheimer… en ello andan.
Con respecto a la OCDE (2010), estamos en España por encima de la media en gasto sanitario (18,6% de gasto total frente a 16,6% de la OCDE), tabaquismo (26,2% vs. 21,1%, mujeres sobre todo), consumo de alcohol (11,4 l. vs. 9,4 l.), obesidad (16% vs. 15%, hombres sobre todo). Y al mismo tiempo tenemos la segunda mayor esperanza de vida a los 65 años –nos supera Japón-. O sea que vivimos mucho y necesitamos cada vez más parches. Yo creo que éstas son cuestiones para que trabajemos como individuos, más que echando la culpa al gobierno. Porque sea la sanidad pública o privada, lo que de verdad interesa es usarla lo menos posible. Y ya que “no tenemos más remedio” que vivir más, hagámoslo mejor. ¡Y de paso ayudemos con el déficit público!
Según la OCDE «me toca» morirme en navidad del 2030. Por si no se equivocan, ya tengo quien me inspire en mis propósitos de Año Nuevo:
1) Jack LaLanne: if it tastes good, spit it out (“si sabe bien, escúpelo”), refiriéndose a sal, grasa y azúcar como tres de los enemigos de la salud. LaLanne, que falleció el año pasado a los 96 años, en su estilo muy americano, fue un admirable promotor de la buena alimentación y el ejercicio.
2) Y… Eleuterio Sánchez, “el Lute”: camina… o revienta…
¡Y a ver si consigo felicitarles el 2031!
P.S. Sobre las “misses”: Venezuela tiene el “record Guinness” de premios en concursos de belleza. En 1981, dos venezolanas fueron coronadas Miss Mundo y Miss Universo. Pilín León e Irene Sáez respectivamente. La primera es hoy periodista, escribe en El Heraldo de Barranquilla -el mismo de Gabriel García Márquez- y es opositora de Hugo Chávez. Irene Sáez fue alcaldesa de Chacao (Caracas) y gobernadora del estado de Nueva Esparta (Venezuela). Se la consideró como posible candidata a la presidencia de Venezuela con el apoyo del partido COPEI frente a Hugo Chávez. Lo que viene a confirmar que belleza e inteligencia juntas sí que son posibles…Dicen que me agarré al pecho de mi madre por un tiempo excepcional. No me queda memoria, al menos consciente. Pero aquello, a juzgar por mi insistencia, se debía parecer bastante a la felicidad. La fisiológica quiero decir. La del contacto físico, de tocar a las personas que quieres. No sé si será cosa eléctrica o de las endorfinas ésas (lo acabo de mirar: péptidos opioides endógenos, lo que no me aclara mucho). No voy a extenderme con lo del pecho, que es tema para otro rato no navideño. Pero sí puedo decir que me ha seguido lo del escalofrío, al tocar la mano de un hermano y sentir los genes de mi padre. O abrazar a la gente que quiero y que me recorra un sentimiento de “aquí hay algo mío”.
Este año he tenido un nuevo nieto, Marcos. Que sigue a Alba, Sofía, Alejandro y Eva. Cinco nietos en cinco años. Y todos tienen salud. ¿Cómo podría no ser feliz? Si no temiese emborronar este papel o que me regañen, casi me atrevería a decir que ya me puedo morir tranquilo. Marcos me muestra su versión de la felicidad. Escucha la voz de su madre, y sólo la voz le hace reír. Y luego la de su padre, la de sus hermanas, de su abuela, de su abuelo… Y así sucesivamente. Con todas ríe. Todos derretidos en plan deshielo ártico. ¡Qué bonito escuchar la voz de gente a la que quieres! Tengo que llamar más a mis hermanas, por cierto.
¡Ah… la Felicidad!
Una mañana me encontré un coche tipo Bugatti monoplaza encima de la mesa del comedor. Del tamaño de la mesa. No más, no menos. ¡Qué maravilla! Tracción humana aunque no llegaba a los pedales. Mi hermano empujando todo el rato, vamos. Siguieron triciclos, patines, de ésos que se sujetaban a los zapatos con garfios y una correa y se soltaban a cada rato. Alguna pelota. Un tren eléctrico Fleishmann, que todavía tengo, sin vías, ¿en qué estaban pensando los Reyes Magos que son los papás? Dinky y Corgi Toys, que eran muy socorridos y que en mala hora los fui perdiendo o regalando, un mecano, bloques de construcción, maquetas de Revell, que nunca he sabido pintar bien. Las de Tamiya son muchísimo mejores, pero vinieron después… Un CinExin, un ViewMaster, excelentes reyes-padres. Y no quiero aburrir, pero de todos esos recuerdos me ha quedado la afición por los juguetes, maquetas y asimilados, que me alegran la vida simplemente por tenerlos cerca. Que a propósito…, mi preferencia son los trenes y coches clásicos. Lo digo por si alguien tiene en mente regalarme algún jersey o así estos días…
Me metí a estudiar y a trabajar y fui haciendo amigos y amigas. A los que me complace ver y escuchar y, de entre ellos, un puñado con los que me ocurre especialmente. Que no digo quiénes porque ya lo saben. Y vino entonces la era digital y empecé a recibir por estas fechas cientos de mensajes deseándome felicidad, en los que es posible que haya alguna endorfina de ésas ahí escondida, en el genoma electrónico de la nube, que nos envía rayos de calibres varios entre WhatsApp, Facebook y semejantes. Gracias chicos. A la recíproca. Todo suma en este tiempo turbado.
Y finalmente ha llegado el pasear cada mañana por la playa con mi mujer, y tomarme una tostada de pan recién hecho con aceite de oliva virgen, que es de las muchas cosas buenas que tenemos en España, o beber un vaso de tinto de Rioja o Ribera, otra, tanto monta, o de Vinho Verde, que estoy en Oporto y no quiero que se me quejen los portugueses. O leer como estoy haciendo estos días a García Márquez, o escuchar un Nutcracker navideño aquí en el portátil este.
¡Ah… la Felicidad!
Y mientras tanto, nuestro mundo está convulso y cunde la depresión, y no para la gente de protestar porque nos ha encogido el bolsillo. Y siempre pagan, pagamos, los mismos. Y estamos rodeados de mangantes, que es de las cosas malas que tenemos en España. Y ocurren tragedias como la de la escuela de Newtown, que hielan el corazón. Y no puede uno sino pensar que mientras tantos disfrutamos de las cosas materiales que nos rodean y, sobre todo, del cariño de los nuestros, siga existiendo en el mundo tanto sufrimiento que uno se siente impotente para remediar.
Debemos intentarlo. Reforcemos nuestro ánimo y repartamos afecto y caridad.
Y bueno, eso… que ¡Feliz Navidad!
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