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¿Se acuerdan del perro Nipper mirando al gramófono mientras escucha la voz de su amo? Los más jóvenes tal vez no, pero los que escuchábamos música en discos de vinilo seguro que sí. Que pensándolo mejor ya hay seguro una generación que nunca ha visto un tocadiscos. La imagen ha sobrevivido todo el siglo XX y sólo las turbulencias del sector discográfico la han hecho casi desaparecer.

Francis Barraud: Nipper or the Dog
Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre. El perro no ha expresado lo que piensa, pero me atrevo a afirmar que opinaría en el mismo sentido, porque parece claro que se trata del animal doméstico que de forma más declarada y voluntaria se adapta a su dueño. Hasta el punto de que tras una larga convivencia los perros tienden a parecerse psicológicamente, ¡incluso físicamente! a sus dueños. Dueño nervioso, perro nervioso. Dueño tranquilo, perro tranquilo, y así.
Supongo que los perros se adaptan de forma instintiva, siempre, con algo de interés “económico”, léase croquetas o chuletas. Y sin duda emocional, o sea caricias y buen rollo.
A los humanos nos cuesta más. Nos adaptamos bien mientras se trata de comodidad y un entorno estable, pero no tanto cuando las circunstancias son cambiantes. Y ahora toca esto último, así que muchos españoles estamos dándole vuelta a cómo adaptarnos con el menor trauma a la nueva situación económica del país.
A las empresas les pasa cosa parecida, porque al fin y al cabo están compuestas de humanos. Crecimiento y estabilidad: todo bien, ganamos dinero, estamos adaptados. Cambian las circunstancias: perdemos dinero, ¿qué hacemos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿qué tamaño debemos tener?, etc.
La historia empresarial está llena de ejemplos de empresas que han sabido o no adaptarse. En estos días es noticia en el Reino Unido el cierre de las 800 tiendas de Woolworths, una cadena de comercios, una institución casi, cuyo desarrollo coincide en el tiempo con el de HMV. Woolworths no ha sabido adaptarse. Deja en la calle a 30.000 empleados. HMV sobrevive, adaptada como cadena detallista a los mercados que le han sido más favorables, como el Reino Unido o Canadá. Re-entrenar a una gran masa de personal frente a circunstancias cambiantes, con todas sus inercias laborales o sindicales, es un reto empresarial de gran calado, motivo por el cual a las empresas más pequeñas les es más fácil, por ese lado, adaptarse.
De ahí que los miles de millones que los gobiernos están volcando en industrias que no se han adaptado a la globalización, como el gobierno americano hace con Detroit, no hacen sino prolongar la agonía de una industria. No se entiende hoy que una industria pueda sobrevivir con cuatro jubilados por cada obrero en activo. Mejor sería atacar el problema ahora que cuando haya costado mucho más dinero al contribuyente.
Y algo así está pasando en España. El gobierno se resiste a facilitar que las empresas encajen las circunstancias adversas, flexibilizando el mercado laboral o rebajando la presión fiscal y ayudando a emprendedores y pymes. En su lugar permite que se financie a grandes grupos de viabilidad cuestionable o financia obras públicas que animan a comunidades y ayuntamientos a no adaptarse y seguir por la ruta del gasto. Porque no me digan que en el primer paquete del Fondo Estatal de Inversión Local hay muchas cosas a las que agarrarse como generadoras de empleo de largo plazo: ¿“acondicionamiento acústico del teatro municipal de Almoster, Tarragona (€ 77.000)»?, bueno esto no es mucho, depende del teatro. Pero, ¿“restauración y rehabilitación noria y zona trasera de los baños del Alcázar de Jerez de la Frontera (€ 869.000)”?, ¿»remodelación del recinto deportivo del campo de fútbol Can’Oriac de Sabadell (€ 860.000)”? ¿Ustedes creen de verdad que estas son las cosas que hay que hacer para mantener a nuestra economía a flote, restaurar norias y campos de fútbol?
Las empresas tienen que innovar, tienen que correr riesgos, tienen que competir, tienen que ser austeras, pero también tienen que saber adaptarse cuando las circunstancias les son adversas. A menudo ello significa replegarse y reducir su tamaño, y en todo ello, el gobierno tendría que ayudar en lo que pueda. Y si quieren mi opinión, hay que hacerlo rápido.
Pero sobre todo, hay que escuchar al Amo. Y bueno, ya deducen, el Amo es el Mercado, ¿quién creían? Nosotros somos el perro.
¿Como cree que debería ayudar el gobierno a que las empresas se adapten a la actual crisis económica?
( surveys)
Venía yo a media tarde de visitar el Museo Elder en Las Palmas de Gran Canaria y crucé por el Parque de Santa Catalina, una placita arbolada en la que en cada banco había un chico negro dormido o mirando a la nada. Eran los afortunados que habían conseguido desembarcar de alguna patera sin ser detenidos y se habían perdido en la maraña urbana. Afortunados porque en Las Palmas, pese a todo, dormían seguros y con luz eléctrica y conseguían alguna moneda para comerse un bocadillo y tomar una coca cola una vez al día. Y porque muchos de sus congéneres están en algún país del África negra, muriéndose de sida, cólera, malaria o tuberculosis. O de machetazos.
Hoy es Nochebuena. He dejado mi ordenador de la oficina procesando felicitaciones electrónicas. He conseguido que mi Outlook identifique a quién me envía una felicitación y le conteste, que envíe las mías de forma automática y que al final de las navidades me de un listado de quiénes me han felicitado primero, a quiénes he felicitado yo y no me han contestado y quiénes nos hemos simplemente ignorado. Y de paso que me actualice los correos electrónicos y teléfonos móviles de cada uno. ¿Mola, eh? Pues el año que viene voy a ver si los ordenadores de mis amigos y clientes y el mío se entienden sin intervención humana, con lo que no hará falta que las personas hagamos ni sepamos nada. Los ordenadores se felicitarán entre sí y actualizarán sus datos respectivos y todos nos quedaremos contentos de haber demostrado cuánto nos queremos y de haber cumplido con el espíritu de la Navidad.
