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Realidad 1: Estadística del DIRCE, el Directorio Central de Empresas, serie 1999-2010. Sólo tienen que estudiarse la primera columna de la izquierda (datos al 1/1/2010) y compararla con la tercera (datos al 1/1/2008), pero les avanzo:
1. En España había al 1/1/2010, 1.417.258 empresas con empleados. De ellas, 1.354.176, el 95,55% tenían entre 1 y 9 empleados.
2. Entre esas empresas, con menos de 10 empleados, el DIRCE distingue tres grupos y esto es lo que ha sucedido en ese par de años:
a. Empresas con 1 ó 2 empleados. Han desaparecido 65.706 (-6,85%).
b. Empresas con 3 a 5 empleados. Han desaparecido 27.693 (-8,01%).
c. Empresas con 6 a 9 empleados. Han desaparecido 17.444 (-10,87%).
d. O sea que en total han desaparecido 110.843 pymes, el 7,54% de las que teníamos al 1/1/2008, 153 al día.
3. En otros grupos, el destrozo es todavía mayor en proporción: entre las empresas de 10 a 19 asalariados han desaparecido el 19,91%, el 15,37% entre las de 50 a 99, el 25,21% entre las de 200 a 499. Y así sucesivamente en todos los grupos. Terrorífico.
Realidad 2: las empresas más grandes no son la solución. Muestras:
1. El año hasta 30/9/2010 Telefónica ha tenido un número medio de empleados de 126.591. Un 1% más que un año antes. O sea que habrá creado unos 1.266 empleos, pero aunque no facilita el dato, al estar el 67% de su negocio fuera de España, debemos sospechar que como máximo habrá creado unos 400 empleos aquí. Seguramente menos.
2. A la misma fecha el Banco Santander, que ha crecido globalmente de 170.156 a 176.471 empleados (+3,7%), ha descendido en España de 33.658 a 33.536, -0,4%. O sea que el último año no ha creado empleo sino reducido su plantilla en España.
3. El BBVA ha pasado globalmente de 104.723 a 105.265 empleados, +0,52%. No veo en su informe el desglose de esta cifra, pero sospecho su situación semejante a la del Santander.
4. El Corte Inglés dice tener “estable” su plantilla de 101.550 empleados.
Y supongo que si sigo analizando me encontraré con más casos semejantes. Las grandes empresas, sobre todo las multinacionales, tienden a reducir plantilla en los mercados estancados y ampliarlas en los crecientes. Hoy leo que Bayer reduce 4.500 empleos a nivel global pero amplía 2.000 en los países emergentes. Y las empresas domésticas, de las que El Corte Inglés puede ser ejemplo, a lo más que llegan es a no reducir, desde luego no a ampliar.
En resumen, las empresas pequeñas y medianas desaparecen a ritmo vertiginoso, y en consecuencia se destruye empleo, y las grandes no lo crean -algo sobre lo que por cierto habría que reflexionar-.
Realidad 3: TVE y sobre todo las televisiones autonómicas han costado al bolsillo público en 2009, 2.134 millones de euros. Unos 355.068 millones de pesetas. Prácticamente mil millones de pesetas al día, duro arriba, duro abajo. Todo para sostener 8.000 empleos (que nos cuestan 250.000 euros al año cada uno) y tener cada partido su “speaker’s corner” particular –a mil millones de pesetas diarios-.
1+2+3 = Gobierno y Oposición se tienen que poner de acuerdo y empezar por hacer dos cosas. Repito: hacer –no decir-.
a. “Cut the bleeding”, hay que parar la hemorragia de derroche de país rico. Lo de la televisión es sólo un ejemplo, hay muchos más gastos superfluos en una economía de guerra como la que estamos. En el caso de las televisiones autonómicas, hay que hacer no un apagón analógico, sino un apagón-apagón, inmediato y no temporal, definitivo, no hagan caso al diccionario. Y esos espectros o como se llame, que los vendan.
b. Redireccionar ese ahorro, con urgencia, al fomento en la creación de empresas. No a proteger el desempleo: a que se creen empresas. Seguro que mil millones de pesetas diarios dan para hacer cosas: avales, capital riesgo, viveros, reducir burocracia, seguridad social, impuestos, ya se nos ocurrirán cosas.
