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clownicCreía que había terminado con esto de la basura. Pero esta semana una pequeña noticia me ha vuelto a empujar a alcantarillas y vertederos. ¡Maldita sea!

“Bad wipes”, les llama un periódico gratuito para ingleses del norte de la Costa Blanca. Habla de los “wet wipes”, las toallitas húmedas que llevo años viendo por casa cuando a alguno de mis nietos le cambian el pañal y que poco a poco han ido ganando popularidad general. Y no sólo para culitos pequeñitos. Se lamentan en Jávea de que les están apareciendo en la playa, porque las toallitas esas que arrojamos a la taza del WC son recalcitrantes, o sea no se biodegradan, o lo hacen muy lentamente, sobreviviendo a su paso por las alcantarillas hasta aparecer en lugares insospechados. O no aparecer, que no se sabe qué es peor. Dicen que el costo para las compañías que gestionan agua y alcantarillado en España es de entre € 500 y € 1.000 millones al año.

Efectivamente, los “wet wipes” se han convertido en un serio problema medioambiental. Otro. Los ingleses ya han bautizado como “fatbergs” las acumulaciones de toallitas húmedas, grasa –»grasa amarilla» por el aceite de cocina usado y grasa marrón por «FOG» o «fat, oils and grease»- y otras porquerías que bloquean sus alcantarillas. Con algún caso de récord, como el fatberg de 15 toneladas que sacaron en Londres en 2013. Y hace unos días Thames Water se ha topado con otro de 40 metros de largo y 10 toneladas, con un coste de reparación para la tubería de € 600.000 euros. Empiezo a explicarme lo que dicen en Jávea. O sea que mientras los icebergs encogen en el océano los fatbergs crecen bajo nuestras casas. Vaya panorama. Y lo dejo ahí.

Pero como estaba por la zona (la perineal, no la de Jávea) me he puesto a pensar en los pañales desechables. Como padre y abuelo confieso con toda humildad y cierta contrición que me he librado de cambiar pañales durante más de cuarenta años. Sólo recuerdo haber cambiado tres. El último hace poco, a mi nieto pequeño, que esperó a que la abuela me dejara solo con él para obsequiarme y requerir mis servicios de higiene, para los que ya entienden que carezco de la más mínima experiencia. Por mucho que quieras al bebé, no me parece una cosa precisamente grata. Hoy he hablado de ello con mi esposa, que calculo que habrá cambiado algo más de 36.397 pañales (unos 27.300 a sus tres chicos y otros 9.100 por lo que le ha tocado de sus cinco nietos, menos mis 3…). Con nuestros dos primeros hijos los pañales desechables no existían. Los descubrimos en 1976. O sea que llevan por ahí unos cuarenta años. Quería yo contrastar el problema medioambiental de los pañales desechables con su conocimiento experto en el uso de pañales de ambas clases. Le he dicho que los desechables, entre plástico y celulosa, tardan hasta 500 años en biodegradarse y que se acumulan en los vertederos. Que la materia fecal que contienen se va filtrando y contamina los acuíferos. Que consumen en su producción más del doble de agua de la que se gasta en lavar un pañal reutilizable. Que los desechables contienen poliacrilato de sodio, una materia superabsorbente cuyos posibles efectos nocivos se siguen discutiendo. Que pueden tener dioxinas (otra vez las dioxinas), originadas en la fabricación de la celulosa y que para la misma se gastan un montón de árboles. Que son caros: casi € 2.000 euros por niño (9.100 pañales a unos 20 céntimos la unidad, más o menos cuatro veces lo que los reutilizables en coste de agua, electricidad y detergente). Me ha contra-atacado con las rozaduras, el olor, las manchas en los pañales, el lío de las lavadas o las fugas por las juntas. Todo lo cual seguro que tendrá remedio, pero exige recuperar una nueva cultura sostenible en este tema y asumir que el rollo de los pañales reutilizables da más trabajo pero es más razonable para nuestra especie. Pero dudo que la mayoría de progenitores estén dispuestos a asumirlo. ¿Teniendo una solución más o menos fácil por qué complicarnos la vida? Unos pocos pañales más no serán tanto problema. Bueno, unos pocos no, algunos más. Como estimación, en Estados Unidos se venden 27.400 millones de pañales desechables cada año, de los que el 92% acaba en vertederos. Pese a que los pañales reutilizables han cambiado, las lavadoras y secadoras funcionan, los detergentes son buenos, etc., soy bastante escéptico -y en casa además no tengo ninguna autoridad- en que se solucione esta cuestión. Mucho esfuerzo de re-educación haría falta y no tengo claro quién puede acometerlo. ¿Los fabricantes de lavadoras o detergente, tal vez?

