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Sudan

Navidad. Cinco ejemplares a los que observar. Una panda de la que defenderse. 6, 4, 4, 3 y 1, 18 años totales de experiencia tribal. Corralito, bloques de construcción, baúl de juguetes, papel y lápices de colores, trona, cubiertos de plástico, biberones, pañales a cada rato, cremas varias para el culito. Ropa que empequeñece. Menos mal que hemos vendido el bugaboo. Igual luego hay que volver a comprarlo. Homo destructivens merodea por la casa, fuera de control, enciende y apaga luces, arranca los topes de las puertas. ¿Bajamos a los columpios?, ¿vamos a patinar?, con el frío que hace. Vale, pero un ratito, ¿eh? Y luego mucha casa, mucho amor, mucha compañía. Siete de la mañana. Batería al 100%. Directo al DVD. Un botón justo del tamaño de su dedito índice lo enciende e ilumina una barra azul. ¡Fascinación! ¡No toques! ¡Arrima la mesa, que no alcance! Trepa a la mesa. Botón. Luz azul. Apartemos el DVD. Pilla el mando a distancia. ¿Qué tienen los mandos a distancia para los críos? Y no quieren el de pega, quieren el bueno. Dos años, enciende la televisión y hace zapping propio. El trepar de estos ejemplares jóvenes es característico: cargan el torso sobre la cornisa, digo sillón y balancean las piernas hasta conseguir el equilibrio para montar una y hacer presa. Una vez arriba no está claro que mantenga los dos pies encima y no caiga al abismo, así que hay que andar pendiente tooodo el rato, qué bien. ¡El mando a distancia! ¡Quítaselo! Berrinche. Quince segundos. Abre la vitrina de los vasos de cerveza, 50 años de coleccionismo cleptómano. Tengo que poner un pestillo. ¿No se echará el pequeño una siesta matutina? Pero si se ha despertado tempranísimo. Las dos mayores viendo dibujos animados japoneses, que no entiendo qué les ponen. Bob Esponja sí mola. Y lo de la caravana de Mickey Mouse y Goofy. O Tom y Jerry de hace sesenta años. Ahí coincidimos. Aquí llega Spiderman con el Capitán América, dos por uno. Y la dama de los collares y las baratijas, actriz de profesión a los tres años. Mejor les metemos a dormir solos, porque si están en la misma habitación no hay forma de que te dejen tranquilo. ¿Me haces una mesa y una silla con cartón? ¿Me pintas una princesa? ¿Y cómo demonios pinto yo ahora una cara de Barbie, si yo lo que estudié fue dibujo técnico? O sea tuercas y tornillos. ¿Me enseñas a hacer una pajarita de papel? ¿Y un pastel? Comed chicos, creced, pero que sea rápido. Lo de comer. Y lo de crecer, también, también. O no, pensándolo mejor… ¡creced lento!

Navidad. Cuatro chiquillos me miran en la foto fija. Ponen en la tele un reportaje sobre el padre Parladé, misionero comboniano, septuagenario con cuarenta años de arrimar el hombro en Sudán, fundando escuelas y más escuelas, en cobertizos, o bajo los árboles. Por su medio han traído a España a Adut Majier, una niña sudanesa con un tumor deformante en la cara. La han operado, mejorado y acogido en su estancia en España. Caridad de la buena del misionero admirable y del grupo que le apoya. La niña se regresa a Sudán para las navidades y, al ofrecerle un regalo, pide “un grifo del que siempre salga agua, como los de aquí”…

Amor inmediato y caridad mediata. A ver como conseguimos confundir las dos cosas. Porque, al fin y al cabo, están hechas de la misma pasta.

Pues eso, que les deseo una Feliz y Confusa Navidad.

http://www.amsudan.org/index.php/es/rtve

Serpiente el libro de la selvaLa historia es de Saki: “The Seventh Pullet”. No me resisto a exprimirla. Cuenta su personaje Blenkinthrope a sus colegas de tren, lo sucedido en su gallinero el día anterior: ha entrado una serpiente y, una a una, ha ido matando a seis de sus gallinas menorquinas. Primero las ha hipnotizado con su mirada ofidia y, una vez dormidas y quietas, las ha mordido y muerto. Pero Blenkinthrope tenía siete gallinas. La séptima era una Houdan, una raza francesa característica por una cresta a modo de flequillo, que le tapa los ojos. Total, que la séptima gallina no ve ni a la serpiente ni a sus ojos y por tanto el hipnotismo no funciona. Lo único que distingue la houdan es una cosa que se mueve por el patio, así que se dedica a picotearla hasta que es ella la que mata a la serpiente.

La historia dentro de la historia es que Blenkinthrope usa un cuento inventado para ganar popularidad entre sus amigos, pero dejémoslo pasar. Yo creo que el argumento nos puede ser muy útil.

