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«Ah, the children. It’s always the innocents who suffer» (Juego de Tronos)
Otro año la amenaza de molicie navideña me ha puesto a pensar, por contraste, un poco más allá de la comida y los regalos. No lo puedo evitar. Quisiera tener el oído selectivo ese de unas ranas chinas, o australianas, que sólo oyen lo que les resulta interesante, eliminando biológicamente todo el ruido de fondo. O sea que oyen al macho o hembra por aquello de perpetuar su especie, o la cercanía de cualquier otro animal que coma ranas –por lo mismo-, pero no la cascada cercana u otras cosas que les son indiferentes. Nosotros no podemos, por más que lo intentemos. Una pena, porque ruido hay mucho.
Sobre todo porque la Navidad, más allá de una celebración cristiana, se ha ido enredando con tradiciones festivas –anglosajonas, escandinavas- y un profuso mercantilismo que las ha convertido en un totum revolutum con lucecitas de colores que se extiende desde el “Black Friday” hasta las rebajas. No me llamen aguafiestas. Respeto la religión y creo que el cristianismo tiene toda la razón y derecho de celebrar estos días. Y me gusta la vida en familia, ver a mi gente y compartir la felicidad de los niños, que es mi mayor felicidad. Y recibir noticias de amigos de los que no sé hace tiempo, aunque anda eso de la amistad epistolar un poco depreciado con tanta informática, que a veces no sabes si te felicita Javier o Hal 2000.
Pero me remuerde la conciencia. La mía. Me remuerde por tanto plan de qué comemos y qué compramos cuando sigue tanta gente por ahí pasándolo mal. Este año me he fijado, y no me lo quito de la cabeza, en lo de los sirios rescatados en el Mediterráneo por un barco científico español. Casi doscientas personas, de las cuatrocientas que se apiñaban en la bañera oxidada que surcaba en mar, entre ellas 61 niños, que fueron desembarcados, afortunadamente sanos y salvos, en Sicilia. Para acabar en un campo de tiendas de campaña, sospecho que sin arbolito de navidad ni juguetes. Los musulmanes, si es que estos lo son, porque en Siria había bastantes cristianos, no celebran la Navidad, pero seguro que a sus niños les gustan igual los juguetes, la comida, el calorcito. Como de tantas tragedias de ese cariz, para Nochebuena ya no se hablará de ellos. Ya no se habla de ellos. No sabemos quiénes son, no sabemos dónde están, no sabemos qué será de ellos, no sabemos bien qué drama estaban tratando de dejar atrás. Seguro que no nos deja indiferente cuando vemos las noticias, pero no sabemos cómo resolverlo.
Resolverlo no, pero algo sí podemos hacer. Yo este año he decidido acudir al antiguo método del “sablazo”. Te encuentras a un amigo o conocido por la calle y sin aviso le espetas: “oye, ¿tú me prestarías veinte euros? Tienes que decir que es un préstamo, aunque tu amigo sepa que no se lo vas a devolver. La verdad es que veinte euros no llegan muy lejos hoy en día. Si no nos toca el reintegro del décimo de la lotería de ahora mismo tampoco nos va a matar el disgusto. Así que tu amigo te acaba dando los veinte euros. Tal vez pierdas un poco de su estima. Es un riesgo que hay que correr. Así que daos por sableados: “oye, ¿tú me prestarías veinte euros?
¿Sí? Bueno, pues no me los des… envíaselos a Save the Children.
Aquí están sus cuentas:
Santander: ES13 0049 0001 5224 1001 9194
Caixa Bank: ES89 2100 1727 1202 0003 2834
BBVA: ES83 0182 5502 5800 1002 0207
Bankia: ES81 2038 1004 7168 0000 9930
Espero conservar tu estima. ¡Feliz Navidad!