¿Qué mal, no? Pues prepárense: en Japón el negocio de los pañales desechables para adultos superó al de los infantiles hace ya cuatro años. Vale que son líderes en baja natalidad y tienen una esperanza de vida cada vez mayor, pero en España les seguimos de cerca en ambas cosas y hasta podríamos adelantarles. Ahora sí que me estoy empezando a preocupar.

Total, que tengo que rectificar: lo de “Wall-e” es un cuento y efectivamente no se parece a la realidad, por lo menos a la de nuestro mundo “desarrollado”. Bueno, en lo único que se parece es en que seremos todos –casi todos- gordos. De resto, no navegaremos por el universo en una nave fantástica. No. Surcaremos la Tierra sobre un océano de basura compuesta de restos de comida, grasa, pañales usados y wet wipes, confiando en no chocar contra un fatberg y hundirnos. Mientras toca la orquesta.

Y sí, ya sé que me ha quedado esta historia un poco apocalíptica. Es que lo de los pañales para adultos me ha desestabilizado…

Wall-E7Me había pasado inadvertida, lo que es imperdonable. Pero este año, gracias a mis nietos, he descubierto la película “Wall-E”. “Waste Allocation Load-Lifter, Earth-Class”. O sea un robot basurero. La deberían pasar en los colegios y que fuera parte de las enseñanzas clave a nuestros chicos. Pero sobre todo nos la deberían hacer ver a todos los “no chicos”. A esos que creemos que tenemos uso de razón, mientras a base de ignorancia, inconsciencia y hedonismo nos dedicamos a destruir el planeta.

En “Wall-E” el planeta Tierra ha sido abandonado, la vida se ha extinguido –sólo queda una cucaracha- y nuestro mundo es un desierto polvoriento cubierto de basura, en el que después de 700 años siguen funcionando los anuncios luminosos gracias a… la energía renovable. Lo que queda de la especie humana surca despreocupada el Universo en la nave “Axiom”, a base de tumbonas electrónicas –la obesidad les impide caminar- y viendo televisión todo el rato mientras sorben comida líquida, que así no hay que masticar. La película es magnífica y se ríe uno, mucho, gracias al robot sentimental y su compañera Eve –Extraterrestrial Vegetation Evaluator- y bueno, una pequeña planta nos devuelve la esperanza. Pero en el fondo da miedito, miedito. Miedo. Porque aquello de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” aquí no es cierto. Demasiadas coincidencias.

BASURA Y EMISIONES.-

He estado rebuscando en esto de la basura. No es un tema fácil en cuanto a estadísticas, porque los criterios sobre lo que se considera desecho, su clasificación y la evaluación de su daño ambiental varían por países o regiones. La EPA, -la Environmental Protection Agency de Estados Unidos- tiene una herramienta, el modelo WARM, -por Waste Reduction Model- que ayuda a evaluar el impacto potencial de diferentes iniciativas relacionadas con los grandes grupos de basura que se producen en su país. Tomando California como ejemplo, sus ciudadanos -37 millones en 2009- arrojaron ese año 12,5 millones de Tm de basura a sus vertederos, de los que el 10% era alfombra, el 31% papel, cartón, plástico, aluminio y otros metales, el 10% madera y el 49% restos de comida. WARM permite calcular que el adecuado tratamiento de esos materiales (reciclaje, compostaje, etc.), permitiría reducir las emisiones de GHG –greenhouse gases o gases de efecto invernadero- en 29,5 MTCO2e –millones de toneladas de CO2 equivalente-. De los que el 32% por las alfombras, el 41% por el papel, plástico y metales, el 7% por la madera y el 20% por los restos de comida. El gran problema es la falta de discriminación: la basura llega a los vertederos toda mezclada y no es económicamente viable separarla. Solución: enterrarla.

Por las cifras de arriba parece que los californianos tienen un problema con sus alfombras: tratar el 10% de su basura les ahorraría el 32% de sus emisiones y buscar soluciones –probablemente a través de la propia industria de las alfombras- parece una buena apuesta. Pero en cuanto al resto, es la comida la que complica la cosa, porque aunque supone prácticamente la mitad de la basura (en California), el ahorro en emisiones es proporcionalmente bajo. Y además la discriminación no está, en su mayor parte, en manos de la industria sino de los individuos. O sea en nuestras manos. Y de la misma forma que, quienes tenemos algo de conciencia sobre el tema, vamos diligentemente a los contenedores de vidrio, cartón, plástico o metal, luego nos acercamos al contenedor general y echamos una bolsa con contenido variopinto de restos de comida y todo lo inclasificable, cuyo único denominador común es que nos sobra en casa.