Porque mi notable experiencia como televidente, que ya me hubiera gustado que fuese menor, me lleva a pensar que vivimos hipnotizados la mitad del tiempo. Mucha serpiente hay. Asoman por la pantalla a cada rato. No en “Cazadores del Pantano”, no, ahí son cocodrilos, mucho menos peligrosos. Es en los canales. Enciendes y ¡zas!: Cándido Méndez. Cambias de canal y ¡toma!: un diputado multifasciato –especie muy abundante-. Y así canal a canal. Hay que andar con mucho cuidado, porque han tenido y tienen a mucha gente hipnotizada y su picadura es muy dolorosa y hasta mortífera.

Así que mi recomendación, a todo el que pueda, es dejarse flequillo y picotear de forma indiscriminada a políticos y sindicalistas, que es lo más seguro para sobrevivir. Yo, como no voy a poder, siempre llevo el mando a distancia en la cintura, como el cuchillo de “Cocodrilo Dundee”.

Cesar MillanEsta mañana desayunaba mirando “El Encantador de Perros”. César Millán trabaja con “Roscoe”, un perro de raza Akita que se niega a caminar. O al menos, se niega a caminar con gente y por supuesto se niega a que le pongan una correa para sacarlo a la calle. Solo, si puede, sí sale. Millán se va ganando su confianza y su amistad, se mete con él en la piscina de su “centro de psicología canina”, busca la ayuda de otros perros que apoyen a Roscoe y va poco a poco haciendo que el perro sea feliz con sus dueños y que sienta el paseo con ellos como un premio y una satisfacción. O sea que lo de tirar de la correa con todas tus fuerzas no vale. En particular con un Akita, que es un perro fuerte. La lección de Millán es que las cosas, con los perros, no se consiguen por la fuerza bruta. Los perros tienen sus miedos y recelos, sus alegrías y lealtades y lo mejor es “darles la vuelta” a base de entender sus reacciones y mezclar cariño con firmeza. Hasta convencerles de que hagan algo porque quieren, no porque se les obliga. Ahí reside el mérito de César Millán y el éxito de su programa.

Las personas… somos más difíciles de convencer. Ni somos tan nobles como los perros ni nuestra cabeza obedece a resortes tan simples. Pero yo creo que Millán podría sernos de utilidad.

Otra vez esta semana nos ha golpeado el informe Pisa. Y pocos días antes recibíamos el informe, también de la OCDE, sobre los hábitos de consumo de alcohol, drogas y tabaco. Dos caras de la misma moneda, en mi opinión. Mientras en lectura, matemáticas y ciencias estamos “significativamente por debajo de la media de la OCDE”, en consumo juvenil de alcohol, drogas y tabaco estamos por encima en todo. Espejo oscuro. En consumo de cocaína somos los segundos de Europa, en cannabis, los terceros.

Yo hace tiempo que siento ese problema con nuestros jóvenes, perdonad chicos. Se percibe en la calle, en la juventud a la que observas, en las aficiones que se manifiestan, en las cifras de desempleo, en los programas de televisión, en las colas para ser empleado de IKEA. Hay ganas de trabajar, pero falta preparación y empuje para conseguirla. No quieren caminar por ahí. Y no vale tirar de la correa.

La LOMCE o la contra-LOMCE que saque la oposición si llega a gobernar, no son la clave. Más inversión es posible que ayude, pero tampoco es la clave. Lo que interesa saber es por qué un 36% de nuestros jóvenes de 25 a 29 años no ha acabado la ESO. Reclamamos que las empresas no dan trabajo a los jóvenes, o es precario. ¿Pero qué trabajo se le puede dar a un joven de 25 años que no ha sido capaz de acabar la ESO? De ahí las colas para ser mozo de almacén en IKEA. ¡Muchos IKEA harían falta!

La clave está en que los jóvenes se den cuenta, como Roscoe, de que su felicidad depende de que ellos mismos caminen. De que desarrollen amor por el estudio, por las matemáticas, por la literatura, por las ciencias, por la música, por los idiomas. Y eso es trabajo de la sociedad civil, de los medios de comunicación, de las familias. Y de los maestros y profesores, claro. Todos juntos.

Y bueno, pues nos hacen falta más encantadores, que traspasen la coraza de banalidad que rodea la vida de buena parte de la juventud. Fernando Argenta era uno en lo suyo, por ejemplo, aunque no sé realmente cuánto consiguió hacer mella en esa coraza.

Complicado. Va a haber que traer a César Millán. Menos es nada.

Que, por cierto, se me olvidaba: Millán mete a Roscoe en una «piscina terapéutica» porque ahí el perro tiene que hacer lo que le dicen, porque en el agua no tiene apoyo para hacer fuerza. ¡Interesante! El que quiera que entienda.

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