1º de mayo. El Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional de 1889 instituye la fecha como jornada de lucha reivindicativa de los derechos de los trabajadores y recuerdo de unos mártires de los que no sé cuántos se acuerdan: Engel, Fischer, Parsons, Linng, Spies. Tres periodistas, un carpintero y un tipógrafo. Cuatro alemanes y un estadounidense. Fueron ahorcados en Chicago el 11 de noviembre de 1887 por su participación en la huelga de 1º de mayo de 1886. Salvo Louis Linng, de 22 años, que se suicida en la prisión para evitar la horca. La historia retrata el dramatismo de la lucha obrera durante la Revolución Industrial del siglo XIX. Reclamaban la jornada laboral de ocho horas, rebajando el límite legal que hasta entonces era de ¡dieciocho horas diarias! Se consiguen las «ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño, ocho para la casa» que es un logro del que todos hemos disfrutado.

En los ciento veinte años trascurridos la inercia reivindicativa se ha mantenido, pero yo creo que se han producido dos cambios esenciales que ponen en cuestión la jornada más allá de su valor simbólico y de su trasfondo político. Prima la defensa de derechos adquiridos más que la lucha contra la explotación como sucedía en Chicago.

Un primer cambio es que el centro de gravedad del problema actual ya no son los derechos de los trabajadores, que disfrutamos de muchos como parte de un proceso acumulativo incurso en la sociedad del bienestar, sino el derecho al trabajo de aquellos que no lo tienen. En el primer caso la confrontación “capital-trabajo” podría estar justificada. En el segundo las manifestaciones y declaraciones varias no pasan de ser una especie de representación ante un muro de las lamentaciones al que algunos acuden a dejar papelitos en sus rendijas en la esperanza de que el Todopoderoso eche una mano. Con todo el respeto a las creencias religiosas, yo creo que la solución no va por ahí.

El segundo cambio es que la revolución tecnológica está alterando radicalmente el concepto de la relación laboral de los dos pasados siglos. Algo que Gobierno, sindicatos, empresas y trabajadores tendremos que internalizar. De la relación rígida de horas de trabajo bajo la mirada del dueño, con horas fijas de entrada y salida a toque de sirena y minutos contados para ir a hacer pis, se está pasando rápidamente a relaciones de trabajo en que una red digital mantiene permanentemente conectados a trabajadores y empresarios en una labor constante de creación de valor que poco tiene que ver con la máquina de fichar o las ocho horas para el trabajo, ocho para el sueño, etc. El símbolo más tangible de esa nueva relación es el correo electrónico y su extensión móvil sin la que muchos no pueden vivir, la dichosa Blackberry y gadgets semejantes.

Supongo que me van a decir que pese a los parados hay que seguir defendiendo los derechos de los que trabajan y que pese al correo electrónico o las blackberries tienen que seguir existiendo recolectores de fruta, torneros o camareros. Cierto, pero es un hecho que la economía está mutando de forma continua y aparentemente insensible a eliminar precisamente esos empleos. Donde antes había diez asistentes en el check-in del aeropuerto ahora hay dos asistentes y ocho máquinas de facturación. Donde había veinte recolectores de aceituna ahora hay un tractor con brazos agitadores. El operario de una tupí en una fábrica de muebles, que perdía algún dedo de vez en cuando, ha sido sustituido por un robot.

La reivindicación que de verdad tenemos por delante ya no es tanto proteger los derechos de gente con trabajo. Lo que hay que reclamar es que se entrene, a los que tienen empleo y a los que están en el paro, para que adquieran cuanto antes y lo mejor posible, los nuevas herramientas y métodos de trabajo, que si me quiero meter en un charco político, diría que está claro que ya no son ni la hoz ni el martillo ni la sirena…

En recuerdo y homenaje a Engel, Fischer, Parson, Spies y Linng y cuantos otros se hayan de verdad sacrificado para que estemos donde estamos en el mundo del trabajo.

P.D. En cuanto a lo que pienso de los sindicatos, me remito a mi post The Ground has Shifted. Añadiría algunos comentarios sobre sus dirigentes, pero serían más de carácter político e incluso personal que económico, así que de momento lo dejo ahí…

¿Por cuánto tiempo?

¿Por cuánto tiempo?

El Ahora

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El Antes

El Antes

Y el Ahora…