"No podemos esperar a las visiones exitosas de personas sobresalientes, porque éstas son escasas...Depende de nosotros el encender nuestros propios pequeños fuegos en la oscuridad". -Charles Handy-

«No podemos esperar a las visiones exitosas de personas sobresalientes, porque éstas son escasas…Depende de nosotros el encender nuestros propios pequeños fuegos en la oscuridad».
-Charles Handy-

Hace unos meses comentaba con una colega sobre lo que ella sentía como una acumulación de preocupaciones, profesionales y personales. Así que le conté lo del capitán japonés. Es uno de los ejemplos que utiliza Dale Carnegie para ilustrar sus recomendaciones en “Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida”. El personaje de la historia, gerente de una compañía de seguros británica en Shanghai durante la II Guerra Mundial, ve amenazada su vida por haberle ocultado a un liquidador militar información sobre bienes que el ejército japonés buscaba confiscar. Bueno, en realidad no era un capitán, era un almirante, pero da igual. Le sirve para desmenuzar su método sobre cómo atacar una preocupación: “1) Consignar precisamente por escrito qué es lo que me preocupa; 2) consignar por escrito lo que puedo hacer acerca del asunto; 3) decidir lo que voy a hacer; 4) comenzar inmediatamente a llevar a cabo mis decisiones.”

El libro de Carnegie es de 1948. Yo lo leí hacia 1990. En su síntesis sobre las técnicas básicas para el análisis de la preocupación establece cuatro reglas:

“Regla 1: Obtenga todos los hechos. Recuerde que el decano Hawkes de la Universidad de Columbia dijo que la mitad de la preocupación que existe en el mundo obedece a que las personas intentan tomar decisiones sin un conocimiento suficiente sobre en qué basar una decisión.
Regla 2: Considere todos los hechos, entonces llegue a una decisión.
Regla 3: Después de tomar una decisión, ¡actúe!
Regla 4: Cuando usted, o cualquiera de sus socios, se sienta inclinado a preocuparse por un problema, consigne por escrito las siguientes preguntas y contéstelas:
a. ¿Cuál es el problema?
b. ¿Cuáles son las causas del problema?
c. ¿Cuáles son las posibles soluciones?
d. ¿Cuál es la mejor solución?”

Llevar todo esto a cabo en la esfera individual es relativamente sencillo si uno se aplica a ello con perseverancia y va adquiriendo práctica. A mí me ha funcionado bastante bien, convencido como estoy de que mi destino está en mis manos y no en las de otros. Recuerden: auto-confianza, formación, comunicación, liderazgo y actitud. Lo dice Carnegie.

Las soluciones a nuestras preocupaciones en lo personal, decidir y actuar es el fundamento de cualquier sociedad sana. Lo que pasa es que además de las preocupaciones de uno, cada vez hay que preocuparse más de las de todos.

Porque cuando hablamos de lo colectivo, la cosa ya tiene otro cariz, ya no está tan en nuestras manos. Empezando por la información, que está sobre-ofertada. Si intentamos hacer las preguntas de Dale a nuestra sociedad, deberíamos atender a lo fundamental, al largo plazo, o sea la vida de nuestros hijos y nietos, y a una visión global de los hechos. Lo de Undargarín y la Infanta, por ejemplo, que tanto nos ocupa, es irrelevante. Incluso lo es que tengamos o no monarquía, porque con monarquía o república no vamos a vivir ni mucho mejor ni mucho peor. Lo de que el índice de producción industrial mejore en un mes es corto plazo. Lo importante a largo plazo es mejorar la participación de la agricultura y la industria en nuestro PIB. Que la vivienda baje más, o no, es parcial, porque el sector inmobiliario como motor económico es ya historia. Lo integral es pensar en cómo hacer crecer otros sectores de la economía que lo sustituyan. La unidad de España es fundamental, pero casi tanto lo es que España toda pierda población al ritmo que la pierde. Y Cataluña, por cierto, la que más, que según el INE perderá el 11% de su población en los próximos 10 años. Ello nos lleva a que en 2023 tendremos una tasa de dependencia de casi el 60%. O sea 41 personas en vida útil para sostener a 100 (ellos mismos más ancianos -35- y menores de 16 -24-). ¿Se acuerdan del “estado del bienestar”? ¿Aquello del copago? Prepárense.

Total, que aquí querría yo ver a Dale. Ciertamente los individuos haremos bien en no preocuparnos en nuestro ámbito privado. Antes bien, informémonos, decidamos y actuemos. Y lo mismo deberán hacer las empresas. Pero, lamentablemente, es éste un momento en que mucho necesitamos de nuestros gobernantes, sobre todo de los de arriba arriba, que sepan ver la gravedad de los problemas que nos acucian y apliquen el método. Ya saben: “1) Consignar precisamente por escrito qué es lo que me preocupa; 2) consignar por escrito lo que puedo hacer acerca del asunto; 3) decidir lo que voy a hacer; 4) comenzar inmediatamente a llevar a cabo mis decisiones.” O sea, infórmense, decidan y actúen. Lo hago por su bien, que el stress mata. Aunque en este caso no a ellos, sino a nosotros.

