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Good Morning VietnamCasi nunca me levanto de buena uva. Debe ser el metabolismo. Así que una de mis primeras rutinas es poner Radio Clásica en la Grundig, a ver si mejoro. La música es una de mis debilidades, así que tengo la radio atornillada a la mesita de noche, para que no me la muevan y, en lo posible, no me quiten las sintonías, debilidad de mis nietos. En mi despacho tengo una “Model One” de Tivoli Audio, diseñada por Henry Kloss, que suena muy bien y que es otro imán para los pequeños. No me importa, bueno no mucho, que los niños la toquen, pero sí que Radio Clásica ponga a primera hora música sacra, o medieval, o sacra medieval, tras copiosas explicaciones doctas sobre el mérito de las cantigas. Es algo así como si en el Concierto de Año Nuevo, el director de turno diera una charla de 10 minutos antes de cada pieza y luego se arrancase con una marcha fúnebre en lugar del Danubio Azul. Total, que quito la radio para no empeorar las cosas.

Me voy a la cocina a desayunar y pongo la televisión: entrevista a Cándido Méndez… ¡Para animar! Me lleva ventaja porque él no se ha tenido que afeitar. Tras un zapping sobre corrupciones varias y unos minutos de “así se hace”, al final quito también la tele. Por ahora lo mejor desde el amanecer ha sido aprender cómo se fabrica una tabla de windsurf. Magro bagaje para encarar una jornada de trabajo en tiempos revueltos. Salvo que tengas una tienda de deportes náuticos, claro.

Y no digamos los días que viajo temprano y pongo la televisión a las 5:30 am: teletienda y “fusión sonora». O sea que o compras unos calcetines de presión, o una máquina de hacer abdominales o escuchas a tres chicos tocando viola, violín y contrabajo. Por lo menos te empuja a salir de casa, a ver si en el metro del alba está la cosa más divertida.

Así que me he quedado rumiando con el último sorbo del café con leche: ¡pero si lo que nos hace falta es ánimo! El comité de sabios de RTVE debería pensar, si es que a esas horas están despiertos, en los miles, los millones, de personas que encaran el día equipados con música sacra, Cándido Méndez, abdominales flácidos –voy a ver eso de la máquina qué tal va…- y un contrabajo. ¡Que hagan un pacto de estado, hasta con Catalunya Radio, para mejorar el humor matutino de los españoles! Les sugiero la siguiente poción balsámica:

1. Más copla. Carlos Cano, por ejemplo, con “La Murga de los Currelantes” o “Cántame un Pasadoble”. Hasta Emilio El Moro o Manolo Escobar. Entre las clásicas hay cosas adecuadas a nuestra realidad actual, como la “Torre de Arena” de Marifé de Triana –para los inmobiliarios- o “Mejor te vas” de Rocío Jurado –para los políticos-. Aunque ésta hay riesgo de que se la aprenda Rubalcaba y luego nos machaque en los telediarios. Sé que a muchos jóvenes esto de volver a la copla les parecerá un poco retro, pero en tiempos difíciles mejor recurrir a lo nuestro. En lugar del “Swiss Yodeling” como hacen nuestros honorables. ¿A que da risa…, lo de «honorables»?

2. Cha-cha-chá. Gabinete Caligari por ejemplo. El cha-cha-chá es ideal para el metro si se pone por megafonía. Excepto en los andenes, claro. Estoy deseando que llegue el “No Pants Day” y disfrutemos del “Cha-cha-chá del vagón”. La Samba también nos puede valer. El problema es encontrar un sambódromo apropiado. Porque los aeropuertos vacíos quedan lejos.

3. Rock ‘n’ Roll. El “Rock de la Cárcel” se puede poner en ayuntamientos, juzgados (Plaza de Castilla, Palma, Audiencia Nacional) o Congreso de los Diputados y que se vayan animando los presuntos implicados. Aunque pocos rockeros veo yo por ahí.

4. Un poco de mambo. El de West Side Story lo deberían tener los antidisturbios como entrenamiento básico para las manifestaciones, pero yo me inclino por el “Mambo número 5”. Pérez Prado es ideal para el trayecto de metro a oficina en los días lluviosos y fríos.

5. Música vallenata y rancheras. ¡Pidamos ayuda a nuestros amigos de América Latina! ¡Metámonos directamente en las telenovelas, en lugar de ser meros espectadores! Menos calentarnos el coco en política y corrupción y más romance. ¿Se han fijado en que España apenas canta? Y de paso nos podemos traer merengues, guarachas y bachata, al gusto.

6. Y en la música clásica, restituyamos de urgencia “Clásicos Populares”, a ver si conseguimos barrer el rollo pseudo-culto de RNE. Más Mozart, más Beethoven, más Schubert, los de siempre, que aunque a los señores de la radio les parezcan muy tocados, son desde luego más recomendables a las siete de la mañana que unas cantigas del siglo XIV.