Navidad. Cinco ejemplares a los que observar. Una panda de la que defenderse. 6, 4, 4, 3 y 1, 18 años totales de experiencia tribal. Corralito, bloques de construcción, baúl de juguetes, papel y lápices de colores, trona, cubiertos de plástico, biberones, pañales a cada rato, cremas varias para el culito. Ropa que empequeñece. Menos mal que hemos vendido el bugaboo. Igual luego hay que volver a comprarlo. Homo destructivens merodea por la casa, fuera de control, enciende y apaga luces, arranca los topes de las puertas. ¿Bajamos a los columpios?, ¿vamos a patinar?, con el frío que hace. Vale, pero un ratito, ¿eh? Y luego mucha casa, mucho amor, mucha compañía. Siete de la mañana. Batería al 100%. Directo al DVD. Un botón justo del tamaño de su dedito índice lo enciende e ilumina una barra azul. ¡Fascinación! ¡No toques! ¡Arrima la mesa, que no alcance! Trepa a la mesa. Botón. Luz azul. Apartemos el DVD. Pilla el mando a distancia. ¿Qué tienen los mandos a distancia para los críos? Y no quieren el de pega, quieren el bueno. Dos años, enciende la televisión y hace zapping propio. El trepar de estos ejemplares jóvenes es característico: cargan el torso sobre la cornisa, digo sillón y balancean las piernas hasta conseguir el equilibrio para montar una y hacer presa. Una vez arriba no está claro que mantenga los dos pies encima y no caiga al abismo, así que hay que andar pendiente tooodo el rato, qué bien. ¡El mando a distancia! ¡Quítaselo! Berrinche. Quince segundos. Abre la vitrina de los vasos de cerveza, 50 años de coleccionismo cleptómano. Tengo que poner un pestillo. ¿No se echará el pequeño una siesta matutina? Pero si se ha despertado tempranísimo. Las dos mayores viendo dibujos animados japoneses, que no entiendo qué les ponen. Bob Esponja sí mola. Y lo de la caravana de Mickey Mouse y Goofy. O Tom y Jerry de hace sesenta años. Ahí coincidimos. Aquí llega Spiderman con el Capitán América, dos por uno. Y la dama de los collares y las baratijas, actriz de profesión a los tres años. Mejor les metemos a dormir solos, porque si están en la misma habitación no hay forma de que te dejen tranquilo. ¿Me haces una mesa y una silla con cartón? ¿Me pintas una princesa? ¿Y cómo demonios pinto yo ahora una cara de Barbie, si yo lo que estudié fue dibujo técnico? O sea tuercas y tornillos. ¿Me enseñas a hacer una pajarita de papel? ¿Y un pastel? Comed chicos, creced, pero que sea rápido. Lo de comer. Y lo de crecer, también, también. O no, pensándolo mejor… ¡creced lento!
Navidad. Cuatro chiquillos me miran en la foto fija. Ponen en la tele un reportaje sobre el padre Parladé, misionero comboniano, septuagenario con cuarenta años de arrimar el hombro en Sudán, fundando escuelas y más escuelas, en cobertizos, o bajo los árboles. Por su medio han traído a España a Adut Majier, una niña sudanesa con un tumor deformante en la cara. La han operado, mejorado y acogido en su estancia en España. Caridad de la buena del misionero admirable y del grupo que le apoya. La niña se regresa a Sudán para las navidades y, al ofrecerle un regalo, pide “un grifo del que siempre salga agua, como los de aquí”…
Amor inmediato y caridad mediata. A ver como conseguimos confundir las dos cosas. Porque, al fin y al cabo, están hechas de la misma pasta.
Pues eso, que les deseo una Feliz y Confusa Navidad.
Esta mañana desayunaba mirando “El Encantador de Perros”. César Millán trabaja con “Roscoe”, un perro de raza Akita que se niega a caminar. O al menos, se niega a caminar con gente y por supuesto se niega a que le pongan una correa para sacarlo a la calle. Solo, si puede, sí sale. Millán se va ganando su confianza y su amistad, se mete con él en la piscina de su “centro de psicología canina”, busca la ayuda de otros perros que apoyen a Roscoe y va poco a poco haciendo que el perro sea feliz con sus dueños y que sienta el paseo con ellos como un premio y una satisfacción. O sea que lo de tirar de la correa con todas tus fuerzas no vale. En particular con un Akita, que es un perro fuerte. La lección de Millán es que las cosas, con los perros, no se consiguen por la fuerza bruta. Los perros tienen sus miedos y recelos, sus alegrías y lealtades y lo mejor es “darles la vuelta” a base de entender sus reacciones y mezclar cariño con firmeza. Hasta convencerles de que hagan algo porque quieren, no porque se les obliga. Ahí reside el mérito de César Millán y el éxito de su programa.
