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Hoy leo el comentario de un amigo a propósito del grupo de “gastadores black”. Dice algo así como que “ya que los gastos se contabilizaban por la Caja en quebrantos, sus autores deberían ser sometidos a la acción de los quebrantahuesos” (Gypaetus barbatus, especie de ave accipitriforme de la familia Accipitridae, es un buitre que recibe su nombre por su costumbre de remontar huesos y caparazones hasta grandes alturas, para soltarlos, partirlos contra las rocas y poder ingerirlos para alimentarse). Me ha hecho pensar. Está bien el juego de palabras pero, aparte de que la pena que propone es totalmente impracticable, porque no disponemos de suficientes ejemplares de este buitre en peligro de extinción (y alguno añadirá aquello de que, además, «buitre no come buitre…»), no responde al criterio de proporcionalidad, que es lo que me preocupa.
Así que he resuelto desempolvar mi ejemplar de “De los Delitos y las Penas”, obra de Cesare de Beccaria publicada en 1764, esencial para estos casos. Veo por la contraportada que lo compré cuando no había yo cumplido los veintidós años. Me sigue interesando el tema. La primera página describe los tormentos ordinarios -para que el reo confiese- y extraordinarios -una vez que lo ha hecho- y en particular el llamado “de los borceguíes”, consistente en sujetar fuertemente las piernas del reo entre cuatro tablas e introducir cuñas a martillazos de forma que los huesos saltaran por la presión… Leer sobre los tormentos y mutilaciones infligidos en nombre de la ley, todavía en el siglo XVIII, da escalofríos. Afortunadamente la cultura y la civilización han eliminado esas barbaridades, pero siempre es saludable reflexionar sobre la forma de mejorar la justicia.
A Beccaria le preocupaban, entre otras cosas, la prontitud, la proporcionalidad y la eficacia: “para que toda pena no sea violencia de uno o de muchos contra un particular ciudadano, debe esencialmente ser pública, pronta, necesaria, la más pequeña de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los delitos, dictada por las leyes”.
Sin exculpar a priori a ninguno, me parece que en este contingente de ochenta y tantas personas relacionadas con las “tarjetas black”, hay de todo. Desde aprovechados puros que han sacado el mayor partido de unas circunstancias favorables (y creo que el Sr. Blesa es uno de ellos), a gente que ha trabajado y, además, se ha aprovechado. Movidos por la ambición y la vanidad, casi todos se han rendido a una tentación en la que es fácil caer para luego habituarse y darlo por natural: el gusto por todo lo bueno. Y más si es gratis y tax-free. Y asumirlo como un derecho adquirido. “I have the simplest tastes. I am always satisfied with the best” (“Tengo gustos sencillos. Siempre me satisface lo mejor”). La frase es de Oscar Wilde, aunque también se la atribuyeron a Winston Churchill. Qué fácil resulta acostumbrarse al buen vino, al cuero fino, a la suave seda, la buena mesa, los zapatos de anca de potro, el mejor whisky. Yo lo volvería a hacer fácilmente, que algo olvidadas tengo muchas de esas cosas. Les comprendo, pero tendrán que pagar.
Y ahí vamos a lo de la proporción y la eficacia. ¿El dinero? Que lo devuelvan, sí, pero casi ninguno de ellos va a tener problema en hacerlo. Duele, pero no tanto frente a otros riesgos. ¿La cárcel?, improbable. La proporción real se satisfaría aplicando una pena de verdad redentora, que les corrija de su ambición y vanidad. No hace falta mucha imaginación. ¿Comidas en Zalacaín? Hay uno que leo que se ha gastado cien mil euros en restaurantes, pues diez años sirviendo comidas, y cenas, en un asilo de indigentes. Ese señor necesita saber lo que es la miseria y la caridad. ¿A la de la Fundación que era responsable de la obra social? ¿Cuántos años dice…?: pues los mismos años trabajando con los servicios sociales que ayudan, por ejemplo, a las mujeres maltratadas. Yendo a sus casas, viendo a sus niños. Para que sepa lo que es la obra social de verdad. Al que le gusta la caza y los animales, pues a limpiar perreras de perros abandonados, que es una noble y gratificante causa. Aprendería sobre la bondad y la lealtad. Y así. Seguro que se nos ocurren más cosas.
”El fin, pues, no es otro que impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales. Luego deberán ser escogidas aquellas penas y aquél método de imponerlas, que guardada la proporción hagan una impresión más eficaz y más durable sobre los ánimos de los hombres, y la menos dolorosa sobre el cuerpo del reo”.
