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Good Morning VietnamCasi nunca me levanto de buena uva. Debe ser el metabolismo. Así que una de mis primeras rutinas es poner Radio Clásica en la Grundig, a ver si mejoro. La música es una de mis debilidades, así que tengo la radio atornillada a la mesita de noche, para que no me la muevan y, en lo posible, no me quiten las sintonías, debilidad de mis nietos. En mi despacho tengo una “Model One” de Tivoli Audio, diseñada por Henry Kloss, que suena muy bien y que es otro imán para los pequeños. No me importa, bueno no mucho, que los niños la toquen, pero sí que Radio Clásica ponga a primera hora música sacra, o medieval, o sacra medieval, tras copiosas explicaciones doctas sobre el mérito de las cantigas. Es algo así como si en el Concierto de Año Nuevo, el director de turno diera una charla de 10 minutos antes de cada pieza y luego se arrancase con una marcha fúnebre en lugar del Danubio Azul. Total, que quito la radio para no empeorar las cosas.

Me voy a la cocina a desayunar y pongo la televisión: entrevista a Cándido Méndez… ¡Para animar! Me lleva ventaja porque él no se ha tenido que afeitar. Tras un zapping sobre corrupciones varias y unos minutos de “así se hace”, al final quito también la tele. Por ahora lo mejor desde el amanecer ha sido aprender cómo se fabrica una tabla de windsurf. Magro bagaje para encarar una jornada de trabajo en tiempos revueltos. Salvo que tengas una tienda de deportes náuticos, claro.

Y no digamos los días que viajo temprano y pongo la televisión a las 5:30 am: teletienda y “fusión sonora». O sea que o compras unos calcetines de presión, o una máquina de hacer abdominales o escuchas a tres chicos tocando viola, violín y contrabajo. Por lo menos te empuja a salir de casa, a ver si en el metro del alba está la cosa más divertida.

Así que me he quedado rumiando con el último sorbo del café con leche: ¡pero si lo que nos hace falta es ánimo! El comité de sabios de RTVE debería pensar, si es que a esas horas están despiertos, en los miles, los millones, de personas que encaran el día equipados con música sacra, Cándido Méndez, abdominales flácidos –voy a ver eso de la máquina qué tal va…- y un contrabajo. ¡Que hagan un pacto de estado, hasta con Catalunya Radio, para mejorar el humor matutino de los españoles! Les sugiero la siguiente poción balsámica:

1. Más copla. Carlos Cano, por ejemplo, con “La Murga de los Currelantes” o “Cántame un Pasadoble”. Hasta Emilio El Moro o Manolo Escobar. Entre las clásicas hay cosas adecuadas a nuestra realidad actual, como la “Torre de Arena” de Marifé de Triana –para los inmobiliarios- o “Mejor te vas” de Rocío Jurado –para los políticos-. Aunque ésta hay riesgo de que se la aprenda Rubalcaba y luego nos machaque en los telediarios. Sé que a muchos jóvenes esto de volver a la copla les parecerá un poco retro, pero en tiempos difíciles mejor recurrir a lo nuestro. En lugar del “Swiss Yodeling” como hacen nuestros honorables. ¿A que da risa…, lo de «honorables»?

2. Cha-cha-chá. Gabinete Caligari por ejemplo. El cha-cha-chá es ideal para el metro si se pone por megafonía. Excepto en los andenes, claro. Estoy deseando que llegue el “No Pants Day” y disfrutemos del “Cha-cha-chá del vagón”. La Samba también nos puede valer. El problema es encontrar un sambódromo apropiado. Porque los aeropuertos vacíos quedan lejos.

3. Rock ‘n’ Roll. El “Rock de la Cárcel” se puede poner en ayuntamientos, juzgados (Plaza de Castilla, Palma, Audiencia Nacional) o Congreso de los Diputados y que se vayan animando los presuntos implicados. Aunque pocos rockeros veo yo por ahí.

4. Un poco de mambo. El de West Side Story lo deberían tener los antidisturbios como entrenamiento básico para las manifestaciones, pero yo me inclino por el “Mambo número 5”. Pérez Prado es ideal para el trayecto de metro a oficina en los días lluviosos y fríos.

5. Música vallenata y rancheras. ¡Pidamos ayuda a nuestros amigos de América Latina! ¡Metámonos directamente en las telenovelas, en lugar de ser meros espectadores! Menos calentarnos el coco en política y corrupción y más romance. ¿Se han fijado en que España apenas canta? Y de paso nos podemos traer merengues, guarachas y bachata, al gusto.

