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Mi mujer me suele llevar una hora de ventaja. A veces más. Cuando yo estoy empezando a pensar en si está nublado o hace sol, con la oreja pegada a la almohada, ella ya ha desayunado, se ha vestido y a menudo está lista para salir a la calle. Deberían inventar algún tipo de hándicap, como en el golf o las carreras de caballos, que me ayudase en la relación matrimonial matutina. Pero bueno, a la noche recupero, y le suelo sacar una hora en que ella duerme a mi lado, paciente frente a mi luz de lectura. O sea que vivimos un poco al tresbolillo. Sólo mañana y noche, no preocuparos hijos, que el resto vamos parejos.
Esta mañana después de desayunar, para no ser excepción sabatina, me siento en pijama a leer la prensa en la “tableta”. Gran invento lo de la prensa digital. Pena lo de los contenidos. Apenas acomodado en el sillón, mi mujer me anuncia que se marcha al supermercado. ¡Vaya, menudo negrero estoy hecho! Dejar a mi mujer que se vaya sola a cargar comida para la familia. Pero ya se ha ido. Paso el dedo por la pantalla… Página 8: caso “Pallerols” y una foto del tío de la coleta. Página 9: publicidad. Página 10: que si el director de la fundación Idea es un golfo, nos acabamos de enterar, y la saga de Amy. Página 11: publicidad. Página 12: que si el ático de González y lo de Bárcenas, nos acabamos de enterar, no sospechen. Página 13: que si Undargarín y Revenga y enchufes fallidos. Y una publicidad con Casillas, por lo menos algo decente. Página 14: de Sortu, Batasuna y sus líderes estimulantes. Página 15: sobre el pufo de la prisión de Huelva , los ERE’s del fondo de reptiles y la pintura fantasma. Página 16: sobre la mafia rusa y violencias domésticas escalofriantes. Y no me he topado con lo del paro, que ya ni es noticia, al menos entre las primeras 16 páginas…
– ¿Oye, dónde estás?
– En la caja de Mercadona.
– Pues espérate que voy para allá y te ayudo con las bolsas.
– Vale, te espero delante del chino…
Así que para allá que me voy tras mis 16/72avas partes de periódico. Ya va bien, que las depres ya me las gestiono yo sin ayuda. Delante del chino efectivamente me espera mi mujer. Juntos nos vamos a la verdulería. De L’Alquería por nombre.
Me quedo fuera porque la tienda está llena de clientes. Hay una cola de 15 ó 20 personas esperando a pagar, lo que invita a la reflexión. ¿Por qué una verdulería al lado de Mercadona tiene tal éxito?
Pues, por una parte, seguro que por cosa de la cadena de suministro, más corta que en dicho supermercado. De hecho, la “cadena” está en la propia puerta: un furgón Iveco lleno de cajas de mercancía ya vendida. O sea que reposición diaria y producto fresco, clave, en frutas y verduras. Variedad, mi asesora me dice que la prefiere porque tienen de todo, además de fresco. Calidad, mi asesora me dice que lo que tienen es todo de calidad alta, sin recelo de fruta estropeada o desperdicio. ¿Precio?… no sabe, no tiene claro que sea más barato o más caro que Mercadona, lo que sabe es que aquí encuentra lo quiere. Así que mi asesora me carga con las bolsas y mientras caminamos de vuelta a casa repaso mentalmente algunas conclusiones que me parecen relevantes, en el comercio minorista al menos, de cara a la crisis de falta de trabajo que padecemos:
1. Los negocios siguen siendo posibles si uno encuentra el ramo adecuado.
2. Hay que ofrecer calidad y variedad, lo que en parte implica especialidad.
3. Se puede competir con los grandes. Es cuestión de encontrar sus puntos débiles.
4. De hecho, la proximidad de los grandes es una ventaja porque la clientela en potencia merodea por la zona.
5. Hay que trabajar. Esta verdulería cierra a las 9 de la noche y abre a las 9 de la mañana. Y todos los días tiene producto fresco. Alguien hace “after hours” en esa organización.