De momento, los mil millones de mañana, o bueno, los del lunes, llámenme y yo me ocupo de invertirlos en una idea productiva. Que vale, confieso me ha inspirado el reciente cambio ministerial.
Podemos sentir orgullo sobre ese programa. Como hoy día, por ejemplo, de Saber y Ganar, cuya pervivencia en antena durante más de trece años me reconforta al hacerme sentir que no estoy solo frente a la inanidad de mucho de lo que nos ofrece la caja. Desde sus principios la televisión ha utilizado este modelo de programa, de más o menos “relleno”, aunque alcanzando esporádicamente enorme popularidad. En los años cincuenta, Twenty One (el de la película “Quiz Show”), tuvo a Estados Unidos en vilo varios años. Magnus Magnusson, presentó Mastermind en el Reino Unido durante nada menos que veinticinco seguidos, entre 1972 y 1997. Y los españoles de mi generación seguramente no habrán olvidado a Secundino Gallego, “El Hombre de los Pájaros”, que parecía saberlo todo sobre ellos –incluyendo identificar a gran número por su canto, y seguro lo de las chalazas- y que tras su paso por Las Diez de Últimas se reconvirtió de bedel a conservador del Museo de Zoología de Barcelona, autor de libros y recibió la cruz de Alfonso X El Sabio.
Lo que está en juego en este uso honesto de la televisión, con más o menos componente espectáculo, Lee el resto de esta entrada »
Hoy he tenido un breve paso por el quirófano para una pequeña operación en mi cuero no cabelludo. Gracias por preocuparse, pero afortunadamente he sobrevivido. A la intervención en sí, porque en la sala de espera he pasado un rato delicado. Porque me han hecho esperar media horita o algo más y yo, que ya saben que no puedo evitar leer cualquier cosa escrita que me pongan delante, me he encontrado con que el único material legible eran dos pilas de “revistas del corazón”, con diferentes grados de atraso y manoseo. Pero bueno, he hecho de tripas corazón, corazón, y le he metido mano sucesivamente al Semana, el Cuore, Intouch, Clara, Hoy Corazón, Mía y finalmente el Hola. La verdad es que según las hojeaba hasta les he ido cogiendo el gusto. Porque he podido ver, por ejemplo, una foto de las pulseras que lleva en el tobillo Carmen Martínez Bordiu, que a “Pe” le ha salido un grano en la barbilla, a Bisbal con su nuevo bebé o las tribulaciones de Borja y Blanca (Borja Thyssen, ya saben), porque por fin han vendido la casa de Ibiza por nueve millones de euros, pero no tienen claro que les llegue para comprar su nueva casa en Madrid (dudas entre La Moraleja y no sé qué otra urbanización muy segura donde serían vecinos de CR9). Porque el último pago de la herencia del barón es de tres millones quinientos mil y no les cuadran los números. Y que la baronesa está muy preocupada por ello, aunque su nuera le cae bastante gorda. Y bueno, así un montón más de cosas interesantes y divertidas sobre la realeza, la aristocracia, futbolistas, toreros, cantantes, actores y demás fauna del famoseo mediático. Pero que el contenido engancha… engancha. Y además lo bueno es que para cuando pasas a quirófano ya estás medio dormido, así que se ahorran la mitad de la anestesia.
Pero, ahora en serio, me ha dejado intrigado esto de las revistas del corazón. Así que al llegar a casa me he metido a investigar y la verdad es que mi intriga ha pasado a preocupación. He consultado los datos de la Oficina de Justificación de la Difusión –OJD- y me he encontrado con el enorme negocio que son estas revistas y la penetración que tienen en nuestra sociedad, que asusta un poco. OJD controla 25 revistas “femeninas”, que en tirada semanal equivalente (extrapolando la mensual a semanal), suman 4.575.000 ejemplares. Un negocio que, publicidad excluida, que no sé cuánto será, debe mover 400 ó 500 millones de euros al año. Y eso es mucha anestesia.
