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Taxi y buseta bogotanos. No mal, sólo que hay muchos...

Diez o doce horas de asiento en clase turista le dejan a uno el trasero plano y el cuello retorcido a base de cabezadas, en el duermevela de esas horas en que no se sabe bien, en el va y viene, si es de noche o de día. Este febrero he estado en Ciudad de México y en Bogotá. En lo de las habichuelas, ya saben. Como no está la cosa para dispendios he utilizado diez aviones distintos (Spanair, Lufthansa, Continental, Delta y Ryanair) en las dos idas y vueltas, incluyendo aquello de “whether you go to Heaven or to Hell you have to change in Atlanta”…

Que tampoco es como para hacerme la víctima. Al fin y al cabo hay un montón de gente por ahí viajando todos los días bastante incómodos. En los países emergentes, que ya tenían sistemas poco eficientes por falta de recursos, ahora que los recursos empiezan a estar disponibles, no pueden seguir el ritmo de crecimiento de la población urbanita. Es imposible que Ciudad de México, con más de 21 millones de personas, no te impacte. Por más que interrogué a mi taxista, no pude desentrañar cómo la gente acaba averiguando qué “camión” (por autobús en México), de los 30.000 o así que ruedan por la ciudad, le lleva a la parte de su colonia en una sub-ruta, “derrotero”, entre los cientos, o miles, que existen. No pude viajar en metro, como hubiera querido, pero escucho que es extenso y afortunadamente funciona relativamente bien.

Bogotá, pese a su menor tamaño, no le anda a la zaga en congestión. Al no disponer de metro todo el transporte de personas es de superficie y el tramado urbano digiere con dificultad el volumen. Se basa en unos 20.000 buses, busetas y colectivos (según talla), de muy diversas antigüedades, entre nuevecitos y decrépitos. Está ya operativa una nueva red, réplica del trazado de un inexistente suburbano, llamada “Trans-Milenio”, autobuses modernos con carril propio, muchos, pero también sobrecargados aunque la red se está ampliando. La sustitución de los buses y busetas habituales por este nuevo sistema ha traído de rebote el desarrollo de “bici-taxis” de afinidad asiática, ilegales, que te acercan de la parada del Trans-Milenio a tu antiguo derrotero.

(¡Y luego hay gente que se queja del metro de Madrid!)

En vista de lo precario del transporte urbano, el complemento habitual es el taxi, de los que no he conseguido averiguar bien cuántos funcionan, pero parece que son en el entorno de 110.000 en Ciudad de México y 50.000 en Bogotá, a los que se unen unos 40.000 y 15.000 ilegales más respectivamente (fuente: Amed y Edison, mis respectivos y amables taxistas…).

Para que les sirva de comparación, Nueva York tiene unos 4.400 autobuses y 10.000 taxis (“Yellow Cabs”) y Londres unos 6.800 autobuses y 19.000 taxis.

Resultado: contaminación indeseable y desde luego un panorama urbano que lleva a creer a ratos que esos países están fatal.

¡Pero no se equivoquen…! Ni piensen que la gente anda a tiros por las calles. Vienen de atrás, hay mucha diferencia entre las clases sociales más altas y las más bajas, etc., pero estos países están creciendo, y lo están haciendo rápido. Y tienen ganas de prosperar, saben «de qué pie cojean» y saben que lo tienen que hacer trabajando. Es más, creo que lo de la cojera lo tienen más claro que los españoles. Por ejemplo, me he encontrado con la agradable sorpresa de que estos dos países no se paran nunca, ni en verano ni en invierno, y que muchos oficinistas están en su puesto a las siete de la mañana. Una arquitecta a la que visité me comentó de fijar un reunión a las 6:30 am. No le dije que estaba loca de puro milagro…

Nuestro comercio exterior con Colombia es ínfimo, 896 millones de euros (2010), o sea nada. Poco más del 1% del que tenemos con Francia. Con México, algo mejor, 5.744 millones, tampoco mucho comparando con Francia (59.533 millones). Naturalmente en ambas balanzas estamos en déficit.

México y Colombia crecen, tienen población joven, ganas de trabajar, están recibiendo inversión externa creciente (americanos en México, chinos, brasileños, chilenos en Colombia). Los indios compran tierra en Colombia porque América del Sur tiene un bien que los asiáticos saben apreciar: el 25% del agua dulce del mundo, imprescindible para la agricultura que alimente a sus enormes poblaciones.

