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Sitúan la anécdota en el parlamento británico, pero bien nos la podríamos aplicar. Dicen que hace unos veinte años se votaba una propuesta que tenía como opciones instalar televisiones en las cárceles u ordenadores en los colegios. Ganó la televisión, con el voto unánime de gobierno y oposición. Extrañada la prensa por la coincidencia, un diputado les aclaró el sentir general: pensaban todos los diputados que al colegio ya no iban a volver…
Es normal que la gente nos preocupemos más por lo que nos puede afectar y pongamos en segundo término aquello de lo que creemos estar a salvo. Puesto en ese plan, yo tendría que preocuparme más por el Alzheimer que por el paro, por un decir. A mi edad, el desempleo ya no puede afectarme.
El Alzheimer… ojalá no, pero poder, puede. Así que de vez en cuando me fijo en las noticias que aluden a ese mal. Me entero así de que el coste de la enfermedad en España se estima en 37.000 millones de euros anuales y de que en muchos países –Estados Unidos por ejemplo- es la enfermedad que crece a mayor velocidad. En España, la CEAFA –Confederación Española de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias- decía en 2005 que la previsión era que la cifra de ese año, 600.000 enfermos, se doblase hacia 2025, o sea después de 20 años. Lo ha hecho en 8 ó 9 y hoy tenemos ya 1.200.000. Es lógica la inquietud.
Pero bueno, en realidad me he ido por la ramita del Alzheimer porque esta semana leía sobre un estudio epidemiológico que relacionaba la enfermedad con la exposición al insecticida conocido como DDT. Y ello me ha hecho pensar en el uso de los principios de esa ciencia, la epidemiología, en otros campos, el social en particular.
Porque yo venía hoy a hablar otra vez del desempleo, aunque no me pueda ya afectar. Porque creo que el desempleo es la mayor enfermedad social que padecemos, con la que nuestra sociedad, empresas, sindicatos, políticos, anda bastante acostumbrada a convivir. Sobre todo, porque buena parte de la gente que trabaja y cuenta con cierto poder de decisión se siente exenta del riesgo de caer en él. El problema está en que ese riesgo que a nivel personal no sienten, mientras se entretienen en otras cosas, sí es un altísimo riesgo para el cuerpo social. Porque con los niveles de desempleo que tiene España, todo la estructura social y económica de nuestro país está en peligro: presupuesto del estado, estabilidad o crecimiento empresarial, educación, pensiones o sanidad -cuidado de los enfermos de Alzheimer incluido-. El Estado del Bienestar en su conjunto puede bien extinguirse o verse seriamente mermado, si el desempleo no se reduce sensiblemente. Señales de alarma ya hay.
Y por eso me acuerdo de la Epidemiología. Dicen que esa ciencia está en la intersección entre las ciencias biomédicas y las ciencias sociales. Sus armas: la demografía y la estadística. Su objetivo: estudiar y controlar las enfermedades en grupos sociales bien definidos (personas expuestas al DDT, por ejemplo). Y apoyándose en ello, intentar encontrar remedios.
No sé, la verdad, si existe un equivalente de esa ciencia dentro de la Sociología, pero creo que el desempleo en España, por su dimensión, demanda mucha más ciencia que la que se aplica. Me he mirado con algo de detenimiento la Encuesta del INE sobre la Población Activa de este mes pasado y creo que su metodología adolece de no profundizar en las causas. Ubica el desempleo geográfica y demográficamente, pero no entra en muchas cuestiones sociológicas que podrían ayudar a dilucidar dichas causas.
He pensado que tal vez ése no sea el papel del INE, así que he mirado en el Centro de Investigaciones Sociológicas. El último estudio que figura en su web que tenga una relación con el desempleo, es de noviembre de 2012. Se trata de una encuesta cualitativa, que yo calificaría de menor, sobre “Juventud, Formación y Empleo”, en relación con algunos licenciados universitarios. Mientras tanto, todos los meses su propio Barómetro interroga a la población, que contesta de forma abrumadora que su mayor preocupación es el paro. ¿Por qué el CIS, pues, no dedica más recursos a estudiarlo? Educación –profesorado, curricula, especialidades, universidades, formación técnica-, habilidades sociales, idiomas, emprendimiento, industrialización, tecnología, política fiscal, tamaño de las empresas, comunicación, familia, hay montones de factores que estoy convencido de que tienen impacto sobre la generación de empleo por la empresas y la “empleabilidad” de las personas.
