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Hace seis años o así, me vi metido sin querer en aquello del “¡Teruel Existe!”. Bueno, sin querer no, porque a Teruel, tierra de mi madre, sí que la quiero. Me metí por cosa del trabajo, quiero decir. Encargó Infoinvest a la empresa que yo dirigía, que les ayudáramos en la comercialización del parque industrial Platea, en la propia capital de la provincia. Pese a lo consolidado del vecino polígono La Paz, confieso que nunca fui optimista con aquel proyecto. Demasiado suelo industrial para la zona. Pero “la pela es la pela”, así que aceptamos el encargo e hicimos lo que pudimos, que fue poco. Hoy me he metido en la página web de Platea y lamento constatar que mi escaso optimismo estaba justificado.
Aunque, en verdad, en mi visita a Teruel me encontré con un tema que me pareció muy interesante: la instalación de una planta de reciclaje de aviones en los terrenos del antiguo Aeródromo de Caudé, resto de la Guerra Civil que fue luego base de prácticas de tiro del Ejército del Aire.
Siempre me fascinó lo del desierto de Mojave y las filas de aviones asándose en el polvo del desierto. Pero me he estado mirando lo de la industria del reciclaje de aviones y la cosa tiene más enjundia que la del mero aparcamiento. Algunas conclusiones: Lee el resto de esta entrada »
Dice la leyenda que fue un tal Abú Masaifa el que creó la primera fábrica de papel en Europa, en Xátiva (Valencia). Mi abuela paterna era de allí y allí viví un par de felices años. Los suficientes para que me pillara la etapa final de carrera y, puesto en el trance de escribir una pequeña tesis para no me acuerdo qué asignatura, escogí la industria del papel, sobre la que Xátiva conserva orgullo y material sobre el que extenderse. Dicen que corría, por las márgenes de la acequia Murta, el año 1.056 y la industria papelera ha sido, durante más de 900 años, una de las claves del progreso de aquella zona. El hecho de que nos refiramos al papel con el mismo término “paper” en inglés y valenciano, es un recuerdo de la importancia que tuvo la exportación de papel desde Valencia a Inglaterra.
Pero pasarían más o menos cuatrocientos años hasta que allá por 1.450 comenzó la verdadera revolución del libro. El herrero de Maguncia Johannes Gutenberg, emprende su aventura tipográfica. Armado de una vieja prensa vinícola y tipos móviles y aunque acaba arruinándose, completa los famosos 150 ejemplares de «La Biblia de Gutenberg». No se sabe si de verdad “en menos de la mitad del tiempo en que se tarda en copiar una”, pero sin duda una revolución tecnológica frente a la xilografía y las copias manuscritas. Que dejaría en el paro a muchos monjes, digo yo. El gráfico muestra la repercusión del invento: la producción de libros en Europa pasa, en 300 años, de 10 a 1.000 millones de ejemplares. Lee el resto de esta entrada »
La enorme Placa Pacífica empuja y empuja de forma inexorable a la pobre Placa de Okhotsk, a razón de 8 ó 9 centímetros al año, así por cientos, miles de años. Ambas resisten, constreñidas por las placas tectónicas que las rodean. Se acumula la tensión. Los diminutos humanos poco podemos hacer, salvo medir e intentar predecir y protegernos.
En el largo plazo, sismólogos que utilizan complejos modelos matemáticos, apoyados en redes de GPS, intentan conocer el movimiento de las placas. Lee el resto de esta entrada »
Una motocicleta inglesa de dos cilindros, de la firma Indian, había quedado enterrada hasta sus ejes, y con rugiente fuerza hacía girar la correa de una dínamo. Ésta estaba formada por dos cortos troncos y temblaba al dar vueltas tan deprisa. En el sidecar un hombre ya mayor fumaba un cigarro; junto a él se levantaba un poste alto con un foco que iluminaba el día. Lo rodeaban carretas con caballos sin enganchar que comían su pienso. Lee el resto de esta entrada »
Ayer estuve viendo un trocito de un reportaje sobre el sitio de Leningrado –la actual San Petersburgo- durante la II Guerra Mundial. La magnitud de aquella tragedia no ha sido superada ni antes ni después en ningún escenario bélico y confiemos que nunca lo sea. Del millón quinientas mil víctimas la mayoría lo fueron por frío y hambre, porque las tropas alemanas y finlandesas, aunque no consiguieron tomar la ciudad, paralizaron sus servicios y la dejaron sin transporte, energía, agua o alimentos. Los rusos aguantaron con enorme estoicismo y resulta admirable cómo, por ejemplo, mantuvieron sus bibliotecas funcionando. Pero lo que más me emocionó del reportaje fueron unas escenas del día de abril de 1942 que circuló de nuevo un primer tranvía¹. Aquella pobre gente lloraba y aplaudía, no sólo al medio de transporte, lo hacía por el símbolo de que la ciudad había resistido y empezaba a recuperar su normalidad.