Las personas… somos más difíciles de convencer. Ni somos tan nobles como los perros ni nuestra cabeza obedece a resortes tan simples. Pero yo creo que Millán podría sernos de utilidad.
Otra vez esta semana nos ha golpeado el informe Pisa. Y pocos días antes recibíamos el informe, también de la OCDE, sobre los hábitos de consumo de alcohol, drogas y tabaco. Dos caras de la misma moneda, en mi opinión. Mientras en lectura, matemáticas y ciencias estamos “significativamente por debajo de la media de la OCDE”, en consumo juvenil de alcohol, drogas y tabaco estamos por encima en todo. Espejo oscuro. En consumo de cocaína somos los segundos de Europa, en cannabis, los terceros.
Yo hace tiempo que siento ese problema con nuestros jóvenes, perdonad chicos. Se percibe en la calle, en la juventud a la que observas, en las aficiones que se manifiestan, en las cifras de desempleo, en los programas de televisión, en las colas para ser empleado de IKEA. Hay ganas de trabajar, pero falta preparación y empuje para conseguirla. No quieren caminar por ahí. Y no vale tirar de la correa.
La LOMCE o la contra-LOMCE que saque la oposición si llega a gobernar, no son la clave. Más inversión es posible que ayude, pero tampoco es la clave. Lo que interesa saber es por qué un 36% de nuestros jóvenes de 25 a 29 años no ha acabado la ESO. Reclamamos que las empresas no dan trabajo a los jóvenes, o es precario. ¿Pero qué trabajo se le puede dar a un joven de 25 años que no ha sido capaz de acabar la ESO? De ahí las colas para ser mozo de almacén en IKEA. ¡Muchos IKEA harían falta!
La clave está en que los jóvenes se den cuenta, como Roscoe, de que su felicidad depende de que ellos mismos caminen. De que desarrollen amor por el estudio, por las matemáticas, por la literatura, por las ciencias, por la música, por los idiomas. Y eso es trabajo de la sociedad civil, de los medios de comunicación, de las familias. Y de los maestros y profesores, claro. Todos juntos.
Y bueno, pues nos hacen falta más encantadores, que traspasen la coraza de banalidad que rodea la vida de buena parte de la juventud. Fernando Argenta era uno en lo suyo, por ejemplo, aunque no sé realmente cuánto consiguió hacer mella en esa coraza.
Complicado. Va a haber que traer a César Millán. Menos es nada.
Que, por cierto, se me olvidaba: Millán mete a Roscoe en una «piscina terapéutica» porque ahí el perro tiene que hacer lo que le dicen, porque en el agua no tiene apoyo para hacer fuerza. ¡Interesante! El que quiera que entienda.
Otra vez dándole vueltas a lo del largo plazo, que no es cosa muy sexy, pero en la que creo que vale la pena invertir. No por mí, que supongo que ya no andaré por aquí -iba a decir espero-, sino por la familia que voy a dejar atrás y su futuro bienestar. Ya casi más los nietos que los hijos. Bueno y por los demás también, disculpen.
Entre la mucha paja que avientan de seguido los medios de comunicación, aparecen de vez en cuando cosas que de verdad ocupan la mente. Estos días me ha preocupado de nuevo, más que ocupado, lo de cómo se está poniendo boca abajo nuestra pirámide de población, que ya ni es pirámide “ni es ná”, como diría Gila. La “maldición de la pirámide” casi podría añadir. La previsión de que en 2050 haya en España casi 17 millones de personas de más de 65 años (16.651.000 para ser exactos, según las Naciones Unidas), y de ellos más de 6 millones de más de 80 años, no puede sino inquietar y obligar a que nos preguntemos cómo se va a mantener esta nave a flote.