6. Una red local de proveedores ayuda a acortar la cadena de suministro lo que seguramente redunda en precios ajustados y ¡sostenibilidad! (el furgón está comprado en Alicante, carrozado en Alicante y las frutas y verduras son casi todas de origen local).
7. Reputación: créate imagen de calidad y preocúpate de mantenerla y los clientes vendrán solos.
8. El precio importa, pero a veces no es el primer factor frente a calidad. Algo como lo de «lo barato sale caro»
9. Trabaja, también cuando se pone el sol. ¿Ah, que ya lo había dicho? Pues valga la redundancia.
Y casi me atrevo a añadir un 10º «mandamiento»: ¡no leas el periódico!
Estoy leyendo cosas antiguas, tras cuatro años de crisis. En lo de salir fuera a vender nuestras viviendas seguimos sin hacer lo bastante.
Supongo que muchos de los españoles de a pie nos estaremos preguntando qué podemos hacer ante una situación de crisis económica cada vez más real o cercana, cuando muchos de los términos incluidos en las explicaciones son difíciles de entender incluso para personas de cierta cultura económica financiera. Probablemente un muy elevado porcentaje de la población no sabe quiénes son esos “Hermanos Leman” que han quebrado al otro lado del Atlántico y no digamos si pedimos que expliquen en qué consiste un credit default swap.
Así que, en términos económicos o comerciales tal vez sea bueno utilizar algún ejemplo sencillo para orientarnos. Me acuerdo del “sillero de Aielo”, de cuando yo trabajaba en una sucursal del Banco de Bilbao en Xátiva, en Valencia. Aielo de Malferit es un pueblo que me tocaba visitar en mi ruta comercial de cada semana en busca de nuevos clientes, y aquel hombre, que…
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Pero no han resistido, porque en su “DAFO” han pesado más las debilidades y las amenazas. Entre las primeras, el funcionamiento en comunidad de propietarios, con puestos de propiedad separada, en el que la toma de decisiones en momentos difíciles se complica y lleva a la inacción. Y sobre todo la amenaza, hoy ya realidad, del impacto de hipermercados y supermercados, más adaptados a las necesidades de las nuevas familias y el trabajo de la mujer. La capacidad de compra de las grandes cadenas de supermercados, su logística o el desarrollo de las “marcas blancas”, han arrasado este sector.
La galería en la que entré es un ejemplo arquetípico de ello. Un emplazamiento magnífico, sin competencia próxima. Dentro, treinta y tantos puestos con la persiana echada, fantasmas de comercio antiguo. Y uno… ¡abierto!: un joven pescadero, Pablo. Él solo. No tenía ningún cliente cuando llegué, así que me puse a charlar con él. Me explicó que los puestos habían ido cerrando y que hace cuatro o cinco años una inmobiliaria intentó comprar todo pero fracasó. Y que él se ha ido quedando solo, que es el único que paga la comunidad y que se han quedado sin administrador. Y que a la galería como tal le han cortado la luz y el agua, pero que él tiene su licencia, tiene luz y agua y sus propios extintores para cumplir con todo y que por tanto pretende seguir vendiendo pescado tres veces por semana.
Mientras hablamos empieza un pequeño desfile de clientes: madre con su hijo, abuela con su nieto, pareja mayor, señora sola. Todos le conocen por su nombre y a todos conoce él por el suyo. Todos compran y dejan encargos. Él les dice que les llamará por teléfono cuando reciba lo que quieren o que lo tendrán el próximo día. Mientras hablamos no para de trabajar, acomodando hielo en las cajas, trasteando en su nevera. Me cuenta que él es la octava generación de una familia de pescadores y pescateros y que aunque en este puesto no gana mucho dinero, sí saca los gastos y algo más.
Me marcho con algunas cosas aprendidas. Muy apropiadas para los momentos que vivimos. Como lo importante que es fidelizar a los clientes, el valor de la simpatía y el buen servicio, o el de la perseverancia y el trabajo. Acabo comprándole un pargo. Anduve dudando entre el besugo, el pargo y el pajel. De lo que tenía, él me recomendó el pargo por relación precio/calidad. No sin antes explicarme por qué el pajel tiene más espinas que el pargo o añadir que “a treinta euros el kilo, el besugo no vale la pena”. Nueve euros, pero “sólo te cobro ocho”. Ayer comimos pargo al horno.