Y pronto.
No sé.
Les dejo con Los Bravos: «Black is black, I want my baby back…». Gran tema, máxima actualidad.
– Me voy a las Malvinas.
– ¿A dónde?
– A las Islas Malvinas, las Falklands…
– ¿Y dónde queda eso?
Hablaba yo con un cliente en mi despacho del banco en Londres, mientras él intentaba sobre la marcha que le consintiera un descubierto, que para comprar combustible para los tractores de la granja que tenía en Surrey.
Creía este señor que era una buena oportunidad para comprar una finca grande con ovejas en aquellas remotas islas cuya existencia yo hasta entonces, honestamente, ignoraba. Existía, me dijo, la posibilidad de que las islas pasaran a manos argentinas y con ello, según él, se revalorizaría mucho todo aquello. Y se fue.
Por unas semanas –corrían los principios de 1982- no supe nada ni, la verdad, pensé mucho en él. Hasta que el 2 de abril, desayunando con la BBC, me entero del desembarco de los argentinos. Inmediatamente me vino el hombre a la cabeza, claro, pero en las semanas que duró ese conflicto –una de las últimas guerras entre ejércitos regulares del siglo XX- no escuché noticia alguna. El Reino Unido se paralizó. La gente canceló sus vacaciones y todos andábamos pendientes del “parte de guerra” diario, televisado por todos los canales, que a menudo se iniciaba con un flemático “I have bad news”, del portavoz del Ministerio de Defensa. Porque, no crean, los argentinos, que llegaban apenas con sus aviones desde las bases en tierra, les hicieron pupa a los británicos, les hundieron 8 barcos y derribaron bastantes aviones. Pero los británicos al final ganaron, y ahí sigue ese conflicto latiendo en aquellas inhóspitas aguas. De hecho, después de arrancar estas líneas, leo que un equipo del programa de la BBC2 “Top Gear” ha tenido que “salir por piernas”, o sea dejando los coches, porque en la Pampa argentina, donde rodaban, se han encontrado una hostilidad más que manifiesta.
Acabó la guerra y un día de verano volvió a aparecer mi cliente por el banco. Naturalmente me sorprendió y complació saberle sano y salvo, pero además se me presentó una oportunidad, casi única en la Inglaterra de entonces, de escuchar de primera mano algo de lo que había acontecido por allí. Los argentinos le habían hecho prisionero, creyendo al principio que era un espía. Tras muchas explicaciones –hablaba español perfectamente- acabaron enviándole en un Hércules a tierra firma, libre. Opinaba sobre la poca inteligencia de la junta militar argentina de entonces. Porque por lo que él pudo constatar, muchos granjeros de aquellas islas se hubieran ido a Australia, felices o casi, si les hubieran comprado sus granjas y sus ovejas, compensado con unos cientos de miles de libras de propina y ofrecido algo simétrico en tierras australianas. A las ovejas que se quedaban en las islas siempre les podrían decir luego que ellas habían sido “argentinas de toda la vida”. Me hizo pensar. ¿O sea que con dinero estas cosas se pueden resolver…?
Yo creo que el dinero no se maneja con suficiente soltura en estos conflictos. Ya hay un precedente interesante en la compra de Alaska por Estados Unidos en 1867. Nada de guerra ni de misiles (no había). Unos millones y resuelto todo pacíficamente. Dicen los americanos que a lo mejor no fue tan buen negocio, pero seguro que menos les gustaría tener a los rusos ahí pegados en su lado del Pacífico.
Y si no compras las granjas, o los países, compras a las personas. Lo de comprar acuerdos, voluntades y silencios, sobre lo que en España tenemos competencia demostrada, debería aprovecharse mucho más en la resolución de conflictos.
Ahora mismo tenemos algunos graves aquí cerca, a los que se están aplicando los recursos convencionales, como en las Malvinas hace treinta años, o sea bombas y misiles. Con el problema de que enfrente no hay ejércitos convencionales y la destrucción a lo bruto es complicada y con muchos daños colaterales.
Yo lo resolvería con tarjetas de crédito. Echen cuentas. Nos vamos a Ucrania y Oriente Medio y repartimos, digamos, un par de miles de Visas Oro. Con 500.000 euros para gastar cada una. O sea 1.000 millones. Nada. ¿Ustedes saben lo que vale un misil Tomahawk? (los “Block IV” € 1.100.000 cada uno, IVA incluido, para los curiosos).