Mientras escucho que casi el 90% de los cursos de formación organizados alrededor de la Fundación Tripartita son percibidos como inútiles o casi, en la web del Ministerio de Trabajo encuentro lo siguiente, que copio literal: «Informe de ejecución del Plan Anual de Evaluación de la calidad, impacto, eficacia y eficiencia del conjunto del subsistema de formación profesional para el empleo 2012. Continuar la línea de estudio iniciada en 2012, en cumplimiento de lo establecido en el Real Decreto 395/2007 que pueda servir para introducir mejoras en su funcionamiento». ¡Bien! me digo, parece interesante. Pero…
¿Estado?: «Pendiente de inicio. Se ha reperiodificado y continuará en 2014″… ¿Cuántas cosas tienen más importantes que esto?
Los ejemplos anteriores muestran que nuestras prioridades sociales no están suficientemente enfocadas. Hace falta más investigación sistemática, con mucha más intensidad, imaginación y coordinación de lo que, yo creo, se está haciendo. La EPA vale para entretener cada tres meses, recordándonos lo mal que estamos. Pero de poco más. Lo que de verdad importa analizar a fondo son las causas –el DDT no es- y las posible soluciones. Y a partir de ahí… ¡acción!
La historia es de Saki: “The Seventh Pullet”. No me resisto a exprimirla. Cuenta su personaje Blenkinthrope a sus colegas de tren, lo sucedido en su gallinero el día anterior: ha entrado una serpiente y, una a una, ha ido matando a seis de sus gallinas menorquinas. Primero las ha hipnotizado con su mirada ofidia y, una vez dormidas y quietas, las ha mordido y muerto. Pero Blenkinthrope tenía siete gallinas. La séptima era una Houdan, una raza francesa característica por una cresta a modo de flequillo, que le tapa los ojos. Total, que la séptima gallina no ve ni a la serpiente ni a sus ojos y por tanto el hipnotismo no funciona. Lo único que distingue la houdan es una cosa que se mueve por el patio, así que se dedica a picotearla hasta que es ella la que mata a la serpiente.
La historia dentro de la historia es que Blenkinthrope usa un cuento inventado para ganar popularidad entre sus amigos, pero dejémoslo pasar. Yo creo que el argumento nos puede ser muy útil.
Porque mi notable experiencia como televidente, que ya me hubiera gustado que fuese menor, me lleva a pensar que vivimos hipnotizados la mitad del tiempo. Mucha serpiente hay. Asoman por la pantalla a cada rato. No en “Cazadores del Pantano”, no, ahí son cocodrilos, mucho menos peligrosos. Es en los canales. Enciendes y ¡zas!: Cándido Méndez. Cambias de canal y ¡toma!: un diputado multifasciato –especie muy abundante-. Y así canal a canal. Hay que andar con mucho cuidado, porque han tenido y tienen a mucha gente hipnotizada y su picadura es muy dolorosa y hasta mortífera.
Así que mi recomendación, a todo el que pueda, es dejarse flequillo y picotear de forma indiscriminada a políticos y sindicalistas, que es lo más seguro para sobrevivir. Yo, como no voy a poder, siempre llevo el mando a distancia en la cintura, como el cuchillo de “Cocodrilo Dundee”.
Bueno, la cuestión es que tomé doce clases, me examiné, me suspendieron, me volví a examinar y finalmente aprobé. Mi mujer, que estaba en el mismo caso que yo, aprobó a la primera, lo que en casa me ha servido de recordatorio intermitente de la pobre base de la arrogancia masculina en eso de conducir.
Todo esto va a cuento de que de los varios exámenes de conducir con que me enfrenté el siglo pasado se me han quedado un par de cosas grabadas, aparte de lo de no soltar el embrague de golpe. Una es la de mirar siempre bastante por delante. En parte es instintivo pero es bueno ejercitarse en ello. La otra es lo de la visión periférica. Todos la tenemos, pero conviene tener un cierto método en su uso, que es por lo que me suspendieron los ingleses. Los examinadores son maniáticos con los retrovisores y les tienes que demostrar que miras, antes, durante y después de la maniobra. No vale aquello de, “sí cariño, ya lo había visto”.
Cosas que serían de utilidad para el debate este económico que tenemos ahora. Lee el resto de esta entrada »
Calle Valverde, Madrid, 1897. Santiago Ramón y Cajal lee su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Ya es catedrático de Histología en Madrid y doctor honoris causa por la Universidad de Cambridge. En 1906 vendrá el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
¿Hablamos de la misma persona?
¿Qué ha sucedido entremedias? Pues baste afirmar que los treinta años que separan una y otra calle son prueba innegable de la voluntad de aprender, el afán de superación personal y la inclinación a hacer el bien a través de la ciencia.
Su discurso lo recoge Cajal en Los Tónicos de la Voluntad, que me he releído al alimón con El Arte de Aprender, de su contemporáneo Marcel Prévost, un pequeño clásico de la pedagogía. Al final mi vieja reserva de la Colección Austral me va a servir de algo.
