Todavía no me ha llegado la cesta de navidad de la Cámara de Comercio de Madrid. ¡Pagué mi cuota hace meses, pero la sigo esperando! Que tengo yo ganas de fomentar el consumo, que dicen que es el motivo del envío. Aunque para ser coherente me tenga que quedar sólo con los vinos, el turrón, el lomo, el chorizo y el jamón, por aquello del “compre productos españoles”. Y devolveré el televisor Grundig de 32 pulgadas, el champán Moët Chandon y otras cosillas. Aunque pensándolo bien, todas son europeas, ¿no? Y como nuestros vecinos también están en crisis, pues he decidido que les voy a ayudar, que me lo quedo todo, que así hago país, bueno Unión Europea. ¡Gracias Salvador, y felicidades por la iniciativa!
Mientras espero la cesta me he decidido a tomar clases de acordeón, que seguro tengo tiempo de aprender a tocarlo bien. Es que me gustó cómo tocaba un músico sudamericano, que en el vagón del metro tocó “La Paloma”. Me entendí de mirada con mi viajero de enfrente: “suena bonito, ¿eh?”. Lástima que el del acordeón fuese peruano o así y estuviese en el metro de Madrid, porque si hubiese sido de Bilbao podría haber optado a una subvención de 700.000, euro arriba euro abajo, como la que le acaba de conceder el Gobierno Vasco a un tal Junkera. No toca mal el chico vasco, pero no sé, no sé, a mi el peruano del metro me gustó mucho. Y yo, qué quieren que les diga, lo voy a intentar.
Así paso los días, entre jamón y acordeón, leyendo sobre mesas de cerezo de doscientos mil, sillas de seis mil, coches blindados para pies cansados de no sé cuántos cientosmil, viajes y dispendios varios de gentes del apparatchik que utilizan el dinero de mis impuestos como si fuese suyo. No, como si fuese suyo no, como si fuese mío, que les duele menos, o mejor dicho, no les duele nada. Pero hay que saberles comprender, porque se tienen que trabajar su futuro, que está en seguir dentro del aparato, como sea, es un círculo de influencias que hay que cuidar, y eso cuesta dinero.
Y me queda la cosa del ICO. Aurelio Martínez y yo compartimos facultad en Valencia, allá a mediados de los 70. Aunque somos de la misma quinta, él era ya “penene” y yo alumno tardío. Luego le he seguido algo su trayectoria y la verdad ya no sé si le sonroja tener que confesar cómo el ICO está infiltrado, bueno, es también, apparatchik. O sea que el dinero no se presta tanto a las empresas que “contribuyen a la distribución de la riqueza nacional y a las actividades económicas que por su trascendencia social, cultural, innovadora o ecológica merezcan una atención preferente” (ver http://www.ico.es) como, mayormente, a quien le interesa al aparato, léase Sacyres varios. Pena.
Ahora el apparatchik y la familia McDuck (o del Tío Gilito como decimos por aquí), andan simulando que están a la greña. Porque el apparatchik está dándoles dinero, del nuestro claro, como es regla general, y los McDuck en lugar de dedicarse como debían a prestárnoslo de nuevo a los que estamos fuera pasando frío, lo están guardando en la caja, y se les está viendo a todos el plumero y el personal se está empezando a cabrear. Y el miedo del apparatchik es, no que la crisis no se resuelva o que el paro suba, sino que les quiten la silla, ésa de 6.000 euros, y tenerse que buscar la vida trabajando en lugar de figurando, que no mola nada. Pero no se preocupen, que no se van a pelear, porque saben que se necesitan y porque la mejor salida del apparatchik es meterse en la familia McDuck. ¿Lo van entendiendo?
Así que no me extraña lo del fracaso escolar, lo del botellón, lo del paro juvenil y otras malaises sociales, porque los chavales y los jóvenes se tienen que creer que trabajo y prosperidad marchan paralelos y eso no es lo que ven por ahí arriba. Mucho tendría que cambiar la cosa para que nuestros gobernantes sean capaces de extender un mensaje de equidad y austeridad.
Cuando vea rodar la primera cabeza empezaré a creérmelo. Mientras tanto aquí me tienen, tocando el acordeón y esperando la cesta.
Filmografía recomendada: Plácido (1961), de Luis G. Berlanga.
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