Lo bueno de esto es que la información es totalmente inocua y no pide ninguna reflexión, en lo que reside seguramente parte de su atractivo. Lo malo, que justifica unas diferencias sociales y ensalza a una serie de gente cuyo único denominador común es disfrutar de ciertos lujos, pero en ese proceso de reducir a un común denominador, incluye a gente que se gana el pan, o el chalet en la Moraleja, con la cabeza o con las botas, pero los pone al mismo nivel que otra gente cuyo único mérito es vestir de Prada. O salir en el Vogue.
La Casa Real debería preocupase cuando una revista de esta índole le dedica a la princesa Letizia un reportaje de 22 páginas en el que entre piropo y piropo y fotos de los lujos de que disfruta, informa que “de 77 días trascurridos, 34 ha tenido actos oficiales” –lo que a mí personalmente no me parece mucho trabajar- y que por ello “es razonable que alargue sus vacaciones, pasándolas en un país del Caribe que no hemos podido averiguar”.
Estas revistas han contribuido a crear en España una “estética del poder”, vecina de la vanidad más inane, llevando a muchos políticos a un estilo personal que mete en un mismo saco, en una misma foto, el color de los pañuelos y el mérito personal. Y eso puede pasar inadvertido en momentos de bonanza o de neutralidad, pero en momentos de crisis, cuando se nos pase la anestesia, hasta puede llegar a encender alguna mecha.
P.E. Por cierto, he salido contento del hospital, no por los puntos, pero sí por ver que Harrison Ford, un tío que se lo ha currado y me cae bien, comparte conmigo dos aficiones: las linternas Maglite y los puros Romeo y Julieta Churchill. La foto del Hola en su despacho delata que en eso también somos colegas. ¡Me ha reforzado para la convalecencia!
Un tiempo tuve chófer. Vale la pena. Te libras del rollo de buscar sitio para aparcar, la ORA, las gasolineras en prepago, juegas con la Blackberry sin que te quiten puntos y no te preocupa el tráfico porque vas cómodamente leyendo el Financial Times. La pega es que no te enteras de muchas cosas de ahí abajo.
Es uno de los problemas de nuestros gobernantes. Sólo viajan en metro en las inauguraciones, en la cabina del conductor y con el resto del vagón lleno, sí, pero de guardaespaldas y periodistas. Tampoco me imagino a la Sra. Fernández de la Vega o al Sr. Chaves, o a los Sres. Camps o Montilla, por repartir y por un decir, empujando el carrito del super. Seguro que ahí también llevan chófer. Por eso se enteran de poco y van y fomentan cosas como la del estosololoarreglamosentretodos.org.
Pero no se preocupen que no les voy a aburrir con otro discurso sobre ese tema. Solo diré que la iniciativa me parece, como mínimo, una distracción más frente a los problemas a los que nos enfrentamos.
Pero como quiero ser constructivo les voy a ofrecer una alternativa. Como yo sí que voy al super, hoy entre la leche y las alcachofas me he quedado mirando una estantería y de repente he visto la verdadera solución a nuestro estado de ánimo: http://www.atiborrensetodosdechocolate.org. ¡Menos monsergas y más energía!. Y el chocolate reúne todas las condiciones. Veamos:
• Es anti-oxidante. No como el «3 en 1», que simplemente lubrica pero el óxido se queda. El chocolate de verdad quita el óxido. Todos estos problemas que tenemos con los mayores que se niegan a seguir trabajando, los muy rácanos, desaparecerían porque las articulaciones sin óxido estimularían a la gente a moverse y a producir más de forma natural. No habría que obligarles, ¡nos pedirían seguir en el tajo!
