“Venezuela caerá en manos de una multitud de tiranuelos demasiado pequeños para hacerse notables y pertenecientes a todos los colores y a todas las razas” (Simón Bolívar en su lecho de muerte, diciembre de 1830)

Desembarcamos del Serpa Pinto en La Guaira una mañana de marzo. Mi madre disgustada, porque un aduanero no le había dejado pasar a sus dos canaritos, que se quedaron a bordo con el cocinero. El único canario de nuestra familia que consiguió desembarcar fui yo. Nos golpeó el trópico de la costa del Caribe. Yo tenía siete años y todo me pareció nuevo y fascinante. Entramos en un bar y me pusieron delante una botella de Pepsi Cola. La tapa de hojalata me pareció el gran invento, a tal punto que mi pandilla y yo conseguimos más tarde una colección de algún millar de ellas. Al día siguiente, en Caracas, fuimos a un supermercado estilo americano, con congeladores llenos de helados, largos estantes abarrotados y… carritos de la compra, los mismos que he llegado a odiar. Por la tarde, a un lado de la Autopista del Este, desde el Chrysler de la familia vi mi primer anuncio luminoso: “Mira, Admira, Admiral”…

¿Qué es la televisión?

Nunca antes había visto, ni sabido que existiesen, ninguna de esas cosas, ni Chrysler, ni autopista, ni anuncio luminoso, ni televisión, ni carrito del super, ni botella de Pepsi… ¡Venezuela era El Dorado!

El 1 de enero de 1958 se levanta en armas la base de la fuerza aérea de Maracay y sus “camberras” amagan el bombardeo del Palacio de Miraflores. Ya se imaginan… tampoco había visto fuego antiaéreo ni tanques por las calles… A partir de ahí se inicia una democracia de cincuenta años que confiemos que no acabe como el “gallo de morón”. No han tenido suerte con la política, con los políticos, los venezolanos tampoco. Y ello pese que algunas cosas les juegan a favor, como una prensa que ha sabido ejercer su independencia y un pueblo que todavía cree que el debate político sirve de algo.

Anteayer murió Rafael Caldera, dos veces presidente del país. Muchos piensan que uno de los pocos políticos bienintencionados que ha habido por allí, aunque para algunos cargue con la amnistía de Chávez. La historia dirá quién se salva: ¿Medina Angarita, Rómulo Bethancourt, Leoni, el propio Caldera? Pero frente a ellos, caudillismo y golpismo dejan un balance dudoso para el siglo XX. A ver cómo les va en el XXI.

Venezuela y su gente se merecen algo mejor. A Hugo Chávez le han votado, pero si se entretiene en juegos de guerra con su vecina Colombia, en amistades peligrosas con Fidel o Ahmadineyad o en sembrar la división social en su propio país, es comprensible que muchos piensen que su hoja de ruta es fatal.

“¿Hasta cuándo podrá durar este festín? Hasta que dure el auge de la explotación petrolera. El día en que ella disminuya o decaiga, si continuamos en las condiciones actuales, habrá sonado para Venezuela el momento de una de las más pavorosas catástrofes económicas y sociales”. El párrafo es de “El Festín de Baltasar” de Arturo Uslar Pietri, que siempre se preocupó por la economía petrolera, y ya en 1936 defendía que había que utilizar el petróleo no para pagar más importaciones, sino para buscar nuevas fuentes de ingreso para el país y crear fuentes de producción que contribuyesen a un desarrollo sostenido. ¿Les suena esto?

Porque, después de todo, Venezuela no es El Dorado.

Ranchos de Petare

…canoero del rio Arauca,
no sea malo páseme pal` otro lao
canoero del rio Arauca,
no sea malo páseme pal` otro lao
que me viene persiguiendo el gavilán colorao
gavilán pío pío, gavilán tao tao
gavilán pío pío, gavilán tao tao…
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Venezuela produjo en 2008 2.394.000 barriles de petróleo crudo por día, aproximadamente el 3,2% del total mundial. Pese a su riqueza petrolera, puede aceptarse que para un país de 25 millones de habitantes el ingreso fiscal derivado del petróleo no es la solución universal a todos sus problemas. Pero también es cierto que otros países viven sin él. Y que con petróleo o sin él, Venezuela sigue siendo un país que no ha conseguido resolver sus desigualdades sociales y económicas. Con un índice de Gini de 48,2, se encuentra en el pelotón de los países con peor distribución de la riqueza. Aunque debe decirse que otros doce países latinoamericanos están aún peor.