6. Y en la música clásica, restituyamos de urgencia “Clásicos Populares”, a ver si conseguimos barrer el rollo pseudo-culto de RNE. Más Mozart, más Beethoven, más Schubert, los de siempre, que aunque a los señores de la radio les parezcan muy tocados, son desde luego más recomendables a las siete de la mañana que unas cantigas del siglo XIV.

Si nos tomamos esto en serio, o mejor dicho si somos menos serios, si sonreímos, amamos, cantamos y bailamos más, estoy convencido de que nos irá mejor. El ánimo, el puro ánimo, el buen rollo, el quitarle un punto de negrura a tanta mala cosa que nos asedia, seguro que es saludable. Y hasta productivo.

¡Ale… que mañana es lunes!

Y por cierto, ¡me dejaba la Rumba Flamenca…! Aquí va «Inspiration» de los Gipsy Kings:

Pero como esta semana he estado en Italia y hay que redoblar el esfuerzo, no me resisto a dejarles también a Sofía Loren y Vittorio de Sica en el «Mambo Italiano», ¡no veo mejor manera de empezar la semana!

Tendido de Sol

Anda la sociedad española instalada en algún lugar no muy definido entre el “todo vale”, la indignación que no fue y un marasmo tipo Mar de los Sargazos.

Esta semana he pasado por la Puerta del Sol. ¿La verdad, verdad?: vergüenza ajena, el Kilómetro 0 de España invadido por marginalidad, suciedad, cutrerío, okupación y otros reclamos turísticos. Lee el resto de esta entrada »

Lo que creen que se merecen

En enero del año pasado mi hija arquitecta y yo fuimos a Korsberga, un pueblecito del centro de Suecia, a visitar la fábrica de casas prefabricadas Trivselhus. Dos o tres días agradables, de frío intenso. Al regreso mi amigo Lars, que nos había acompañado, nos regaló a mi hija y a mí una barra de un kilo de «Björnströmslimpa”, pan anticongelante macizo. Pero cuando llegamos al aeropuerto de Landvetter –el de bajo costo de Göteborg- en el check-in nos reclamaron que nuestras maletas pesaban más de 10 kilos: calzoncillos largos y demás equipo ártico, junto con el pan, tenían la culpa. Querían que pagásemos exceso, excesivo, así que nos compramos una botella de agua y cumplimos condena: nos inflamos a pan y agua. Que no fue tal condena, porque el Björnströmslimpa estaba buenísimo (gracias Lars) y así conseguimos colar las maletas en cabina. A lo mejor es por eso que los diputados, los europeos y los otros, le esconden el cuerpo a lo del “low cost”, no sea que tengan que comerse los calzoncillos, como habría sugerido Chumy Chúmez (1), o peor, los papeles que arreglan nuestras vidas. Lee el resto de esta entrada »

No es sólo el cinturón lo que hay que apretar...

Llevo unas semanas pensando que no vale la pena opinar sobre casi nada. Que el curso de los acontecimientos es inexorable y los individuos tenemos poco que hacer. No puedo evitar recordar, salvando las distancias en tiempo y dramatismo, a los británicos que habitaban el sureste de Inglaterra cuando los alemanes les lanzaron unos miles de bombas autopropulsadas V-1 durante la II Guerra Mundial. Esas bombas, con su característico petardeo, aterrorizaban con su silencio, porque era señal de que su motor cohete se había detenido y la bomba empezaba a caer. Sólo cabía refugiarse lo mejor posible y rezar para que no te cayese encima. En España parece también que el sentimiento general es que el motor se parará cuando toque, que no podemos hacer nada y que lo mejor que podemos esperar es que la bomba no nos caiga a nosotros sino al vecino.

Pero ha sido el catarro y me he repuesto. Sí se pueden hacer cosas. Y nuestro presidente ha anunciado que mañana -ya hoy- vamos a recibir una dosis de apretones para ayudar a defendernos del malvado enemigo –o enemiga- especulador que nos está bombardeando con su desconfianza y maledicencia.

