You are currently browsing the category archive for the ‘Emigración’ category.
«Ah, the children. It’s always the innocents who suffer» (Juego de Tronos)
Otro año la amenaza de molicie navideña me ha puesto a pensar, por contraste, un poco más allá de la comida y los regalos. No lo puedo evitar. Quisiera tener el oído selectivo ese de unas ranas chinas, o australianas, que sólo oyen lo que les resulta interesante, eliminando biológicamente todo el ruido de fondo. O sea que oyen al macho o hembra por aquello de perpetuar su especie, o la cercanía de cualquier otro animal que coma ranas –por lo mismo-, pero no la cascada cercana u otras cosas que les son indiferentes. Nosotros no podemos, por más que lo intentemos. Una pena, porque ruido hay mucho.
Sobre todo porque la Navidad, más allá de una celebración cristiana, se ha ido enredando con tradiciones festivas –anglosajonas, escandinavas- y un profuso mercantilismo que las ha convertido en un totum revolutum con lucecitas de colores que se extiende desde el “Black Friday” hasta las rebajas. No me llamen aguafiestas. Respeto la religión y creo que el cristianismo tiene toda la razón y derecho de celebrar estos días. Y me gusta la vida en familia, ver a mi gente y compartir la felicidad de los niños, que es mi mayor felicidad. Y recibir noticias de amigos de los que no sé hace tiempo, aunque anda eso de la amistad epistolar un poco depreciado con tanta informática, que a veces no sabes si te felicita Javier o Hal 2000.
Pero me remuerde la conciencia. La mía. Me remuerde por tanto plan de qué comemos y qué compramos cuando sigue tanta gente por ahí pasándolo mal. Este año me he fijado, y no me lo quito de la cabeza, en lo de los sirios rescatados en el Mediterráneo por un barco científico español. Casi doscientas personas, de las cuatrocientas que se apiñaban en la bañera oxidada que surcaba en mar, entre ellas 61 niños, que fueron desembarcados, afortunadamente sanos y salvos, en Sicilia. Para acabar en un campo de tiendas de campaña, sospecho que sin arbolito de navidad ni juguetes. Los musulmanes, si es que estos lo son, porque en Siria había bastantes cristianos, no celebran la Navidad, pero seguro que a sus niños les gustan igual los juguetes, la comida, el calorcito. Como de tantas tragedias de ese cariz, para Nochebuena ya no se hablará de ellos. Ya no se habla de ellos. No sabemos quiénes son, no sabemos dónde están, no sabemos qué será de ellos, no sabemos bien qué drama estaban tratando de dejar atrás. Seguro que no nos deja indiferente cuando vemos las noticias, pero no sabemos cómo resolverlo.
Resolverlo no, pero algo sí podemos hacer. Yo este año he decidido acudir al antiguo método del “sablazo”. Te encuentras a un amigo o conocido por la calle y sin aviso le espetas: “oye, ¿tú me prestarías veinte euros? Tienes que decir que es un préstamo, aunque tu amigo sepa que no se lo vas a devolver. La verdad es que veinte euros no llegan muy lejos hoy en día. Si no nos toca el reintegro del décimo de la lotería de ahora mismo tampoco nos va a matar el disgusto. Así que tu amigo te acaba dando los veinte euros. Tal vez pierdas un poco de su estima. Es un riesgo que hay que correr. Así que daos por sableados: “oye, ¿tú me prestarías veinte euros?
¿Sí? Bueno, pues no me los des… envíaselos a Save the Children.
Aquí están sus cuentas:
Santander: ES13 0049 0001 5224 1001 9194
Caixa Bank: ES89 2100 1727 1202 0003 2834
BBVA: ES83 0182 5502 5800 1002 0207
Bankia: ES81 2038 1004 7168 0000 9930
Espero conservar tu estima. ¡Feliz Navidad!