Les hacen falta infraestructuras, mejores puertos y carreteras, ferrocarriles, mejores calles, metro, hay un montón de trabajo y de oportunidades. Las empresas españolas, todas, no sólo las grandes, deberíamos aprender a asociarnos más con gente de allí, con la que compartimos tan gran idioma y cultura, y aprender a aprovecharlas juntos.

Taxi VW Milano eléctrico, ¿el futuro?

Cuando hice la mili, las veces que nos llevaban de marcha -no confundir con la “marcha” de hoy día- solíamos ir a pie, pero ocasionalmente nos montaban el algún camioncito más o menos vetusto, según a dónde fuésemos. Lo normal era viajar en la caja trasera de un Ford o Chevrolet de los años cuarenta -el mismo que utilizaban para repartir el chusco-, que los americanos habían vendido a medio mundo como excedente de guerra. Yo miraba con cierta envidia a los reclutas a los que habían destinado como conductores de los Reo o Continental, los M34 o M35 gigantes que Eduardo Barreiros había para entonces equipado con sus motores diesel.

Cuando me soltaron ya nunca tuve ni de cerca la oportunidad de conducir un camión. Aunque llevar un Seat 1500, también con motor Barreiros y sin dirección asistida, a menudo te hacía pensar en la experiencia. Las calles españolas se empezaron a poblar de “Seats” 600, 800, 1500, 850, 131, 127, 132, casi toda la gama Fiat, entonces propietaria de Seat. O de Renault Dauphines, Citroën “dos caballos” o los Simca 1000 o los “haigas” Dodge Dart que montaba Barreiros. Ya no quedaban marcas de automóviles españolas.

Pegaso Z102, RIP

En la carretera, Pegaso y Barreiros se defendieron mientras pudieron. Al final Barreiros desapareció e Iveco se hizo con Pegaso. Tampoco quedaban marcas de camiones españoles. Santana Motor, que fabricó todo terrenos de Land Rover y de Suzuki, lleva algunos años buscando su destino y sobreviviendo, sospecho, sólo por el apoyo público.

Automóviles, vehículos industriales, tractores o componentes mecánicos para los mismos representan la exportación más importante de España. En 2010 exportamos 2.079.782 vehículos (+10,44%). La exportación de vehículos todo terreno creció el 90,19% -no mal para un año de crisis, ¿eh?-, la de vehículos industriales un 24,86% -tampoco nada mal-. PSA Peugeot Citroën y Wolkswagen tienen aquí una importante base productiva. Pero, no nos olvidemos, no son españolas.

El negocio de los vehículos industriales y los tractores le está yendo bien a mucha gente. Fiat Industrial ha ganado € 378 millones en 2010 (frente a pérdidas de € 503 millones en 2009), gracias a la venta de tractores y cosechadoras en América y Asia. Las ventas del gigante Caterpillar en el último trimestre de 2010 crecieron un 62% y sus beneficios saltaron de US $ 232 millones a US $ 968 millones. Para 2011 Caterpillar confía en aumentar su beneficio por acción casi un 50% gracias a sus ventas en Asia, sobre todo en China. En España, Iveco ganó en 2010 € 270 millones (+ 157% sobre 2009), gracias sobre todo al aumento de ventas de vehículos industriales a Latinoamérica (+52,4%).

De todo esta sopa de números se deduce que los países emergentes están dándole fuerte empuje a la venta de tractores y vehículos industriales, un negocio en el que, desafortunadamente (en paz descanse Eduardo Barreiros), estamos en manos exclusivamente extranjeras. Y la verdad es que desconcierta que siendo capaces de fabricar aviones, turborreactores, trenes, fragatas, aero-generadores o satélites artificiales, y teniendo tanta mano de obra cualificada, hayamos sido incapaces de mantener o de volver a crear una marca propia en este ramo.

El sector automotriz es clave por varias razones:

1. Creación y mantenimiento de empleo.
2. Desarrollo tecnológico.
3. Producción muy ligada a productividad creciente.
4. Capacidad exportadora.

En ese famoso cambio de modelo que tanto propugnamos, este tema no es de los más difíciles. Tenemos África al lado y buena parte de los países emergentes hablan español.

¿Será posible que alguien piense que lo de crear empleo tiene que ver con la política industrial y no con arengar a los alcaldes?

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