Sudan

Navidad. Cinco ejemplares a los que observar. Una panda de la que defenderse. 6, 4, 4, 3 y 1, 18 años totales de experiencia tribal. Corralito, bloques de construcción, baúl de juguetes, papel y lápices de colores, trona, cubiertos de plástico, biberones, pañales a cada rato, cremas varias para el culito. Ropa que empequeñece. Menos mal que hemos vendido el bugaboo. Igual luego hay que volver a comprarlo. Homo destructivens merodea por la casa, fuera de control, enciende y apaga luces, arranca los topes de las puertas. ¿Bajamos a los columpios?, ¿vamos a patinar?, con el frío que hace. Vale, pero un ratito, ¿eh? Y luego mucha casa, mucho amor, mucha compañía. Siete de la mañana. Batería al 100%. Directo al DVD. Un botón justo del tamaño de su dedito índice lo enciende e ilumina una barra azul. ¡Fascinación! ¡No toques! ¡Arrima la mesa, que no alcance! Trepa a la mesa. Botón. Luz azul. Apartemos el DVD. Pilla el mando a distancia. ¿Qué tienen los mandos a distancia para los críos? Y no quieren el de pega, quieren el bueno. Dos años, enciende la televisión y hace zapping propio. El trepar de estos ejemplares jóvenes es característico: cargan el torso sobre la cornisa, digo sillón y balancean las piernas hasta conseguir el equilibrio para montar una y hacer presa. Una vez arriba no está claro que mantenga los dos pies encima y no caiga al abismo, así que hay que andar pendiente tooodo el rato, qué bien. ¡El mando a distancia! ¡Quítaselo! Berrinche. Quince segundos. Abre la vitrina de los vasos de cerveza, 50 años de coleccionismo cleptómano. Tengo que poner un pestillo. ¿No se echará el pequeño una siesta matutina? Pero si se ha despertado tempranísimo. Las dos mayores viendo dibujos animados japoneses, que no entiendo qué les ponen. Bob Esponja sí mola. Y lo de la caravana de Mickey Mouse y Goofy. O Tom y Jerry de hace sesenta años. Ahí coincidimos. Aquí llega Spiderman con el Capitán América, dos por uno. Y la dama de los collares y las baratijas, actriz de profesión a los tres años. Mejor les metemos a dormir solos, porque si están en la misma habitación no hay forma de que te dejen tranquilo. ¿Me haces una mesa y una silla con cartón? ¿Me pintas una princesa? ¿Y cómo demonios pinto yo ahora una cara de Barbie, si yo lo que estudié fue dibujo técnico? O sea tuercas y tornillos. ¿Me enseñas a hacer una pajarita de papel? ¿Y un pastel? Comed chicos, creced, pero que sea rápido. Lo de comer. Y lo de crecer, también, también. O no, pensándolo mejor… ¡creced lento!

Navidad. Cuatro chiquillos me miran en la foto fija. Ponen en la tele un reportaje sobre el padre Parladé, misionero comboniano, septuagenario con cuarenta años de arrimar el hombro en Sudán, fundando escuelas y más escuelas, en cobertizos, o bajo los árboles. Por su medio han traído a España a Adut Majier, una niña sudanesa con un tumor deformante en la cara. La han operado, mejorado y acogido en su estancia en España. Caridad de la buena del misionero admirable y del grupo que le apoya. La niña se regresa a Sudán para las navidades y, al ofrecerle un regalo, pide “un grifo del que siempre salga agua, como los de aquí”…

Amor inmediato y caridad mediata. A ver como conseguimos confundir las dos cosas. Porque, al fin y al cabo, están hechas de la misma pasta.

Pues eso, que les deseo una Feliz y Confusa Navidad.

http://www.amsudan.org/index.php/es/rtve

Serpiente el libro de la selvaLa historia es de Saki: “The Seventh Pullet”. No me resisto a exprimirla. Cuenta su personaje Blenkinthrope a sus colegas de tren, lo sucedido en su gallinero el día anterior: ha entrado una serpiente y, una a una, ha ido matando a seis de sus gallinas menorquinas. Primero las ha hipnotizado con su mirada ofidia y, una vez dormidas y quietas, las ha mordido y muerto. Pero Blenkinthrope tenía siete gallinas. La séptima era una Houdan, una raza francesa característica por una cresta a modo de flequillo, que le tapa los ojos. Total, que la séptima gallina no ve ni a la serpiente ni a sus ojos y por tanto el hipnotismo no funciona. Lo único que distingue la houdan es una cosa que se mueve por el patio, así que se dedica a picotearla hasta que es ella la que mata a la serpiente.

La historia dentro de la historia es que Blenkinthrope usa un cuento inventado para ganar popularidad entre sus amigos, pero dejémoslo pasar. Yo creo que el argumento nos puede ser muy útil.