Parece que el gobierno tiene ya claro qué hacer, que no vale refugiarse y rezar –el que rece- y que la solución es apretar. Estoy bastante de acuerdo, pero en cambio no tengo nada claro que hayan empezado los apretones por el lado correcto. Como mínimo, por decencia ideológica, si toman medidas que suponen sufrimiento a los que menos pueden –cosa que es un clamor general-, deberían haberles antepuesto otras. Y no me voy a referir a los coches oficiales o los 38.000 teléfonos móviles corporativos de la Junta de Andalucía.

Lo que me preocupa es el rol de lo que se ha dado en llamar “el G-37”, un seleccionado puñado de nuestras mayores empresas que se reunió el sábado con el presidente. Nadie sabe con exactitud lo que se dijo, pero estoy casi seguro de que se habló de la solvencia de España, de su reputación -la de España, no sé si se tocaría la del presidente- o del crédito exterior. Preocupaciones lógicas de los empresarios y comunes con el resto del país. No tengo tan claro que se tocara la prioridad UNO: la creación de empleo. Y qué están haciendo sobre ello las grandes empresas.

A raíz de la reunión me pasé el fin de semana buceando en sus páginas web, y en particular en sus memorias de Responsabilidad Social Corporativa –RSC- o Empresarial –RSE- para analizar su plantilla en España. La mayoría son sociedades cotizadas, así que la información es bastante completa -con alguna notoria excepción-, aunque no uniforme. Se me pueden haber escapado cosas, pero he aquí lo que concluyo:

1. Las 31 compañías que dan datos de plantilla media en 2008 y 2009, empleaban 1.602.151 trabajadores en 2008 y 1.590.636 en 2009 (-1%). O sea que, colectivamente, no crearon ningún empleo a nivel global. Prácticamente todas mantuvieron o redujeron o aumentaron muy ligeramente su plantilla, salvo El Corte Inglés (-7.149 personas) y BBVA (-7.520). Veremos en 2010.

2. Pocas dan datos sobre su plantilla en España. Sólo 12 explicitan su evolución, y entre ellas sólo Abengoa, FCC y Grifols (+10%, ¡campeón!) crecen. Popular, Sabadell, Santander y BBVA reducen. Inditex reduce. Mapfre reduce. Telefónica reduce.

3. Para las grandes en empleo, España tiene un peso marginal: 20% en Banco Santander, 27% BBVA, 39% Ferrovial, 20% en Telefónica. Da la sensación de que España es “un país más”.

4. Cuando lees un poco a fondo las memorias de RSC, y algunas –Ferrovial, Gamesa- son muy buenas, te encuentras con un montón de intenciones y seguro que muchas realidades positivas para sus empleados y para una sociedad ideal: conciliación, formación, prevención del acoso, de la siniestralidad, ayuda a empleados discapacitados, flexibilidad y teletrabajo, formación sobre Derechos Humanos, conducción verde, igualdad de oportunidades –por género, generacional, etnia o discapacidad-, evaluación del desempeño, gestión de talento… you name it!

Pero… no se dice nada, vuelvo a ello, sobre lo que es el mayor problema: la creación, o mantenimiento al menos, del empleo. Lo que yo creo que es, en estos momentos, La Mayor Responsabilidad Social Corporativa. Acepto que lo importante para una sociedad próspera es tener empresas que ganen dinero. Sin embargo, con una crisis de confianza en el futuro como la que esta España encogida y rezando sufre, con un 43% de desempleo juvenil, las grandes empresas y sus accionistas tienen una grave responsabilidad: poner en marcha la creación de empleo para gente preparada, que hayla. Y que además de ganar dinero como grandes empresas, actúen como motores de confianza y grandes viveros de profesionales.

Y si hace falta que luego los manden a Brasil.

Por lo menos era barato...

Me ha pillado parte del debate del pleno desempleo en el coche y no he podido sino escuchar algunas de las ideas que se siguen manoseando sin resultado. Mi inclinación, en lo que supongo que coincido con una mayoría de españoles, es a no creerme ya nada de lo que se dice. Sólo me creeré lo que vea, la realidad, no las intenciones.

Realidad 1: Estadística del DIRCE, el Directorio Central de Empresas, serie 1999-2010. Sólo tienen que estudiarse la primera columna de la izquierda (datos al 1/1/2010) y compararla con la tercera (datos al 1/1/2008), pero les avanzo:

1. En España había al 1/1/2010, 1.417.258 empresas con empleados. De ellas, 1.354.176, el 95,55% tenían entre 1 y 9 empleados.