Total, que localizamos a los líderes del Estado Islámico o de las milicias prorrusas y otros personajes influyentes en las zonas respectivas –políticos, sindicalistas-, y a cada uno ¡zas!, ¡una Visa Oro! Verías tú cómo se les quita rápidamente el extremismo, las ideologías y otras cosas molestas y se dedican a comprar Loewe, coches deportivos y buenas comidas. ¡Y encima todo opaco!
Naturalmente queda una parte que ustedes pensarán que es complicada. ¿Quién es el guapo que se va por esas tierras a entregar las tarjetas?
También lo tengo resuelto. Un comando como el de “Doce del Patíbulo” pero de españoles expertos en el uso de tarjetas opacas y otras formas de corrupción: el «Comando Black Visa». No tendremos Tomahawks (no sé si tenemos), pero sí gente para formar un grupo temible en eso de gastar. Por ejemplo, Bárcenas se puede ocupar de la financiación (a base de contabilidad creativa nadie llegaría a saber de dónde habían salido los mil millones), Carlos Fabra del transporte aéreo (seguro que monta un aeropuerto nuevo por allí antes de saber cómo viaja el comando, por si acaso), María Antonia Munar de los uniformes (de Dior, claro), Juan Antonio Roca de los caballos que nos pueden hacer falta (pura sangre) o Juan Antonio Trujillo de la logística encubierta. Isabel Pantoja podría entretener al comando (no es Marilyn Monroe, pero nosotros somos españoles, ¡qué caray!). Pero…falta un jefe, al estilo Lee Marvin. Yo creo que Jordi Pujol i Soley lo haría perfectamente. No se rían, no será Lee Marvin, pero no discutirán ustedes sus dotes de mando y capacidad para regañar y achicar al contrario (que a lo mejor no había ni que dar las tarjetas, les convencía sin más).
Seguro que se les ocurren muchos más nombres. Me estoy limitando a convictos o confesos, porque si me meto con los imputados termino formando un regimiento en lugar de un comando, que ya es mucho lío. Pero hay algún nombre más que no me resisto a incluir como banquillo, hasta que se sepa más.
Miguel Blesa podría ocuparse del transporte marítimo, fluvial y lacustre (piscinas incluidas), vadear ríos y así, en lo que tiene demostrada pericia (además de ser también experto en plástico) o José Antonio Moral Santín, uno de los creadores del Partido Comunista de los Pueblos de España, pro-soviético, que se ha gastado 456.500 euros con su tarjetón opaco de Caja Madrid. Este señor bien podría actuar de mediador en Ucrania (seguro que los prorrusos no leen la prensa española) e infiltrase para acabar entregándole al mismísimo Putin su correspondiente tarjeta oro (o platino, tal vez). A ver qué pasa. Think big!
Por cierto, con el comando habrá que asegurarse que las tarjetas las entregan, que no se las queden…, ¡que te conozco bacalao!
Yo creo que esta es una gran solución que no sé por qué no se les ha ocurrido antes. Menos Tornados, Rafales y F18s y más American Express, Cartes Bleus y Barclaycards…!
¡Igual hasta me dan el Nobel de la Paz!
Me siento como un espectador en una pelea de marineros borrachos en una taberna del puerto. Todo lo que escucho son insensateces sobre nuestro pasado y nuestro presente, que desde luego no nos van a sacar del lío en el que estamos. Así que vuelvo a mirar al futuro desde el presente.
Me sirve la iniciativa del gobierno USA de hacer llegar Internet a 100 Mbps a 100 millones de hogares para el año 2020. Y Google anda ya instalando Internet a 1Gbps, instantáneo diría yo. He tenido que pedir que me explicasen lo del espectro radioeléctrico para entender mejor esto de las relaciones entre radio, televisión, telefonía móvil, el horno de micro-ondas en que me caliento la leche o los rayos X del aeropuerto. Afortunadamente tengo un yerno astrónomo –no todo el mundo puede decir lo mismo- y me ha dado un cursillo acelerado, cuyas conclusiones no me atrevo a repetir por si me lee y se da cuenta de lo inútil de su esfuerzo.
