Entrenamiento Dirty Dozen: entrega de una Visa Oro

Entrenamiento Dirty Dozen: entrega de una Visa Oro

– Me voy a las Malvinas.
– ¿A dónde?
– A las Islas Malvinas, las Falklands…
– ¿Y dónde queda eso?

Hablaba yo con un cliente en mi despacho del banco en Londres, mientras él intentaba sobre la marcha que le consintiera un descubierto, que para comprar combustible para los tractores de la granja que tenía en Surrey.

Creía este señor que era una buena oportunidad para comprar una finca grande con ovejas en aquellas remotas islas cuya existencia yo hasta entonces, honestamente, ignoraba. Existía, me dijo, la posibilidad de que las islas pasaran a manos argentinas y con ello, según él, se revalorizaría mucho todo aquello. Y se fue.

Por unas semanas –corrían los principios de 1982- no supe nada ni, la verdad, pensé mucho en él. Hasta que el 2 de abril, desayunando con la BBC, me entero del desembarco de los argentinos. Inmediatamente me vino el hombre a la cabeza, claro, pero en las semanas que duró ese conflicto –una de las últimas guerras entre ejércitos regulares del siglo XX- no escuché noticia alguna. El Reino Unido se paralizó. La gente canceló sus vacaciones y todos andábamos pendientes del “parte de guerra” diario, televisado por todos los canales, que a menudo se iniciaba con un flemático “I have bad news”, del portavoz del Ministerio de Defensa. Porque, no crean, los argentinos, que llegaban apenas con sus aviones desde las bases en tierra, les hicieron pupa a los británicos, les hundieron 8 barcos y derribaron bastantes aviones. Pero los británicos al final ganaron, y ahí sigue ese conflicto latiendo en aquellas inhóspitas aguas. De hecho, después de arrancar estas líneas, leo que un equipo del programa de la BBC2 “Top Gear” ha tenido que “salir por piernas”, o sea dejando los coches, porque en la Pampa argentina, donde rodaban, se han encontrado una hostilidad más que manifiesta.

Acabó la guerra y un día de verano volvió a aparecer mi cliente por el banco. Naturalmente me sorprendió y complació saberle sano y salvo, pero además se me presentó una oportunidad, casi única en la Inglaterra de entonces, de escuchar de primera mano algo de lo que había acontecido por allí. Los argentinos le habían hecho prisionero, creyendo al principio que era un espía. Tras muchas explicaciones –hablaba español perfectamente- acabaron enviándole en un Hércules a tierra firma, libre. Opinaba sobre la poca inteligencia de la junta militar argentina de entonces. Porque por lo que él pudo constatar, muchos granjeros de aquellas islas se hubieran ido a Australia, felices o casi, si les hubieran comprado sus granjas y sus ovejas, compensado con unos cientos de miles de libras de propina y ofrecido algo simétrico en tierras australianas. A las ovejas que se quedaban en las islas siempre les podrían decir luego que ellas habían sido “argentinas de toda la vida”. Me hizo pensar. ¿O sea que con dinero estas cosas se pueden resolver…?

Yo creo que el dinero no se maneja con suficiente soltura en estos conflictos. Ya hay un precedente interesante en la compra de Alaska por Estados Unidos en 1867. Nada de guerra ni de misiles (no había). Unos millones y resuelto todo pacíficamente. Dicen los americanos que a lo mejor no fue tan buen negocio, pero seguro que menos les gustaría tener a los rusos ahí pegados en su lado del Pacífico.

Y si no compras las granjas, o los países, compras a las personas. Lo de comprar acuerdos, voluntades y silencios, sobre lo que en España tenemos competencia demostrada, debería aprovecharse mucho más en la resolución de conflictos.

Ahora mismo tenemos algunos graves aquí cerca, a los que se están aplicando los recursos convencionales, como en las Malvinas hace treinta años, o sea bombas y misiles. Con el problema de que enfrente no hay ejércitos convencionales y la destrucción a lo bruto es complicada y con muchos daños colaterales.

Yo lo resolvería con tarjetas de crédito. Echen cuentas. Nos vamos a Ucrania y Oriente Medio y repartimos, digamos, un par de miles de Visas Oro. Con 500.000 euros para gastar cada una. O sea 1.000 millones. Nada. ¿Ustedes saben lo que vale un misil Tomahawk? (los “Block IV” € 1.100.000 cada uno, IVA incluido, para los curiosos).

Total, que localizamos a los líderes del Estado Islámico o de las milicias prorrusas y otros personajes influyentes en las zonas respectivas –políticos, sindicalistas-, y a cada uno ¡zas!, ¡una Visa Oro! Verías tú cómo se les quita rápidamente el extremismo, las ideologías y otras cosas molestas y se dedican a comprar Loewe, coches deportivos y buenas comidas. ¡Y encima todo opaco!

Naturalmente queda una parte que ustedes pensarán que es complicada. ¿Quién es el guapo que se va por esas tierras a entregar las tarjetas?

También lo tengo resuelto. Un comando como el de “Doce del Patíbulo” pero de españoles expertos en el uso de tarjetas opacas y otras formas de corrupción: el «Comando Black Visa». No tendremos Tomahawks (no sé si tenemos), pero sí gente para formar un grupo temible en eso de gastar. Por ejemplo, Bárcenas se puede ocupar de la financiación (a base de contabilidad creativa nadie llegaría a saber de dónde habían salido los mil millones), Carlos Fabra del transporte aéreo (seguro que monta un aeropuerto nuevo por allí antes de saber cómo viaja el comando, por si acaso), María Antonia Munar de los uniformes (de Dior, claro), Juan Antonio Roca de los caballos que nos pueden hacer falta (pura sangre) o Juan Antonio Trujillo de la logística encubierta. Isabel Pantoja podría entretener al comando (no es Marilyn Monroe, pero nosotros somos españoles, ¡qué caray!). Pero…falta un jefe, al estilo Lee Marvin. Yo creo que Jordi Pujol i Soley lo haría perfectamente. No se rían, no será Lee Marvin, pero no discutirán ustedes sus dotes de mando y capacidad para regañar y achicar al contrario (que a lo mejor no había ni que dar las tarjetas, les convencía sin más).

Seguro que se les ocurren muchos más nombres. Me estoy limitando a convictos o confesos, porque si me meto con los imputados termino formando un regimiento en lugar de un comando, que ya es mucho lío. Pero hay algún nombre más que no me resisto a incluir como banquillo, hasta que se sepa más.

Entrenamiento para Irak (río Eufrates)

Entrenamiento para Irak (río Eufrates)

Miguel Blesa podría ocuparse del transporte marítimo, fluvial y lacustre (piscinas incluidas), vadear ríos y así, en lo que tiene demostrada pericia (además de ser también experto en plástico) o José Antonio Moral Santín, uno de los creadores del Partido Comunista de los Pueblos de España, pro-soviético, que se ha gastado 456.500 euros con su tarjetón opaco de Caja Madrid. Este señor bien podría actuar de mediador en Ucrania (seguro que los prorrusos no leen la prensa española) e infiltrase para acabar entregándole al mismísimo Putin su correspondiente tarjeta oro (o platino, tal vez). A ver qué pasa. Think big!

Por cierto, con el comando habrá que asegurarse que las tarjetas las entregan, que no se las queden…, ¡que te conozco bacalao!

Yo creo que esta es una gran solución que no sé por qué no se les ha ocurrido antes. Menos Tornados, Rafales y F18s y más American Express, Cartes Bleus y Barclaycards…!

¡Igual hasta me dan el Nobel de la Paz!