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En la película «El Verdugo» de Luis García-Berlanga (Martí), Pepe Isbert, a punto de su jubilación, acaba convenciendo a Nino Manfredi -enamorado de su hija Emma Penella- de que acepte el puesto de verdugo -por entonces funcionaba en España el llamado «garrote vil»-, seguro y bien pagado, con el aquél de que «nunca vas a tener que ejercer porque todas las ejecuciones se acaban cancelando». La genialidad de la película de Berlanga, con varias de las suyas, ha dado en que se proponga -José Luis Borau, 2009- que la RAE acepte el término «berlanguiano» en el diccionario. Habíamos pensado en hilar lo del cineasta Berlanga con el funcionario Berlanga (Arona), pero la verdad es que lo que Luis García-Berlanga retrataba en sus películas y lo que está pasando con José Vicente Berlanga (Arona) y Enusa, la empresa del SEPI (60% SEPI, 40% CIEMAT), que gestiona el negocio del uranio en España, tienen poco en común.

 

En «Plácido», «La Escopeta Nacional», «Bienvenido Mr. Marshall» o «La Vaquilla» está lo berlanguiano de verdad, mezcla de humor, caos sainetero, esperpento y crítica social, pero también indulgencia, comprensión y amargura por el sufrimiento de la gente en un entorno difícil. Y una cierta grandeza. El nombramiento del funcionario Berlanga (Arona) como presidente de Enusa nos parece simplemente un insulto a la inteligencia de los españoles por parte del ministro de turno, José Luis Ábalos. De cara muy dura, si queremos ser duros.

 

Porque José Vicente Berlanga (Arona) es, con todo el respeto que nos puede merecer como profesional en lo suyo, un funcionario «del montón». Sin ánimo peyorativo, simplemente que seguro que como él o con méritos parecidos hay miles en España. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (1983), con 31 años de antigüedad en la Administración Pública, de los que 12 en el sindicato FSP-UGT, componen un C.V. de una docena de páginas que recoge meticulosamente su asistencia a numerosos cursos sobre orientación al empleo, educadores de escuelas infantiles, informática, logopedia o animación socio-cultural.

 

Todo muy apropiado para lo del uranio.

 

Pero bueno, el hecho es que a Berlanga (Arona), «se le apareció el santo», en la forma de ministro amigo, «amiguete», valenciano, que le ha arreglado el roto que sufrió en su retribución bruta de 2016, como director de la Fundación Deportiva Municipal de Valencia -FDM-, de EUR 85.000 a EUR 64.000 anuales -por las protestas, parece, del grupo Compromís con el que el PSOE comparte gobierno en Valencia-. Y le ha fijado una nueva de… EUR 210.000 (+228%, por si no tienen la calculadora a mano).

 

FDM organiza carreras populares, campeonatos de volley-playa, fomenta el deporte en colegios y cosas así, que está muy bien. Presupuesto EUR 12 millones/año. Gasto sobre todo -que explica someramente en un folio de su página web.-, porque está mantenida mayoritariamente por el Ayuntamiento. Enusa tiene un activo de EUR 497 millones, ventas (2017) por EUR 291 millones y se dedica a la fabricación de elementos combustibles para reactores nucleares, productos para medicina nuclear y a la expedición de residuos radioactivos de baja y media actividad y ha manejado en 2017 1.119 cisternas de mercancías peligrosas.

 

España no es un país neutro en lo del uranio. Tiene un yacimiento en Retortillo (Salamanca), cuya explotación está en proyecto por la minera australiana Berkeley. Y tiene sin resolver el tema del Almacén Temporal Centralizado de residuos nucleares de Villar de Cañas (Salamanca). Y sigue debatiendo la prolongación, o no, a 60 años de la vida útil de las 6 centrales nucleares que operan en España y tiene importantes convenios internacionales (Eurodif, Euratom). Unos pocos temas, desde la ignorancia, que parecerían justificar que al frente de Enusa estuviese alguien con criterio y experiencia para actuar de guía y contrapeso a los fuertes intereses económicos y sociales lógicos en esta cuestión.

 

No nos parece que Berlanga (Arona), sea esa persona. Si algo nos parece es… otro ejemplo de «La Escopeta Nacional».

 

P.S.: Recomendación. Visto que, suponemos, el Sr. Berlanga (Arona) residirá en Valencia, nos atrevemos a proponer que le envíen el sueldo a su casa y que no tenga que ir a tocar cosas en Enusa, no vaya a cogerle el gusto (que se lo pregunten a Manfredi). Que eso se lo dejen a los técnicos y ya nos apañaremos por un tiempo. Y Compromís que diga misa…, que es por el bien de todos.

clownicCreía que había terminado con esto de la basura. Pero esta semana una pequeña noticia me ha vuelto a empujar a alcantarillas y vertederos. ¡Maldita sea!

“Bad wipes”, les llama un periódico gratuito para ingleses del norte de la Costa Blanca. Habla de los “wet wipes”, las toallitas húmedas que llevo años viendo por casa cuando a alguno de mis nietos le cambian el pañal y que poco a poco han ido ganando popularidad general. Y no sólo para culitos pequeñitos. Se lamentan en Jávea de que les están apareciendo en la playa, porque las toallitas esas que arrojamos a la taza del WC son recalcitrantes, o sea no se biodegradan, o lo hacen muy lentamente, sobreviviendo a su paso por las alcantarillas hasta aparecer en lugares insospechados. O no aparecer, que no se sabe qué es peor. Dicen que el costo para las compañías que gestionan agua y alcantarillado en España es de entre € 500 y € 1.000 millones al año.

Efectivamente, los “wet wipes” se han convertido en un serio problema medioambiental. Otro. Los ingleses ya han bautizado como “fatbergs” las acumulaciones de toallitas húmedas, grasa –»grasa amarilla» por el aceite de cocina usado y grasa marrón por «FOG» o «fat, oils and grease»- y otras porquerías que bloquean sus alcantarillas. Con algún caso de récord, como el fatberg de 15 toneladas que sacaron en Londres en 2013. Y hace unos días Thames Water se ha topado con otro de 40 metros de largo y 10 toneladas, con un coste de reparación para la tubería de € 600.000 euros. Empiezo a explicarme lo que dicen en Jávea. O sea que mientras los icebergs encogen en el océano los fatbergs crecen bajo nuestras casas. Vaya panorama. Y lo dejo ahí.