¿Se imaginan la playa? Algo así como el negativo de las patinadoras en la de Santa Mónica. Que estuve allí y se me ha quedado la imagen. Pero aquí con andadores.
Y bueno, luego he leído un artículo interesante del profesor César García, que enseña en la Central Washington University (“¿Miente la Universidad de Shanghai?”), sobre la necesidad de establecer competencia entre centros de enseñanza y rivalidad docente, como medios de mejorar el nivel de nuestra educación. Que por cierto para ver quién era este señor me he metido en la web de su universidad y he encontrado las calificaciones que le dan sus alumnos y cuánto gana, en dólares, y en proporción al resto de profesores y empleados de esa universidad. A eso le llamo yo transparencia. Transparencia de la que aquí carecemos.
Cito estas dos cosas, demografía y educación, porque sospecho que por esta última viene la casi única solución a las dificultades de esa futura España senil. O al menos la principal. Lo de la demografía no sé cuánto remedio tiene. Sólo se puede arreglar si la cultura del niño único o la parejita se rompe y las parejas empiezan de nuevo a tener tres o cuatro hijos. Complicado, al menos en esta década. ¿Más inmigración? Posible, pero habría que ordenarla y también difícil mientras no digiramos buena parte de la cola del INEM. El crecimiento económico ayuda pero no basta, porque el desequilibrio demográfico avanza de forma inexorable y acabará ganando la partida. El recorte de las pensiones, actuales o futuras, tampoco. Un parche, que sólo resuelve, intenta resolver, la parte del problema que afecta a las finanzas públicas que es, entre paréntesis, la única de que se habla. Porque la parte esencial del problema no es financiera, es económica y social. Y ahí yo sólo veo la solución de tomar grandes medidas en el terreno educativo, cultivando la excelencia e intentando crear una nueva generación mejor preparada que las actuales en lo económico y en lo cultural. Y en lo moral, que es fibra que tenemos bastante deshilachada. Y una cosa deberíamos tener claro: el principal medio para generar calidad es el estímulo, en dos formas, premio a los resultados y presión para que se consigan. Con los alumnos y con los profesores. De todo ello andamos cortos.
Sólo las nuevas generaciones, con preparación y empeño, pueden detener la progresión de esta ecuación maldita donde, si no hacemos algo, las bondades de nuestra salud y longevidad van a acabar consumiéndonos.
Lo siguiente es quién se ocupa de poner esto en marcha… Pues el gobierno, claro, dirán. Ah! That’s the question! Porque hay tanta mediocridad, cortoplacismo y egoísmo (“of the people, for the bureaucrats, by the bureaucrats”, Milton Friedman) en la clase política, que es difícil pensar que vaya a suceder. ¿Ustedes lo creen? Los muchos gobiernos que nos rigen se ocupan de lo accesorio y rebosan de palabrería inane. Me desayuno, ¡hoy domingo! con Pere Navarro que opina sobre la cadera del Rey. Me estropean el almuerzo Rubalcaba, Cospedal, el Cándido Méndez, Soraya Rodríguez, el Toxo, el Artur Mas, y más, y más, todos los días, todos los días. Y los medios ¡venga micrófonos! como si estuviéramos todos ansiosos por escuchar sus opiniones. Y así vamos, al tran tran, a ver si la cosa se arregla sola, el mes que viene salen otras cuantas personas del paro y nuestro equipo gana la Liga. Así que el Sr Rajoy debería dejar el tran tran para el mus. Para mí, si se dedicara sólo a rescatar el largo plazo, de nuestro país que no sólo de nuestras finanzas, y a vencer al nacionalismo, ya me bastaría para considerarle un buen presidente. Y hasta estaría dispuesto a esperarme a ese largo plazo, contra la opinión de Keynes.
Y otro día escribo sobre Friedman.
Esta semana una concentración de manifestantes, dicen que unos mil, ha pretendido atacar el Congreso de los Diputados en Madrid. No lo han conseguido porque una concentración de policías anti-disturbios, dicen que unos mil cuatrocientos, se lo ha impedido.