Hoy en día, en Europa al menos, contemplamos esas dramáticas imágenes como algo pasado e indeseable, que no tiene razón de volver a producirse. Estamos acostumbrados a pulsar un interruptor y que se encienda la luz, abrir un grifo y disponer de agua que podemos beber sin más, a ducharnos con ella, fría o caliente –ahora fría-. Tenemos autobuses, metro, Internet, teléfonos móviles, supermercados y almacenes con todo lo imaginable a nuestra disposición.
Los retos son otros, no de destrucción sino de crecimiento. Lee el resto de esta entrada »
Your online traces are helping fuel a revolution in the understanding of human behaviour – one that’s revealing the mathematical laws of our lives. De aquí arranca el artículo Social networks: The great tipping point test que firma Mark Buchanan en la revista New Scientist.
El asunto es fascinante. No es difícil imaginar, y hasta cierto punto temer, que nuestra constante interacción con Internet y la telefonía móvil deja una huella indeleble de nuestra actividad y nuestra forma de pensar. Nadie tiene claro dónde se encuentra el límite entre el beneficio o el posible perjuicio, modelo 1984, para la sociedad global. Pero lo que sí está claro es que estamos en un proceso imparable cuya velocidad crece de forma exponencial.
El artículo analiza como los sociólogos están intentando asimilar este nuevo territorio, con una cantidad de información tan masiva como supone, pensando sólo en Facebook, más de 400 millones de usuarios volcando de forma continua cosas tan sencillas como “me gusta esto” o enganchándose a Farmville.
Buchanan cita dos o tres ejemplos especialmente interesantes:
Por medio de la posición de nuestro teléfono móvil, también cuando está apagado, es posible saber dónde estamos en todo momento. Nada que no sospecháramos ya. Pero es que cuando se ponen en práctica modelos predictivos, se descubre que no sólo “alguien” –who?- sabe dónde estamos, sino también dónde vamos a estar en los próximos días o semanas, con más del 90% de probabilidad. Incluso cuando viajamos fuera de nuestra ciudad en un viaje de trabajo o vacaciones que a nosotros mismos nos parece ocasional.
Los sociólogos, por su lado, han analizado los gustos por la música o el cine a través de los comentarios de Twitter descubriendo que la popularidad de una canción o película está condicionada de una parte por la elección individual pero en una parte muy importante por las opiniones de los demás, que hoy se ven potentemente reforzadas por las redes sociales. De tal modo que lo que muchos creemos que son “nuestros gustos”, ya no lo son tanto, sino que han sido adulterados por la permanente recepción de señales de nuestro grupo de referencia, ya sea por edad, por amistad u otro. La formación de opinión por los medios convencionales, prensa por ejemplo, ha sido sustituida por la masa de simples “me gusta esto” que recibimos a diario, cada vez con menos posibilidad de defensa.
¿Qué hacer? Pues en la esfera individual, yo creo que intentar discriminar, de manera que sin renunciar a la educación y la opinión de personas más ilustradas que nosotros, seamos capaces de internalizar esa masa de opinión bruta que se nos presenta y saberla procesar para nuestro disfrute o beneficio.
Y en el ámbito empresarial, aplicar de forma clara aquello de “if you cannot beat them, join them”. De la misma manera que Hollywood es capaz de predecir con enorme exactitud la recaudación de una película por el número y tono de los mensajes de Twitter en los días inmediatos a su estreno, todos tenemos que aprender a vivir con estas nuevas herramientas. Nos tendremos que acostumbrar, por ejemplo, a que de igual manera que hay chicos y chicas que se conocen por Internet y acaban formando una familia, nuestras relaciones profesionales con clientes y proveedores están cambiando en profundidad y la habilidad de conocernos, estrechar lazos de trabajo y encontrar oportunidades de negocio se va a basar en muchas ocasiones exclusivamente en Internet y sus herramientas.