Porque mi notable experiencia como televidente, que ya me hubiera gustado que fuese menor, me lleva a pensar que vivimos hipnotizados la mitad del tiempo. Mucha serpiente hay. Asoman por la pantalla a cada rato. No en “Cazadores del Pantano”, no, ahí son cocodrilos, mucho menos peligrosos. Es en los canales. Enciendes y ¡zas!: Cándido Méndez. Cambias de canal y ¡toma!: un diputado multifasciato –especie muy abundante-. Y así canal a canal. Hay que andar con mucho cuidado, porque han tenido y tienen a mucha gente hipnotizada y su picadura es muy dolorosa y hasta mortífera.

Así que mi recomendación, a todo el que pueda, es dejarse flequillo y picotear de forma indiscriminada a políticos y sindicalistas, que es lo más seguro para sobrevivir. Yo, como no voy a poder, siempre llevo el mando a distancia en la cintura, como el cuchillo de “Cocodrilo Dundee”.

Cesar MillanEsta mañana desayunaba mirando “El Encantador de Perros”. César Millán trabaja con “Roscoe”, un perro de raza Akita que se niega a caminar. O al menos, se niega a caminar con gente y por supuesto se niega a que le pongan una correa para sacarlo a la calle. Solo, si puede, sí sale. Millán se va ganando su confianza y su amistad, se mete con él en la piscina de su “centro de psicología canina”, busca la ayuda de otros perros que apoyen a Roscoe y va poco a poco haciendo que el perro sea feliz con sus dueños y que sienta el paseo con ellos como un premio y una satisfacción. O sea que lo de tirar de la correa con todas tus fuerzas no vale. En particular con un Akita, que es un perro fuerte. La lección de Millán es que las cosas, con los perros, no se consiguen por la fuerza bruta. Los perros tienen sus miedos y recelos, sus alegrías y lealtades y lo mejor es “darles la vuelta” a base de entender sus reacciones y mezclar cariño con firmeza. Hasta convencerles de que hagan algo porque quieren, no porque se les obliga. Ahí reside el mérito de César Millán y el éxito de su programa.

Las personas… somos más difíciles de convencer. Ni somos tan nobles como los perros ni nuestra cabeza obedece a resortes tan simples. Pero yo creo que Millán podría sernos de utilidad.

Otra vez esta semana nos ha golpeado el informe Pisa. Y pocos días antes recibíamos el informe, también de la OCDE, sobre los hábitos de consumo de alcohol, drogas y tabaco. Dos caras de la misma moneda, en mi opinión. Mientras en lectura, matemáticas y ciencias estamos “significativamente por debajo de la media de la OCDE”, en consumo juvenil de alcohol, drogas y tabaco estamos por encima en todo. Espejo oscuro. En consumo de cocaína somos los segundos de Europa, en cannabis, los terceros.

Yo hace tiempo que siento ese problema con nuestros jóvenes, perdonad chicos. Se percibe en la calle, en la juventud a la que observas, en las aficiones que se manifiestan, en las cifras de desempleo, en los programas de televisión, en las colas para ser empleado de IKEA. Hay ganas de trabajar, pero falta preparación y empuje para conseguirla. No quieren caminar por ahí. Y no vale tirar de la correa.

La LOMCE o la contra-LOMCE que saque la oposición si llega a gobernar, no son la clave. Más inversión es posible que ayude, pero tampoco es la clave. Lo que interesa saber es por qué un 36% de nuestros jóvenes de 25 a 29 años no ha acabado la ESO. Reclamamos que las empresas no dan trabajo a los jóvenes, o es precario. ¿Pero qué trabajo se le puede dar a un joven de 25 años que no ha sido capaz de acabar la ESO? De ahí las colas para ser mozo de almacén en IKEA. ¡Muchos IKEA harían falta!

La clave está en que los jóvenes se den cuenta, como Roscoe, de que su felicidad depende de que ellos mismos caminen. De que desarrollen amor por el estudio, por las matemáticas, por la literatura, por las ciencias, por la música, por los idiomas. Y eso es trabajo de la sociedad civil, de los medios de comunicación, de las familias. Y de los maestros y profesores, claro. Todos juntos.

Y bueno, pues nos hacen falta más encantadores, que traspasen la coraza de banalidad que rodea la vida de buena parte de la juventud. Fernando Argenta era uno en lo suyo, por ejemplo, aunque no sé realmente cuánto consiguió hacer mella en esa coraza.

Complicado. Va a haber que traer a César Millán. Menos es nada.

Que, por cierto, se me olvidaba: Millán mete a Roscoe en una «piscina terapéutica» porque ahí el perro tiene que hacer lo que le dicen, porque en el agua no tiene apoyo para hacer fuerza. ¡Interesante! El que quiera que entienda.

GoyaHubo una época en que viajé a París con frecuencia. Quien se enteraba solía decirme aquello de: “¡vaya, qué suerte, pásatelo bien!”. Mucha gente tiene esa idea de París, la de “I love Paris in the springtime…”. Que allí va uno a disfrutar, a tomarse una 1666 en una terraza del Marais, pasear por los Campos Elíseos y hacer compras en la Rue de Rivoli. Cuando te pegas el madrugón para pillar un avión a las 7 am, te bipateas Barajas y el Charles de Gaulle, más taxis, bus y metro, más reunión con almuerzo en la mesa de trabajo, todo para conseguir estar de vuelta en casa antes de medianoche, te acuerdas de los amigos…

Lo cierto es que París es una ciudad magnífica. Y que no es lo mismo ir de trabajo, que ir de turismo, que vivir allí, que no digamos. Pero los parisinos lo tienen claro: su imagen es sagrada. Porque para muchos ciudadanos del mundo, Francia es París.