Tampoco es que seamos amigos de hace tanto tiempo. No llegará a tres años, así que nuestra amistad no tiene las raíces de una larga relación o de peripecias que en algunos casos explican el afecto. Y tampoco es que sepamos tanto el uno del otro, pero no importa. Simplemente me he sentido bien en su compañía, cuando en nuestra charla he ido percibiendo su carácter, su sensibilidad y su humor soterrado –me sabrá perdonar cuando lea esto…-. Como a tantos otros trabajadores del inmobiliario español, la crisis le ha echado “fuera”. Primero a Bagdad y luego a Basora, empujado por el Estado Islámico. Nada menos. De vez en cuando me envía una de sus “crónicas mesopotámicas”, visiones estoicas de una realidad a pie de calle iraquí que iluminan mi ignorancia total. Ignorancia que sospecho que sufrimos la mayoría de los españoles, que no tenemos ni idea de lo que piensa el personal pedestre de aquellas latitudes.
Casi al mismo tiempo que leía una crónica de mi amigo, hacía lo mismo con un artículo firmado por Arturo Pérez-Reverte: “Es la guerra santa, idiotas”. Me dejó inquieto: Roma aplaudiendo a los bárbaros, Europa negociando con el Islam. “Somos idiotas, es la guerra”. Tentador y aterrador: nunca llegaremos a entendernos, el odio no se puede suprimir. A un paso de sólo se puede suprimir al que odia.
Pero leo las crónicas de mi amigo y me doy cuenta de que la gente no se pasa el día odiando. Los trabajadores de por allí, turcos, iraquíes, indios o paquistaníes, todos ellos musulmanes, quieren ganar un jornal en paz. La gente, la gente del mundo, la inmensa mayoría yo creo, se pasa el día intentando sobrevivir, comer, educar a los niños, tener agua para beber.
Y sí, estoy de acuerdo con Pérez-Reverte en que la democracia y la libertad occidentales no son “exportables en frío” porque en esos países serán re-interpretadas o capadas por religiosos fundamentalistas. Y sí, he leído que cincuenta yihadistas o así, que están haciendo barbaridades en Irak, han salido de España. Que cuando te enteras, por cierto, de que el odio de los extremistas sunitas por los yasidíes parece tener su base en un presunto asesinato del siglo VII (de Husayn b.’Ali –venerado por los sunitas- por Yazid ibn Muawiya –segundo califa de los Omeyas, en el origen de los yasidíes-), no tienes más que pensar que hacen falta políticas de muy, muy, largo plazo. Y el terrorismo yihadista es execrable y el extremismo se cultiva o se consiente, seguramente, en algunas mezquitas. Y no entendemos, o repudiamos, parte de la cultura o tradiciones islámicas, sobre todo en las relaciones entre hombres y mujeres o en el predominio de la religión sobre la sociedad civil.
Pero… en el 2030 se prevé que haya en el mundo 2.200 millones de musulmanes. En España hay cerca de dos millones. Los planteamientos bélicos no me parecen a mí realistas. Ni por una parte ni por la otra. ¿Empatía? ¿Cómo? Pues cuando mi amigo de Irak consigue que un coche destartalado, conducido por un policía iraquí fuera de servicio, le lleve al aeropuerto, él consigue transporte y el policía iraquí unos dinares. Y a mi amigo, mientras espera ese coche, le ofrecen unos guardias un trozo de bollo y té. Y todos, mi amigo y el resto, son parte de la gente de a pie, que trabajan cada día juntos. Y mi amigo no entra en las creencias del policía o si su mujer lleva hiyab. Tal vez lo del velo deba esperar. Extender esa convivencia es un objetivo que, poniéndose, llevará decenas de años conseguir. En guerra, no se conseguirá nunca.
P.S. Cuando he utilizado lo de “estoicas” como adjetivo para calificar las visiones de mi amigo sobre Irak, he querido saber si estaba empleando bien el término. Parece que sí, en superficial, pero en más profundidad he ganado un par de explicaciones sobre los estoicos dignas de reflexión:
• “Proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo ajeno a las comodidades materiales, la fortuna externa, y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud”.
• “Dividieron la filosofía en tres partes: la lógica (teoría del conocimiento y de la ciencia), la física (ciencia sobre el mundo y sobre las cosas) y la ética (ciencia de la conducta). Todas ellas se refieren a aspectos de una misma realidad: el universo en su conjunto y el conocimiento sobre él. Este puede ser explicado y comprendido globalmente porque es una estructura organizada racionalmente de la que el hombre mismo es parte integrante, siendo la faceta más importante la ética”.