2. Entre esas empresas, con menos de 10 empleados, el DIRCE distingue tres grupos y esto es lo que ha sucedido en ese par de años:

a. Empresas con 1 ó 2 empleados. Han desaparecido 65.706 (-6,85%).
b. Empresas con 3 a 5 empleados. Han desaparecido 27.693 (-8,01%).
c. Empresas con 6 a 9 empleados. Han desaparecido 17.444 (-10,87%).
d. O sea que en total han desaparecido 110.843 pymes, el 7,54% de las que teníamos al 1/1/2008, 153 al día.
3. En otros grupos, el destrozo es todavía mayor en proporción: entre las empresas de 10 a 19 asalariados han desaparecido el 19,91%, el 15,37% entre las de 50 a 99, el 25,21% entre las de 200 a 499. Y así sucesivamente en todos los grupos. Terrorífico.

Realidad 2: las empresas más grandes no son la solución. Muestras:

1. El año hasta 30/9/2010 Telefónica ha tenido un número medio de empleados de 126.591. Un 1% más que un año antes. O sea que habrá creado unos 1.266 empleos, pero aunque no facilita el dato, al estar el 67% de su negocio fuera de España, debemos sospechar que como máximo habrá creado unos 400 empleos aquí. Seguramente menos.
2. A la misma fecha el Banco Santander, que ha crecido globalmente de 170.156 a 176.471 empleados (+3,7%), ha descendido en España de 33.658 a 33.536, -0,4%. O sea que el último año no ha creado empleo sino reducido su plantilla en España.
3. El BBVA ha pasado globalmente de 104.723 a 105.265 empleados, +0,52%. No veo en su informe el desglose de esta cifra, pero sospecho su situación semejante a la del Santander.
4. El Corte Inglés dice tener “estable” su plantilla de 101.550 empleados.

Y supongo que si sigo analizando me encontraré con más casos semejantes. Las grandes empresas, sobre todo las multinacionales, tienden a reducir plantilla en los mercados estancados y ampliarlas en los crecientes. Hoy leo que Bayer reduce 4.500 empleos a nivel global pero amplía 2.000 en los países emergentes. Y las empresas domésticas, de las que El Corte Inglés puede ser ejemplo, a lo más que llegan es a no reducir, desde luego no a ampliar.

En resumen, las empresas pequeñas y medianas desaparecen a ritmo vertiginoso, y en consecuencia se destruye empleo, y las grandes no lo crean -algo sobre lo que por cierto habría que reflexionar-.

Realidad 3: TVE y sobre todo las televisiones autonómicas han costado al bolsillo público en 2009, 2.134 millones de euros. Unos 355.068 millones de pesetas. Prácticamente mil millones de pesetas al día, duro arriba, duro abajo. Todo para sostener 8.000 empleos (que nos cuestan 250.000 euros al año cada uno) y tener cada partido su “speaker’s corner” particular –a mil millones de pesetas diarios-.

1+2+3 = Gobierno y Oposición se tienen que poner de acuerdo y empezar por hacer dos cosas. Repito: hacer –no decir-.

a. “Cut the bleeding”, hay que parar la hemorragia de derroche de país rico. Lo de la televisión es sólo un ejemplo, hay muchos más gastos superfluos en una economía de guerra como la que estamos. En el caso de las televisiones autonómicas, hay que hacer no un apagón analógico, sino un apagón-apagón, inmediato y no temporal, definitivo, no hagan caso al diccionario. Y esos espectros o como se llame, que los vendan.

b. Redireccionar ese ahorro, con urgencia, al fomento en la creación de empresas. No a proteger el desempleo: a que se creen empresas. Seguro que mil millones de pesetas diarios dan para hacer cosas: avales, capital riesgo, viveros, reducir burocracia, seguridad social, impuestos, ya se nos ocurrirán cosas.

De momento, los mil millones de mañana, o bueno, los del lunes, llámenme y yo me ocupo de invertirlos en una idea productiva. Que vale, confieso me ha inspirado el reciente cambio ministerial.

¿Presidente del Gobierno?

¿Saben cómo se llaman los cordones que fijan la yema a la cáscara del huevo? ¿No, verdad? Tal vez exagero, sí que habrá algún lector que lo sepa. Imagino que los que críen gallinas, los aficionados a los crucigramas o los interesados en la reproducción ovípora en general. La respuesta: las chalazas. La dio un chico de quince o dieciséis años y le valió el campeonato de «baloncesto cultural» Cesta y Puntos (TVE) de 1966 al colegio Santo Domingo de Orihuela. Los españoles nos volcamos con esa competición durante varios años.

