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Delibes

«Enseñar a los alumnos a pensar y a ejercer la reflexión crítica es una meta que frecuentemente mencionamos como inherente a la función docente. Repetidores en lugar de seres pensantes, receptores en lugar de evaluadores es el producto lógico de las formas en las que enseñamos, que reflejan aquellas según las cuales hemos aprendido. Por lo tanto cuando se habla de la necesidad de esclarecer y tomar conciencia del modo en que nos insertamos en ese trama represiva de relaciones, se debe pensar en la posibilidad de ejercer la creatividad como único antídoto contra la repetición».

La cita es del libro «Aprender con el cine, aprender de película», de Enrique Martínez-Salanova, que es profesor de tecnología educativa, antropología de la educación, didáctica y comunicación y muchas más cosas interesantes en ese campo, en universidades de España e Iberoamérica. Hace referencia a la película del director australiano Peter Weir, «El Club de los Poetas Muertos». En ella, el profesor John Keating (Robin Williams), hace uso de la literatura como medio para obligar a sus alumnos a pensar y romper estereotipos, al tiempo que presenta una nueva dimensión en la relación entre profesor y alumno.

Yo tuve la suerte de que mi padre era un lector asiduo y la doble suerte de encontrarme con algunos buenos profesores en mi bachillerato y se me quedó el vicio de leer todo el tiempo. Y la profunda creencia de que la literatura es una de los mejores maneras para formar el carácter de las personas y orientarlo en la buena dirección. Y discutir de literatura en el colegio me parece una cuestión esencial. De ahí mi envidia por el modelo de John Keating.

Afortunadamente no nos falta material en la lengua española, para quienes quieran trabajar en ello. Entre España e Iberoamérica juntamos un equipo imbatible. Sin molestarnos en tirar del Siglo de Oro ni recurrir a los que todavía viven, bastaría con reunir a Baroja, Cela, Delibes, Galdós, Antonio Machado, García Lorca, Neruda, Borges, Benedetti y García Márquez, y me dejo a decenas, para mantener ocupados a los alumnos de cualquier instituto durante años.

Pero va a ser que no. Al menos en la Comunidad Valenciana. Porque ahora el Gobierno de la Generalitat Valenciana ha conseguido sacar adelante un decreto, el llamado «Programa de Educación Plurilingüe Dinámico», en el que se regula la proporción de las lenguas que deberán utilizarse en los colegios, con el objetivo final de que en 2023, los colegios alcancen lo que el tal decreto denomina «Nivel Avanzado 2». En ese nivel la proporción será la de 53,3% la lengua valenciana, 23,3% la española y 23,3% la inglesa.

Y esto pretende el gobierno regional llevarlo adelante sin siquiera consultar a los padres de los chicos, en un alarde de totalitarismo poco concebible en un país que se dice democrático.

El impulsor del decreto es el conseller d’Educació, Vicent Marzà, cuya historia vale la pena conocer. Contada por el diario «ara.cat» que seguro refleja su mejor perfil, tiene ahora 34 años y es diplomado en magisterio en la especialidad de inglés y francés. A la fecha del artículo, julio 2015, cursaba estudios de doctorado en la Universidad Ramón Llull, en «transformación socioeducativa».

Pero casi nos interesa más ir un poco más atrás, para conocer que sus padres, ambos también maestros, fueron fundadores de la escuela La Censal, en Castellón. Vaya por delante que la página web de la escuela está toda sólo en valenciano. Bueno, dice que está en castellano y valenciano, pero el contenido está todo en valenciano. Y el blog del AMPA (la asociación de madres y padres de alumnos), está también exclusivamente en valenciano. Y la historia de la escuela, contada por ella misma, no puede ser más ilustrativa: «Origen de l’escola Censal. Els darrers anys de la DICTADURA FRANQUISTA van propiciar el naixament d’unes inquietuts en un sector de la població, traduïtes en unas REIVINDICACIONS HISTÒRIQUES que demanaven l’aparició d’unes LLIBERTATS DEMOCRÀTIQUES, unides ací amb una preocupació per la RECUPERACIÓ DE LA NOSTRA LLENGUA» (las mayúsculas son mías).

Ahí está la inspiración. Como había una dictadura franquista… (Franco murió en 1975, por si los jóvenes no se acuerdan), hace falta que aparezca la democracia y recuperar el valenciano.

A mí el decreto me parece una iniciativa totalitaria, que tiene un fundamento político y nacionalista claro. Porque LO PRIMERO, es preguntar a los padres lo que quieren. Y eso es, precisamente, lo que la Generalitat Valenciana pretende saltarse, porque se teme que no salga lo que quieren.

Lo que me trae de vuelta al principio. ¿Qué literatura valenciana van a discutir en esas clases de los «poetas muertos» que nos gustarían? Valenciana no será. Tal vez recurran a la catalana. Pero tampoco. No hay de dónde, por mucha subvención a filólogos que extiendan.

