«Transcurría el verano caliente y seco de 1921, en los días de mi juventud…. Un niño, que después no volví a ver, me condujo gustoso a la planta eléctrica, a media legua de la aldea, junto al abrevadero público de la carretera.
Una motocicleta inglesa de dos cilindros, de la firma Indian, había quedado enterrada hasta sus ejes, y con rugiente fuerza hacía girar la correa de una dínamo. Ésta estaba formada por dos cortos troncos y temblaba al dar vueltas tan deprisa. En el sidecar un hombre ya mayor fumaba un cigarro; junto a él se levantaba un poste alto con un foco que iluminaba el día. Lo rodeaban carretas con caballos sin enganchar que comían su pienso. Sobre las carretas algunos campesinos observaban con placer el rápido trabajo de la máquina»
(Andréi Platónov, “La Patria de la Electricidad”).Un estudiante de electrotécnica repara una vieja motocicleta que proporciona electricidad a una aldea rusa. Mejora su sistema de refrigeración, su lubricación y hace que funcione también como bomba de agua para regar el campo durante el día, ayudando así a conseguir el ideal revolucionario de “pan, luz y lectura”. Un ideario tal vez caduco. Y una solución energética sencilla: un motor, un mecánico, aguardiente de trigo y un tendido eléctrico rudimentario.
Hoy es la cosa es algo más sofisticada: centrales de ciclo combinado, carbón, petróleo, gas, energía nuclear, renovables –eólica, fotovoltaica, hidráulica-, biocarburantes… Un laberinto en el que para el individuo es difícil orientarse. ¿Alguien es capaz de explicarme la “Tarifa de Último Recurso”? ¿O cómo me beneficiará que la “Tarifa de Acceso” – fórmula binomial compuesta por un término de potencia, un término de energía activa y, en su caso, término de energía reactiva- se revise trimestralmente a partir del uno de octubre próximo? ¿O cómo funcionan las subastas de Cesur, su relación con la Comisión Nacional de la Energía y cómo controla la CNMV a las compañías que manejan el mercado de la electricidad?
Imposible para mí, así que intentaré quedarme con las cosas que tengo claras:
1. Estamos entre los países de electricidad doméstica más cara de la Unión Europea en términos nominales. En términos de paridad de poder adquisitivo –PPA-, la más cara.
2. Somos el segundo país de electricidad industrial más cara de la UE, detrás de Irlanda. 16,7% más que la media europea (Francia -31,2% de la media europea). Subida del 77,1% entre 1998 y 2009 (Eurostat).
3. Y ello pese a que tenemos un “déficit de tarifa”, energía consumida y no pagada por los consumidores, o sea que pagarán nuestros hijos o nietos, de entre 15 y 20.000 millones de euros que nadie sabe bien cómo resolver.
¿Y por qué todo esto? Pues porque tenemos una mala mezcla productiva, costosa e incierta:
1. En la producción convencional, o sea petróleo, gas, carbón y nuclear (92,5% en 2008), baja participación de la producción nuclear, 12%. El carbón presenta problemas por sus emisiones y el petróleo y el gas aunque menos, también, además de una importante carga para nuestra balanza de pagos. Coste del Mw de una central de ciclo combinado: €38.
2. En las renovables (7,5% en total 2008), con poco peso de la hidroeléctrica (1,4%) la gran apuesta está en la eólica (1,9%), 82 €/Mw –con la dificultad de predecir el viento- y la fotovoltaica, 460 €/Mw –muy cara-.
No parece que queda más solución que apostar por la energía nuclear. Francia produce el 79% de su energía con esta tecnología y el precio doméstico del Kw ha bajado el 0,3%, (1998 a 2009) frente a nuestra subida del 36,8%, sin contar los incrementos del 2010. ¿Riesgo? Tal vez, pero no lo veo muy diferente 100 kilómetros arriba o abajo de los Pirineos. Y hay que escoger entre residuos nucleares o CO2, no queda otra a corto plazo. China va a construir 30 centrales. India, 20. Y mejor tener centrales nuevas y con innovación en cuando a eficiencia y seguridad, que antiguas a las que les vamos estirando la vida útil.
La subvención a la energía fotovoltaica, comprometida para bastantes años mal que pese, y que sospecho que está haciendo muy ricos a algunos, supone casi 3.000 millones de euros por año, que es más o menos el precio de una central nuclear, cada año. Es urgente que se tomen buenas, y valientes, decisiones en este tema de la energía. Porque lo que nos está pasando no hace sino complicar una situación ya de por sí difícil.
Pero, no hace falta que le diga, usted y yo podemos hacer poco al respecto. Salvo votar, si nos explicasen medio claro lo que piensa hacer cada uno.
O comprarnos una moto y una botella de aguardiente.
Sobre la moto Indian de Platónov. Aunque habla de una “motocicleta inglesa de dos cilindros de la firma Indian”, creo que lo piensa porque el vehículo lleva grabado sobre el motor las palabras “división colonial británica número 77”. Cabe figurar con cierta seguridad, sin embargo, que se trata de una motocicleta norteamericana. Durante los años 1917 a 1919 Indian vendió la casi totalidad de su producción al ejército norteamericano y se las ofreció asimismo al británico, sin que se sepa cuántas motocicletas adquirió éste. Por el supuesto año del relato, 1921, se podría deducir que la motocicleta que se menciona es una Indian Powerplus de dos cilindros en “V”, 1.000 centímetros cúbicos de capacidad y 17 caballos de potencia, de origen militar en la I Guerra Mundial. Si ello fuese cierto, ese motor a rendimiento máximo generaría pues, 12,7 Kw. Asumiendo una generación eléctrica menor por el régimen continuo del motor a bajas revoluciones y el combustible utilizado –aguardiente de trigo- y pérdidas por lo rudimentario de la dínamo utilizada, quedaría lo justo para repartir entre las 30 casas de Verchovka la Pequeña a razón de una bombilla en cada una, más o menos.
Las motos Indian, además de su protagonismo en esta obra, también lo fueron de otras realidades en 1921: desde una de ellas equipada con sidecar fue asesinado Eduardo Dato en la Plaza de la Independencia de Madrid. Y también ese año adquirió Pancho Villa cuatro del modelo Scout…
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