Luego he oído que la Excma. Sra. Delegada del Gobierno en Madrid, decía que mejor no protestar ahí, que es un llamado a la violencia y algo así como que los manifestantes no han recibido el apoyo de la ciudadanía. Que normal. Y antes había oído repetidamente que pretender subvertir la legalidad a base de adoquinazos no es correcto y que sus señorías los Excmos. Sres. Diputados son los representantes de la Soberanía Popular. Y que si a alguien no le gusta cómo está la cosa, lo que tiene que hacer es votar a otros en 2015. Que normal, que sólo se trata de esperar unos añitos. No les falta razón, pero…
También esta semana me he enterado, como todos los españoles ya sospechábamos, de que más de seis millones de compatriotas están sin trabajo. Y de que casi justo dos millones de familias tienen a todos sus miembros en paro. Y de que casi tenemos tantos jubilados y desempleados como cotizantes.
O sea: auténtica emergencia nacional.
Y también leo hoy que algunos altos cargos de una empresa inmobiliaria privada pero en realidad casi pública, han cobrado más de treinta mil euros por trabajar durante el mes de diciembre de 2012. Y aunque la noticia lo añade como especulación, parece que su remuneración será doce veces eso durante 2013. Y en mi cerebro rumiante, aunque no sea lo mismo, ello se ha sumado, sin querer, al latrocinio que tantos responsables de cajas de ahorro han cometido en estos años. Y no me consta que ni estén en la cárcel ni hayan devuelto la pasta.
Así que mis pilares intelectuales sobre el comportamiento racional de las personas se empiezan a tambalear. ¿Va a resultar que tiene razón el del adoquín?
Y también esta semana, una más, se consolida mi convicción de que el Gobierno ha perdido la iniciativa y no está atacando los verdaderos problemas de nuestra Economía y nuestra Sociedad. Que es como si hubieran puesto de general de la división al cabo furriel. Y pido perdón a los cabos furrieles.
Y empiezo a pensar si de verdad la solución está en esperar casi tres años a remover a unos para poner a otros, que no me arriendo yo mismo la ganancia.
Me ha hecho pensar, no sé por qué, será lo de generales y cabos, en Eisenhower. Dicen los americanos que fue uno de sus mejores presidentes. Frugal en lo personal, durante la II Guerra Mundial, decisivo como comandante en jefe de las Fuerzas Aliadas. Antes del desembarco de Normandía, se negaba a comer nada distinto a sus soldados. Comía rancho. Y luego cuando fue presidente del país, lo fue frugalmente con las cuentas del estado y fue uno de los primeros en mucho tiempo, Clinton fue el siguiente, en dejarlas en positivo. Lo que no le impidió construir la mayor red de autopistas del país.
Estamos en una situación muy complicada. Los españoles sumidos en una mezcla de desesperanza, irritación y malhumor. ¿Se pueden segregar estos sentimientos? Yo personalmente me excluyo de la desesperanza: creo que si hacemos las cosas correctas y el Gobierno apoya o no estorba, saldremos de ésta. Tampoco estoy especialmente malhumorado: mi familia es mi cobijo. Pero sí estoy irritado. Lo estoy porque no comprendo cómo gente inteligente, que llevan las riendas de nuestra Economía y nuestra Política, no se dan cuenta de que el trato desigual, la obscenidad de retribuir trabajos sin riesgo, en Política o en Economía, al nivel que se hace, cuando miles y miles de personas no pueden pagar la hipoteca o el colegio de sus chicos, son un quebrantamiento de nuestra fibra moral. Y de que el resto de la gente se da cuenta.
¡Reflexionen! Muchos de mis compatriotas no están irritados. Están cabreados de verdad. La mayoría no lanzan adoquines, afortunadamente. Pero aciertos de Política Económica aparte, que falta hacen, alguien en las alturas tiene que trabajar en serio en que reconstruyamos dicha fibra moral, en predicar con el ejemplo, en mostrar solidaridad auténtica con los que sufren, en hacer que todos rememos al unísono. ¿Qué hay que comer rancho? Comemos rancho. TODOS. Porque empiezo a temer que por algún lado puede saltar una chispa. Que nos lleve a la ruina sin fondo.