Y que no nos saquen a Ramon Llull, porque yo saco a Cervantes y a Lope de Vega.

PatinadoraOtra vez dándole vueltas a lo del largo plazo, que no es cosa muy sexy, pero en la que creo que vale la pena invertir. No por mí, que supongo que ya no andaré por aquí -iba a decir espero-, sino por la familia que voy a dejar atrás y su futuro bienestar. Ya casi más los nietos que los hijos. Bueno y por los demás también, disculpen.

Entre la mucha paja que avientan de seguido los medios de comunicación, aparecen de vez en cuando cosas que de verdad ocupan la mente. Estos días me ha preocupado de nuevo, más que ocupado, lo de cómo se está poniendo boca abajo nuestra pirámide de población, que ya ni es pirámide “ni es ná”, como diría Gila. La “maldición de la pirámide” casi podría añadir. La previsión de que en 2050 haya en España casi 17 millones de personas de más de 65 años (16.651.000 para ser exactos, según las Naciones Unidas), y de ellos más de 6 millones de más de 80 años, no puede sino inquietar y obligar a que nos preguntemos cómo se va a mantener esta nave a flote.

¿Se imaginan la playa? Algo así como el negativo de las patinadoras en la de Santa Mónica. Que estuve allí y se me ha quedado la imagen. Pero aquí con andadores.

Y bueno, luego he leído un artículo interesante del profesor César García, que enseña en la Central Washington University (“¿Miente la Universidad de Shanghai?”), sobre la necesidad de establecer competencia entre centros de enseñanza y rivalidad docente, como medios de mejorar el nivel de nuestra educación. Que por cierto para ver quién era este señor me he metido en la web de su universidad y he encontrado las calificaciones que le dan sus alumnos y cuánto gana, en dólares, y en proporción al resto de profesores y empleados de esa universidad. A eso le llamo yo transparencia. Transparencia de la que aquí carecemos.

Cito estas dos cosas, demografía y educación, porque sospecho que por esta última viene la casi única solución a las dificultades de esa futura España senil. O al menos la principal. Lo de la demografía no sé cuánto remedio tiene. Sólo se puede arreglar si la cultura del niño único o la parejita se rompe y las parejas empiezan de nuevo a tener tres o cuatro hijos. Complicado, al menos en esta década. ¿Más inmigración? Posible, pero habría que ordenarla y también difícil mientras no digiramos buena parte de la cola del INEM. El crecimiento económico ayuda pero no basta, porque el desequilibrio demográfico avanza de forma inexorable y acabará ganando la partida. El recorte de las pensiones, actuales o futuras, tampoco. Un parche, que sólo resuelve, intenta resolver, la parte del problema que afecta a las finanzas públicas que es, entre paréntesis, la única de que se habla. Porque la parte esencial del problema no es financiera, es económica y social. Y ahí yo sólo veo la solución de tomar grandes medidas en el terreno educativo, cultivando la excelencia e intentando crear una nueva generación mejor preparada que las actuales en lo económico y en lo cultural. Y en lo moral, que es fibra que tenemos bastante deshilachada. Y una cosa deberíamos tener claro: el principal medio para generar calidad es el estímulo, en dos formas, premio a los resultados y presión para que se consigan. Con los alumnos y con los profesores. De todo ello andamos cortos.

Sólo las nuevas generaciones, con preparación y empeño, pueden detener la progresión de esta ecuación maldita donde, si no hacemos algo, las bondades de nuestra salud y longevidad van a acabar consumiéndonos.

Lo siguiente es quién se ocupa de poner esto en marcha… Pues el gobierno, claro, dirán. Ah! That’s the question! Porque hay tanta mediocridad, cortoplacismo y egoísmo (“of the people, for the bureaucrats, by the bureaucrats”, Milton Friedman) en la clase política, que es difícil pensar que vaya a suceder. ¿Ustedes lo creen? Los muchos gobiernos que nos rigen se ocupan de lo accesorio y rebosan de palabrería inane. Me desayuno, ¡hoy domingo! con Pere Navarro que opina sobre la cadera del Rey. Me estropean el almuerzo Rubalcaba, Cospedal, el Cándido Méndez, Soraya Rodríguez, el Toxo, el Artur Mas, y más, y más, todos los días, todos los días. Y los medios ¡venga micrófonos! como si estuviéramos todos ansiosos por escuchar sus opiniones. Y así vamos, al tran tran, a ver si la cosa se arregla sola, el mes que viene salen otras cuantas personas del paro y nuestro equipo gana la Liga. Así que el Sr Rajoy debería dejar el tran tran para el mus. Para mí, si se dedicara sólo a rescatar el largo plazo, de nuestro país que no sólo de nuestras finanzas, y a vencer al nacionalismo, ya me bastaría para considerarle un buen presidente. Y hasta estaría dispuesto a esperarme a ese largo plazo, contra la opinión de Keynes.