Luego he venido hacia casa oyendo la radio del coche. Los debates, emisora tras emisora, eran cosas como si los niños prefieren a Papá Noel o Los Reyes (encuesta de Radio Nacional), cómo cocinar el capón (Ondacero) o el precio de las angulas y el besugo (Intereconomía). Claro, estamos en Nochebuena.
Mientras tanto, unos miles de kilómetros más al sur unos chicos negros, como los del Parque de Santa Catalina, cavan cientos de tumbas en el cementerio de Harare, Zimbabwe, para recoger los cuerpos de una parte de las 60.000 personas que se estima morirán de cólera en pocas semanas o meses. Esperanza de vida en Zimbabwe, 36 años. Menos de 44 años en Botswana, Angola, Swazilandia, República Centro-africana, Lesotho, Malawi, Níger, Liberia y Somalia. La crueldad, la hambruna y la sequía hacen estragos en Darfur, Sudán, con cientos de miles de muertos. El 94% de todas las muertes infantiles por malaria sucede en África, un continente de más de 900 millones de personas. ¿Habrá allí un Belén?
Gozamos de la Nochebuena porque tenemos la suerte de vivir en Europa. Y tenemos la suerte de tener libertad, a la que la miseria mata. Dejemos pasar las fiestas, disfrutémoslas con familia y amigos y comamos capón y angulas si hace falta. Pero en algún momento, y a mí también me remuerde la conciencia, nos vamos a tener que solidarizar con esa pobre gente, emulando el grito de Kennedy para los berlineses: Ich bin Afrikanisch!
¿Tal vez la próxima Navidad?
Lectura recomendada: Trilogía de África, Javier Reverte. Lectura obligada: Ébano, Ryszard Kapuściński.
Hace algunos años participé en unas charlas de NASLIE, la National Association for Senior Living Industry Executives de Estados Unidos. La asociación se dedica a estudiar la conducta del consumidor mayor, en cosas como las finanzas, la vivienda, el automóvil, la salud o la alimentación, todo ello analizado como negocio. De qué tan grande es ese negocio en USA da idea la difusión de la revista de la AARP, la American Association of Retired Persons, que con más de 22 millones de ejemplares, es la de más circulación del mundo.
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Todavía no me ha llegado la cesta de navidad de la Cámara de Comercio de Madrid. ¡Pagué mi cuota hace meses, pero la sigo esperando! Que tengo yo ganas de fomentar el consumo, que dicen que es el motivo del envío. Aunque para ser coherente me tenga que quedar sólo con los vinos, el turrón, el lomo, el chorizo y el jamón, por aquello del “compre productos españoles”. Y devolveré el televisor Grundig de 32 pulgadas, el champán Moët Chandon y otras cosillas. Aunque pensándolo bien, todas son europeas, ¿no? Y como nuestros vecinos también están en crisis, pues he decidido que les voy a ayudar, que me lo quedo todo, que así hago país, bueno Unión Europea. ¡Gracias Salvador, y felicidades por la iniciativa!
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Zarparon de las Islas Afortunadas tocando como último puerto, cual Colón, el de la Santa Cruz de La Palma. Les favoreció un viento persistente y mar tranquila, que sin necesidad de mucha pericia ni esfuerzo les llevó con ligereza hasta La Isla del Tesoro, donde pudieron disfrutar de sus riquezas y tuvieron gran regocijo. Tanto se alegraron que las noticias llegaron a los que se habían quedado atrás, que también se unieron a ellos, gozando todos de años de abundancia y prosperidad. Y creció de tal modo el optimismo, que la mayoría se animó a tomar de nuevo los barcos en busca de caudales aún mayores. Lee el resto de esta entrada »
Disculpe doctor, ¿he oído bien?
Pues sí, no bromeo, en las últimas pocas semanas hay un par de cosas que califico sin ambages de buenas nuevas, al menos para el sector inmobiliario relacionado con los inmuebles en renta.
Primera buena noticia: los tipos de interés han pasado el cambio de rasante y empezado a descender de forma acusada. Dónde llegará el descenso es aventurado de predecir, pero la voluntad política parece ir en esa dirección, con el control de la inflación, ayudado por la bajada drástica del precio del petróleo, pasando a segundo término. Parece más probable que los tipos sigan descendiendo que lo contrario.
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Cierto día entré a visitar a un cliente en una fábrica de muebles cerca de Valencia. En el despacho del dueño, dentro, había una vieja Montesa.
Como me llamó la atención como objeto de decoración, le pregunté el por qué esa forma de aparcar. Me contó que la moto estaba ahí porque cuando su hermano y él empezaron con el negocio años atrás, para comprar las primeras herramientas habían tenido que vender su moto, que la tenían a medias. Y luego, cuando prosperaron (cuando yo les visité tenían más de 100 operarios), consiguieron localizar la moto, que aún rodaba, la re-compraron y le hicieron el homenaje de compartir despacho con ellos.
Supongo que hay historias así en muchos sitios, pequeños empresarios que se sacrifican en sus inicios, pasan estrecheces, trabajan horas largas y al final les va bien. No se me oculta que otros también se sacrifican, pasan estrecheces, trabajan largas horas y a veces no les va bien. Son las cosas de los negocios, del tino para tomar las decisiones correctas en el momento correcto, de ser austero y, sin duda, de tener buenas ideas.
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