¿De verdad puede Occidente, y España en particular, presumir de ser el líder en esta visión del mundo? ¿No será la democracia coartada de otras carencias de nuestra sociedad? ¿No deberíamos empezar por re-examinar nuestros valores?
Coincido con Monsieur Ibrahim, con quien les dejo aquí.
Supongo que por el título se imaginarán que voy a hablar de castillos. Frío, frío. Sólo es la primera piedra de estas líneas. He estado pensado en todo esto de las vallas y barreras, muros y construcciones varias que limitan el movimiento o la libertad, que la Humanidad se ha ocupado en erigir desde hace algún millar de años. Se trata de separar a una gente de otra, de que no escapen los que están dentro de un recinto o no entren aquellos a quienes, dentro o fuera, se considera hostiles, peligrosos o molestos. Desde la Gran Muralla, que los chinos se tiraron dos mil años construyendo y ampliando, a las murallas de numerosas ciudades romanas, los muros y fosos de los castillos feudales, la Línea Maginot, el Muro de Berlín, el que separa las dos Coreas, la Geder HaHafrada de Israel –“Separation Wall” que sus oponentes llaman “Apartheid Wall”-, la “U.S. Mexico Border Fence” o nuestras vallas, que a ratos parecen de atletismo, de Ceuta y Melilla. Pasando por las alambradas de campos de concentración, campamentos de refugiados y centros de internamiento varios, y perdonen que meta todo en el mismo saco. En suma, un conjunto que refleja en buena parte la historia oscura del hombre, en el que como mínimo a un lado, y a veces en ambos, se extiende la miseria, el sufrimiento, la incomprensión o el odio.
Si unimos los puntos de lo que sucede en el sur de Europa, deberíamos entender cómo vivimos una situación que se complica por momentos. El “Amanecer Dorado” de Grecia representa el peligro del extremismo racista que “defiende”, violentamente, sus ideales excluyentes. Cientos de inmigrantes asaltan, con la energía de la desesperación, las vallas de Ceuta y Melilla. Y esta semana la remata el naufragio, uno más, de Lampedusa, donde la cuenta trágica de fallecidos dicen que superará las trescientas personas. Diez veces más que cuantos murieron en el “Costa Concordia”. Le hace a uno pensar en cómo medimos los afortunados las dimensiones de las tragedias según las víctimas sean de un lado u otro de la valla.
Con África “disfrutamos” de alguna vallita, que haremos un poquito más alta, o le pondremos más alambre de espino, a ver si así no consiguen saltarla y, sobre todo, de un foso: el Mar Mediterráneo. Europa ha adoptado la táctica del señor feudal: defendamos el foso. Incruenta de obra, con bocadillo, coca-cola y pasaje de vuelta, pero sin atacar en serio el fondo del problema. No me atrevo a decir que no hay que hacer lo que se está haciendo, pero me parece que al final, igual que cuando se acabó el feudalismo, un foso no basta.
La expectativa es que África más que doble su población hasta el 2050. De los algo más de 1.000 millones actuales a 2.400 millones, frente a los 500 millones que a duras penas se mantendrán en Europa. De los 20 países con mayor natalidad del mundo, 17 están en África y en todos ellos los nacimientos superan los cincos hijos por mujer en edad fértil, más del triple la tasa europea. La salud y la esperanza de vida en esos países, además, aumentan. Afortunadamente. Pero no puedo evitar que la actual pirámide de población de África me imponga respeto. En el otro extremo de la española. De nuestro “¿qué hacer con tanto viejo?» a su “¿qué hacer con tanto joven? Más de 250 millones de africanos son menores de 20 años.
Yo creo que Europa se va a tener que remangar. Entender que las patrulleras, y el radar marino, y los centros de internamiento son una cataplasma momentánea. Que va a haber que irse allí y ayudar en la educación, en las infraestructuras, en el buen gobierno. La explotación europea de la época colonial para dominar los mercados de materias primas debe ser sustituida por otra presencia pacífica, lo que es un mecanismo de autodefensa, caridad aparte, que la Unión Europea debería activar sin tardanza. La única solución es que el continente prospere más deprisa de lo que aumenta su población -y de paso que ésta no crezca de forma tan desaforada-. Lo que para Europa es más relevante a medio plazo que los rescates financieros varios que se han acometido.