EL VERTEDERO.-

Pasa el camión y se lo lleva a un vertedero. Alguna vez una inoportuna huelga hace que se acumulen las bolsas junto al contenedor y ¡uy qué malotes! los basureros. ¡Está esto lleno de olores, insectos y otras alimañas…! Pero si la basura acaba en el vertedero está todo perfecto.

Si en Estados Unidos las estadísticas sobre basura tienen sus dificultades, en Europa sospecho que el problema es mayor. Esta tabla

Waste_generation_by_economic_activities_and_households,_2012_(thousand_tonnes)_YB15

con todo el respeto a Eurostat, tiene para mí algunas incongruencias, como que el desecho de la construcción y demolición sea casi diez veces más en Francia que en España. O que los daneses generen casi un 50% más de basura por persona que los españoles. Tal vez sea, pero lo que sospecho es que lo que los franceses, daneses o españoles llamamos basura no es exactamente la misma cosa.

En cualquier caso, en medio de la barahúnda estadística queda alguna cosa medio clara:

1. Los 505 millones de habitantes de la UE-28 generamos, directa o indirectamente, casi 5 Tm de residuos por persona al año. Según Eurostat (2012), 4.985 kilogramos para ser exactos

2. De esa cantidad, la mayor parte corresponde a construcción y demolición (33%) y minería y canteras (29%), cosas en la que los individuos poco podemos hacer, aparte de tomar conciencia e intentar influir en las normativas. Intentar.

3. La basura doméstica supone 213 millones de Tm (21,2 millones en España), a razón de 423 kilos por persona (453 en España, kilo y cuarto al día).

EL GAS DE VERTEDERO Y EL METANO.-

¿Qué sucede con la parte de todo esto último que acaba en vertederos? Pues que esa masa de variados productos y sustancias (50% de todo ello comida, según los californianos), distribuida en capas cubiertas de tierra, se va descomponiendo, biodegradando, a diferentes velocidades y con múltiples reacciones químicas –la digestión anaeróbica-, produciendo como uno de sus resultados lo que se denomina “gas de vertedero” (LFG o “landfill gas”) que lenta pero inexorablemente va encontrando su camino a la atmósfera. El LFG es básicamente metano -CH4- (40% al 60%) y el resto CO2, con algunos condimentos bastante indeseables como azufre, benceno, tolueno, cloro, flúor o bromo. Todo eso se suma al aire que respiramos. Y el metano es, además un gas con un potente efecto invernadero, porque su capacidad de atrapar calor es más de veinte veces superior a la del CO2. Es por ello que pese a su relativa corta vida en la atmósfera es considerado un “forzador climático a corto plazo”.

O sea que hay que cargarse el metano de los vertederos. El gas de vertedero, aunque menos calorífero que el gas natural, que es básicamente metano, también arde. Pues otra solución: se hinca un tubo gordo, se recogen los gases en profundidad, se pone un mechero, una chimenea alta y se quema el gas -el que se captura, que no es todo ni mucho menos-, con o sin aprovechamiento de energía. Claro que ello puede traer algunos problemas. Algunos fatídicos para las pobres aves rapaces que se posan en la chimenea sin saber que hay un mechero al acecho (vertederos atraen roedores, roedores atraen rapaces). Otros menos evidentes, como que en la combustión del LFG, si no hay un buen proceso de filtrado previo a la combustión, en la misma se producen las llamadas dioxinas y furanos, compuestos químicos proclives a regresar a la cadena alimentaria y que definitivamente no queremos encontrarnos en nuestra sopa.

LA DIFÍCIL MEJORÍA.-

O sea que mal. Lo de la basura es un mal rollo y con una solución complicada a menos que los políticos y sobre todo los individuos nos impliquemos. California, que se fijó como objetivo reducir sus emisiones por vertederos de 427 MTCO2e en 1990 a 85 MTCO2e en 2050, estaban en 478 MTCO2e en 2008. O sea que para atrás en lugar de mejorar. A nivel global, las emisiones de metano hasta 2030 se teme que aumenten hasta un 45%. También para atrás.

