Coetzee[Octubre 2013] Disgrace, J.M. Coetzee [1999, 220p] Pese a que ganó el Nobel en 2003 y dos Booker, el segundo en 1999 por esta novela, no había yo leído nada de este hombre. Después he repasado su biografía y la verdad es que no sé si recomendar que se lea la misma antes, o después. Posiblemente mejor después. Disgrace es un libro interesante, bien escrito, de trasfondo un poco oscuro, fatalista. Arranca tratando un tema sobre el que he leído poco en cuanto a su contexto ético y moral, cual es el de la necesidad del sexo, o no, y su justificación, o no, y el deseo sexual de los hombres mayores por las mujeres jóvenes. Y supongo que al revés, aunque naturalmente carezco de esa perspectiva. Su personaje, David Lurie, un profesor universitario de Ciudad del Cabo, estudioso de la literatura y admirador de Lord Byron –una clave del libro-, seduce a una estudiante. Prefiere aceptar la expulsión que razonar con nadie sobre el fondo de su conducta y mucho menos algún tipo de terapia. Por ello, y por falsificar las notas de su alumna, debe abandonar la universidad. Buena parte de la intimidad intelectual de Lurie rodea el tema de la inevitabilidad del instinto sexual, su represión, su justificación, la moralidad y el sentimiento, o no, de culpa*.

La segunda parte de la novela se desarrolla en la región de Eastern Cape, en una pequeña granja que su hija explota con el cultivo de flores y vegetales y el cuidado de perros. Con ella convive durante algunas semanas, hasta que tres hombres les asaltan y cambian, tuercen, la vida de ambos. La relación del padre con la hija se hace difícil, la incomprensión es mutua. Afloran a partir de ese momento las ideas, ¿del personaje o del autor?, sobre Sudáfrica, sobre la relación entre las diferentes etnias, sobre la visión de una desde la otra, sobre la violencia. Todo ello al tiempo que se contempla la adaptación del profesor a su nueva situación y su romance, por así decir, con otra mujer sin precedentes en su vida hasta entonces. Y su relación con los perros, en la que se trasluce otra visión de Lurie sobre el amor o el afecto.

Coetzee, que actualmente vive en Australia, tiene fama de ser un hombre muy poco comunicativo socialmente, que no concede entrevistas ni se expresa normalmente fuera de su literatura. Sus posiciones contra el apartheid, combinadas con su narración descarnada de la realidad social de Sudáfrica, le ha traído complicaciones con su propio gobierno, lo que en su día se dijo estaba detrás de su asentamiento en Australia.

¿Sobre el libro? Es bueno, está bien escrito, toca un tema que es un poco tabú pero en cuyo vecindario muchos hombres nos podemos encontrar en un momento u otro de la vida. A mí me ha quedado un poco de sensación fatalista, de un protagonista inteligente y objetivo, que no intenta superar las debilidades de su propio carácter, tal vez porque no las considera debilidades, sino que decide adaptarse a ellas. La forma en que lo hace te deja al final un regusto algo amargo.

*-“When you were small, when we were still living in Kenilworth, the people next door had a dog, a golden retriever. I don’t know whether you remember.
-Dimly.
-It was a male. Whenever there was a bitch in the vicinity it would get excited and unmanageable, and with Pavlovian regularity the owners would beat it. This went on until the poor dog didn’t know what to do. At the smell of a bitch it would chase around the garden with its ears flat and its tail between the legs, whining, trying to hide.

-There was something so ignoble in the spectacle that I despaired. One can punish a dog, it seems to me, for an offence like chewing a slipper. A dog will accept the justice of that: a beating for a chewing. But desire is another story. No animal will accept the justice of being punished for following its instincts.

-No, that is not the moral. What was ignoble about the Kenilworth spectacle was that the poor dog had begun to hate its own nature. It no longer needed to be beaten. It was ready to punish itself…”