Pero como estaba por la zona (la perineal, no la de Jávea) me he puesto a pensar en los pañales desechables. Como padre y abuelo confieso con toda humildad y cierta contrición que me he librado de cambiar pañales durante más de cuarenta años. Sólo recuerdo haber cambiado tres. El último hace poco, a mi nieto pequeño, que esperó a que la abuela me dejara solo con él para obsequiarme y requerir mis servicios de higiene, para los que ya entienden que carezco de la más mínima experiencia. Por mucho que quieras al bebé, no me parece una cosa precisamente grata. Hoy he hablado de ello con mi esposa, que calculo que habrá cambiado algo más de 36.397 pañales (unos 27.300 a sus tres chicos y otros 9.100 por lo que le ha tocado de sus cinco nietos, menos mis 3…). Con nuestros dos primeros hijos los pañales desechables no existían. Los descubrimos en 1976. O sea que llevan por ahí unos cuarenta años. Quería yo contrastar el problema medioambiental de los pañales desechables con su conocimiento experto en el uso de pañales de ambas clases. Le he dicho que los desechables, entre plástico y celulosa, tardan hasta 500 años en biodegradarse y que se acumulan en los vertederos. Que la materia fecal que contienen se va filtrando y contamina los acuíferos. Que consumen en su producción más del doble de agua de la que se gasta en lavar un pañal reutilizable. Que los desechables contienen poliacrilato de sodio, una materia superabsorbente cuyos posibles efectos nocivos se siguen discutiendo. Que pueden tener dioxinas (otra vez las dioxinas), originadas en la fabricación de la celulosa y que para la misma se gastan un montón de árboles. Que son caros: casi € 2.000 euros por niño (9.100 pañales a unos 20 céntimos la unidad, más o menos cuatro veces lo que los reutilizables en coste de agua, electricidad y detergente). Me ha contra-atacado con las rozaduras, el olor, las manchas en los pañales, el lío de las lavadas o las fugas por las juntas. Todo lo cual seguro que tendrá remedio, pero exige recuperar una nueva cultura sostenible en este tema y asumir que el rollo de los pañales reutilizables da más trabajo pero es más razonable para nuestra especie. Pero dudo que la mayoría de progenitores estén dispuestos a asumirlo. ¿Teniendo una solución más o menos fácil por qué complicarnos la vida? Unos pocos pañales más no serán tanto problema. Bueno, unos pocos no, algunos más. Como estimación, en Estados Unidos se venden 27.400 millones de pañales desechables cada año, de los que el 92% acaba en vertederos. Pese a que los pañales reutilizables han cambiado, las lavadoras y secadoras funcionan, los detergentes son buenos, etc., soy bastante escéptico -y en casa además no tengo ninguna autoridad- en que se solucione esta cuestión. Mucho esfuerzo de re-educación haría falta y no tengo claro quién puede acometerlo. ¿Los fabricantes de lavadoras o detergente, tal vez?

¿Qué mal, no? Pues prepárense: en Japón el negocio de los pañales desechables para adultos superó al de los infantiles hace ya cuatro años. Vale que son líderes en baja natalidad y tienen una esperanza de vida cada vez mayor, pero en España les seguimos de cerca en ambas cosas y hasta podríamos adelantarles. Ahora sí que me estoy empezando a preocupar.

Total, que tengo que rectificar: lo de “Wall-e” es un cuento y efectivamente no se parece a la realidad, por lo menos a la de nuestro mundo “desarrollado”. Bueno, en lo único que se parece es en que seremos todos –casi todos- gordos. De resto, no navegaremos por el universo en una nave fantástica. No. Surcaremos la Tierra sobre un océano de basura compuesta de restos de comida, grasa, pañales usados y wet wipes, confiando en no chocar contra un fatberg y hundirnos. Mientras toca la orquesta.

Y sí, ya sé que me ha quedado esta historia un poco apocalíptica. Es que lo de los pañales para adultos me ha desestabilizado…

Wall-E7Me había pasado inadvertida, lo que es imperdonable. Pero este año, gracias a mis nietos, he descubierto la película “Wall-E”. “Waste Allocation Load-Lifter, Earth-Class”. O sea un robot basurero. La deberían pasar en los colegios y que fuera parte de las enseñanzas clave a nuestros chicos. Pero sobre todo nos la deberían hacer ver a todos los “no chicos”. A esos que creemos que tenemos uso de razón, mientras a base de ignorancia, inconsciencia y hedonismo nos dedicamos a destruir el planeta.

En “Wall-E” el planeta Tierra ha sido abandonado, la vida se ha extinguido –sólo queda una cucaracha- y nuestro mundo es un desierto polvoriento cubierto de basura, en el que después de 700 años siguen funcionando los anuncios luminosos gracias a… la energía renovable. Lo que queda de la especie humana surca despreocupada el Universo en la nave “Axiom”, a base de tumbonas electrónicas –la obesidad les impide caminar- y viendo televisión todo el rato mientras sorben comida líquida, que así no hay que masticar. La película es magnífica y se ríe uno, mucho, gracias al robot sentimental y su compañera Eve –Extraterrestrial Vegetation Evaluator- y bueno, una pequeña planta nos devuelve la esperanza. Pero en el fondo da miedito, miedito. Miedo. Porque aquello de “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” aquí no es cierto. Demasiadas coincidencias.

BASURA Y EMISIONES.-

He estado rebuscando en esto de la basura. No es un tema fácil en cuanto a estadísticas, porque los criterios sobre lo que se considera desecho, su clasificación y la evaluación de su daño ambiental varían por países o regiones. La EPA, -la Environmental Protection Agency de Estados Unidos- tiene una herramienta, el modelo WARM, -por Waste Reduction Model- que ayuda a evaluar el impacto potencial de diferentes iniciativas relacionadas con los grandes grupos de basura que se producen en su país. Tomando California como ejemplo, sus ciudadanos -37 millones en 2009- arrojaron ese año 12,5 millones de Tm de basura a sus vertederos, de los que el 10% era alfombra, el 31% papel, cartón, plástico, aluminio y otros metales, el 10% madera y el 49% restos de comida. WARM permite calcular que el adecuado tratamiento de esos materiales (reciclaje, compostaje, etc.), permitiría reducir las emisiones de GHG –greenhouse gases o gases de efecto invernadero- en 29,5 MTCO2e –millones de toneladas de CO2 equivalente-. De los que el 32% por las alfombras, el 41% por el papel, plástico y metales, el 7% por la madera y el 20% por los restos de comida. El gran problema es la falta de discriminación: la basura llega a los vertederos toda mezclada y no es económicamente viable separarla. Solución: enterrarla.