No tenemos aquí tan claro que España sea Madrid. No lo es y está bien que así sea. España es mucho más, desde Barcelona a nuestras ciudades medias cargadas de historia y ricas en gastronomía y cosas interesantes de que disfrutamos. Pero la capitalidad importa. No debe fallar.

“We think we will miss a trick as a nation as a whole if we don’t shove it out there and point out that you can get to Edinburgh in under three hours”. La frase es de Boris Johnson, alcalde de Londres, y da significado a la idea de capitalidad. La gente visita otros lugares del Reino Unido porque llega a Londres.

El “ranking” de Master Card, no sé qué tan exacto pero aceptado, de las ciudades más populares para turistas, señala ocho europeas entre las primeras veinte del mundo: Londres, París, Estambul, Barcelona, Milán, Roma, Amsterdam y Viena. Por ese orden -Madrid está en el puesto 23º-. Cada una tiene su cosa. En todas se mezcla, en variadas proporciones, lo que busca el turista de ciudad: historia (a través de sus monumentos, arquitectura), cultura (música, pintura, teatro), gastronomía y compras. Añádase la limpieza y seguridad posible. ¿Y el precio? También, pero si tienes una buena fórmula la gente paga. Yo creo.

No va de “marketing”. Los hoteleros se quejan de que el presupuesto estatal de promoción del turismo para 2014 haya bajado: a €314 millones. Un gasto sobre el que soy escéptico. Porque opino -aparte de que no tengo claro cómo se gasta ese dinero-, que al dedicarnos a vender pensamos que ya estamos haciendo lo suficiente y nos dejamos lo esencial, que es mejorar nuestra oferta. Por ejemplo:

• Hay que dar mejor de comer. A coste bajo y medio, en Madrid, perdonen, no se come bien.
• Mejorar la cultura del vino, que los bares y restaurantes aprendan y ofrezcan mejor calidad. Que la hay…
• Mejorar y promover nuestra oferta musical, lo que significa más orquestas y salas de conciertos. Música española. Más flamenco del bueno, sí.
• Promover más nuestras infraestructuras. La T4 es magnífica, tenemos una red de alta velocidad envidiable. Urge el enlace T4-AVE.
• Peatonalizar más. Muchas zonas de Madrid se prestan a ello. Difícil, pero vale la pena. Londres está en ello.
• Mejorar la comunicación. Renfe debe internacionalizar más su sistema. Miren la web de Deutsche Bahn. Turespaña -€ 69 millones de presupuesto- podría incluir en su web el ruso, japonés o chino, en lugar de o además de, si hace falta, catalán, gallego y vasco. Y acaben de traducirla…
• Madrid no está limpio. Y no me refiero a esta semana de la huelga de basureros, digo en general. Hace unos días caminé por el Paseo del Prado. Corazón turístico de Madrid: Caixa Forum, Museo Thyssen, el Prado enfrente. La acera del Hotel Palace a Atocha da pena. Cutre, de suciedad antigua, suelo y algunos de los bares y tiendas. De Atocha, mejor no hablar mucho. AZCA, el otro corazón, el de la ciudad de negocios, hundido en la dejadez y la inseguridad.

Yo creo que casi todo esto no es cuestión de más dinero del Estado. Salvo el enlace puntual entre la T4 y el AVE, lo demás corresponde a empresas y a regidores, a la sociedad civil, a los madrileños, a todos los españoles que nos podemos beneficiar de que “Madrid tire”. Mi opinión es que la caída del tráfico de Barajas es efecto y no causa, como he oído estos días decir. La imagen de Madrid, para ocio y para negocio, es clave para nuestro país. Y Madrid debería ser puerta de entrada para el turismo de ciudad en media España.

People fleeing the unrest in Tunisia transfer onto the Italian Navy's amphibious transport dock MM San Marco, off the southern Italian island of LampedusaSupongo que por el título se imaginarán que voy a hablar de castillos. Frío, frío. Sólo es la primera piedra de estas líneas. He estado pensado en todo esto de las vallas y barreras, muros y construcciones varias que limitan el movimiento o la libertad, que la Humanidad se ha ocupado en erigir desde hace algún millar de años. Se trata de separar a una gente de otra, de que no escapen los que están dentro de un recinto o no entren aquellos a quienes, dentro o fuera, se considera hostiles, peligrosos o molestos. Desde la Gran Muralla, que los chinos se tiraron dos mil años construyendo y ampliando, a las murallas de numerosas ciudades romanas, los muros y fosos de los castillos feudales, la Línea Maginot, el Muro de Berlín, el que separa las dos Coreas, la Geder HaHafrada de Israel –“Separation Wall” que sus oponentes llaman “Apartheid Wall”-, la “U.S. Mexico Border Fence” o nuestras vallas, que a ratos parecen de atletismo, de Ceuta y Melilla. Pasando por las alambradas de campos de concentración, campamentos de refugiados y centros de internamiento varios, y perdonen que meta todo en el mismo saco. En suma, un conjunto que refleja en buena parte la historia oscura del hombre, en el que como mínimo a un lado, y a veces en ambos, se extiende la miseria, el sufrimiento, la incomprensión o el odio.