Y otro día escribo sobre Friedman.

Tendido de Sol

Anda la sociedad española instalada en algún lugar no muy definido entre el “todo vale”, la indignación que no fue y un marasmo tipo Mar de los Sargazos.

Esta semana he pasado por la Puerta del Sol. ¿La verdad, verdad?: vergüenza ajena, el Kilómetro 0 de España invadido por marginalidad, suciedad, cutrerío, okupación y otros reclamos turísticos. Lee el resto de esta entrada »

Una mañana temprana del invierno de 1984 tomé un avioncito Short, un 330 o un Skyvan, no recuerdo bien, pero en cualquier caso una especie de caja de zapatos con alas, para volar desde Luton, al norte de Londres, hasta Rotterdam. Hacía mal tiempo y llovía. El tamaño del avión me pareció escasillo para lo de cruzar el Mar del Norte, pero yo era ya para entonces un aeronauta curtido y los aviones nunca me han inquietado. Despegamos dando tumbos. Cuando tomamos altura aquello se convirtió en una batidora. Al rato y de repente… ¡crack!: chispazo y nos quedamos a oscuras, sobrevolando el mar gris en medio de la tormenta. La azafata salió de la cabina del piloto para anunciarnos viva voce que no nos preocupáramos, que «todo el problema era que nos había golpeado un rayo y nos habíamos quedado sin electrónica”. Sin radar por ejemplo. Así que el piloto daba la vuelta y nos volvíamos a Luton, y que ya que no teníamos radar, cuando estuviéramos sobre tierra seguiríamos una carretera que nos mostrara el camino de regreso al aeropuerto. Siempre me había preguntado hasta entonces el por qué los aviones llevan faros. Total que aterrizamos, entre camiones de bomberos, nos bajamos, nos ofrecieron otro avión, me monté y nos fuimos a Rotterdam, también con tumbos pero esta vez con éxito.

No negaré que sudé frío. Uno piensa cosas en esos momentos. Pero al mismo tiempo creo que es bueno conservar la calma, como el piloto debió hacer.

Ahora estamos un poco así. Dando tumbos, a oscuras y sin radar. Y vuelvo a sudar frío, Lee el resto de esta entrada »

Esto

Una calleja de Huesca, 1866. Un zagal de 14 años, aprendiz armado de martillo de remendón y escarificador, arregla unos zapatos, mejores para tirados que para remendados. Es un chico fuerte y diestro, rebelde y no muy buen estudiante, seguro que un buen zapatero en el futuro. Pero tiene la cabeza en otro sitio y no parece que se va a conformar con ese modesto oficio.

Calle Valverde, Madrid, 1897. Santiago Ramón y Cajal lee su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Ya es catedrático de Histología en Madrid y doctor honoris causa por la Universidad de Cambridge. En 1906 vendrá el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.

¿Hablamos de la misma persona?

¿Qué ha sucedido entremedias? Pues baste afirmar que los treinta años que separan una y otra calle son prueba innegable de la voluntad de aprender, el afán de superación personal y la inclinación a hacer el bien a través de la ciencia.

Su discurso lo recoge Cajal en Los Tónicos de la Voluntad, que me he releído al alimón con El Arte de Aprender, de su contemporáneo Marcel Prévost, un pequeño clásico de la pedagogía. Al final mi vieja reserva de la Colección Austral me va a servir de algo.

Dirán ustedes que por qué estoy leyendo estas cosas en fin de semana. Lee el resto de esta entrada »

image_statistics_how_to_lie2Hace unos meses estuve curioseando sobre las temperaturas medias, máximas y mínimas de las ciudades costeras españolas para ver de establecer una relación con el turismo. Me asaltó la duda cuando estudiaba la llamada Costa Tropical, que ya saben es la costa de Granada (Motril, Salobreña, Almuñécar, La Herradura). Las temperaturas para Granada son las de la estación de toma de datos del aeropuerto de Granada, que está a 570 metros de altitud, y cuando comprobé que me daba una temperatura mínima extrema de -14,2º, bajo cero, para el mes de enero (16-1-87) comprendí que no me iba a servir, que nadie se iba a creer aquello de “Costa Tropical”. Así que llamé a la Agencia Estatal de Meteorología, desde donde amablemente me explicaron que efectivamente era el caso que en Granada los datos provinciales eran los de su aeropuerto, muy distintos de los de buena parte de la provincia. Pero que no había otros.

Es uno de los problemas de la Estadística, la falta de información. Lee el resto de esta entrada »

Iba a titular este artículo “La Isla de la Desolación” por utilizar una parte del argumento del libro de Patrick O’Brian, pero luego he pensado que bastante desolación hay ahí fuera para encima andar hurgando en la herida.