Nuestro cliente tiene que saber quiénes somos. Y nosotros tenemos que saber quién es nuestro cliente. Good data is like gold dust, dice Buchanan. Y habrá que ser bueno, porque cuando se es bueno, la gente ahí fuera te verá como muy bueno, y cuando seas malo, exactamente lo contrario. Así que hay que preocuparse cada vez más por la reputación y por la opinión pública, cada vez más pública. Estrechemos y cuidemos nuestro network virtual.
El info@ ha muerto.
Al principio corrió la noticia de que el volcán pudiese ser de tipo “peleano” y que llegara a generar una mortífera nube ardiente como la que mató a casi 30.000 personas en Martinica en 1902. Pero afortunadamente no fue así, el volcán solamente se pasó mes y poco –oficialmente hasta el 3 de agosto de 1949- echando humo, cenizas y lava muy líquida que fluyó hacia el mar, no causó víctimas y generó en cambio un espectáculo diario para todos los palmeros que se quisieron acercar a contemplar el encuentro dramático entre la lava y el mar.
Años después cursé la asignatura de geología en la Universidad de Valencia, de rebote como tantas cosas en mi vida, y tuve la suerte de recibir la enseñanza de Don Manuel Martel, un ilustre geólogo que luego fue rector de la Universidad de Alcalá de Henares y académico de la Real Academia de Farmacia. Don Manuel era también palmero, de la villa de Mazo. Tenía pues, pese a no ser vulcanólogo como tal, una natural vocación hacia el tema, que me contagió en parte al regalarme su libro “El Volcán de San Juan”. Aquí al lado, junto al libro, tengo un trozo de lava petrificada de mi isla, que me sirve para tenerla presente y para recordarme que la corteza terrestre tiene una incurable tendencia a no estarse quieta. Y recuerdo además con aprecio a Don Manuel porque me puso un notable a final de curso, no sé bien si por la mineralogía o por la paisanía.
Este año hemos tenido un incidente volcánico relativamente menor, aunque ha causado un disturbio importante. El volcán Eyjafjallajokull –que digo yo que ya podían estos islandeses hacer como nosotros y ponerle un nombre pronunciable, para entendernos-, lleva un par de meses arrojando materiales a la atmósfera, que han complicado las cosas a muchos viajeros y causado pérdidas millonarias a las compañías aéreas, al turismo y a todo lo que tiene que ver con mover aviones.
Y aunque lo de ponerle la cincha a las fuerzas profundas de la Naturaleza es tarea imposible, trabajar en la predicción, por difícil que sea, se impone. Saben los geólogos que la sismología y la vulcanología son ciencias conexas, o la misma, y por ello me preocupa cuando leo hoy que nos estamos quedando en España sin vulcanólogos. Que los que hay, encabezados por Francisco Anguita, se están jubilando y no están siendo reemplazados. ¿Por qué? Sencillo, porque no hay dinero para eso. Y en época de recortes me imagino que todavía menos. Pues pese a los recortes, o en medio de los recortes, hay cosas en las que un país con una zona manifiestamente volcánica en su territorio no debería escatimar, como es el estudio de esta ciencia. La Palma tiene el mayor cráter emergido del mundo, la Caldera de Taburiente, ha tenido múltiples erupciones en su historia reciente, la última la del Teneguía en 1971 y es la tercera isla del mundo de más altura con relación a su superficie. Como tal, una isla de sismología y vulcanología a seguir. La creación de un “centro de vulcanología” en Canarias, como sostiene el Colegio Oficial de Geólogos, debería ser no solamente un mecanismo de estudio y previsión, sino un vivero de reemplazo, de ampliación realmente, de una clase científica en la que España no debería quedarse en la media, sino apuntar a la excelencia. Para beneficio propio y de la Humanidad en su conjunto.
Y a propósito de dinero, leo que “La Roja”, según Fútbol Finance, es la selección de fútbol más cara del mundo, valorada en 565 millones de euros por la “tasación” de sus jugadores, por encima de Brasil (515 millones), Francia, Inglaterra, Italia y otros pringaos que no se pueden permitir jugadores como los nuestros.
Lo cual me parece normal porque, al fin y al cabo, entre la fuerza de un volcán y la del fútbol, no sé claro quién se lleva… «la palma”. Krakatoas aparte, claro.
Otro día hablaremos de Astronomía y el Roque de los Muchachos…
Lectura recomendada: Pompeya, de Robert Harris
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