Por las cifras de arriba parece que los californianos tienen un problema con sus alfombras: tratar el 10% de su basura les ahorraría el 32% de sus emisiones y buscar soluciones –probablemente a través de la propia industria de las alfombras- parece una buena apuesta. Pero en cuanto al resto, es la comida la que complica la cosa, porque aunque supone prácticamente la mitad de la basura (en California), el ahorro en emisiones es proporcionalmente bajo. Y además la discriminación no está, en su mayor parte, en manos de la industria sino de los individuos. O sea en nuestras manos. Y de la misma forma que, quienes tenemos algo de conciencia sobre el tema, vamos diligentemente a los contenedores de vidrio, cartón, plástico o metal, luego nos acercamos al contenedor general y echamos una bolsa con contenido variopinto de restos de comida y todo lo inclasificable, cuyo único denominador común es que nos sobra en casa.

EL VERTEDERO.-

Pasa el camión y se lo lleva a un vertedero. Alguna vez una inoportuna huelga hace que se acumulen las bolsas junto al contenedor y ¡uy qué malotes! los basureros. ¡Está esto lleno de olores, insectos y otras alimañas…! Pero si la basura acaba en el vertedero está todo perfecto.

Si en Estados Unidos las estadísticas sobre basura tienen sus dificultades, en Europa sospecho que el problema es mayor. Esta tabla

Waste_generation_by_economic_activities_and_households,_2012_(thousand_tonnes)_YB15

con todo el respeto a Eurostat, tiene para mí algunas incongruencias, como que el desecho de la construcción y demolición sea casi diez veces más en Francia que en España. O que los daneses generen casi un 50% más de basura por persona que los españoles. Tal vez sea, pero lo que sospecho es que lo que los franceses, daneses o españoles llamamos basura no es exactamente la misma cosa.

En cualquier caso, en medio de la barahúnda estadística queda alguna cosa medio clara:

1. Los 505 millones de habitantes de la UE-28 generamos, directa o indirectamente, casi 5 Tm de residuos por persona al año. Según Eurostat (2012), 4.985 kilogramos para ser exactos

2. De esa cantidad, la mayor parte corresponde a construcción y demolición (33%) y minería y canteras (29%), cosas en la que los individuos poco podemos hacer, aparte de tomar conciencia e intentar influir en las normativas. Intentar.

3. La basura doméstica supone 213 millones de Tm (21,2 millones en España), a razón de 423 kilos por persona (453 en España, kilo y cuarto al día).

EL GAS DE VERTEDERO Y EL METANO.-

¿Qué sucede con la parte de todo esto último que acaba en vertederos? Pues que esa masa de variados productos y sustancias (50% de todo ello comida, según los californianos), distribuida en capas cubiertas de tierra, se va descomponiendo, biodegradando, a diferentes velocidades y con múltiples reacciones químicas –la digestión anaeróbica-, produciendo como uno de sus resultados lo que se denomina “gas de vertedero” (LFG o “landfill gas”) que lenta pero inexorablemente va encontrando su camino a la atmósfera. El LFG es básicamente metano -CH4- (40% al 60%) y el resto CO2, con algunos condimentos bastante indeseables como azufre, benceno, tolueno, cloro, flúor o bromo. Todo eso se suma al aire que respiramos. Y el metano es, además un gas con un potente efecto invernadero, porque su capacidad de atrapar calor es más de veinte veces superior a la del CO2. Es por ello que pese a su relativa corta vida en la atmósfera es considerado un “forzador climático a corto plazo”.

O sea que hay que cargarse el metano de los vertederos. El gas de vertedero, aunque menos calorífero que el gas natural, que es básicamente metano, también arde. Pues otra solución: se hinca un tubo gordo, se recogen los gases en profundidad, se pone un mechero, una chimenea alta y se quema el gas -el que se captura, que no es todo ni mucho menos-, con o sin aprovechamiento de energía. Claro que ello puede traer algunos problemas. Algunos fatídicos para las pobres aves rapaces que se posan en la chimenea sin saber que hay un mechero al acecho (vertederos atraen roedores, roedores atraen rapaces). Otros menos evidentes, como que en la combustión del LFG, si no hay un buen proceso de filtrado previo a la combustión, en la misma se producen las llamadas dioxinas y furanos, compuestos químicos proclives a regresar a la cadena alimentaria y que definitivamente no queremos encontrarnos en nuestra sopa.

LA DIFÍCIL MEJORÍA.-

O sea que mal. Lo de la basura es un mal rollo y con una solución complicada a menos que los políticos y sobre todo los individuos nos impliquemos. California, que se fijó como objetivo reducir sus emisiones por vertederos de 427 MTCO2e en 1990 a 85 MTCO2e en 2050, estaban en 478 MTCO2e en 2008. O sea que para atrás en lugar de mejorar. A nivel global, las emisiones de metano hasta 2030 se teme que aumenten hasta un 45%. También para atrás.

Una propuesta principal de la EPA en Estados Unidos es reducir la cantidad de comida que va a la basura y fomentar las redes de compostaje, para la descomposición aeróbica de los restos que lo permitan (vegetales, frutas, cáscaras de huevo, etc.). Sus estudios van indicando que resulta en conjunto más económico discriminar lo que tiramos a la basura y fabricar compost con buena parte de ello que llevarlo al vertedero. Y además los empleos que se crean están mejor pagados que otros en esa industria.

PROPÓSITO.-

¿Y usted y yo, qué hacemos? Asumiendo que haya leído hasta aquí… Bueno, yo, como pista, he optado por una compostera clandestina, en plan “moonshining” inverso. Y así espero producir un par de cientos de kilos de compost al año, lo que será menos basura en mi vertedero, que no sé dónde está, menos metano, menos dioxinas y cosas así. Y de paso me toca caminar hasta el escondite, a ver si así consigo no acabar como los pasajeros del Axiom… Por ahora el Seprona no me ha localizado, pero cuando lo haga seguro que vamos a tener una interesante charla.

P.S. Y en esta apasionante campaña electoral que nos amenaza ¿alguien ha oído a algún político hablar de estas cosas?

Les dejo con, «Down to Earth», por Peter Gabriel:

SalvadorEn octubre de 2012 me llevó mi trabajo a Brasil. Las finanzas de mis viajes, a su vez, me hicieron pasar mi primera noche en Salvador de Bahía, en una escala camino de São Paulo. Aterrizamos ya oscurecido, cuando el enlace de autobús entre el aeropuerto y la ciudad, a distancia considerable, es una incógnita. Algunos presuntos pasajeros aguardaban tranquilos, resignados a la irregularidad o inexistencia de ese autobús pero yo, cuando una amable pareja de brasileiros mayores me ofreció compartir un taxi, me apresuré a aceptar. Una fulgurante carrera en un vehículo sin amortiguación y un lateral inquietantemente hundido por un golpe, nos llevó en volandas y me depositó -mis compañeros de viaje se apearon antes-, inesperadamente sano y salvo, en la Rua Direita do Santo Antônio, puro centro, noche ya cerrada.