P.S.1: escribo esto mientras tengo a medias el libro «The Black Swan», de Nassim Nicholas Taleb, sobre el «anticonocimiento»: «To summarize in this (personal) essay, I stick my neck out, that our world is dominated by the extreme, the unknown, and the very improbable (improbable according to our current knowledge) and all the while we spend our time engaged in small talk, focusing on the known and the repeated. This implies the need to use the extreme event as a starting point and not treat it as an exception to be pushed under the rug. I also make the bolder (and more annoying) claim that in spite of our progress and the growth in knowledge, or perhaps because of such progress and growth, the future will be increasingly less predictable, while both human nature and social «science» seem to conspire to hide the idea from us.»)
P.S.2: No conozco lo suficiente la biografía política de Eisenhower como para solidarizarme íntegramente con su trabajo. Pero sí lo hago totalmente con algunas de sus frases de muestra:
– El mundo pertenece a los optimistas; los pesimistas son meros espectadores.
– El pesimismo nunca ganó ninguna batalla.
– Los planes son inútiles, pero la planificación lo es todo.
– El sargento es el ejército.
– Sólo la fuerza puede cooperar, la debilidad sólo puede mendigar.
– Un intelectual es un hombre que tiene más palabras para decir de lo que en realidad sabe.
– El mundo cambia, y las ideas que alguna vez fueron buenas no son siempre buenas.
Y…
Un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios, perderá ambos.
(twitter.com/oldzano)
(es.linkedin.com/in/jjzanoletty/)
Dicen que me agarré al pecho de mi madre por un tiempo excepcional. No me queda memoria, al menos consciente. Pero aquello, a juzgar por mi insistencia, se debía parecer bastante a la felicidad. La fisiológica quiero decir. La del contacto físico, de tocar a las personas que quieres. No sé si será cosa eléctrica o de las endorfinas ésas (lo acabo de mirar: péptidos opioides endógenos, lo que no me aclara mucho). No voy a extenderme con lo del pecho, que es tema para otro rato no navideño. Pero sí puedo decir que me ha seguido lo del escalofrío, al tocar la mano de un hermano y sentir los genes de mi padre. O abrazar a la gente que quiero y que me recorra un sentimiento de “aquí hay algo mío”.
Este año he tenido un nuevo nieto, Marcos. Que sigue a Alba, Sofía, Alejandro y Eva. Cinco nietos en cinco años. Y todos tienen salud. ¿Cómo podría no ser feliz? Si no temiese emborronar este papel o que me regañen, casi me atrevería a decir que ya me puedo morir tranquilo. Marcos me muestra su versión de la felicidad. Escucha la voz de su madre, y sólo la voz le hace reír. Y luego la de su padre, la de sus hermanas, de su abuela, de su abuelo… Y así sucesivamente. Con todas ríe. Todos derretidos en plan deshielo ártico. ¡Qué bonito escuchar la voz de gente a la que quieres! Tengo que llamar más a mis hermanas, por cierto.
¡Ah… la Felicidad!
Una mañana me encontré un coche tipo Bugatti monoplaza encima de la mesa del comedor. Del tamaño de la mesa. No más, no menos. ¡Qué maravilla! Tracción humana aunque no llegaba a los pedales. Mi hermano empujando todo el rato, vamos. Siguieron triciclos, patines, de ésos que se sujetaban a los zapatos con garfios y una correa y se soltaban a cada rato. Alguna pelota. Un tren eléctrico Fleishmann, que todavía tengo, sin vías, ¿en qué estaban pensando los Reyes Magos que son los papás? Dinky y Corgi Toys, que eran muy socorridos y que en mala hora los fui perdiendo o regalando, un mecano, bloques de construcción, maquetas de Revell, que nunca he sabido pintar bien. Las de Tamiya son muchísimo mejores, pero vinieron después… Un CinExin, un ViewMaster, excelentes reyes-padres. Y no quiero aburrir, pero de todos esos recuerdos me ha quedado la afición por los juguetes, maquetas y asimilados, que me alegran la vida simplemente por tenerlos cerca. Que a propósito…, mi preferencia son los trenes y coches clásicos. Lo digo por si alguien tiene en mente regalarme algún jersey o así estos días…
Me metí a estudiar y a trabajar y fui haciendo amigos y amigas. A los que me complace ver y escuchar y, de entre ellos, un puñado con los que me ocurre especialmente. Que no digo quiénes porque ya lo saben. Y vino entonces la era digital y empecé a recibir por estas fechas cientos de mensajes deseándome felicidad, en los que es posible que haya alguna endorfina de ésas ahí escondida, en el genoma electrónico de la nube, que nos envía rayos de calibres varios entre WhatsApp, Facebook y semejantes. Gracias chicos. A la recíproca. Todo suma en este tiempo turbado.
