Leo que los cuentos de Aldecoa se estudiaban en las escuelas. Yo nunca me tropecé con ellos. Hace unos días supe de su amistad con Rafael Sánchez Ferlosio y su mujer, Carmen Martín Gaite y el grupo de escritores neorrealistas de lo que se ha llamado la “generación del medio siglo” y me di cuenta, una vez más, de mi ignorancia. Nada sabía sobre Aldecoa o su obra.
Lo he remediado en parte con el Viento Solano. Me parece una obra obligada para los amantes de la lengua castellana y para entender a la España de la época y a tanta gente que nos pasa desapercibida, que come en tabernas y duerme en pensiones baratas. La compasión de algunos, la soledad de muchos. Cabeda, el expresidiario que vive en una habitación compartida de pensión, el faquir de feria, muestran a Sebastián que la bondad y la solidaridad son posibles frente al mundo bronco en el que él se ha desenvuelto.
Y un hilo conductor, desde el lunes de Santa María Magdalena hasta el sábado en que se entrega que algo tiene de calvario, en que el protagonista reflexiona sobre el fatalismo y su contrición, mientras lamenta no haber apreciado más el amor de Lupe, la mujer que intenta sacarle de su espiral miserable. Sebastián al final asume su rendición y Aldecoa detiene, más que acaba, la novela.
Excelente prosa, cruda, fuerte como el aguardiente y que retrata bien a todos los personajes, hoscos o generosos. Su relato de los bajos fondos tiene mucho de experiencia personal. Tanto en Salamanca, donde empezó a estudiar como en Madrid, dicen que pasaba más tiempo en las tabernas que en las aulas. Le sirvió. Y Baroja (Trilogía de la Lucha por La Vida), también se atisba.
Han querido mis existencias bibliográficas que haya leído primero este libro, la visión detrás del espejo, del guardia al que Sebastián mata, que es la trama de la novela anterior de Aldecoa, El Fulgor y La Sangre. Ya la encontraré.
“Con el Viento Solano” es una de las obras en las que la película que se hizo sobre ella casi iguala en renombre al libro. Mario Camús (Los Santos Inocentes, La Colmena) escogió, yo creo que con acierto, a Antonio Gades para el papel del gitano Sebastián Vázquez. Todavía no la he visto.
Me gustaría pintar un mundo de color de rosa, pero lo que me rodea es más bien gris
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