Fue una buena compra. Pero mejor fue la lección tácita que Pablo me impartió: no importa si los demás se encogen de hombros, si se ponen o no de acuerdo, si piensan que las cosas se arreglarán porque sí. Yo añado: no importa la prima de riesgo, no importan los griegos. No importa Rajoy, menos Rubalcaba: trabaja e intenta prosperar sin pensar en todo ello. Hay algo más importante que lo que hagan los demás: lo que hace uno mismo. Aunque sea solo.
Post scriptum. Y si todo falla, aplíquese el proverbio chino: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”.
Yo, por si acaso, ¡voy a aparejar la barca!
Para Año Nuevo me propuse hacer más ejercicio, físico, este 2012. Todavía ando con la conciliación y no acabo de cumplir como debería. Pero mientras tanto sí que hice el mes pasado el ejercicio de ponerme en el lugar de una de las muchas personas que están sin trabajo y buscan una oportunidad. Así que me puse a bucear por el portal del Servef – Servéi Valenciá d’Ocupació y Formació- que es quien se ocupa de estas cosas en la Comunidad Valenciana. La primera oferta que aparece en ese portal es la de vendedor de cupones de la Once, en Xátiva, por 650 euros, supongo que al mes. Me gusta Xátiva, pero no tanto. Además hay que ser discapacitado, condición de la que afortunadamente carezco. Lo siguiente, me dije: primero voy a buscar en Alicante y así no tengo que desplazarme mucho. Hay 9 ofertas, que van desde cocinero en Tárbena, que no está mal, pero seguramente los clientes se quejarían, a optometrista en Ondara, que seguro que igual. Nada, que no me encaja nada. Voy a mirar el “catálogo de ocupaciones de difícil cobertura”, que además abarca toda España. Seguro que ahí hay algo. Sí que hay: piloto de buque mercante, engrasador de máquinas de barco (¿en Madrid?), deportista profesional (¿así, en general, no más?), frigorista naval (¿en Granada?), mozo de cubierta en Melilla, bombero de buques especializados… Si me hubiera pillado de chaval, cuando en el instituto me hicieron leer el “María, Matrícula de Bilbao”, igual me animaba, pero ahora creo que ya es un poco tarde, sobre todo para lo de piloto de buque (aunque mola). Lee el resto de esta entrada »
Al poco de llegar a Játiva en 1973, como jefe de créditos de la nueva oficina del Banco de Bilbao, me encontré con un negocio que nunca había pensado que tendría que estudiar: el funerario. Aprendí que la fabricación de ataúdes, o arcas como el sector prefería llamarlas, se concentraba en España en Galicia y en ese pueblo de Valencia. También encontré, lógico, algunas negocios conexos, como el carrozado de coches fúnebres. pero el fuerte eras las arcas. Afortunadamente, cuando entrabas en una fábrica sentías un cierto alivio, pues no se trataba, al fin y al cabo, más que de un taller de carpintería. No muy sofisticado y sin mucha necesidad de control de calidad o departamento de reclamaciones, si le echamos algo de humor negro. Casi todo el sector, entonces, estaba en manos de organizaciones cooperativas que no eran “buenos clientes” del banco. Hostiles al crédito y conservadores en sus finanzas, lo contrario de lo que la banca busca en las empresas, por paradójico que parezca. Lee el resto de esta entrada »
Pero bueno, disculpen que me haya distraído con lo de Dumas, porque la verdad es que no he venido aquí a hablar de Alejandro Dumas sino de Charles Dumas, autor del libro “Globalisation Fractures: How major nations’ interests are now in conflict”. Y de las estocadas que nos van a dar Lee el resto de esta entrada »
Hay que arrancar el motor, pero la clave de nuestro progreso inmediato como país no está en la demanda interna, o en que se vendan más casas o más coches. Lee el resto de esta entrada »
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