Una propuesta principal de la EPA en Estados Unidos es reducir la cantidad de comida que va a la basura y fomentar las redes de compostaje, para la descomposición aeróbica de los restos que lo permitan (vegetales, frutas, cáscaras de huevo, etc.). Sus estudios van indicando que resulta en conjunto más económico discriminar lo que tiramos a la basura y fabricar compost con buena parte de ello que llevarlo al vertedero. Y además los empleos que se crean están mejor pagados que otros en esa industria.

PROPÓSITO.-

¿Y usted y yo, qué hacemos? Asumiendo que haya leído hasta aquí… Bueno, yo, como pista, he optado por una compostera clandestina, en plan “moonshining” inverso. Y así espero producir un par de cientos de kilos de compost al año, lo que será menos basura en mi vertedero, que no sé dónde está, menos metano, menos dioxinas y cosas así. Y de paso me toca caminar hasta el escondite, a ver si así consigo no acabar como los pasajeros del Axiom… Por ahora el Seprona no me ha localizado, pero cuando lo haga seguro que vamos a tener una interesante charla.

P.S. Y en esta apasionante campaña electoral que nos amenaza ¿alguien ha oído a algún político hablar de estas cosas?

Les dejo con, «Down to Earth», por Peter Gabriel:

la fotoCreo que nunca llegaré a conocer un desierto. El Sahara, difícil. Gobi, Kalahari, Atacama, Arizona, son sitios a los que me da que no voy a ir de turista. Los desiertos no son muy apetecibles para casi nadie, beduinos y coyotes aparte. Pero, puesto a pensar, he concluido que algo sí que sé del desierto. Cuando hice la mili, en Rabasa, al lado de Alicante, nos llevaban a recoger piedras a su antiguo aeródromo. Por allí debió pasar Saint-Exupery, camino de Orán, pero mientras yo recogí piedras jamás vi avión alguno. Creo que el ejército lo hacía sólo para entretenernos y tratar de imbuirnos disciplina ciega. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que aquello ya era, y sospecho que sigue siendo, parte del desierto. Un día a la semana nos llevaban “al tiro”, a disparar contra la montaña de Fontcalent, donde el riesgo de que matáramos a alguien sin querer se reducía por la condición también desértica del paraje. Hoy hay allí una prisión de alta seguridad y algún cultivo bajo plástico y riego por goteo, recursos de tierras de secano. Efectivamente, sigue todo aquello reseco, como casi todo el sureste de España. A lo largo de mi vida me he acostumbrado a estar rodeado de secarrales, que no tengo claro cuánto han empeorado en los cincuenta años que llevo por aquí. El desierto nos invade. No nos damos cuenta o hacemos la vista gorda, a ver si lo arregla el gobierno (o los eurodiputados, je, je) o se arregla solo. Las urbanizaciones verdean cual oasis, con sus piscinas azules, palmeras y buganvillas multicolores. Pero das un paso fuera y el terreno es pedregoso y polvoriento.

Yo vivo en el “Cabo de las Huertas”, una zona llamada así porque hace algo más de un siglo se dedicaba al cultivo, no me pregunten cómo. Hacia 1900 se trazó la carretera que conduce de Alicante a las playas y se fueron construyendo un edificio tras otro, hasta casi colmatar el territorio, salvo lo poco que se conservó para algunas plazas y parques. A diez minutos andando desde mi casa tengo un tal parque, el “Bosque Metropolitano del Cabo de las Huertas”, junto al mar, parte de un grandilocuente plan de la Generalitat Valenciana. ¿Bosque? No es que los árboles no te dejen verlo, es que no hay bosque más que en el nombre… Son 27 hectáreas de tierra estéril y pedruscos, sin rastro de cubierta vegetal, que después de muchos años me he decidido a estudiar. La verdad es que da pena. Se han muerto hasta los pobres cactus, que deberían estar acostumbrados.

Ayer fue el “Día Internacional del Reciclaje”. Seguro que los españoles de a pie nos habremos quedado medio tranquilos al escuchar “lo bien que vamos” en lo de reciclar, o al menos eso nos cuentan teles y radios. “Año tras año la sociedad española es más responsable a la hora de cuidar el planeta. Los últimos datos registrados sitúan a nuestro país entre uno de los países con mejores medidas de reciclaje” (Cadena Ser). Ésa es una noticia que habla del reciclaje de vidrio. Y lo fácil, sin ahondar, es pensar que todo va bien. Pero cuando miras los datos del INE, pese a que inexplicablemente sus series se han detenido en 2004, España, con 662 Kgs/año produce un 43% más de basura por persona que la media de la UE25, con 461 Kg/año. Y que frente a los países más avanzados de Europa, en que sólo el 20% de la basura acaba en el vertedero (Suecia), en España el 55% tiene (tenía), este fin. Eso era en 2004. ¿Cómo estamos hoy?, supongo que el INE nos dirá en 2024.