Si nos tomamos esto en serio, o mejor dicho si somos menos serios, si sonreímos, amamos, cantamos y bailamos más, estoy convencido de que nos irá mejor. El ánimo, el puro ánimo, el buen rollo, el quitarle un punto de negrura a tanta mala cosa que nos asedia, seguro que es saludable. Y hasta productivo.

¡Ale… que mañana es lunes!

Y por cierto, ¡me dejaba la Rumba Flamenca…! Aquí va «Inspiration» de los Gipsy Kings:

Pero como esta semana he estado en Italia y hay que redoblar el esfuerzo, no me resisto a dejarles también a Sofía Loren y Vittorio de Sica en el «Mambo Italiano», ¡no veo mejor manera de empezar la semana!

T and Ford

Cuando hace tres o cuatro años pasé por un bache, no me dejé una rueda. Me dejé las cuatro, o las cinco. Vamos, que me quedé sin coche. Un bache de moneda, no de calzada, por si no lo pillan. Pese a ello seguí adelante, sigo adelante, y la verdad es que me he ido acostumbrando a la vida pedestre. Y hasta me va gustando. No crean que miro a los automovilistas con envidia particular. Ni con el rencor ese que dicen que incuban los exfumadores contra quienes siguen exhalando humo. Creo que he alcanzado una cierta dosis de objetividad automovilística. Aunque la objetividad en uno mismo sea una cuestión bastante subjetiva.

Mis viajes de estos dos años pasados, en que he dejado de ir a París, Londres o Frankfurt, para hacerlo a Ciudad de México, Bogotá, Lima o Santiago de Chile, me tienen ya tiempo rumiando. Sobre si realmente Herr Gottlieb Daimler, primero, y mister Henry Ford, después, nos hicieron de verdad un favor… El año próximo se cumplirá el centenario del inicio de la producción en serie del Ford T. Cien años sólo, que en el curso de la Humanidad son como una mota de polvo cósmico en el Universo, en los que el automóvil ha cambiado la forma de vida de la especie humana. Facilitándola en algunos sentidos pero que, traspasado un punto de equilibrio que nadie sabe bien dónde está, empieza a reportar más problemas que ventajas. Cargar las bolsas del súper en el maletero, llevar al niño al colegio sin mojarse, ir a trabajar sin las apreturas del transporte público, conforman un estilo de vida muelle que la gente naturalmente aprecia, pero que llegada la saturación que se vive o se atisba, se convierte en algo negativo para la comunidad.

El automóvil es caro de mantener, caro de hacer funcionar, ineficiente -mil kilos para acarrear cien-, contamina -aunque lo vaya haciendo menos- y no es un artilugio de lo más seguro para los viajes. Pero su popularidad no cede, a base de presión constante de los fabricantes, transporte público -salvadas excepciones- insuficiente, prejuicios clasistas y ciudades lamentablemente diseñadas o adaptadas para la primacía del automóvil como medio esencial de movilidad.

Entre 1950 y el año 2011 la población mundial ha pasado de 2.519 millones de personas, a 7.022 millones (x 2,8). La producción de vehículos, de poco más de 8 millones, a 76,8 millones. O sea un factor de casi 10. Pasará de 80 millones en 2012. En 2011 había 979 millones automóviles y camiones ligeros y pesados en las carreteras del mundo. Más de 1.000 millones en 2012. Pese a los problemas derivados de la caída de la demanda en Europa, la industria del automóvil es un negocio en alza, que goza de una productividad creciente, fruto de la robotización y de procesos just-in-time que la informática mejora constantemente. Ello hace que como máquinas los automóviles sean cada vez más económicos y se sigan fabricando y vendiendo más cada año.

Al aumento del parque rodante se ha sumado otro elemento: la creciente urbanización de la población mundial. Siguiendo con América Latina, su población urbana, de nuevo en esos años de 1950 a 2010, ha pasado del 41% al 78,6% de la total. Casi toda la creciente motorización se ha derramado por las calles y callejones de las ciudades. Ni Bogotá, ni Lima pueden con su tráfico urbano. Caracas y México malamente o tampoco, Santiago lucha, pese a que las tres cuentan con metro suburbano. São Paulo, que visitaré la semana próxima, tiene un triste récord mundial: el 1 de junio de 2012, acumuló 295 km. de embotellamiento –traffic jams- en su hora punta vespertina.

Como consecuencia de la creciente motorización urbana y de que, no nos engañemos, la clase dirigente viaja en automóvil, la mayor parte de las ciudades siguen mejorando la oferta de vías y facilidades para los automóviles en lugar de intentar restringir la demanda o canalizarla hacia el transporte público. Más autopistas, más obligación de suministrar aparcamiento –parqueaderos- en oficinas y centros comerciales. En suma, más estímulo para que las personas viajen en su propio automóvil. Numerosas son las ciudades que intentan acompasar los sistemas de transporte público a la demanda, Madrid entre ellas, pero pocas las que de verdad intentan frenar el uso del automóvil: Londres, Bolonia, Singapur…

¿Y que podemos hacer la gente de a pie?: ¡Pues caminar! Pese a todo. Es bueno para el corazón, para el bolsillo y para el medio ambiente. Aunque no siempre es fácil, como Eulogio explica….