Y finalmente ha llegado el pasear cada mañana por la playa con mi mujer, y tomarme una tostada de pan recién hecho con aceite de oliva virgen, que es de las muchas cosas buenas que tenemos en España, o beber un vaso de tinto de Rioja o Ribera, otra, tanto monta, o de Vinho Verde, que estoy en Oporto y no quiero que se me quejen los portugueses. O leer como estoy haciendo estos días a García Márquez, o escuchar un Nutcracker navideño aquí en el portátil este.
¡Ah… la Felicidad!
Y mientras tanto, nuestro mundo está convulso y cunde la depresión, y no para la gente de protestar porque nos ha encogido el bolsillo. Y siempre pagan, pagamos, los mismos. Y estamos rodeados de mangantes, que es de las cosas malas que tenemos en España. Y ocurren tragedias como la de la escuela de Newtown, que hielan el corazón. Y no puede uno sino pensar que mientras tantos disfrutamos de las cosas materiales que nos rodean y, sobre todo, del cariño de los nuestros, siga existiendo en el mundo tanto sufrimiento que uno se siente impotente para remediar.
Debemos intentarlo. Reforcemos nuestro ánimo y repartamos afecto y caridad.
Y bueno, eso… que ¡Feliz Navidad!
Entreabrió los ojos y, al instante, percibió el resplandor que se filtraba por la rendija del cuarterón, mal ajustado, de la ventana. Contra la luz se dibujaba la lámpara de sube y baja, de amplias alas –el Ángel de la Guarda- la butaca tapizada de plástico rameado y las escalerillas metálicas de la librería de sus hermanos mayores. La luz, al resbalar sobre los lomos de los libros, arrancaba vivos destellos rojos, azules, verdes y amarillos. Era un hermoso muestrario y en vacaciones, cuando se despertaba a la misma hora de sus hermanos, Pablo le decía: “Mira, Quico, el Arco Iris”. Y él respondía, encandilado: “Sí, el Arco Iris; es bonito, ¿verdad?” Lee el resto de esta entrada »
Nació el niño. Nació prematuro, chiquitín. Creyeron imposible que sobreviviese. Pero el vínculo madre-hijo tiene raíces fuertes, que se hunden en la oscuridad de la prehistoria, cuando sólo había estrellas. Millones de años de evolución animal y un código genético refinado para preservar la especie. Y un médico allá en Colombia observó a la Naturaleza y entendió que todo el calor no es igual. Hay calor de estufa y calor de madre. Y ciñeron al peque a su madre, noche y día: madre-canguro. Y el chiquitín vivió. Está bien. Algunos bebés tienen suerte.
Murió la mujer. Tenía 46 años y era ucraniana. Dormía en la calle, fuera de la estación de Milán, bajo las estrellas heladas. Pasé por ahí la noche antes y me fui arrebujado a mi hotel lo aprisa que pude. La ucraniana sin techo y sin nombre ya no era chica, ni niña, ni bebé. Algún día en los sesenta, una mamá la trajo al mundo y seguramente quiso para ella lo mejor y la protegió mientras pudo con su calor. Luego se torcieron las cosas, nadie sabe cuándo ni cómo porque la historia no registra a estas personas. Que mueren sin calor. Que no tienen suerte.
La Navidad es bonita, incluso si le quitamos el olor a perfume, a buena comida y bebida, a juguetes nuevos. Sirve para acordarnos de todas las personas a las que queremos mucho o algo, para expresar buenos deseos, ya sea con calor humano o electrónico. Un buen momento para agradecer a las mamás que estemos aquí, porque sin ellas y su instinto, su voluntad, no hay “Nativitá” exitosa.