Y España, que ha perdido su condición de líder en tantas cosas y que tiene una historia africana más limpia que varios otros países europeos, bien podría tomar la iniciativa. Que además es más que probable que algo saldríamos ganando.
He leído estos días sobre el trabajo del profesor Oded Galor, israelí que enseña en Estados Unidos. Junto con Quamrul Ashraf, nacido en Bangladesh y también profesor en Estados Unidos, han publicado el estudio “The Out of Africa Hypothesis, Human Genetic Diversity and Comparative Economic Development”. Galor es el creador de la llamada Teoría Unificada del Crecimiento, que trata de explicar la evolución de la Economía desde la Prehistoria. Lo interesante del tema, sin duda no exento de controversia, es que establece una relación entre diversidad genética y riqueza a nivel nacional. Mantiene que los países en los extremos de la diversidad genética, por muy alta –cita a Etiopía- o muy baja –Bolivia-, sufren un menor crecimiento. Cito del artículo, para la polémica, una explicación: “Demasiada diversidad genética produce tensiones sociales y falta de cooperación pero, si nuestros genes son muy parecidos a los de nuestros vecinos, corremos el riesgo de parecernos tanto entre todos que acabemos formando una sociedad en la que todos piensan igual y no hay innovación…. América Latina, que tiene los mayores niveles de homogeneidad genética, debería adoptar una estrategia doble. Por una parte, fomentar la educación, al igual que en África, y orientarla hacia el fomento de la creatividad. Por otra, favorecer la inmigración y los intercambios de población con otros territorios para fomentar la heterogeneidad genética. La cuestión es alcanzar un nivel de diversidad óptimo”.
Menciono esto, sin querer entrar mucho en ese debate, para dejar constancia de algo que sí me parece una realidad: la baja relación social y comercial de varios países de América Latina entre ellos mismos. Cosa que yo creo que tiene mucho que ver con las pobres infraestructuras de transporte.
Porque yo realmente de lo que iba a escribir hoy era de trenes. Cuando este verano me he planteado una escapada desde Bogotá a algún lugar turístico de Colombia, Armenia en la Zona Cafetera era mi primer objetivo, me he tropezado con que me tenía que volver a montar en un avión, de lo que ya estoy un poco harto. No me recomiendan la carretera. Y no hay tren. Me encantaría esto último, porque soy un poco “geek” de los trenes. Pero no hay. O hay muy pocos. Culpa de la orografía, dicen.
Para situarme he consultado las estadísticas de la Union International des Chemins de Fer. Los cinco países del occidente de América del Sur –Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile- reúnen en total, para una superficie conjunta de 4.564.000 km2, líneas de ferrocarril en uso por 13.413 kilómetros –de los que el 44% están en Chile-. La Unión Europea de veintiocho países, por comparación, con 4.423.000 km2 de territorio, suma 244.740 kilómetros. O sea que para casi igual extensión, esa parte de América Latina tiene el 5,5% de ferrocarril operativo que esa otra parte, casi toda, de Europa. Si se repasa la historia, la arqueología ferroviaria diría, país a país con la excepción de Chile, se siente la decadencia y la dejadez. Salvo líneas concretas diseñadas para llevar a puertos marítimos la producción minera –carbón, concentrado de cobre, nitratos, ulexita-, el ferrocarril de pasajeros ha quedado limitado casi exclusivamente a trenes turísticos o a algunos tramos de pasajeros supervivientes, con velocidades operativas que no exceden de los 40 Km/h. En el caso de Ecuador los trenes de turismo circulan a 5 ó 6 Km/h –Quito a Machachi, 40 Kms en 8 horas, Quito a Guayaquil, el “Tren Crucero”, 430 Kms en cuatro días-. Le tiene que gustar a uno mucho el tren.