Les dejo con Mr. Walker y Mr. Wheeler, de 1950, de cuando se fabricaban diez veces menos automóviles que hoy…

Cuando Warren Buffett compra trenes no son de juguete. A sus 79 años se acaba de gastar unos 25.000 millones, euro arriba euro abajo, en la compra de la compañía ferroviaria BNSF, la Burlington Northern Santa Fe (6.510 locomotoras y 82.555 vagones de carga). Creo que vale la pena reproducir entero un párrafo de su libro The Essays of Warren Buffett, Lessons for Investors and Managers: “…you will see that we favor businesses and industries unlikely to experience major change. The reason for that is simple: making either type of purchase, we are searching for operations that we believe are virtually certain to possess enormous competitive strength ten or twenty years from now. A fast-changing industry environment may offer the chance for huge wins, but it precludes the certainty we seek” (verán que preferimos negocios e industrias que es improbable que cambien mucho. La razón es simple: en cualquiera de esas compras, buscamos operaciones que creemos que casi con certeza poseerán fuerza competitiva dentro de diez o veinte años. Una industria que cambie muy deprisa puede ofrecer la oportunidad de enormes ganancias, pero nos impide tener la certeza que buscamos).

¿Qué será lo que ha visto Warren en BNSF? Pues yo creo que ha visto dos cosas. Mirando veinte años hacia delante, cosa que cuando yo tenga su edad espero ser capaz de hacer, o sea al 2030, sabe que habrán concurrido dos factores:

1. El transporte, de personas y de mercancías, absorberá una mayor proporción del consumo de combustibles fósiles. Lee el resto de esta entrada »

En las Navidades de 1955, los Reyes Magos (que son los papás, ahora que no nos oyen los peques), me trajeron de regalo un tren eléctrico, alemán. Pero se ve que estos señores deben entender más de camellos que de trenes, porque no se les ocurrió idea más peregrina que dejarme una caja con locomotora y vagones y ¡sin vías! O sea que me trajeron la parte de RENFE pero no la de Adif. Naturalmente pillé un berrinche que todavía me acuerdo cincuenta años después y sólo se calmó la cosa cuando al día siguiente pudimos ir a la tienda, confesarme mi padre que el culpable era él y no los Reyes Magos y traerme a casa lo necesario para conseguir montar el material rodante en sus vías y que aquello funcionase.

 

Aún hoy conservo el tren, que he sabido resguardar de las hordas filiales y ello me obliga a confesar que tengo una particular debilidad por los trenes, de juguete y grandes. Lo que es una de las razones por lo que hace cuarenta años que sigo las noticias de CAFConstrucciones y Auxiliar de Ferrocarriles– (www.caf.net) con más interés que las de otras empresas. Y anteayer me topé con su nombre en el Herald Tribune, en un artículo a página casi completa sobre el retorno del tranvía a las ciudades americanas.

 

CAF, que es una empresa original de Beasain, en Guipúzcoa, que a su vez es un pueblito de 13.000 habitantes, es un líder mundial en la fabricación y mantenimiento de material ferroviario: locomotoras y vagones, tranvías, alta velocidad y todas las variantes de vehículos sobre ruedas de hierro, que se codea habitualmente en los contratos internacionales con gigantes como Siemens o Alstom, compitiendo con ellos por los proyectos “de tú a tú”.

 

Ese cartelito de CAF que muchos vemos en nuestros vagones de metro o tren en España, también luce en vagones de metro o tren desde el Heathrow Express a Washington, Argel, Roma, México, Turquía, Brasil, Finlandia, Hungría y un sinfín de sitios más. Y para ello cuentan con fábricas e instalaciones en media docena de países.

 

Ahora que tanto se habla de que España tiene que cambiar su modelo económico, con la exportación como asignatura improrrogable, muchos deberían mirar a empresas como ésta en busca de inspiración y ejemplo: líderes en su sector, con una envidiable cartera de pedidos, creando empleo y competitivos a nivel internacional. España necesita, urgentemente, más empresas que hagan las cosas como esta gente. A ver si así vamos acabando con tanto berrinche doméstico porque crece el desempleo.

 

Exculpación anticipada: No conozco personalmente a ningún directivo ni empleado de esta empresa, ni soy, en este momento, accionista, ni tengo ninguna relación de negocio con la misma. Simplemente me complace oír y contar que les va bien. Y que los alemanes exportan trenes de juguete, pero nosotros exportamos de los de verdad. Bueno ellos también, pero da lo mismo, competimos en igualdad.

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