Y también un buen momento para pensar que tan bonita como La Nativitá, o más bonita que La Nativitá, es “La Pietá”. Y es por eso que los afortunados que estamos, yo escribiendo y vosotros leyendo esto, deberíamos celebrar las dos cosas. Busquemos en los demás el niño chiquitín que llevan dentro y ayudémosle con nuestro calor. Y compartamos nuestra buena suerte con los que no la tienen.
¡Feliz Navidad!
Una mañana temprana del invierno de 1984 tomé un avioncito Short, un 330 o un Skyvan, no recuerdo bien, pero en cualquier caso una especie de caja de zapatos con alas, para volar desde Luton, al norte de Londres, hasta Rotterdam. Hacía mal tiempo y llovía. El tamaño del avión me pareció escasillo para lo de cruzar el Mar del Norte, pero yo era ya para entonces un aeronauta curtido y los aviones nunca me han inquietado. Despegamos dando tumbos. Cuando tomamos altura aquello se convirtió en una batidora. Al rato y de repente… ¡crack!: chispazo y nos quedamos a oscuras, sobrevolando el mar gris en medio de la tormenta. La azafata salió de la cabina del piloto para anunciarnos viva voce que no nos preocupáramos, que «todo el problema era que nos había golpeado un rayo y nos habíamos quedado sin electrónica”. Sin radar por ejemplo. Así que el piloto daba la vuelta y nos volvíamos a Luton, y que ya que no teníamos radar, cuando estuviéramos sobre tierra seguiríamos una carretera que nos mostrara el camino de regreso al aeropuerto. Siempre me había preguntado hasta entonces el por qué los aviones llevan faros. Total que aterrizamos, entre camiones de bomberos, nos bajamos, nos ofrecieron otro avión, me monté y nos fuimos a Rotterdam, también con tumbos pero esta vez con éxito.
No negaré que sudé frío. Uno piensa cosas en esos momentos. Pero al mismo tiempo creo que es bueno conservar la calma, como el piloto debió hacer.
Ahora estamos un poco así. Dando tumbos, a oscuras y sin radar. Y vuelvo a sudar frío, Lee el resto de esta entrada »
Sube la vivienda. No se asusten o no se ilusionen, depende de qué lado estén: no es aquí. Es en China. De vez en cuando le echo un vistazo al China Daily, ventajas de Internet. Le ayuda a uno a ganar en perspectiva. Aunque hay frases que son iguales en chino, en inglés o en español: “francamente, no me puedo permitir casarme si eso significa que me tengo que comprar un apartamento” (Soaring house prices, headache for single chinese, China Daily, 12-1-2010). Utilizan un índice por allí, que es los meses de ingreso para poder pagar un metro cuadrado de vivienda. En Beijing, 7 meses. O sea que en 10 años, dedicando toda su renta, tiene uno un apartamento de unos 15 metros cuadrados. O como diría Gila, “tiene cocinita, para freír huevos, uno”.
Los chinos han aterrizado en el capitalismo y tendrán que adaptarse, también a este problema. El gobierno chino está tomando medidas que incluyen limitar el crédito a los inversores especulativos y facilitárselo a los primeros compradores, pero ya veremos el caso que la banca de por allí le quiere hacer. Lo que sí parece cierto es que chinos y chinas andan estresados con el tema. O nos casamos sin casa, o sea nos hacemos un naked marriage, que así le llaman, y tenemos estrés porque no la tenemos, o nos compramos una casa usando los ahorros de los padres, nos hipotecamos con precios caros y nos estresamos igual, y además estresamos a padres y suegros. No me lo estoy inventando, los comentarios no son de aquí, son de Harbin, en Heilonjiang, la capital de China nororiental.
Ahora que aquí tenemos atascada la cosa pensamos que el problema es el precio de la vivienda y si la que hay baja el 10%, el 20% o lo que sea más. Pues no, el problema de verdad gordo Lee el resto de esta entrada »
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