Podemos sentir orgullo sobre ese programa. Como hoy día, por ejemplo, de Saber y Ganar, cuya pervivencia en antena durante más de trece años me reconforta al hacerme sentir que no estoy solo frente a la inanidad de mucho de lo que nos ofrece la caja. Desde sus principios la televisión ha utilizado este modelo de programa, de más o menos “relleno”, aunque alcanzando esporádicamente enorme popularidad. En los años cincuenta, Twenty One (el de la película “Quiz Show”), tuvo a Estados Unidos en vilo varios años. Magnus Magnusson, presentó Mastermind en el Reino Unido durante nada menos que veinticinco seguidos, entre 1972 y 1997. Y los españoles de mi generación seguramente no habrán olvidado a Secundino Gallego, “El Hombre de los Pájaros”, que parecía saberlo todo sobre ellos –incluyendo identificar a gran número por su canto, y seguro lo de las chalazas- y que tras su paso por Las Diez de Últimas se reconvirtió de bedel a conservador del Museo de Zoología de Barcelona, autor de libros y recibió la cruz de Alfonso X El Sabio.

Lo que está en juego en este uso honesto de la televisión, con más o menos componente espectáculo, Lee el resto de esta entrada »

Hoy he tenido un breve paso por el quirófano para una pequeña operación en mi cuero no cabelludo. Gracias por preocuparse, pero afortunadamente he sobrevivido. A la intervención en sí, porque en la sala de espera he pasado un rato delicado. Porque me han hecho esperar media horita o algo más y yo, que ya saben que no puedo evitar leer cualquier cosa escrita que me pongan delante, me he encontrado con que el único material legible eran dos pilas de “revistas del corazón”, con diferentes grados de atraso y manoseo. Pero bueno, he hecho de tripas corazón, corazón, y le he metido mano sucesivamente al Semana, el Cuore, Intouch, Clara, Hoy Corazón, Mía y finalmente el Hola. La verdad es que según las hojeaba hasta les he ido cogiendo el gusto. Porque he podido ver, por ejemplo, una foto de las pulseras que lleva en el tobillo Carmen Martínez Bordiu, que a “Pe” le ha salido un grano en la barbilla, a Bisbal con su nuevo bebé o las tribulaciones de Borja y Blanca (Borja Thyssen, ya saben), porque por fin han vendido la casa de Ibiza por nueve millones de euros, pero no tienen claro que les llegue para comprar su nueva casa en Madrid (dudas entre La Moraleja y no sé qué otra urbanización muy segura donde serían vecinos de CR9). Porque el último pago de la herencia del barón es de tres millones quinientos mil y no les cuadran los números. Y que la baronesa está muy preocupada por ello, aunque su nuera le cae bastante gorda. Y bueno, así un montón más de cosas interesantes y divertidas sobre la realeza, la aristocracia, futbolistas, toreros, cantantes, actores y demás fauna del famoseo mediático. Pero que el contenido engancha… engancha. Y además lo bueno es que para cuando pasas a quirófano ya estás medio dormido, así que se ahorran la mitad de la anestesia.

Pero, ahora en serio, me ha dejado intrigado esto de las revistas del corazón. Así que al llegar a casa me he metido a investigar y la verdad es que mi intriga ha pasado a preocupación. He consultado los datos de la Oficina de Justificación de la Difusión –OJD- y me he encontrado con el enorme negocio que son estas revistas y la penetración que tienen en nuestra sociedad, que asusta un poco. OJD controla 25 revistas “femeninas”, que en tirada semanal equivalente (extrapolando la mensual a semanal), suman 4.575.000 ejemplares. Un negocio que, publicidad excluida, que no sé cuánto será, debe mover 400 ó 500 millones de euros al año. Y eso es mucha anestesia.

Lo bueno de esto es que la información es totalmente inocua y no pide ninguna reflexión, en lo que reside seguramente parte de su atractivo. Lo malo, que justifica unas diferencias sociales y ensalza a una serie de gente cuyo único denominador común es disfrutar de ciertos lujos, pero en ese proceso de reducir a un común denominador, incluye a gente que se gana el pan, o el chalet en la Moraleja, con la cabeza o con las botas, pero los pone al mismo nivel que otra gente cuyo único mérito es vestir de Prada. O salir en el Vogue.