Lo que me concierne, realmente, no es tanto el soporte tecnológico, sino el énfasis estratégico que está poniendo el gobierno americano sobre Internet. Porque la parte polémica del plan es que pretenden ampliar la banda ancha a costa de sus vecinas espectrales, televisión y telefonía móvil. O sea que apuestan porque la demanda de Internet va a crecer más que estas otras formas de comunicación. Y yo creo que están en lo cierto. Porque de la básica unilateralidad de la televisión y la básica bilateralidad de la telefonía hemos pasado a la fundamental multilateralidad de Internet, que se está desarrollando de forma vertiginosa.
La sociedad española se tiene que aprender esto todo lo deprisa que pueda. Leí el mes pasado que en febrero de 2010 Twitter había alcanzado los 10.000.000.000 de “tweets”, sí, diez mil millones en un mes (Infographics of the Day: The Path to 10 Billion Tweets). En 2009 Twitter creció de algo así como 5 millones de usuarios a 80 millones. Y acabo de escuchar que ya son, somos, 100 millones. ¿Es un juguete para chiquillos que se dicen tonterías entre ellos todo el tiempo?
Esta noche he oído de refilón que Navarra tiene la mitad de desempleo, el 10,5% o así, que la media del total de España. He intentado buscarle la relación al tema a través de Twitter, mirando las cuentas de Twitter de diferentes entidades financieras, españolas e internacionales. ¿Adivinan quién está a la cabeza en España? Pues sí: la Caja de Ahorros de Navarra. Para los que no estén familiarizados, el principio de Twitter es la multilateralidad de los mensajes y la trasmisión vírica de la información. “Yo te sigo a ti, porque tú me sigues a mí, y espero que tú le digas sobre mí a los demás, porque yo les diré a los demás sobre ti”. Así multiplicado. O sea que un índice de la apuesta que se hace por el sistema es “a cuánta gente sigo y cuánta gente me sigue a mí”, unido a cuánta información –tweets limitados a 140 caracteres- genero. O sea 1393/1501/3097, que es el índice de la Caja Navarra, quiere decir que ellos siguen a 1393 personas –o compañías-, 1501 les siguen a ellos y han generado 3097 noticias. ¿Y Caja Madrid?: 0/11/0. Y en cambio el Banco Sabadell: 692/844/4009. ¿Y La Caixa?: 0/31/1. ¿Y quién en Latinoamérica va bien? Por ejemplo, Chile. O sea, Banco de Chile: 2779/4273/743. No les aburro con más cifras, salvo aclarar que tomé todos estos datos hace cosa de un mes y los he revisado hoy para no mentir, y me he encontrado con crecimientos del entorno del 20%. Mensual.
Un amigo me dijo una vez que el mundo realmente da tres vueltas cada día, pero las da tan deprisa que nos parece sólo una. Con el multilateralismo está pasando algo parecido. Mientras aquí se pelean los marineros discutiendo sobre una guerra de hace setenta u ochenta años, el mundo da tres vueltas. Yo quisiera dejarles con la sospecha de que existe una relación entre progreso y pensamiento multilateral y que el mundo global nos exige que adaptemos nuestras estrategias a esa nueva forma de pensar. La tecnología ya la tenemos, evolucionando a una velocidad más rápida de lo que somos capaces de asimilar. ¿Y la actitud? Eso no sé. Tal vez cuando estemos sobrios… si no es demasiado tarde.
P.S. Por cierto, prometo ocuparme más de mis cuentas de Twitter: OldZano y WOForum.
Lectura relacionada: Blog de World Office Forum, Big Bang 2.0

Mohammad Yusuf, una forma de entender la banca
Llevamos meses hablando de ello. Pero ahora se crea el FROB –Fondo de Re-estructuración y Ordenación Bancaria- y parece oportuno reflexionar de nuevo. Sobre el comportamiento de banca y cajas de ahorros y la necesidad de eliminar el “riesgo sistémico” creo que hay mucho que matizar y necesidad de máxima transparencia. Es cierto que el sistema financiero es un pilar del de cualquier economía y que es necesario mantener un nivel adecuado de seguridad para los depositantes. En caso contrario se corre el peligro de que la desconfianza se extienda al total de las entidades, con consecuencias sin duda indeseables. De ahí la ampliación hace unos meses de los límites cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos. Pero no es menos cierto que hay entidades financieras que lo han hecho mejor que otras y algunas seguramente mal. Y hacerlo mal en el negocio de prestar dinero suele ir de la mano de la imprudencia, en el mejor de los casos, o de la colusión en el peor.
Ya cuando salió a la luz pública la concentración de riesgos de la Caja Castilla La Mancha resultó aparente que una cosa o la otra, o ambas, Lee el resto de esta entrada »
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