En suma, suelo vegetal desaparecido, poca o nada de lluvia (en Alicante algo así como 5 litros/m2 en los últimos 8 meses), 2014_est1_analisis_est_p_8019mucha basura y una conciencia ciudadana que espera a que venga alguien, no sé yo quién, y arregle nuestro medioambiente, en que han de vivir mis nietos y las futuras generaciones.

Algo habrá que hacer.

P.S. Hace unos días andaba yo buscando en Internet sobre la canción de los Gershwin, “Oh, Lady Be Good”. Al hacerlo me encontré con una de esas historias que te conmueven. Siguiendo la tradición de muchos aviadores en la II Guerra Mundial, “Lady Be Good” fue el nombre que adoptó su tripulación para un bombardero americano basado en Libia. En 1943, al regreso de una misión en Italia, les sorprende una tormenta de arena, les falla el sistema de navegación, se pierden y el avión se interna en el desierto. Al quedarse sin combustible, la tripulación, convencida de que el avión se va a estrellar, salta en paracaídas. Pero el avión sigue volando, cual fantasma solitario, otros veinticinco kilómetros y, planeando, se posa sobra las dunas del Mar de Arena de Calanshio, prácticamente intacto. La tripulación de nueve, salvo uno, sobreviven al salto, pero no aciertan en hacia dónde dirigirse y tras hasta ocho días de marcha desorientada perecen todos uno tras otro. El avión se descubre en 1959 por un equipo de prospección petrolífera y los cuerpos en 1960. El drama se ha podido conocer a través del diario que el comandante del aparato mantuvo hasta el último momento. No les funcionó a los pobres la petición de clemencia que parece rondar detrás del nombre de su avión. Porque el desierto no perdona.

T and Ford

Cuando hace tres o cuatro años pasé por un bache, no me dejé una rueda. Me dejé las cuatro, o las cinco. Vamos, que me quedé sin coche. Un bache de moneda, no de calzada, por si no lo pillan. Pese a ello seguí adelante, sigo adelante, y la verdad es que me he ido acostumbrando a la vida pedestre. Y hasta me va gustando. No crean que miro a los automovilistas con envidia particular. Ni con el rencor ese que dicen que incuban los exfumadores contra quienes siguen exhalando humo. Creo que he alcanzado una cierta dosis de objetividad automovilística. Aunque la objetividad en uno mismo sea una cuestión bastante subjetiva.

Mis viajes de estos dos años pasados, en que he dejado de ir a París, Londres o Frankfurt, para hacerlo a Ciudad de México, Bogotá, Lima o Santiago de Chile, me tienen ya tiempo rumiando. Sobre si realmente Herr Gottlieb Daimler, primero, y mister Henry Ford, después, nos hicieron de verdad un favor… El año próximo se cumplirá el centenario del inicio de la producción en serie del Ford T. Cien años sólo, que en el curso de la Humanidad son como una mota de polvo cósmico en el Universo, en los que el automóvil ha cambiado la forma de vida de la especie humana. Facilitándola en algunos sentidos pero que, traspasado un punto de equilibrio que nadie sabe bien dónde está, empieza a reportar más problemas que ventajas. Cargar las bolsas del súper en el maletero, llevar al niño al colegio sin mojarse, ir a trabajar sin las apreturas del transporte público, conforman un estilo de vida muelle que la gente naturalmente aprecia, pero que llegada la saturación que se vive o se atisba, se convierte en algo negativo para la comunidad.

El automóvil es caro de mantener, caro de hacer funcionar, ineficiente -mil kilos para acarrear cien-, contamina -aunque lo vaya haciendo menos- y no es un artilugio de lo más seguro para los viajes. Pero su popularidad no cede, a base de presión constante de los fabricantes, transporte público -salvadas excepciones- insuficiente, prejuicios clasistas y ciudades lamentablemente diseñadas o adaptadas para la primacía del automóvil como medio esencial de movilidad.

Entre 1950 y el año 2011 la población mundial ha pasado de 2.519 millones de personas, a 7.022 millones (x 2,8). La producción de vehículos, de poco más de 8 millones, a 76,8 millones. O sea un factor de casi 10. Pasará de 80 millones en 2012. En 2011 había 979 millones automóviles y camiones ligeros y pesados en las carreteras del mundo. Más de 1.000 millones en 2012. Pese a los problemas derivados de la caída de la demanda en Europa, la industria del automóvil es un negocio en alza, que goza de una productividad creciente, fruto de la robotización y de procesos just-in-time que la informática mejora constantemente. Ello hace que como máquinas los automóviles sean cada vez más económicos y se sigan fabricando y vendiendo más cada año.

