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Esta semana una concentración de manifestantes, dicen que unos mil, ha pretendido atacar el Congreso de los Diputados en Madrid. No lo han conseguido porque una concentración de policías anti-disturbios, dicen que unos mil cuatrocientos, se lo ha impedido.
Luego he oído que la Excma. Sra. Delegada del Gobierno en Madrid, decía que mejor no protestar ahí, que es un llamado a la violencia y algo así como que los manifestantes no han recibido el apoyo de la ciudadanía. Que normal. Y antes había oído repetidamente que pretender subvertir la legalidad a base de adoquinazos no es correcto y que sus señorías los Excmos. Sres. Diputados son los representantes de la Soberanía Popular. Y que si a alguien no le gusta cómo está la cosa, lo que tiene que hacer es votar a otros en 2015. Que normal, que sólo se trata de esperar unos añitos. No les falta razón, pero…
También esta semana me he enterado, como todos los españoles ya sospechábamos, de que más de seis millones de compatriotas están sin trabajo. Y de que casi justo dos millones de familias tienen a todos sus miembros en paro. Y de que casi tenemos tantos jubilados y desempleados como cotizantes.
O sea: auténtica emergencia nacional.
Y también leo hoy que algunos altos cargos de una empresa inmobiliaria privada pero en realidad casi pública, han cobrado más de treinta mil euros por trabajar durante el mes de diciembre de 2012. Y aunque la noticia lo añade como especulación, parece que su remuneración será doce veces eso durante 2013. Y en mi cerebro rumiante, aunque no sea lo mismo, ello se ha sumado, sin querer, al latrocinio que tantos responsables de cajas de ahorro han cometido en estos años. Y no me consta que ni estén en la cárcel ni hayan devuelto la pasta.
Así que mis pilares intelectuales sobre el comportamiento racional de las personas se empiezan a tambalear. ¿Va a resultar que tiene razón el del adoquín?
Y también esta semana, una más, se consolida mi convicción de que el Gobierno ha perdido la iniciativa y no está atacando los verdaderos problemas de nuestra Economía y nuestra Sociedad. Que es como si hubieran puesto de general de la división al cabo furriel. Y pido perdón a los cabos furrieles.
Y empiezo a pensar si de verdad la solución está en esperar casi tres años a remover a unos para poner a otros, que no me arriendo yo mismo la ganancia.
Me ha hecho pensar, no sé por qué, será lo de generales y cabos, en Eisenhower. Dicen los americanos que fue uno de sus mejores presidentes. Frugal en lo personal, durante la II Guerra Mundial, decisivo como comandante en jefe de las Fuerzas Aliadas. Antes del desembarco de Normandía, se negaba a comer nada distinto a sus soldados. Comía rancho. Y luego cuando fue presidente del país, lo fue frugalmente con las cuentas del estado y fue uno de los primeros en mucho tiempo, Clinton fue el siguiente, en dejarlas en positivo. Lo que no le impidió construir la mayor red de autopistas del país.
Estamos en una situación muy complicada. Los españoles sumidos en una mezcla de desesperanza, irritación y malhumor. ¿Se pueden segregar estos sentimientos? Yo personalmente me excluyo de la desesperanza: creo que si hacemos las cosas correctas y el Gobierno apoya o no estorba, saldremos de ésta. Tampoco estoy especialmente malhumorado: mi familia es mi cobijo. Pero sí estoy irritado. Lo estoy porque no comprendo cómo gente inteligente, que llevan las riendas de nuestra Economía y nuestra Política, no se dan cuenta de que el trato desigual, la obscenidad de retribuir trabajos sin riesgo, en Política o en Economía, al nivel que se hace, cuando miles y miles de personas no pueden pagar la hipoteca o el colegio de sus chicos, son un quebrantamiento de nuestra fibra moral. Y de que el resto de la gente se da cuenta.
¡Reflexionen! Muchos de mis compatriotas no están irritados. Están cabreados de verdad. La mayoría no lanzan adoquines, afortunadamente. Pero aciertos de Política Económica aparte, que falta hacen, alguien en las alturas tiene que trabajar en serio en que reconstruyamos dicha fibra moral, en predicar con el ejemplo, en mostrar solidaridad auténtica con los que sufren, en hacer que todos rememos al unísono. ¿Qué hay que comer rancho? Comemos rancho. TODOS. Porque empiezo a temer que por algún lado puede saltar una chispa. Que nos lleve a la ruina sin fondo.
P.S.1: escribo esto mientras tengo a medias el libro «The Black Swan», de Nassim Nicholas Taleb, sobre el «anticonocimiento»: «To summarize in this (personal) essay, I stick my neck out, that our world is dominated by the extreme, the unknown, and the very improbable (improbable according to our current knowledge) and all the while we spend our time engaged in small talk, focusing on the known and the repeated. This implies the need to use the extreme event as a starting point and not treat it as an exception to be pushed under the rug. I also make the bolder (and more annoying) claim that in spite of our progress and the growth in knowledge, or perhaps because of such progress and growth, the future will be increasingly less predictable, while both human nature and social «science» seem to conspire to hide the idea from us.»)
P.S.2: No conozco lo suficiente la biografía política de Eisenhower como para solidarizarme íntegramente con su trabajo. Pero sí lo hago totalmente con algunas de sus frases de muestra:
– El mundo pertenece a los optimistas; los pesimistas son meros espectadores.
– El pesimismo nunca ganó ninguna batalla.
– Los planes son inútiles, pero la planificación lo es todo.
– El sargento es el ejército.
– Sólo la fuerza puede cooperar, la debilidad sólo puede mendigar.
– Un intelectual es un hombre que tiene más palabras para decir de lo que en realidad sabe.
– El mundo cambia, y las ideas que alguna vez fueron buenas no son siempre buenas.
Y…
Un pueblo que valora sus privilegios por encima de sus principios, perderá ambos.
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