Ayer mañana pasé por el banco a cobrar un taloncito y luego fui a correos a enviarle un paquetito a mi hija.
En los dos sitios iba la cosa lenta, lenta… Ambos empleados, la cajera del banco y el de correos, eran personas de unos cincuenta años, año arriba, año abajo. Ambos luchaban con la pantalla de ordenador que tenían delante, unos 10 ó 15 centímetros por encima de su línea de visión (trabajaban sentados y tenían la pantalla sobre un mostrador). Ambos empleados llevaban gafas multifocales. Lo sé por sus movimientos al mirar a la pantalla, porque yo también las utilizo. La distancia y altura a la que tenían la pantalla les hacía difícil el ajuste visual, por lo que continuamente debían mirar por la parte inferior o superior de sus lentes para intentar leer lo que les estuviese ordenando el ordenador.
A la cajera la conozco y ya suelo ir preparado, de hecho me llevo un libro para la cola. Ayer me llevé “A Brief History of the Time”, por cierto. En la cola de correos éramos 11 clientes así que enviar el paquetito (€ 1,29) me costó bastante más caro en tiempo que en franqueo. Me hizo pensar.
Hace treinta y tantos años visité por trabajo una gran fábrica de prendas de ropa en Canals (Valencia). Allí me enteré de lo que era un cronometrador: un señor que medía los tiempos de trabajo de cada operario y cada rutina y calculaba cosas como el “factor ritmo”, o la corrección necesaria en los tiempos entre trabajadores rápidos y lentos para conseguir un plantilla de rendimiento óptimo en la cadena de producción. Aparte de medir otras cosas, como el tiempo que se gastaba en ir a hacer pis. Son cosas de los procesos industriales a las que que ya me referido alguna otra vez.
Pero es que ahora que se está estirando lo de la jubilación, las empresas tendrán que empezar a mirar también estos puestos que no están en la cadena de la fábrica. Igual que la DGT dice que muchos conductores llevamos gafas mal graduadas, yo digo que muchas organizaciones tendrán que revisar la ergonomía y procedimientos –cronómetro en mano- del puesto de trabajo para este tipo de funciones de atención permanente al público, porque las esperas que causan, que estoy convencido que son generalizadas (las dichas más Renfe, Seguridad Social, INEM, Hacienda, oficinas del padrón, DGT…, etc.), seguro que por algún lado afectan a nuestra productividad conjunta. Por mucho que Einstein me diga que el tiempo es curvo.
Nada más, era sólo eso, que me quería desahogar.
Y como ya he puesto por aquí “Tiempos Modernos” en otro post, les dejo con Lucy y su amiga empaquetando bombones. Una buena solución para parecer que somos más productivos… Lucille Ball, al menos, se hizo millonaria.
1 comentario
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septiembre 1, 2010 a 2:23 AM
laura medina
…creo que yo me voy a poner un cronometrador de esos en mi vida,..si conoces a alguno por la zona de La Costa del Sol, dile que me llame, aqui se lo van a rifar.
Te sigo por blog, xxx a toda la family Z.