Al aumento del parque rodante se ha sumado otro elemento: la creciente urbanización de la población mundial. Siguiendo con América Latina, su población urbana, de nuevo en esos años de 1950 a 2010, ha pasado del 41% al 78,6% de la total. Casi toda la creciente motorización se ha derramado por las calles y callejones de las ciudades. Ni Bogotá, ni Lima pueden con su tráfico urbano. Caracas y México malamente o tampoco, Santiago lucha, pese a que las tres cuentan con metro suburbano. São Paulo, que visitaré la semana próxima, tiene un triste récord mundial: el 1 de junio de 2012, acumuló 295 km. de embotellamiento –traffic jams- en su hora punta vespertina.

Como consecuencia de la creciente motorización urbana y de que, no nos engañemos, la clase dirigente viaja en automóvil, la mayor parte de las ciudades siguen mejorando la oferta de vías y facilidades para los automóviles en lugar de intentar restringir la demanda o canalizarla hacia el transporte público. Más autopistas, más obligación de suministrar aparcamiento –parqueaderos- en oficinas y centros comerciales. En suma, más estímulo para que las personas viajen en su propio automóvil. Numerosas son las ciudades que intentan acompasar los sistemas de transporte público a la demanda, Madrid entre ellas, pero pocas las que de verdad intentan frenar el uso del automóvil: Londres, Bolonia, Singapur…

¿Y que podemos hacer la gente de a pie?: ¡Pues caminar! Pese a todo. Es bueno para el corazón, para el bolsillo y para el medio ambiente. Aunque no siempre es fácil, como Eulogio explica….

Les dejo con Mr. Walker y Mr. Wheeler, de 1950, de cuando se fabricaban diez veces menos automóviles que hoy…

Lagarto Gigante Gomero (Gallotia Bravoana)

Pasé el invierno de 1960 en Manzanares, en La Mancha. Tenía trece años y no me enteraba aún de muchas cosas. Pero aprendí algo sobre los incendios. Una tarde-noche que un amigo y yo paseábamos por el pueblo con poco que hacer –casi nunca teníamos algo que hacer- nos encontramos de repente con una aventura: ¡nos pedían ayuda para ir a apagar un fuego! Efectivamente, corrimos hacia la estación y nos encontramos con un caserón en llamas, próximo a las vías del tren. Habían formado una cadena humana con cubos para hacer llegar al fuego el agua que extraían de una enorme locomotora de vapor –bueno, a mí me pareció enorme- y nos pusieron de eslabones. Pero al rato nos echaron, o nos fuimos, no me acuerdo, porque no había mucho que se pudiera hacer. En Manzanares, por lo visto, no había retén de bomberos. Pasó mucho rato hasta que llegó un camión de bomberos, de Valdepeñas o de Alcázar de San Juan, no sé. Pero sí sé que para cuando llegó, la casa había ardido.

No teníamos hidroaviones en Canarias… Hoy leo que tardan unas veinte horas en volar desde la Península. Súmenle que hidroaviones y helicópteros sólo pueden trabajar de día. Por ello, los hidroaviones que se enviaron por el MAGRAMA el 5 de agosto tardaron 45 horas en empezar a operar en La Gomera. ¿Cuánto se puede desmadrar un fuego forestal en un día y medio o dos días? Pues todo, se puede desmadrar todo.

Después de catorce días, nos queda ahora lo del “fuego subterráneo”, las casas quemadas, el inmenso daño ecológico a flora y fauna y cómo preparar un plan de recuperación. Y varias cuestiones a resolver:

1) ¿Ha habido imprevisión o mala gestión? Lees lo del Operativo Brifor del Cabildo de Tenerife y piensas, «esta gente lo quiere hacer bien». Pero… si el MAGRAMA dice que no actuó, aunque sabía de la existencia del incendio, porque “primero lo tenía que pedir el gobierno autónomo”, algo falla. O en Canarias, o en Madrid, o en el sistema.

2) Canarias, dada su distancia a la Península, necesita algún aparato grande en “stand by”, que le permita atacar los incendios en su fase temprana de forma contundente. Las posibilidades parecen ser:

• Un VLAT, un “very large air tanker”, del tipo del 747 Evergreen Supertanker o DC10. Caro –pero menos que lo que nos habrá costado esto- dicen que no apto para terreno escarpado, pero puede funcionar de noche. Para un aparato de esa velocidad el “stand by” podría ser para uso nacional.