Mis referencias de Brasil eran hasta entonces meramente literarias. Entre ellas, “La Guerra del Fin del Mundo” de Vargas Llosa (1981) y “Capitanes de la Arena” de Jorge Amado (1937). Ambas situadas en Bahía. La de Vargas Llosa centrada en la “Guerra dos Canudos”, una guerra civil de colonos y miseria en el siglo XIX. Y exterminio final. La de Amado, en la propia Salvador de Bahía, sobre la lucha por la supervivencia de los niños urbanos. Picaresca, sordidez y ternura, injusticia intolerable.

Me dije: bueno, de todo eso hace más de cien años… Salí a la calle a buscar algún sitio donde comprar algo de cena. No lo encontré. Pero sí me encontré con varios niños, niños de la edad de mis nietos, siete, ocho años, durmiendo semidesnudos, acurrucados en la acera monda, arrimados a los portales. No sé si estarían pensando aquello de “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”. Debían.

Confieso que ando un poco revuelto con el tema este de la desigualdad creciente. La global, no tanto la doméstica aunque exista. Acabo de terminar “El Mundo de Hoy” de Kapuściński, que te la presenta página tras página. Leo luego en un diario sobre las preocupaciones por la “tasa Tobin” o las retribuciones de los consejos de administración, o sobre las corruptelas o inanidad de muchos políticos y sus socios o la ausencia de valores de buena parte de la sociedad civil y no puedo evitar el pensar que llevamos un mal camino. El drama resulta ser que le metan 5 goles a un grupo de deportistas millonarios, en… Salvador de Bahía…

Algo habrá que hacer, por justicia y para evitar que aparezca “un cisne negro” –otro día hablamos de esto- por algún sitio. Todavía no he leído “El Capital en el Siglo XXI” de Thomas Piketty, pero algunos de sus argumentos centrales, que tomo prestados del blog de Manfred Nolte, me los creo a pie juntillas:

a) La creciente concentración de la renta y de la riqueza en las manos de una élite minoritaria y el retorno a un ‘capitalismo patrimonial’ en el que los estratos económicos más favorecidos quedan copados no tanto por los poseedores de riqueza sino por los beneficiarios de una riqueza heredada en el que los factores de ubicación geográfica, familia y otros similares tienen mayor relevancia que el esfuerzo o el talento, inhibiendo la promoción abierta en la escala social. El riesgo de una deriva hacia la oligarquía es real y concede poca razón al optimismo.

b) La desigualdad planetaria aumenta, ya que la tasa de crecimiento histórica del rendimiento del capital es manifiestamente superior a la tasa de crecimiento de la economía en su conjunto lo que equivale a constatar el distanciamiento progresivo de las rentas salariales y de los rendimientos del capital conduciendo a un capitalismo patrimonial y al dominio progresivo de la riqueza sobre el trabajo.

La propuesta de Piketty de una tasa progresiva a la riqueza hasta niveles del 80% y de índole global parece utópica e inviable, pero también parece claro que habrá que encontrar una solución.

En España, el PSOE busca su sino mientras sangra por su flanco izquierdo. El Partido Popular contempla ¿impávido? la desafección de sus votantes mientras aplica más liberalismo. Confieso que a mí el cuerpo siempre se me ha inclinado hacia esto último, pero empiezo a pensar, me ha costado años darme cuenta, que la postura frente al Mundo de Hoy se encuentra en algún punto intermedio entre la socialdemocracia y el liberalismo. No sé cuál. No sé si alguien lo sabe.

¿O será que la solución está de verdad en el Kalashnikov? No tengo ametralladora. ¿O las flechas indígenas? Flechas sí tengo, aunque me falta el curare. ¿A mis años?

"No podemos esperar a las visiones exitosas de personas sobresalientes, porque éstas son escasas...Depende de nosotros el encender nuestros propios pequeños fuegos en la oscuridad". -Charles Handy-

«No podemos esperar a las visiones exitosas de personas sobresalientes, porque éstas son escasas…Depende de nosotros el encender nuestros propios pequeños fuegos en la oscuridad».
-Charles Handy-

Hace unos meses comentaba con una colega sobre lo que ella sentía como una acumulación de preocupaciones, profesionales y personales. Así que le conté lo del capitán japonés. Es uno de los ejemplos que utiliza Dale Carnegie para ilustrar sus recomendaciones en “Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida”. El personaje de la historia, gerente de una compañía de seguros británica en Shanghai durante la II Guerra Mundial, ve amenazada su vida por haberle ocultado a un liquidador militar información sobre bienes que el ejército japonés buscaba confiscar. Bueno, en realidad no era un capitán, era un almirante, pero da igual. Le sirve para desmenuzar su método sobre cómo atacar una preocupación: “1) Consignar precisamente por escrito qué es lo que me preocupa; 2) consignar por escrito lo que puedo hacer acerca del asunto; 3) decidir lo que voy a hacer; 4) comenzar inmediatamente a llevar a cabo mis decisiones.”

El libro de Carnegie es de 1948. Yo lo leí hacia 1990. En su síntesis sobre las técnicas básicas para el análisis de la preocupación establece cuatro reglas:

“Regla 1: Obtenga todos los hechos. Recuerde que el decano Hawkes de la Universidad de Columbia dijo que la mitad de la preocupación que existe en el mundo obedece a que las personas intentan tomar decisiones sin un conocimiento suficiente sobre en qué basar una decisión.
Regla 2: Considere todos los hechos, entonces llegue a una decisión.
Regla 3: Después de tomar una decisión, ¡actúe!
Regla 4: Cuando usted, o cualquiera de sus socios, se sienta inclinado a preocuparse por un problema, consigne por escrito las siguientes preguntas y contéstelas:
a. ¿Cuál es el problema?
b. ¿Cuáles son las causas del problema?
c. ¿Cuáles son las posibles soluciones?
d. ¿Cuál es la mejor solución?”

Llevar todo esto a cabo en la esfera individual es relativamente sencillo si uno se aplica a ello con perseverancia y va adquiriendo práctica. A mí me ha funcionado bastante bien, convencido como estoy de que mi destino está en mis manos y no en las de otros. Recuerden: auto-confianza, formación, comunicación, liderazgo y actitud. Lo dice Carnegie.

Las soluciones a nuestras preocupaciones en lo personal, decidir y actuar es el fundamento de cualquier sociedad sana. Lo que pasa es que además de las preocupaciones de uno, cada vez hay que preocuparse más de las de todos.