La Casa Real debería preocupase cuando una revista de esta índole le dedica a la princesa Letizia un reportaje de 22 páginas en el que entre piropo y piropo y fotos de los lujos de que disfruta, informa que “de 77 días trascurridos, 34 ha tenido actos oficiales” –lo que a mí personalmente no me parece mucho trabajar- y que por ello “es razonable que alargue sus vacaciones, pasándolas en un país del Caribe que no hemos podido averiguar”.

Estas revistas han contribuido a crear en España una “estética del poder”, vecina de la vanidad más inane, llevando a muchos políticos a un estilo personal que mete en un mismo saco, en una misma foto, el color de los pañuelos y el mérito personal. Y eso puede pasar inadvertido en momentos de bonanza o de neutralidad, pero en momentos de crisis, cuando se nos pase la anestesia, hasta puede llegar a encender alguna mecha.

P.E. Por cierto, he salido contento del hospital, no por los puntos, pero sí por ver que Harrison Ford, un tío que se lo ha currado y me cae bien, comparte conmigo dos aficiones: las linternas Maglite y los puros Romeo y Julieta Churchill. La foto del Hola en su despacho delata que en eso también somos colegas. ¡Me ha reforzado para la convalecencia!

Un tiempo tuve chófer. Vale la pena. Te libras del rollo de buscar sitio para aparcar, la ORA, las gasolineras en prepago, juegas con la Blackberry sin que te quiten puntos y no te preocupa el tráfico porque vas cómodamente leyendo el Financial Times. La pega es que no te enteras de muchas cosas de ahí abajo.

Es uno de los problemas de nuestros gobernantes. Sólo viajan en metro en las inauguraciones, en la cabina del conductor y con el resto del vagón lleno, sí, pero de guardaespaldas y periodistas. Tampoco me imagino a la Sra. Fernández de la Vega o al Sr. Chaves, o a los Sres. Camps o Montilla, por repartir y por un decir, empujando el carrito del super. Seguro que ahí también llevan chófer. Por eso se enteran de poco y van y fomentan cosas como la del estosololoarreglamosentretodos.org.

Pero no se preocupen que no les voy a aburrir con otro discurso sobre ese tema. Solo diré que la iniciativa me parece, como mínimo, una distracción más frente a los problemas a los que nos enfrentamos.

Pero como quiero ser constructivo les voy a ofrecer una alternativa. Como yo sí que voy al super, hoy entre la leche y las alcachofas me he quedado mirando una estantería y de repente he visto la verdadera solución a nuestro estado de ánimo: http://www.atiborrensetodosdechocolate.org. ¡Menos monsergas y más energía!. Y el chocolate reúne todas las condiciones. Veamos:

• Es anti-oxidante. No como el «3 en 1», que simplemente lubrica pero el óxido se queda. El chocolate de verdad quita el óxido. Todos estos problemas que tenemos con los mayores que se niegan a seguir trabajando, los muy rácanos, desaparecerían porque las articulaciones sin óxido estimularían a la gente a moverse y a producir más de forma natural. No habría que obligarles, ¡nos pedirían seguir en el tajo!

• Es afrodisíaco, lo que contribuiría a eliminar las preocupaciones nocturnas sobre el recibo de la hipoteca que nos cae mañana. Y además fomentaría la natalidad, que tanta falta nos hace. Un indeseable efecto secundario es que dicen que muchas mujeres en realidad prefieren el chocolate al sexo, pero tal vez sea un precio a pagar mientras amaina la crisis (por si acaso, procuren mantener el chocolate a buena distancia de la cama)

• Por su contenido en teobromina, estimula las funciones cerebrales. Seguro que un buen primer paso para que entendamos que la vida nos la tenemos que resolver nosotros, con preferencia a pedir que nos la resuelvan.

• Y por el de feniletilamina tiene el efecto de hacernos ver la vida de color de rosa y eliminar el estrés. Ya no hará falta escuchar discursos presidenciales.

Todo lo anterior son ventajas concretas, no buenas intenciones, por lo que propongo la puesta en marcha inmediata de un plan de fomento del consumo de chocolate y para ello:

1. Todos los contribuyentes recibirán con su borrador de la declaración de la renta un talonario de cupones con los que podrán recoger de su oficina de correos una pastilla de chocolate cada mes, hasta que la cosa mejore.