Es cierto que la orografía de la zona es difícil, pero también lo es que hace ciento cincuenta años la industria ferroviaria fue capaz de desarrollar líneas exitosas en varios de estos países. El ferrocarril de Antofagasta a Bolivia ha sobrevivido desde su inauguración en 1873 y ha sido capaz de transportar más de dos millones de toneladas anuales en una red de 1.625 Kms. que asciende hasta los 4.815 metros de altura. Si se fue capaz de construir estas cosas en el siglo XIX, ¿qué no se podrá hoy?
Ha dicho Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, que resulta menos costoso traer un contenedor desde China al puerto de Buenaventura que luego llevarlo desde Buenaventura a Bogotá. Que las comunicaciones efectivas son clave para el desarrollo no creo que sea algo para lo que haga falta mirar a la prehistoria. Colombia dice necesitarlo, Perú tiene la vocación, Bolivia lo necesita, el tren debe volver.
Lo de la Alianza del Pacífico es un acuerdo ilusionante. Aunque Ecuador y Bolivia no sean todavía parte de ella, la Alianza debería liderar el que se sienten las bases del desarrollo ferroviario coordinado de la región. Una planificación conjunta, al modo del Trans European Rail Freight Network o la unificación de sistemas de seguridad en Europa, sería ideal. Lejos está, supongo, la cofinanciación. Y atención se debería prestar al problema, que España sufre hoy, de los distintos estándares de ancho de vía. Parecería lógico, aunque el coste será superior, invertir en un ancho común para el largo plazo. Ventaja, no pequeña: parten de muy abajo. Toda la nueva ingeniería está a su orden.
A ver si esta vez se consigue. Y que no tengan que ser sólo los chinos los que vengan a resolverlo. Que ya me gustaría ir a Armenia a tomarme un cafecito. O subir a La Nariz del Diablo.
Tomé un taxi en el aeropuerto de Frankfurt hacia Wiesbaden. Algo más de media hora en la oscuridad, así que tuve ocasión de charlar un rato con el taxista turco. En cuanto le dije dos palabras en mi rotoso alemán se dio cuenta de que yo era español y me confió que había tenido una novia granadina: “todo fue bien hasta que mi futura suegra se enteró de que yo era musulmán, ahí se acabó todo…”
Si pudiésemos medir sobre una escala el aprecio de la sociedad española por el mundo islámico, la aguja estaría en algún punto entre la ignorancia y el recelo, la indiferencia y la hostilidad. A la poca simpatía histórica se han unido en la última década los atentados terroristas del 11-S y el 11-M, que en la psique social han dejado una huella difícil de borrar. Y lo que seguimos escuchando es la violencia de sus conflictos, mezcla de cuestiones tribales-étnicas, religiosas o territoriales. Mejor quedarse al margen, dicta la prudencia. De ahí la reacción suiza con las mezquitas y el fomento de la exclusión.
Pero la realidad es que vamos a tener que vivir con nuestra vecindad con el mundo musulmán. Desde el año 2.000 nos llegan desde Marruecos entre 50.000 y 100.000 inmigrantes por año, entre 1.000 y 2.000 cada semana. Si en aquel año teníamos 200.000 marroquíes con permiso de residencia, ahora iremos por los 800.000, ilegales aparte. ¿Problema u oportunidad?
A corto plazo, en un país con más de cuatro millones de parados, mucha gente cree tener claro que seguir sumando inmigrantes que compiten con los locales en un mercado laboral en contracción, es un problema. Y además los inmigrantes demandan servicios, más problema.
¿Respuesta?: rechazo.
¿Y en el medio y largo plazo? Ahí ya es más difícil de juzgar la cosa. Si mezclamos por ejemplo el tema de las pensiones, el sentimiento es que la gente no quiere trabajar más años. Pero para eso hacen falta jóvenes que reemplacen a los que se jubilen. Y la situación europea –y España no es excepción sino ejemplo- es que perdemos constantemente población en edad de trabajar (15 a 64 años). Unos 25 millones en 25 años. Y mientras Europa perderá 25 millones, los países del MENA (*) ganarán unos 150 millones. Es lo que se denomina el “youth bulge”. Mientras la pirámide poblacional europea se ensancha por arriba, la de nuestros vecinos se ensancha por el centro. Complemento ideal, en teoría.