• Algún helicóptero pesado del tipo Erickson Aircrane. Estos aparatos cargan más del doble que los Kamov en uso en España, de los que uno ha trabajado en Canarias. Los Aircranes son la respuesta principal en Australia, escaldada después del desastre de Victoria en 2009.

3) ¿Debería o no considerarse más el uso de aparatos basados en tierra que lancen agua mezclada con retardantes (que incluyen fertilizante y goma guar como espesante y por tanto reducen la evaporación de las descargas), en lugar de simplemente agua? Rand Corporation ha recomendado en su reciente estudio que la flota del US Forestry Service –USFS- sea una mezcla de hidroaviones “scooper” –del tipo que utilizamos en España-, con 2 a 6 VLAT’s y el mismo número de helicópteros pesados tipo Aircrane. El debate en Estados Unidos está en su punto álgido, después del grave incendio de Colorado de hace un par de meses y de que la Fuerza Aérea no permita volar a sus ancianos C130’s por problemas de seguridad. El jefe del USFS rechaza la conclusión de Rand de apoyarse en “scoopers” y aboga por más aparatos basados en tierra porque, dice, el uso de líquido con retardante es preferible al agua. ¿Existe este debate en España?

4) ¿Cómo llevamos la coordinación? ¿Se entiende el MAGRAMA con las comunidades de forma constructiva? ¿Existe algún cuerpo profesional de coordinación o lo hace todo el MAGRAMA? ¿Hablan las comunidades unas con otras? ¿Quién coordina la legislación ambiental y rural con la energética en cosas como la promoción de la biomasa en producción de energía y la limpieza de los bosques? El INIA – Instituto Nacional de Tecnología Agraria y Alimentaria- del Ministerio de Economía, nos representa en FireSmart. ¿Se coordina con el MAGRAMA? ¿Qué opina ASEMFO, la Asociación Nacional de Empresas Forestales? Un buen ejemplo de cómo se pueden hacer bien las cosas es el National Aerial Firefighting Centre de Australia, al que pertenecen los distintos estados y que coordina el uso de los medios aéreos e informa sobre todo ello, incluyendo la parte financiera, de la que en España nos olvidamos sistemáticamente. Por cierto, si vamos a hacer cosas en este tema, no pongan al frente a un político, por favor, pongan a un bombero… Vale.

En suma, deberíamos aprovechar este ígneo verano para estudiar qué podemos mejorar, en prevención, en punición, en extinción y tal vez, y sobre todo, en coordinación. Juntemos todo lo que sabemos, que por suerte y por desgracia es mucho, y a ver si arreglamos algo este tema. Los lagartos gomeros, y los palmeros, nos lo agradecerán. Y los demás también.

Ver también: «Está España que arde»

(para los aficionados a la aeronáutica, aquí les dejo con un par de vídeos sobre el helicóptero Aircrane y algún alarde de pilotaje al repostar)

Hace unos días hablaba con una de mis hermanas, que vive en Port Bou. Desde su terraza frente al mar puede ver el puesto fronterizo, de lo que antes era frontera con Francia, en una carretera que asciende bordeando la costa. Me contaba turbada cómo un incendio forestal había atrapado a una cantidad de personas en sus coches, incapaces de avanzar o retroceder. Envueltos en humo y asustados por la ferocidad del fuego avivado por la tramontana, los veía intentando descender la escarpada ladera hacia el mar. Quiso el infortunio que madre e hija de una familia muriesen al caer sobre las rocas. Una más de las tragedias que el fuego en el monte nos ha traído en este caluroso verano. Pilotos, bomberos, soldados, luchan por dominar fuegos que surgen aquí y allá sin que parezca que seamos capaces más que de pedirles coraje a los que están en primera línea. Algunos se dejan la vida en ello.

¿Y cuál es la pérdida económica? ¿Y cómo medimos el perjuicio medioambiental?

Arde Garajonay, ardió la Caldera de Taburiente, sigue ardiendo mi isla de La Palma. Mientras nos abanicamos, arde Canarias, arde Galicia, arde Castilla, Baleares, se nos quema España.

He mirado la web del MAGRAMA, Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Acaban de incorporar una sección, “nueva”: estadística de incendios forestales. La tabla, MUY BÁSICA, que cubre 11 años, 2002-2012, confirma la gravedad. Aunque el número de siniestros entre el 1 de enero y el 5 de agosto se mantiene relativamente estable, la superficie forestal quemada este año es de 132.300 Ha., frente a 66.887 Ha. de media. El peor año de la serie. Y con 22 incendios de más 500 Ha., todos los equipos disponibles están más que ocupados.