2. En la lucha contra el fraude que Hacienda propone, todas las notificaciones de inspección o sanción vendrán acompañadas de una pastilla de chocolate extra –de adicional y de bueno-, lo que sin duda aminorará el cabreo correspondiente y hará entender mejor eso de que “Hacienda somos Todos”. Punto org.

3. Se abrirán chocolaterías de guardia que repartirán chocolate en horas en las que no hay forma de desahogarse bien por otros medios o arreglar cosas con otros. La última semana de cada mes, cuando muchos sueldos estirados se hayan roto, todas las chocolaterías permanecerán abiertas las 24 horas (las porras se pagarán aparte).

4. Equipos de voluntarios repartirán tabletas de chocolate en las colas del INEM. Esto será costoso, pero la protección social es un objetivo prioritario.

5. Se propondrá a Chocolates Valor, líder nacional de producción, que cambie el nombre de sus tabletas, que pasarán de llamarse simplemente “Valor” a “¡Valor!”. Ese pequeño énfasis exclamativo introducirá, de una forma muy económica, un cambio semántico que en estos momentos nos parece imprescindible.

Finalmente, como todo el chocolate que se utilice en esta campaña será de producción nacional, pronto nuestras empresas podrán medirse con Nestlé, Lindt y otras multinacionales y habremos creado, casi sin darnos cuenta, mientras arreglamos la crisis entre todos, una industria global de beneficios indudables, como la de Charlie.

Una de las irritaciones de la dichosa tele es tener que ver u oír a diario a miembros varios de la clase política. No hay manera de evitarlo, si enciendes la caja, claro. Yo no veo todos los días imágenes de Marilyn Monroe ni escucho a Alfredo Kraus o Groucho Marx. Me atrevo incluso a decir que si los viera y escuchara tan a menudo, me acabarían cansando. Así que imagínense como me siento cuando en lugar de a ellos me toca tragarme con la tostada matutina el tostón del tándem Zapatero-Rajoy y adversarios, adláteres y acólitos dándome opiniones repetidas que sé que difícilmente me van a llevar a algún sitio. Estoy seguro que cuando marcho a ver si produzco algo para la economía propia y ajena, consigo mucho menos que si hubiera podido echarle un vistazo a Marilyn contoneándose bajo un chorro de vapor.

Soy renuente a comentar sobre política, pero está la cosa tan futuda, por ponerlo suave, que creo que toca.

Pensando en lo que me gustaría que sucediese me he encontrado con esta casita para patos, que está en el meollo de cómo muchos británicos se han tomado el uso abusivo de las prebendas de sus diputados. Lee el resto de esta entrada »

Una mañana temprana del invierno de 1984 tomé un avioncito Short, un 330 o un Skyvan, no recuerdo bien, pero en cualquier caso una especie de caja de zapatos con alas, para volar desde Luton, al norte de Londres, hasta Rotterdam. Hacía mal tiempo y llovía. El tamaño del avión me pareció escasillo para lo de cruzar el Mar del Norte, pero yo era ya para entonces un aeronauta curtido y los aviones nunca me han inquietado. Despegamos dando tumbos. Cuando tomamos altura aquello se convirtió en una batidora. Al rato y de repente… ¡crack!: chispazo y nos quedamos a oscuras, sobrevolando el mar gris en medio de la tormenta. La azafata salió de la cabina del piloto para anunciarnos viva voce que no nos preocupáramos, que «todo el problema era que nos había golpeado un rayo y nos habíamos quedado sin electrónica”. Sin radar por ejemplo. Así que el piloto daba la vuelta y nos volvíamos a Luton, y que ya que no teníamos radar, cuando estuviéramos sobre tierra seguiríamos una carretera que nos mostrara el camino de regreso al aeropuerto. Siempre me había preguntado hasta entonces el por qué los aviones llevan faros. Total que aterrizamos, entre camiones de bomberos, nos bajamos, nos ofrecieron otro avión, me monté y nos fuimos a Rotterdam, también con tumbos pero esta vez con éxito.

No negaré que sudé frío. Uno piensa cosas en esos momentos. Pero al mismo tiempo creo que es bueno conservar la calma, como el piloto debió hacer.

Ahora estamos un poco así. Dando tumbos, a oscuras y sin radar. Y vuelvo a sudar frío, Lee el resto de esta entrada »

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