Una parte sustancial de esos 150 millones de personas, que es previsible que no encontrará suficientes oportunidades en sus países, emigrará. Así que por más rechazo que se produzca, la marea va a seguir subiendo.
¿Respuesta?: integración, respeto mutuo a las costumbres –religión incluida-, ayuda al desarrollo social en origen, política exterior inteligente, activa y equilibrada –en el conflicto de Israel y Palestina en particular-, cooperación. Parte esencial del problema es que el fundamentalismo anti-occidental, anti-americano, sigue cocinándose de forma permanente en madrasas y mezquitas. Y la única forma de evitar que siga aumentando va a ser la elevación de esas sociedades hasta que comprendan por sí mismas que la solución a sus problemas propios, traducidos en odio contra Occidente, no son las bombas. Y que se conviertan así en nuestros clientes, en lugar de nuestros adversarios.
Thomas Friedman en su libro Longitudes and Attitudes, analiza la génesis del grupo de terroristas que atentaron contra el World Trade Center. Esa gente eran mayoritariamente saudíes que estudiaron en Europa. Su falta de integración en la sociedad europea les llevó a refugiarse en mezquitas en las que el mensaje regular era el odio a “los infieles”. Leo que en España casi el 25% de los marroquíes visitan su mezquita a diario. Y también leo que España es el país de Europa donde los marroquíes se consideran peor integrados y más discriminados. Algo a pensar.
«My philosophy is that when I go out of my room, I’m prepared to love everybody I meet, unless they’re bad. If they’re bad, I’m prepared not to love them and to dislike them independently of the fact if they’re Jewish or they’re Black or White or Christian or Muslim” (“Mi filosofía es que cuando salgo de mi habitación, estoy dispuesto a amar a todo el mundo, a menos que sean mala gente. Si son mala gente, estoy dispuesto a no amarles y a que me disgusten, independientemente de que se trate de judíos, o sean negros, blancos, cristianos o musulmanes). Omar Shariff sobre la película “Monsieur Ibrahim”.
(*) MENA: Middle East and North Africa. Argelia, Bahrain, Egipto, Irán, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Omán, Territorios Palestinos, Quatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria, Túnez, Emiratos Árabes Unidos y Yemen. Ver Emerging Demographic Patterns across the Mediterranean and their Implication for Migration through 2030, Philippe Fargues, Center for Migration and Refugee Studies, the American University in Cairo, Robert Schuman Centre for Advance Studies, European University Institute, Florence, November 2008.
– Vámonos a Shanghai y montamos allí un restaurante de comida china, ¡se van a enterar!…
– ¡Pero eso es ridículo! China está muy lejos y no hablamos chino.
– Pues China está igual de lejos viniendo que yendo y ellos tampoco hablaban español… ¿Por qué no intentarlo?
– Pues porque no tío, porque lo de encontrar trabajo tiene un límite.
– ¿Sí? ¿Tiene un límite? Lee el resto de esta entrada »
Esta semana me he pasado un par de días por Suecia. En la industriosa Gotemburgo, que es donde tienen empresas como Volvo o SKF su base principal. Ya conocía la ciudad pero, aunque breve, me ha servido para renovar alguna experiencia, sobre aquella tierra y su gente. La verdad es que lo primero que he aprendido es que por allí en estas fechas hace un frío que pela, la gente esquía en los campos de golf, hacen carreras de coches en los lagos helados y siguen con su vida cotidiana con bastante normalidad ya hagan unos refrescantes 18º bajo cero o unos templados 6º bajo cero, que fueron los que yo disfruté. Grado arriba grado abajo según de dónde soplase el viento.
Y también he aprendido que las personas mayores no lo pasan muy allá, porque las aceras heladas son una amenaza bastante general Lee el resto de esta entrada »
En sus memorias literarias, Vivir para contarla, el joven Gabriel García Márquez acompaña a su madre a vender su antigua casa en Aracataca, algo más allá de la finca de Macondo, después de cruzar la Ciénaga Grande. Aracataca es un pueblo medio fantasma, después de ser abandonado por la United Fruit Company, que era quien ofrecía, o explotaba, todo el trabajo en la zona. La madre necesita el dinero para la pura subsistencia de la familia, pero se vuelven con las manos vacías, porque allí nadie compra nada…
El Realismo Mágico de García Márquez trae ramalazos de realismo actual: casas que no se venden y desempleo porque una gran compañía, americana además, se ha eximido de su presencia local.