Si unimos los puntos de lo que sucede en el sur de Europa, deberíamos entender cómo vivimos una situación que se complica por momentos. El “Amanecer Dorado” de Grecia representa el peligro del extremismo racista que “defiende”, violentamente, sus ideales excluyentes. Cientos de inmigrantes asaltan, con la energía de la desesperación, las vallas de Ceuta y Melilla. Y esta semana la remata el naufragio, uno más, de Lampedusa, donde la cuenta trágica de fallecidos dicen que superará las trescientas personas. Diez veces más que cuantos murieron en el “Costa Concordia”. Le hace a uno pensar en cómo medimos los afortunados las dimensiones de las tragedias según las víctimas sean de un lado u otro de la valla.

Con África “disfrutamos” de alguna vallita, que haremos un poquito más alta, o le pondremos más alambre de espino, a ver si así no consiguen saltarla y, sobre todo, de un foso: el Mar Mediterráneo. Europa ha adoptado la táctica del señor feudal: defendamos el foso. Incruenta de obra, con bocadillo, coca-cola y pasaje de vuelta, pero sin atacar en serio el fondo del problema. No me atrevo a decir que no hay que hacer lo que se está haciendo, pero me parece que al final, igual que cuando se acabó el feudalismo, un foso no basta.

La expectativa es que África más que doble su población hasta el 2050. De los algo más de 1.000 millones actuales a 2.400 millones, frente a los 500 millones que a duras penas se mantendrán en Europa. De los 20 países con mayor natalidad del mundo, 17 están en África y en todos ellos los nacimientos superan los cincos hijos por mujer en edad fértil, más del triple la tasa europea. La salud y la esperanza de vida en esos países, además, aumentan. Afortunadamente. Pero no puedo evitar que la actual pirámide de población de África me imponga respeto. En el otro extremo de la española. De nuestro “¿qué hacer con tanto viejo?» a su “¿qué hacer con tanto joven? Más de 250 millones de africanos son menores de 20 años.

Yo creo que Europa se va a tener que remangar. Entender que las patrulleras, y el radar marino, y los centros de internamiento son una cataplasma momentánea. Que va a haber que irse allí y ayudar en la educación, en las infraestructuras, en el buen gobierno. La explotación europea de la época colonial para dominar los mercados de materias primas debe ser sustituida por otra presencia pacífica, lo que es un mecanismo de autodefensa, caridad aparte, que la Unión Europea debería activar sin tardanza. La única solución es que el continente prospere más deprisa de lo que aumenta su población -y de paso que ésta no crezca de forma tan desaforada-. Lo que para Europa es más relevante a medio plazo que los rescates financieros varios que se han acometido.

Y España, que ha perdido su condición de líder en tantas cosas y que tiene una historia africana más limpia que varios otros países europeos, bien podría tomar la iniciativa. Que además es más que probable que algo saldríamos ganando.

Antofagasta a BoliviaHe leído estos días sobre el trabajo del profesor Oded Galor, israelí que enseña en Estados Unidos. Junto con Quamrul Ashraf, nacido en Bangladesh y también profesor en Estados Unidos, han publicado el estudio “The Out of Africa Hypothesis, Human Genetic Diversity and Comparative Economic Development”. Galor es el creador de la llamada Teoría Unificada del Crecimiento, que trata de explicar la evolución de la Economía desde la Prehistoria. Lo interesante del tema, sin duda no exento de controversia, es que establece una relación entre diversidad genética y riqueza a nivel nacional. Mantiene que los países en los extremos de la diversidad genética, por muy alta –cita a Etiopía- o muy baja –Bolivia-, sufren un menor crecimiento. Cito del artículo, para la polémica, una explicación: “Demasiada diversidad genética produce tensiones sociales y falta de cooperación pero, si nuestros genes son muy parecidos a los de nuestros vecinos, corremos el riesgo de parecernos tanto entre todos que acabemos formando una sociedad en la que todos piensan igual y no hay innovación…. América Latina, que tiene los mayores niveles de homogeneidad genética, debería adoptar una estrategia doble. Por una parte, fomentar la educación, al igual que en África, y orientarla hacia el fomento de la creatividad. Por otra, favorecer la inmigración y los intercambios de población con otros territorios para fomentar la heterogeneidad genética. La cuestión es alcanzar un nivel de diversidad óptimo”.

Menciono esto, sin querer entrar mucho en ese debate, para dejar constancia de algo que sí me parece una realidad: la baja relación social y comercial de varios países de América Latina entre ellos mismos. Cosa que yo creo que tiene mucho que ver con las pobres infraestructuras de transporte.