Porque cuando hablamos de lo colectivo, la cosa ya tiene otro cariz, ya no está tan en nuestras manos. Empezando por la información, que está sobre-ofertada. Si intentamos hacer las preguntas de Dale a nuestra sociedad, deberíamos atender a lo fundamental, al largo plazo, o sea la vida de nuestros hijos y nietos, y a una visión global de los hechos. Lo de Undargarín y la Infanta, por ejemplo, que tanto nos ocupa, es irrelevante. Incluso lo es que tengamos o no monarquía, porque con monarquía o república no vamos a vivir ni mucho mejor ni mucho peor. Lo de que el índice de producción industrial mejore en un mes es corto plazo. Lo importante a largo plazo es mejorar la participación de la agricultura y la industria en nuestro PIB. Que la vivienda baje más, o no, es parcial, porque el sector inmobiliario como motor económico es ya historia. Lo integral es pensar en cómo hacer crecer otros sectores de la economía que lo sustituyan. La unidad de España es fundamental, pero casi tanto lo es que España toda pierda población al ritmo que la pierde. Y Cataluña, por cierto, la que más, que según el INE perderá el 11% de su población en los próximos 10 años. Ello nos lleva a que en 2023 tendremos una tasa de dependencia de casi el 60%. O sea 41 personas en vida útil para sostener a 100 (ellos mismos más ancianos -35- y menores de 16 -24-). ¿Se acuerdan del “estado del bienestar”? ¿Aquello del copago? Prepárense.

Total, que aquí querría yo ver a Dale. Ciertamente los individuos haremos bien en no preocuparnos en nuestro ámbito privado. Antes bien, informémonos, decidamos y actuemos. Y lo mismo deberán hacer las empresas. Pero, lamentablemente, es éste un momento en que mucho necesitamos de nuestros gobernantes, sobre todo de los de arriba arriba, que sepan ver la gravedad de los problemas que nos acucian y apliquen el método. Ya saben: “1) Consignar precisamente por escrito qué es lo que me preocupa; 2) consignar por escrito lo que puedo hacer acerca del asunto; 3) decidir lo que voy a hacer; 4) comenzar inmediatamente a llevar a cabo mis decisiones.” O sea, infórmense, decidan y actúen. Lo hago por su bien, que el stress mata. Aunque en este caso no a ellos, sino a nosotros.

GoyaHubo una época en que viajé a París con frecuencia. Quien se enteraba solía decirme aquello de: “¡vaya, qué suerte, pásatelo bien!”. Mucha gente tiene esa idea de París, la de “I love Paris in the springtime…”. Que allí va uno a disfrutar, a tomarse una 1666 en una terraza del Marais, pasear por los Campos Elíseos y hacer compras en la Rue de Rivoli. Cuando te pegas el madrugón para pillar un avión a las 7 am, te bipateas Barajas y el Charles de Gaulle, más taxis, bus y metro, más reunión con almuerzo en la mesa de trabajo, todo para conseguir estar de vuelta en casa antes de medianoche, te acuerdas de los amigos…

Lo cierto es que París es una ciudad magnífica. Y que no es lo mismo ir de trabajo, que ir de turismo, que vivir allí, que no digamos. Pero los parisinos lo tienen claro: su imagen es sagrada. Porque para muchos ciudadanos del mundo, Francia es París.

No tenemos aquí tan claro que España sea Madrid. No lo es y está bien que así sea. España es mucho más, desde Barcelona a nuestras ciudades medias cargadas de historia y ricas en gastronomía y cosas interesantes de que disfrutamos. Pero la capitalidad importa. No debe fallar.

“We think we will miss a trick as a nation as a whole if we don’t shove it out there and point out that you can get to Edinburgh in under three hours”. La frase es de Boris Johnson, alcalde de Londres, y da significado a la idea de capitalidad. La gente visita otros lugares del Reino Unido porque llega a Londres.

El “ranking” de Master Card, no sé qué tan exacto pero aceptado, de las ciudades más populares para turistas, señala ocho europeas entre las primeras veinte del mundo: Londres, París, Estambul, Barcelona, Milán, Roma, Amsterdam y Viena. Por ese orden -Madrid está en el puesto 23º-. Cada una tiene su cosa. En todas se mezcla, en variadas proporciones, lo que busca el turista de ciudad: historia (a través de sus monumentos, arquitectura), cultura (música, pintura, teatro), gastronomía y compras. Añádase la limpieza y seguridad posible. ¿Y el precio? También, pero si tienes una buena fórmula la gente paga. Yo creo.

No va de “marketing”. Los hoteleros se quejan de que el presupuesto estatal de promoción del turismo para 2014 haya bajado: a €314 millones. Un gasto sobre el que soy escéptico. Porque opino -aparte de que no tengo claro cómo se gasta ese dinero-, que al dedicarnos a vender pensamos que ya estamos haciendo lo suficiente y nos dejamos lo esencial, que es mejorar nuestra oferta. Por ejemplo:

• Hay que dar mejor de comer. A coste bajo y medio, en Madrid, perdonen, no se come bien.
• Mejorar la cultura del vino, que los bares y restaurantes aprendan y ofrezcan mejor calidad. Que la hay…
• Mejorar y promover nuestra oferta musical, lo que significa más orquestas y salas de conciertos. Música española. Más flamenco del bueno, sí.
• Promover más nuestras infraestructuras. La T4 es magnífica, tenemos una red de alta velocidad envidiable. Urge el enlace T4-AVE.
• Peatonalizar más. Muchas zonas de Madrid se prestan a ello. Difícil, pero vale la pena. Londres está en ello.
• Mejorar la comunicación. Renfe debe internacionalizar más su sistema. Miren la web de Deutsche Bahn. Turespaña -€ 69 millones de presupuesto- podría incluir en su web el ruso, japonés o chino, en lugar de o además de, si hace falta, catalán, gallego y vasco. Y acaben de traducirla…
• Madrid no está limpio. Y no me refiero a esta semana de la huelga de basureros, digo en general. Hace unos días caminé por el Paseo del Prado. Corazón turístico de Madrid: Caixa Forum, Museo Thyssen, el Prado enfrente. La acera del Hotel Palace a Atocha da pena. Cutre, de suciedad antigua, suelo y algunos de los bares y tiendas. De Atocha, mejor no hablar mucho. AZCA, el otro corazón, el de la ciudad de negocios, hundido en la dejadez y la inseguridad.

Yo creo que casi todo esto no es cuestión de más dinero del Estado. Salvo el enlace puntual entre la T4 y el AVE, lo demás corresponde a empresas y a regidores, a la sociedad civil, a los madrileños, a todos los españoles que nos podemos beneficiar de que “Madrid tire”. Mi opinión es que la caída del tráfico de Barajas es efecto y no causa, como he oído estos días decir. La imagen de Madrid, para ocio y para negocio, es clave para nuestro país. Y Madrid debería ser puerta de entrada para el turismo de ciudad en media España.