Con Latinoamérica nos unen quinientos años de lazos, idioma y sentir común en muchas cosas. Yo creo que en los últimos veinte o treinta hemos estado en España un poco distraídos y aparte de toreros y cantantes nuestra relación ha sido más económica que otra cosa. Primero de grandes compañías españolas que han ido allí a buscar mercado para sus productos y servicios, Telefónica, BBVA, Banco Santander y así, y luego válvula de escape de muchos emigrantes que han venido a España buscando lo que los españoles buscábamos en Suiza o Argentina hace cincuenta o sesenta años: trabajo.
Hoy estamos juntos, queriendo o sin querer, latinoamericanos y españoles en una situación complicada y que de momento va a peor. Leo que el paro entre los extranjeros en España es del 17,45%. O sea que si son unos cinco millones, largos, más de setecientos mil están ya parados, ya que su tasa de ocupación era cercana al 90%. Sólo el colectivo ecuatoriano, que es el mayor de latinoamericanos suma, en Madrid, más de 550.000 personas. No sé, ni sé si alguien sabe, cómo está arreglándoselas esta gente.
El Ministerio de Trabajo e Inmigración ha puesto en marcha el Plan Retorno ofreciendo ayuda a los que se vuelven a sus países. Pero los emigrantes, que de hacer números de penuria entienden un rato, tienen una cosa clara: que en España, trabajando, obtienen un salario medio equivalente a unos US$ 1.600, mientras en Colombia, por ejemplo, el salario medio es de US$ 209. Y además el trabajo al otro lado tampoco está nada claro. O sea que ni con agua hirviendo… La última cifra que he oído es que 767 inmigrantes se habían acogido al Plan. O que 200 bolivianos al mes se regresan. Cifras insignificantes y un previsible fracaso del intento. La asociación Rumiñahui, que representa a una buena parte de los ecuatorianos en España, opina que se van a atrincherar y aguantar hasta ver si la cosa mejora. Pensemos en las consecuencias.
Nuestros vecinos portugueses andan ocupados en Angola como vía de escape de sus constructoras. España tendría que buscar de forma más activa alianzas locales en países latinoamericanos, aunque haya que estudiar cuáles. Si a los emigrantes que hoy están aquí se les ofrecen proyectos creíbles en sus países estarán mucho más dispuestos a regresar, porque salvo en lo económico es allí donde quieren vivir. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo bien podría ayudar a organizar cooperativas y armarlas con socios empresariales y tecnología productiva básica, que de ésa tenemos, y seguro que les dan la bienvenida en muchos de esos países. Las empresas españolas, por otra parte, están deseando encontrar proyectos que les den ocupación. Tal vez estamos tan ensimismados contando los parados que no nos da tiempo a pensar otras cosas. Y fíjense, hasta es algo para ponerse de acuerdo con los americanos, los de USA, ahora que nos vamos a llevar bien.
Historia típica: Pablo Yasuma tiene 45 años y es ecuatoriano. Llegó a España hace casi una década, en plena expansión económica, y nunca le faltó trabajo. Ahora, corren malos tiempos. Lleva dos meses sin empleo, sin ingresos y sin subsidio. “Quiero agotar hasta la última posibilidad. Mi familia depende de mi trabajo en España”, dijo emocionado. “Lo que encuentre allá (en Ecuador) va a seguir siendo mucho peor que aquí”
El “toma un billete y vuélvete a casa” no va a funcionar. Esta gente ya está aquí y quiere trabajo. Un frente más…
Termino con un clip de García Márquez: sabiduría latinoamericana.
Y para los que estamos en edad emérita: ¿ustedes han pensado cómo se vive en Cartagena de Indias o así, con una pensioncita de una par de miles de euros? Pues yo creo que como un premio Nobel, o casi… ¡hasta me lo voy a pensar!
Comentarios recientes