Porque yo realmente de lo que iba a escribir hoy era de trenes. Cuando este verano me he planteado una escapada desde Bogotá a algún lugar turístico de Colombia, Armenia en la Zona Cafetera era mi primer objetivo, me he tropezado con que me tenía que volver a montar en un avión, de lo que ya estoy un poco harto. No me recomiendan la carretera. Y no hay tren. Me encantaría esto último, porque soy un poco “geek” de los trenes. Pero no hay. O hay muy pocos. Culpa de la orografía, dicen.

Para situarme he consultado las estadísticas de la Union International des Chemins de Fer. Los cinco países del occidente de América del Sur –Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile- reúnen en total, para una superficie conjunta de 4.564.000 km2, líneas de ferrocarril en uso por 13.413 kilómetros –de los que el 44% están en Chile-. La Unión Europea de veintiocho países, por comparación, con 4.423.000 km2 de territorio, suma 244.740 kilómetros. O sea que para casi igual extensión, esa parte de América Latina tiene el 5,5% de ferrocarril operativo que esa otra parte, casi toda, de Europa. Si se repasa la historia, la arqueología ferroviaria diría, país a país con la excepción de Chile, se siente la decadencia y la dejadez. Salvo líneas concretas diseñadas para llevar a puertos marítimos la producción minera –carbón, concentrado de cobre, nitratos, ulexita-, el ferrocarril de pasajeros ha quedado limitado casi exclusivamente a trenes turísticos o a algunos tramos de pasajeros supervivientes, con velocidades operativas que no exceden de los 40 Km/h. En el caso de Ecuador los trenes de turismo circulan a 5 ó 6 Km/h –Quito a Machachi, 40 Kms en 8 horas, Quito a Guayaquil, el “Tren Crucero”, 430 Kms en cuatro días-. Le tiene que gustar a uno mucho el tren.

Es cierto que la orografía de la zona es difícil, pero también lo es que hace ciento cincuenta años la industria ferroviaria fue capaz de desarrollar líneas exitosas en varios de estos países. El ferrocarril de Antofagasta a Bolivia ha sobrevivido desde su inauguración en 1873 y ha sido capaz de transportar más de dos millones de toneladas anuales en una red de 1.625 Kms. que asciende hasta los 4.815 metros de altura. Si se fue capaz de construir estas cosas en el siglo XIX, ¿qué no se podrá hoy?

Ha dicho Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, que resulta menos costoso traer un contenedor desde China al puerto de Buenaventura que luego llevarlo desde Buenaventura a Bogotá. Que las comunicaciones efectivas son clave para el desarrollo no creo que sea algo para lo que haga falta mirar a la prehistoria. Colombia dice necesitarlo, Perú tiene la vocación, Bolivia lo necesita, el tren debe volver.

Lo de la Alianza del Pacífico es un acuerdo ilusionante. Aunque Ecuador y Bolivia no sean todavía parte de ella, la Alianza debería liderar el que se sienten las bases del desarrollo ferroviario coordinado de la región. Una planificación conjunta, al modo del Trans European Rail Freight Network o la unificación de sistemas de seguridad en Europa, sería ideal. Lejos está, supongo, la cofinanciación. Y atención se debería prestar al problema, que España sufre hoy, de los distintos estándares de ancho de vía. Parecería lógico, aunque el coste será superior, invertir en un ancho común para el largo plazo. Ventaja, no pequeña: parten de muy abajo. Toda la nueva ingeniería está a su orden.

A ver si esta vez se consigue. Y que no tengan que ser sólo los chinos los que vengan a resolverlo. Que ya me gustaría ir a Armenia a tomarme un cafecito. O subir a La Nariz del Diablo.

PatinadoraOtra vez dándole vueltas a lo del largo plazo, que no es cosa muy sexy, pero en la que creo que vale la pena invertir. No por mí, que supongo que ya no andaré por aquí -iba a decir espero-, sino por la familia que voy a dejar atrás y su futuro bienestar. Ya casi más los nietos que los hijos. Bueno y por los demás también, disculpen.

Entre la mucha paja que avientan de seguido los medios de comunicación, aparecen de vez en cuando cosas que de verdad ocupan la mente. Estos días me ha preocupado de nuevo, más que ocupado, lo de cómo se está poniendo boca abajo nuestra pirámide de población, que ya ni es pirámide “ni es ná”, como diría Gila. La “maldición de la pirámide” casi podría añadir. La previsión de que en 2050 haya en España casi 17 millones de personas de más de 65 años (16.651.000 para ser exactos, según las Naciones Unidas), y de ellos más de 6 millones de más de 80 años, no puede sino inquietar y obligar a que nos preguntemos cómo se va a mantener esta nave a flote.

¿Se imaginan la playa? Algo así como el negativo de las patinadoras en la de Santa Mónica. Que estuve allí y se me ha quedado la imagen. Pero aquí con andadores.

Y bueno, luego he leído un artículo interesante del profesor César García, que enseña en la Central Washington University (“¿Miente la Universidad de Shanghai?”), sobre la necesidad de establecer competencia entre centros de enseñanza y rivalidad docente, como medios de mejorar el nivel de nuestra educación. Que por cierto para ver quién era este señor me he metido en la web de su universidad y he encontrado las calificaciones que le dan sus alumnos y cuánto gana, en dólares, y en proporción al resto de profesores y empleados de esa universidad. A eso le llamo yo transparencia. Transparencia de la que aquí carecemos.