Antofagasta a BoliviaHe leído estos días sobre el trabajo del profesor Oded Galor, israelí que enseña en Estados Unidos. Junto con Quamrul Ashraf, nacido en Bangladesh y también profesor en Estados Unidos, han publicado el estudio “The Out of Africa Hypothesis, Human Genetic Diversity and Comparative Economic Development”. Galor es el creador de la llamada Teoría Unificada del Crecimiento, que trata de explicar la evolución de la Economía desde la Prehistoria. Lo interesante del tema, sin duda no exento de controversia, es que establece una relación entre diversidad genética y riqueza a nivel nacional. Mantiene que los países en los extremos de la diversidad genética, por muy alta –cita a Etiopía- o muy baja –Bolivia-, sufren un menor crecimiento. Cito del artículo, para la polémica, una explicación: “Demasiada diversidad genética produce tensiones sociales y falta de cooperación pero, si nuestros genes son muy parecidos a los de nuestros vecinos, corremos el riesgo de parecernos tanto entre todos que acabemos formando una sociedad en la que todos piensan igual y no hay innovación…. América Latina, que tiene los mayores niveles de homogeneidad genética, debería adoptar una estrategia doble. Por una parte, fomentar la educación, al igual que en África, y orientarla hacia el fomento de la creatividad. Por otra, favorecer la inmigración y los intercambios de población con otros territorios para fomentar la heterogeneidad genética. La cuestión es alcanzar un nivel de diversidad óptimo”.

Menciono esto, sin querer entrar mucho en ese debate, para dejar constancia de algo que sí me parece una realidad: la baja relación social y comercial de varios países de América Latina entre ellos mismos. Cosa que yo creo que tiene mucho que ver con las pobres infraestructuras de transporte.

Porque yo realmente de lo que iba a escribir hoy era de trenes. Cuando este verano me he planteado una escapada desde Bogotá a algún lugar turístico de Colombia, Armenia en la Zona Cafetera era mi primer objetivo, me he tropezado con que me tenía que volver a montar en un avión, de lo que ya estoy un poco harto. No me recomiendan la carretera. Y no hay tren. Me encantaría esto último, porque soy un poco “geek” de los trenes. Pero no hay. O hay muy pocos. Culpa de la orografía, dicen.

Para situarme he consultado las estadísticas de la Union International des Chemins de Fer. Los cinco países del occidente de América del Sur –Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile- reúnen en total, para una superficie conjunta de 4.564.000 km2, líneas de ferrocarril en uso por 13.413 kilómetros –de los que el 44% están en Chile-. La Unión Europea de veintiocho países, por comparación, con 4.423.000 km2 de territorio, suma 244.740 kilómetros. O sea que para casi igual extensión, esa parte de América Latina tiene el 5,5% de ferrocarril operativo que esa otra parte, casi toda, de Europa. Si se repasa la historia, la arqueología ferroviaria diría, país a país con la excepción de Chile, se siente la decadencia y la dejadez. Salvo líneas concretas diseñadas para llevar a puertos marítimos la producción minera –carbón, concentrado de cobre, nitratos, ulexita-, el ferrocarril de pasajeros ha quedado limitado casi exclusivamente a trenes turísticos o a algunos tramos de pasajeros supervivientes, con velocidades operativas que no exceden de los 40 Km/h. En el caso de Ecuador los trenes de turismo circulan a 5 ó 6 Km/h –Quito a Machachi, 40 Kms en 8 horas, Quito a Guayaquil, el “Tren Crucero”, 430 Kms en cuatro días-. Le tiene que gustar a uno mucho el tren.

Es cierto que la orografía de la zona es difícil, pero también lo es que hace ciento cincuenta años la industria ferroviaria fue capaz de desarrollar líneas exitosas en varios de estos países. El ferrocarril de Antofagasta a Bolivia ha sobrevivido desde su inauguración en 1873 y ha sido capaz de transportar más de dos millones de toneladas anuales en una red de 1.625 Kms. que asciende hasta los 4.815 metros de altura. Si se fue capaz de construir estas cosas en el siglo XIX, ¿qué no se podrá hoy?

Ha dicho Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, que resulta menos costoso traer un contenedor desde China al puerto de Buenaventura que luego llevarlo desde Buenaventura a Bogotá. Que las comunicaciones efectivas son clave para el desarrollo no creo que sea algo para lo que haga falta mirar a la prehistoria. Colombia dice necesitarlo, Perú tiene la vocación, Bolivia lo necesita, el tren debe volver.

Lo de la Alianza del Pacífico es un acuerdo ilusionante. Aunque Ecuador y Bolivia no sean todavía parte de ella, la Alianza debería liderar el que se sienten las bases del desarrollo ferroviario coordinado de la región. Una planificación conjunta, al modo del Trans European Rail Freight Network o la unificación de sistemas de seguridad en Europa, sería ideal. Lejos está, supongo, la cofinanciación. Y atención se debería prestar al problema, que España sufre hoy, de los distintos estándares de ancho de vía. Parecería lógico, aunque el coste será superior, invertir en un ancho común para el largo plazo. Ventaja, no pequeña: parten de muy abajo. Toda la nueva ingeniería está a su orden.

A ver si esta vez se consigue. Y que no tengan que ser sólo los chinos los que vengan a resolverlo. Que ya me gustaría ir a Armenia a tomarme un cafecito. O subir a La Nariz del Diablo.

van-1996-06-gMe he paseado bastantes veces por América Latina en estos dos años pasados. Desde Salvador Bahía a Santiago de Chile, de Sao Paulo a Ciudad de México, a Bogotá, Medellín, Barranquilla, Lima, Caracas. No me ha sido difícil empezar a sentirme un poco en casa. Pero no quita que como visitante de arraigo europeo me sigan llamando la atención ciertas cosas. De las que más, la gran cantidad de gente que vive del comercio callejero, vendiendo lo que pueden, comida lo que más, pero hay de todo. Desde mandos de televisión a ropa, cordones de los zapatos, minutos de telefonía móvil. Collares y baratijas junto a zumos de fruta, “carnitas” o pan de bono, café y donuts, galleticas o enchiladas. El soporte más habitual de muchos de estos puestos es un carrito de supermercado “customizado” con o sin toldilla, una esquina lo más estratégica posible y un par de sillitas de plástico. A veces un “bicicarro” o un anciano Renault 4L adaptado. Yo confieso que siempre me ha atraído lo de comer en la calle, ya sea un “raspado” con sirope, un helado o una cachapa. Pero mis colegas locales me apartan sistemáticamente de todo lo que sea comer en sitios de escasa confianza higiénica, así que en poco puedo beneficiar a toda esa gente. Pero ahí están, sobreviviendo.