¿Qué más hacer?, con mis disculpas a los expertos:

1) Más mantenimiento preventivo, con sus medios. El MAGRAMA dice tener 28 Brigadas de Prevención y habla de convenios con las comunidades autónomas, pero no dice bien “quién hace qué”. Generalitat Valenciana: el “Plan de Prevención de Incendios Forestales” que muestran, es para 2008… Medios, presupuestos, los folletos que repartieron, todo. Penoso. La prevención está delegada a la empresa pública VAERSA, que ha preparado planes para zonas concretas. Elijo el Parque Natural del Carrascal de la Font Roja, que le tengo cariño. El plan es genérico y carece de fechas pero por las referencias históricas de incendios que utiliza, de 1994-2003, cabe adivinar su poca actualización. En suma, no dudo que el MAGRAMA hable con VAERSA, pero sí dudo que la prevención se esté realizando con criterios uniformes y sospecho que algunas comunidades van a remolque. Leo que Castilla La Mancha acaba de abonar lo que debía de los planes de prevención de 2009 y 2010, y así.

2) Más coordinación y tecnología. MAGRAMA, comunidades autónomas, diputaciones, ayuntamientos, empresas públicas (Tragsa, Vaersa y otras), empresas privadas (sobre todo Inaer), la Unidad Militar de Emergencias (UME), cada uno con bases operativas distintas, informática y sistemas de comunicación seguro que diversos, medios y criterios dispares, leyes varias, planes reinventando la rueda, no inducen al optimismo.

Y el caso es que cuando te tropiezas con algo como el “Proyecto Prometeo” te entra algo de esperanza. Con Hispasat, el INTA, Indra, Tecnalia, más de media docena de universidades, el Centro de Supercomputación de Castilla y León, el ISDEFE, Telvent-Schneider y liderado por Inaer, principal empresa de medios aéreos para incendios forestales en España, el conjunto de ciencia y experiencia hacen pensar que es algo serio. Pero por ahora no lo cuentan. ¿Funciona esto? Sólo tres comunidades parecen estar en ello. El Magrama ha asistido a un «workshop» inicial, pero ni se sabe si está, ni habla, de este proyecto. Misterio.

3) Más medios de extinción. El Magrama cuenta con diez Brigadas BRIF repartidas por el territorio. Cada brigada consta de 3 equipos, que permitan los relevos, de 17 personas, 2 helicópteros y 5 personas de apoyo. O sea 55 personas. Total 550 personas en las diez brigadas. Algo más de una persona por cada 100.000 Ha. de territorio nacional, en un país con más de cinco millones de parados… Las comunidades autónomas tienen cada una medios, pero es muy difícil evaluar el total contando con los solapamientos, desactualizaciones y explicaciones vagas. La Unidad Militar de Emergencias explica bien lo que hace y parece estar bien organizada pero informa de sus medios a modo de catálogo, sin expresar cantidades. ¿Se justifica que el 92% de las actuaciones de la UME en 2011, 46, sean incendios forestales? El problema se ha de producir cuando coinciden, como es el caso, varios incendios simultáneos.

Finalmente, y hablando de Inaer, la antigua Helicsa, rociadora de tomateras en Alicante en su origen, es el mayor contratista privado de actuaciones aéreas en España, incluyendo entre ellas los incendios forestales. Parece que hasta el 70% de los aviones y helicópteros que se mueven son suyos. Aparte de helicópteros diversos, el “backbone” de su flota de aviones de extinción de incendios son los Canadair CL-215 «Scooper», relativamente vetustos aunque eficientes y los Air Tractor AT-802, pequeños. El Ejército del Aire utiliza el 215-T y el más moderno Bombardier CL-415 o «Super Scooper», sucesor del «Scooper». Nada que objetar. Pero cuando uno ve el video, publicitario y todo, del Evergreen Supertanker, no puede evitar pensar porque no tenemos un par o tres de ellos aparcados permanentemente por aquí. En el aeropuerto de Ciudad Real, por ejemplo. O a La Palma me pueden llevar uno.

Y si es por el dinero… vendemos un par o tres de Eurofighters y asunto resuelto.

Porque todo esto es lo que de verdad nos tiene que preocupar de que arda España. No los sindicatos, Gordillos y otros personajillos con vocación incendiaria.

Bueno, y no sigo, ¡que hace mucho calor!

Ver también: «De Palmero a Gomero»

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