Cito estas dos cosas, demografía y educación, porque sospecho que por esta última viene la casi única solución a las dificultades de esa futura España senil. O al menos la principal. Lo de la demografía no sé cuánto remedio tiene. Sólo se puede arreglar si la cultura del niño único o la parejita se rompe y las parejas empiezan de nuevo a tener tres o cuatro hijos. Complicado, al menos en esta década. ¿Más inmigración? Posible, pero habría que ordenarla y también difícil mientras no digiramos buena parte de la cola del INEM. El crecimiento económico ayuda pero no basta, porque el desequilibrio demográfico avanza de forma inexorable y acabará ganando la partida. El recorte de las pensiones, actuales o futuras, tampoco. Un parche, que sólo resuelve, intenta resolver, la parte del problema que afecta a las finanzas públicas que es, entre paréntesis, la única de que se habla. Porque la parte esencial del problema no es financiera, es económica y social. Y ahí yo sólo veo la solución de tomar grandes medidas en el terreno educativo, cultivando la excelencia e intentando crear una nueva generación mejor preparada que las actuales en lo económico y en lo cultural. Y en lo moral, que es fibra que tenemos bastante deshilachada. Y una cosa deberíamos tener claro: el principal medio para generar calidad es el estímulo, en dos formas, premio a los resultados y presión para que se consigan. Con los alumnos y con los profesores. De todo ello andamos cortos.

Sólo las nuevas generaciones, con preparación y empeño, pueden detener la progresión de esta ecuación maldita donde, si no hacemos algo, las bondades de nuestra salud y longevidad van a acabar consumiéndonos.

Lo siguiente es quién se ocupa de poner esto en marcha… Pues el gobierno, claro, dirán. Ah! That’s the question! Porque hay tanta mediocridad, cortoplacismo y egoísmo (“of the people, for the bureaucrats, by the bureaucrats”, Milton Friedman) en la clase política, que es difícil pensar que vaya a suceder. ¿Ustedes lo creen? Los muchos gobiernos que nos rigen se ocupan de lo accesorio y rebosan de palabrería inane. Me desayuno, ¡hoy domingo! con Pere Navarro que opina sobre la cadera del Rey. Me estropean el almuerzo Rubalcaba, Cospedal, el Cándido Méndez, Soraya Rodríguez, el Toxo, el Artur Mas, y más, y más, todos los días, todos los días. Y los medios ¡venga micrófonos! como si estuviéramos todos ansiosos por escuchar sus opiniones. Y así vamos, al tran tran, a ver si la cosa se arregla sola, el mes que viene salen otras cuantas personas del paro y nuestro equipo gana la Liga. Así que el Sr Rajoy debería dejar el tran tran para el mus. Para mí, si se dedicara sólo a rescatar el largo plazo, de nuestro país que no sólo de nuestras finanzas, y a vencer al nacionalismo, ya me bastaría para considerarle un buen presidente. Y hasta estaría dispuesto a esperarme a ese largo plazo, contra la opinión de Keynes.

Y otro día escribo sobre Friedman.

PsicosisMi tío Ruperto se levantaba casi al alba y bajaba al patio trasero a lavarse. Rompía el hielo que cubría un barreño y se remojaba todo él de cintura para arriba con aquella agua helada. Era la primera etapa de la rutina higiénica de este vasco fuerte, que incluía una aspirina con bicarbonato todos los días. Con la cuadrilla de la que fue capataz, se ocupó de alzar a brazo, allá por 1922, las cuadrigas de veinticinco toneladas que coronan la antigua sede del Banco de Bilbao en la calle Alcalá de Madrid. Se fumó todos los puros que pudo y disfrutó la familia, la buena comida, el vino de solera, el coñac y los toros. Siempre le tuve por un hombre saludable y de buen ánimo, que murió a los noventa años con la cabeza en perfectas condiciones, en un final que no me importaría emular.

Cuando lo del agua fría tenía yo catorce años y la verdad es que siempre me ha quedado la impresión de que aquello del agua fría debe ser saludable. Seguro. Lo que pasa es que la gente nos acomodamos velozmente a la vida muelle y yo creo que la ducha templadita es la opción de todo el que puede.

Ahora nos acaban de dar una buena ducha fría. Ya escribí sobre lo mismo en 2009 y ahora nos vuelven a duchar. Y además esta vez creíamos que el agua saldría calentita, con lo que la impresión ha sido todavía peor. Pero no nos apuremos: ¡el agua fría es salud!

De entrada nos vamos a poder ocupar de las cosas que de verdad importan. Que en el caso de Madrid no es construir más estadios o velódromos, sino traer tecnología, crear empresas, organizarnos y hacer las cosas bien, apoyar la cultura, mejorar nuestra enseñanza y aumentar la materia gris. Y abandonar el triunfalismo cuando tenemos tan serios problemas. Y hasta fomentar el deporte, de otra manera, invirtiendo en el mismo en colegios y universidades, en lugar de, o además de, fomentar exclusivamente el deporte de “alto rendimiento”. Así que bien.