De este lado está todo mucho más pulcro y organizado. Demasiado organizado, empiezo a pensar. Hace unos días leía de un emprendedor que quería montar unos puestos de comida rápida basados en un automóvil “Smart” modificado. Y que no le era posible porque los ayuntamientos a los que había acudido no permiten la venta ambulante. Y me hizo pensar. Me hizo pensar en que, tal vez, cabría regular el arranque de micro-negocios, que diesen servicio adicional a la población y sacasen a gente de la fila del paro. Porque sospecho que cuando alguien como el emprendedor que cito se decide a iniciar la batalla, se le ponen delante una cantidad de requisitos que a mucha gente la paran antes de empezar. Hay que ser realmente “smart” para resolver todos los papeleos. Porque no todo en lo de emprender es cosa de tener crédito. De hecho, mejor sin crédito.

Lo de que para vender al público se deba tener un local es, hoy en día, un freno serio al comercio. Con la caída del consumo que sufrimos, a ver quién es el guapo que adivina cuánta gente va a pasar por delante de su local y cuánta va a entrar y cuánta comprar. Y mientras tanto andas cargado de gastos fijos, alquiler incluido. Difícil que la gente se meta. En cambio si puedo deambular, como los de la camioneta de Frears, ya me buscaré yo los clientes donde estén. Habría que hacerlo fácil. Si me lo ponen fácil, igual me jubilo y me dedico a venderle cerveza fría a los guiris en la playa de Benidorm. Ahora… si tengo que montar un chiringuito con freidora y declaraciones de IVA incluidas, me lo tengo que pensar…

Ahora en serio, lo de la economía informal, en América Latina, es un problema. La OIT estima que hay 93 millones de personas trabajando de manera informal en el continente. Lo de la higiene es una faceta, pero la falta de seguridad, el trabajo infantil, la falta de protección social, son las cuestiones verdaderamente importantes a resolver. Pero todos los gobiernos tienen un problema semejante, si sacan de la economía informal -aquella constituida por todas aquellas actividades económicas que, sin ser criminales, tampoco están totalmente registradas, reguladas y fiscalizadas por el estado en los mismos espacios en que otras actividades similares si lo están-, a toda esa gente, pues se arriesgan a incrementar la miseria, o la delincuencia en el peor de los casos.

En cambio en España, con más de cinco millones de parados, se trata de flexibilizar, de abrir caminos, formales pero sencillitos, para que la gente se busque la vida. Porque con grandes superficies y la gran distribución, y tiendas y bares cerrando a millares, va a haber que repensarse lo del pequeño comercio.

Y a ver si entre España y América Latina encontramos el justo medio.

Ln InfographicMe confieso, si no adicto, sí firme creyente en la revolución que están suponiendo, y sobre todo van a suponer, las redes sociales. Y no descubro nada si señalo a LinkedIn como una herramienta fundamental para el desarrollo de los negocios. Si no de todos, sí de muchos. Uno, el mío. Por eso miro.

Una de las cosas que LinkedIn te permite es conocer cómo piensan tus clientes o asociados potenciales o cuáles son las inquietudes de las zonas o países en los que tienes interés como empresario. Te permite conocer a las personas, te relaciones o no con ellas directamente, a través de los grupos a los que pertenecen. Y si son activos en compartir comentarios u opiniones, te permite además saber cómo razonan. Base esencial para la construcción de la empatía. Base esencial a su vez para fomentar los negocios.

Yo controlo un par de “grupos de grupos”. O sea una especie de ecosistemas de intereses profesionales:

• Uno, sobre los edificios de oficinas, sus mercados y las profesiones que sobre ello orbitan (World Office Forum, llamémosle Grupo A), con vocación internacional. En este grupo mi objetivo es que “España pese poco” y que los participantes sean de cuantos más países mejor. Unos setenta países están ahí representados.

• Otro, sobre los activos adjudicados, los inmuebles en manos de entidades financieras (Gestión de Activos Adjudicados, llamémosle Grupo B), de alcance sobre todo español. En este caso buscamos que inmobiliarios de todas las regiones, o comunidades autónomas en España, participen y discutan.

Sigo ambos “ecosistemas” con minuciosidad, a diario. LinkedIn te permite saber bastante bien cómo avanzas en tus objetivos. Y hace tiempo que me pregunto: ¿y qué pasa con Barcelona?

No será que me llevo mal con los catalanes, que no lo es. Tengo amigos y aliados catalanes. Mis cuatro hermanos eran catalanes. De las dos hermanas que me quedan una vive en Cataluña y la otra tiene casa allí. Me gusta Barcelona. Arranqué Barcelona Meeting Point. Me gusta el suquet… No, yo no soy, no creo.

Pero juzguen:

• Grupo A (1.826 miembros): Madrid, 22%. Barcelona, 7%.
• Grupo B (1.393 miembros): Madrid, 48%. Barcelona, 9%.

No creo que estos porcentajes se correspondan con el peso económico relativo de Madrid y Barcelona. Me ha picado la curiosidad (lo del “¿seré yo?”). Así que me he metido a bucear en otros grupos populares de los sectores que conozco:

• España Inmobiliaria (3.131 miembros): Madrid, 31%. Barcelona, 12%.
• Real Estate Press (1.904 miembros): Madrid, 46%. Barcelona, 12%.
• ICEX España Exportaciones e Inversiones (13.845 miembros): Madrid, 27%. Barcelona 12%.
• Eficiencia Energética de la Edificación (9.398 miembros): Madrid 27%. Barcelona, 14%.

O sea no soy yo. ¿Será entonces que a los catalanes no les gusta LinkedIn?

A ver. Tienen los catalanes buenas ingenierías, en mi opinión. ¿Qué dicen los grupos de LinkedIn al respecto? Esto:

• TIC Catalunya (6.026 miembros): Madrid 2%, Barcelona, 81%.
• Enginyers/es Industrials de Catalunya (3.495 miembros): Madrid, 4%. Barcelona, 78%.
• Enginyers de Camins, Canals i Ports de Catalunya (962 miembros): Madrid, 3%. Barcelona, 67%.

Pues no, no es LinkedIn. ¿Y qué pasa con otros grupos en LinkedIn de ingeniería españoles?:

• Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (6.612 miembros): Madrid, 30%. Barcelona, 12%.
• Ingenieros e Ingenieros Técnicos en Informática de España (7.709 miembros): Madrid, 53%. Barcelona, 5%.
• Ingenieros por el Mundo (7.047 miembros): Madrid, 21%. Barcelona, 9%.