• Es afrodisíaco, lo que contribuiría a eliminar las preocupaciones nocturnas sobre el recibo de la hipoteca que nos cae mañana. Y además fomentaría la natalidad, que tanta falta nos hace. Un indeseable efecto secundario es que dicen que muchas mujeres en realidad prefieren el chocolate al sexo, pero tal vez sea un precio a pagar mientras amaina la crisis (por si acaso, procuren mantener el chocolate a buena distancia de la cama)
• Por su contenido en teobromina, estimula las funciones cerebrales. Seguro que un buen primer paso para que entendamos que la vida nos la tenemos que resolver nosotros, con preferencia a pedir que nos la resuelvan.
• Y por el de feniletilamina tiene el efecto de hacernos ver la vida de color de rosa y eliminar el estrés. Ya no hará falta escuchar discursos presidenciales.
Todo lo anterior son ventajas concretas, no buenas intenciones, por lo que propongo la puesta en marcha inmediata de un plan de fomento del consumo de chocolate y para ello:
1. Todos los contribuyentes recibirán con su borrador de la declaración de la renta un talonario de cupones con los que podrán recoger de su oficina de correos una pastilla de chocolate cada mes, hasta que la cosa mejore.
2. En la lucha contra el fraude que Hacienda propone, todas las notificaciones de inspección o sanción vendrán acompañadas de una pastilla de chocolate extra –de adicional y de bueno-, lo que sin duda aminorará el cabreo correspondiente y hará entender mejor eso de que “Hacienda somos Todos”. Punto org.
3. Se abrirán chocolaterías de guardia que repartirán chocolate en horas en las que no hay forma de desahogarse bien por otros medios o arreglar cosas con otros. La última semana de cada mes, cuando muchos sueldos estirados se hayan roto, todas las chocolaterías permanecerán abiertas las 24 horas (las porras se pagarán aparte).
4. Equipos de voluntarios repartirán tabletas de chocolate en las colas del INEM. Esto será costoso, pero la protección social es un objetivo prioritario.
5. Se propondrá a Chocolates Valor, líder nacional de producción, que cambie el nombre de sus tabletas, que pasarán de llamarse simplemente “Valor” a “¡Valor!”. Ese pequeño énfasis exclamativo introducirá, de una forma muy económica, un cambio semántico que en estos momentos nos parece imprescindible.
Finalmente, como todo el chocolate que se utilice en esta campaña será de producción nacional, pronto nuestras empresas podrán medirse con Nestlé, Lindt y otras multinacionales y habremos creado, casi sin darnos cuenta, mientras arreglamos la crisis entre todos, una industria global de beneficios indudables, como la de Charlie.
Una mañana temprana del invierno de 1984 tomé un avioncito Short, un 330 o un Skyvan, no recuerdo bien, pero en cualquier caso una especie de caja de zapatos con alas, para volar desde Luton, al norte de Londres, hasta Rotterdam. Hacía mal tiempo y llovía. El tamaño del avión me pareció escasillo para lo de cruzar el Mar del Norte, pero yo era ya para entonces un aeronauta curtido y los aviones nunca me han inquietado. Despegamos dando tumbos. Cuando tomamos altura aquello se convirtió en una batidora. Al rato y de repente… ¡crack!: chispazo y nos quedamos a oscuras, sobrevolando el mar gris en medio de la tormenta. La azafata salió de la cabina del piloto para anunciarnos viva voce que no nos preocupáramos, que «todo el problema era que nos había golpeado un rayo y nos habíamos quedado sin electrónica”. Sin radar por ejemplo. Así que el piloto daba la vuelta y nos volvíamos a Luton, y que ya que no teníamos radar, cuando estuviéramos sobre tierra seguiríamos una carretera que nos mostrara el camino de regreso al aeropuerto. Siempre me había preguntado hasta entonces el por qué los aviones llevan faros. Total que aterrizamos, entre camiones de bomberos, nos bajamos, nos ofrecieron otro avión, me monté y nos fuimos a Rotterdam, también con tumbos pero esta vez con éxito.
No negaré que sudé frío. Uno piensa cosas en esos momentos. Pero al mismo tiempo creo que es bueno conservar la calma, como el piloto debió hacer.
Ahora estamos un poco así. Dando tumbos, a oscuras y sin radar. Y vuelvo a sudar frío, Lee el resto de esta entrada »












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