Dirán ustedes que por qué estoy leyendo estas cosas en fin de semana. Lee el resto de esta entrada »
What the cynics fail to understand is that the ground has shifted beneath them, that the stale political arguments that have consumed us for so long no longer apply (Lo que los cínicos no entienden es que el suelo se ha movido bajo sus pies, que los argumentos políticos rancios que nos han consumido durante tanto tiempo ya no son válidos). Barack Obama, 20 de enero de 2009.
Bueno, reconozco que el discurso de investidura del presidente Obama está bastante bien. En el mismo Wall Street Journal que lo leo hay un resumen sobre Estados Unidos que es útil para saber de dónde arranca este hombre. Desempleo, 7,2% (11,9% entre la población negra) y más cosas, pero lo que llama mi atención es un comparativo de cifras bajo diferentes presidentes y una tendencia especial: afiliación a sindicatos, 24,5% en 1977, 17% en 1989, 13,6% en 2001, 12,1% en 2007. Un descenso verdaderamente preocupante, supongo que sobre todo para los propios sindicatos.
¿Y cómo estamos en España? Pues la verdad es que no he conseguido enterarme todo lo bien que a mi me gustaría, porque salvo error los sindicatos no dicen ni pío. Ni UGT, ni Comisiones Obreras, ni USO dicen con cuántos afiliados cuentan. El Ministerio de Trabajo e Inmigración, sí que dice, a través de la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (2007) que la afiliación total es del 15,8%. No veo datos de años anteriores. Pero sí hay algunas cifras más que son interesantes: en la administración pública la afiliación es del 31,1%, en banca el 32,2%, en actividades sanitarias el 31,5%, en empresas de más de 250 trabajadores el 29,6%. Los jóvenes hasta 24 años pasan del tema, 9,6%, los empleados de pequeñas PYMES de menos de 11 empleados, pasan igualmente, 4,9%.
Perdonen la sopa de porcentajes, pero si se estudian la tabla (www.mtin.es), creo que llegarán a las mismas conclusiones que yo:
1. Los sindicatos en España únicamente representan a algo menos de un trabajador de cada seis.
2. Los afiliados a sindicatos son mayoritariamente personas con empleos históricamente considerados muy seguros, que temen perderlo (funcionarios, empleados de la seguridad social, empleados de banca y empleados de grandes empresas)
La propia UGT traduce el informe del European Trade Union Institute -ETUI- (2005) en el que reconoce la preocupación general por el descenso continuo de las afiliaciones –salvo en Escandinavia por razones específicas-, que en algunos casos es de cerca del 50% en 20 años, tal como en Estados Unidos. En Francia, por ejemplo, la afiliación parece estar ya por debajo del 10%. ¿Las causas? Cito a ETUI:
• En la mayoría de los países, los sindicatos ofrecen relativamente pocos servicios a los desempleados. En consecuencia, la mayoría de los afiliados que se convierten en parados abandonan su afiliación.
• El empleo está cambiando de la industria al sector privado de servicios (en el que las tasas son más bajas).
• Los sindicatos permanecen anclados en el pasado, deben modificar su imagen y tienen que convencer a los afiliados potenciales de que tienen una razón de ser. Las prácticas sindicales son formales y anticuadas y están dominados por personas de mediana edad con imagen asociada fundamentalmente a hombres y empleados en trabajos manuales.
• Al liderazgo sindical a menudo se le considera “desconectado” de la realidad actual de la empresa.
Si por Milton Friedman hubiese sido, los sindicatos habrían simplemente desaparecido. No me atrevo a llegar a tanto, pero sí a exponer mi duda de que la declaración que el Sr. Rodríguez Zapatero firmó el 8 de julio de 2004 con sindicatos y CEOE sobre el “diálogo social” sea justa o factible. Cuando la declaración indica que “es preciso apostar por un modelo de crecimiento económico equilibrado y duradero basado en la mejora de la competitividad de las empresas y en el incremento de la productividad”, debió darse cuenta de que el objetivo de los sindicatos es otro. Por su composición los sindicatos me parecen más un grupo de presión (vale, esto es de Friedman…) de gente con trabajo que quiere salvaguardar todo lo que considera derechos adquiridos, que un colectivo dispuesto a ayudar a resolver los problemas del país, el desempleo sobre todo.
Así que ya puede nuestro presidente ir pensando en otras excusas para no mover ficha.
What the cynics fail to understand is that the ground has shifted beneath them…
Lectura relacionada: Los Mártires de Chicago.
Bueno y si han llegado hasta aquí, se merecen un premio por el ladrillo sindical, así que vamos a pensar que firmar aquella declaración fue…culpa del Cha-cha-chá… ¡a ver si ayuda a que nos animemos!
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