Y:

• Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Valencia (496 miembros): Valencia, 56%. Madrid, 7%. Murcia, 6%. Barcelona, 0,2%.

No les canso más. A mí me queda claro que los profesionales catalanes, o una buena parte de ellos al menos, se están auto-excluyendo del devenir económico español. Probablemente en la creencia de que mirando hacia dentro les va a ir mejor. O tal vez, bueno casi seguro, influidos por razones culturales o políticas en las que el idioma tiene bastante que ver. Y que al resto de los españoles la «ny» los frena. Claramente “ñ vs. ny”. Para mí un “ingeniero de caminos” y un “enginyer de camins” es lo mismo. Y las oportunidades profesionales son válidas ya se originen en Madrid o en Barcelona. O en Estambul o Astana. Lamentablemente muchos no lo entienden así. O sí que lo entienden, pero se comportan como si no.

Como colofón, me he metido a estudiar los proyectos de una empresa de ingeniería y arquitectura, catalana, mediana. Una buena ingeniería, con capacidad para hacer proyectos fuera de Cataluña y fuera de España. Muestra en su web algo más de 240 proyectos. De ellos, 220 se han desarrollado en Cataluña, 17 –que yo vea- en el resto de España y 6 fuera de España. Estratégicamente, con todo respeto, yo creo que están equivocados. Tener hoy más de un 90% de tu negocio en un territorio de la dimensión de Cataluña, es un grave riesgo.

Mirar hacia fuera y trabajar juntos son claves de nuestra salida de la crisis. Si LinkedIn efectivamente representa a nuestro tejido empresarial, tenemos un problema que trasciende de lo político. Los catalanes y todos los españoles. En el peor momento.

(twitter.com/oldzano)
(es.linkedin.com/in/jjzanoletty/)

Remolcador ValiñaHace unos días desayunaba con “La 2”. Pasaban un programa que se llama “Aquí hay trabajo”. Podía añadir que debe ser el único sitio de España, si quisiese ser ácido. Dejémoslo. No dudo de la buena intención del programa, pero le falta imaginación y es un punto deprimente. Mostraban un “taller ocupacional” en no sé qué sitio de Andalucía, con un grupo de hombres y mujeres aprendiendo a poner ladrillos, construir una arqueta y cosas parecidas. Albañilería básica. Alguno de los alumnos contaba su atribulada historia: que había sido peón en la construcción, que luego puso un bar que le fue mal, que había estado unos meses de camarero y que ahora llevaba año y medio sin trabajo. Y así varios. ¿Más albañiles?

El mayor problema que tiene España, seguro, es el de tres o cuatro millones de personas de muy difícil “empleabilidad”, por usar un “palabro” que no sé si la RAE tiene aprobado. Luego lo miro, porque estoy en un avión y no tengo el diccionario aquí a mano (no está, que ya he aterrizado…). Desde que allá mediados los noventa empezaron la construcción y el turismo, sobre todo, a tirar de la economía española, el mundo ha dado unos miles de vueltas y la sociedad española y sus gobiernos sucesivos han sido, hemos sido, incapaces de entender cuánto cambiaba en el entorno global, gota a gota, vuelta a vuelta. En los últimos tres lustros hemos pasado de la realidad, a secas, al espejismo y de vuelta a la realidad, esta vez cruda. A ver cómo conseguimos ahora volver a la realidad a secas.

En ello andaba yo en el otoño de 1960, cuando con mis padres aterricé en La Mancha. Bueno, en realidad llegamos en tren. De hierro. De regreso de la emigración buscó mi familia el apoyo de la familia hasta saber a dónde íbamos a parar. Así que acabé en un instituto de bachillerato “laboral” que llevaba una comunidad de frailes en Manzanares. Allí, mezclado con cosas esenciales, como saber dónde está El Bierzo, empecé a manejar la lima y el garlopín. Se me ha quedado la idea de que aquellas clases de mecánica y carpintería no eran mala cosa.

Bueno, lo de mecánica no es más que un eufemismo, porque en realidad a lo único que me enseñaron es a limar. Fue toda la mecánica que aprendí en los meses que pasé en aquel colegio. Llegabas a clase y te daban un dibujito de una pieza sencilla, un trozo de hierro y una lima. Y a limar. No se imaginan lo difícil que es dejar plano y a medida un trozo de hierro. Plano que cuando lo apoyes en una superficie plana de verdad, hagan contacto al 100%. Y a la medida de lo que te piden, que también aprendí a utilizar un calibrador. De eso trata la cultura del hierro, que lo que en carpintería se arregla con unos buenos martillazos o en albañilería con un poco más de yeso, y más mazazos, con el hierro no es tan sencillo.

Pues por ahí es por dónde yo creo hay que atacar. Tenemos que insistir con el hierro. Menos ladrillo, menos madera y más hierro. ¿Qué exportamos? Coches…. hierro. Trenes… hierro. Acabo de leer que Arcelor con otro puñado de empresas han desarrollado en Asturias un nuevo modelo de raíles para trenes de alta velocidad, ¡bien! … hierro. Hemos perdido casi toda la construcción naval, pero todavía somos capaces de construir y vender barcos, ¡hasta portaviones!, si nos ponemos. O petroleros para Pemex. ¿Y qué exportan alemanes, ingleses, italianos, suecos, americanos, japoneses, coreanos?… mucho hierro.

En España la cultura del hierro está por el norte. Vascos y navarros sobre todo. Asturianos, aunque no han evolucionado lo suficiente, me temo. Y no hablo sólo de coches, que ya sé que también se fabrican en Aragón, en Castilla León, en Galicia o en Cataluña. Hablo de Cultura del Hierro. Hablo de enseñar a los jóvenes y a los obreros de la construcción en paro, a pensar con precisión de hierro, a un caldo de cultivo hacia más metalurgia en nuestra producción. A un reciclaje de nuestra economía, en cuanto a trabajadores manuales, que se ocupe menos de formar albañiles, camareros o cuidadores de ancianos. Mira uno los cursos del INEM y sus aledaños, incluyendo academias y sindicatos, y no parecen haberse enterado de que por ahí pasa la “empleabilidad” de esos millones de trabajadores que están en la lista del paro. ¿Y qué piensa la ministra? ¿Que es una apuesta? Pues es posible, pero más vale el “¿Qué Apostamos?” que el “Ahora Caigo”…

Detrás de los diferenciales de desempleo entre regiones algo hay de esto.

Por cierto, si enseñan a limar, controlen bien quién se apunta a los cursos, porque en algunos sitios el manejo de una lima es más que útil… Y ya imaginan de quién hablo.

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