Así que en su lugar he preferido usar el passacalle de Boccherini del final de la película Master and Commander. Este pequeño quintettino para cuerda de 1780 inspira todo lo contrario a desolación: alegría, bienestar, serenidad, confianza, esperanza… Mucho de lo que nos está haciendo falta a los españoles en estos primeros días del 2009. ¡Que nos ayuden a subir la moral!

«Navegué en la fragata Leopard a las órdenes de Jack Aubrey, a principios del siglo XIX. Hacia la Antártida nos empujó la batalla contra un barco holandés mejor armado que nosotros y, medio desarbolados, chocamos contra un iceberg que nos abrió una seria vía de agua bajo la línea de flotación. Días de agobio y división, pero nuestro capitán conservó la calma, nos contó lo difícil de nuestra situación y su mayor preocupación fue mantener siempre el rumbo para llevarnos a un puerto seguro. Al tiempo que nos hacía achicar agua al menos tan deprisa como entraba en el barco, día y noche. Entonces entendí la insistencia en que los oficiales aprendieran a manejar el sextante con pericia y la vigilancia constante del nivel de agua en la sentina. ¡Acabamos exhaustos, pero nos salvamos! Y tengo suerte de estarlo contando…»

En España tenemos hoy un problema: sólo achicamos agua. El capitán no sabe qué rumbo tomar para llegar a puerto y reparar los daños. Y como no sabe, él y sus oficiales se han puesto también a achicar agua con los marineros y han abandonado el sextante (o GPS) y el timón. Y así estamos, cada día más cansados y sin saber adónde vamos. Las mujeres y los niños primero…

Como marinero raso, mientras achico agua por la noche, pienso en las cosas que el capitán tendría que resolver, si no quiere que le monten el Mutiny on the Bounty:

1. Trabajo: liberalizar el mercado de trabajo y abaratar costes sociales, única manera de que las empresas aumenten las contrataciones.
2. Agua: conseguir el equilibrio hidrográfico de España, con criterios estrictamente técnicos y económicos, por encima de intereses nacionalistas.
3. Energía: mejorar la independencia energética. El lobo de Gazprom ha enseñado las orejas. Hay otros lobos. La energía nuclear es la única defensa.
4. Educación: exigir rendimiento, formar profesorado, invertir, aumentar titulados técnicos, mejorar la formación profesional de grados bajo y medio. Impulsar la enseñanza del inglés.
5. Burocracia: reducir los trámites para todo, especialmente para la formación de empresas.
6. Administración pública: reducir el peso de la administración pública y el número de funcionarios. Replantear el sistema autonómico. Eliminar o privatizar televisiones y otras empresas públicas.
7. Inversión del estado: en proyectos de efecto multiplicador, apuesta decidida por el tráfico ferroviario de mercancías, puertos, distribución de agua, energía e internacionalización.
8. Tecnología: mejorar la infraestructura tecnológica de la administración en áreas como la justicia y la sanidad. Obligar a mejorar la entrega de banda ancha. Formación para empresas y particulares.
9. Fiscalidad: conseguido el adelgazamiento de la administración pública y de la burocracia, reducción de impuestos y costes sociales para empresas y familias.
10. Pensiones: asegurar las pensiones para las personas más desfavorecidas, iniciar un sistema de capitalización complementario al actual de reparto, mejorar la fiscalidad de las pensiones privadas.
11. Finanzas: mejorar el acceso al crédito para familias y empresas. Incentivos para la financiación de proyectos innovadores o exportadores. Planificar el desapalancamiento externo del sistema financiero. Despolitizar y cambiar el régimen jurídico de las cajas de ahorros. Mejorar la supervisión de los mercados.
12. Inmobiliario: ampliar el mercado de alquiler de inmuebles modificando la ley de arrendamientos para incentivar a los propietarios. Replantear el urbanismo para abaratar el precio del suelo y proteger el medio ambiente.

Convénzame el capitán de que está dispuesto a enfrentarse a todas estas cosas y alguna más que seguro me estoy dejando. Póngame plazo. Soy un marinero viejo, pero si estoy convencido de que sabe el rumbo estoy dispuesto a seguir dando vueltas al torno de la bomba de achique mientras me queden fuerzas. Y si no me convence… bueno pues si no me convence, me quedan dos salidas, conseguir una balsa y tirarme por la borda, o invitar a que hagamos lo mismo con el capitán y los oficiales…

Si no achicas agua, te hundes. Pero si no sabes hacia dónde navegas, no puedes llegar a puerto y más pronto o más tarde te ahogas.

Mientras tanto, aquí va el passacalle, a ver si ayuda algo a dejar atrás la tormenta.

William: ¡beat to quarters!

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