Yo espero no volver a ver que Madrid se presenta de nuevo. Déjenlo estar. Pero esta experiencia nos debería servir para aprender que en la representación internacional y en cuestiones políticas, y la del COI sin duda lo es, hacen falta “pesos pesados”. No sé cómo el Sr. Alejandro Blanco, que me perdone, cuando hace ocho años le nombraron presidente del Comité Olímpico Español, no tuvo la vergüenza torera de aprender inglés bien o muy bien. ¿Cómo ha hecho “lobbying” este señor? ¿O por qué lo pusieron si no hablaba inglés bien? ¿O por qué no lo quitaron la vez anterior? No sé. Como no sé cuánto cargo se hacen los altos cargos y cargas que viajan a estas cosas de cuán en ridículo nos ponen a todos los españoles cuando utilizan un idioma universal de forma tan chapucera. No listen the ask. 

Les da igual. No creo que les podamos cambiar.

Así que, por lo menos los demás, ya saben, ¡agua fría y mañana a trabajar!

Me voy a la ducha.

van-1996-06-gMe he paseado bastantes veces por América Latina en estos dos años pasados. Desde Salvador Bahía a Santiago de Chile, de Sao Paulo a Ciudad de México, a Bogotá, Medellín, Barranquilla, Lima, Caracas. No me ha sido difícil empezar a sentirme un poco en casa. Pero no quita que como visitante de arraigo europeo me sigan llamando la atención ciertas cosas. De las que más, la gran cantidad de gente que vive del comercio callejero, vendiendo lo que pueden, comida lo que más, pero hay de todo. Desde mandos de televisión a ropa, cordones de los zapatos, minutos de telefonía móvil. Collares y baratijas junto a zumos de fruta, “carnitas” o pan de bono, café y donuts, galleticas o enchiladas. El soporte más habitual de muchos de estos puestos es un carrito de supermercado “customizado” con o sin toldilla, una esquina lo más estratégica posible y un par de sillitas de plástico. A veces un “bicicarro” o un anciano Renault 4L adaptado. Yo confieso que siempre me ha atraído lo de comer en la calle, ya sea un “raspado” con sirope, un helado o una cachapa. Pero mis colegas locales me apartan sistemáticamente de todo lo que sea comer en sitios de escasa confianza higiénica, así que en poco puedo beneficiar a toda esa gente. Pero ahí están, sobreviviendo.

De este lado está todo mucho más pulcro y organizado. Demasiado organizado, empiezo a pensar. Hace unos días leía de un emprendedor que quería montar unos puestos de comida rápida basados en un automóvil “Smart” modificado. Y que no le era posible porque los ayuntamientos a los que había acudido no permiten la venta ambulante. Y me hizo pensar. Me hizo pensar en que, tal vez, cabría regular el arranque de micro-negocios, que diesen servicio adicional a la población y sacasen a gente de la fila del paro. Porque sospecho que cuando alguien como el emprendedor que cito se decide a iniciar la batalla, se le ponen delante una cantidad de requisitos que a mucha gente la paran antes de empezar. Hay que ser realmente “smart” para resolver todos los papeleos. Porque no todo en lo de emprender es cosa de tener crédito. De hecho, mejor sin crédito.

Lo de que para vender al público se deba tener un local es, hoy en día, un freno serio al comercio. Con la caída del consumo que sufrimos, a ver quién es el guapo que adivina cuánta gente va a pasar por delante de su local y cuánta va a entrar y cuánta comprar. Y mientras tanto andas cargado de gastos fijos, alquiler incluido. Difícil que la gente se meta. En cambio si puedo deambular, como los de la camioneta de Frears, ya me buscaré yo los clientes donde estén. Habría que hacerlo fácil. Si me lo ponen fácil, igual me jubilo y me dedico a venderle cerveza fría a los guiris en la playa de Benidorm. Ahora… si tengo que montar un chiringuito con freidora y declaraciones de IVA incluidas, me lo tengo que pensar…

Ahora en serio, lo de la economía informal, en América Latina, es un problema. La OIT estima que hay 93 millones de personas trabajando de manera informal en el continente. Lo de la higiene es una faceta, pero la falta de seguridad, el trabajo infantil, la falta de protección social, son las cuestiones verdaderamente importantes a resolver. Pero todos los gobiernos tienen un problema semejante, si sacan de la economía informal -aquella constituida por todas aquellas actividades económicas que, sin ser criminales, tampoco están totalmente registradas, reguladas y fiscalizadas por el estado en los mismos espacios en que otras actividades similares si lo están-, a toda esa gente, pues se arriesgan a incrementar la miseria, o la delincuencia en el peor de los casos.

En cambio en España, con más de cinco millones de parados, se trata de flexibilizar, de abrir caminos, formales pero sencillitos, para que la gente se busque la vida. Porque con grandes superficies y la gran distribución, y tiendas y bares cerrando a millares, va a haber que repensarse lo del pequeño comercio.

Y a ver si entre España y América Latina encontramos el justo medio.

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