Airbus le ha vendido 32 aviones A-380 a Emirates Airline por $ 11.500 millones (hoy € 9.630 millones). Aparte del tamaño de la apuesta del señor Ajmed Bin Said Al-Maktoum al equipar a esa compañía aérea con nada menos que 90 A-380’s, detrás de esta noticia hay una razón de peso: 1 € = $ 1,20. Airbus vende sus aviones mejor hoy que hace tres meses, porque siendo sus costes esencialmente en euros, un euro más débil le permite bajar precios en dólares en su competencia con Boeing o, simplemente, ganar más dinero.
Pero es discutible si un euro débil es una buena noticia o no. Alemania exportó en 2009 por valor de $ 1.170.000 millones contra importaciones por $ 931.000 millones. Superávit $ 239.000 millones (cobertura 125% aprox.). Para ella debería ser una buena noticia: los mismos dólares de superávit le generan más euros para la economía nacional. España exportó por $ 217.000 millones e importó por $ 293.000 millones, déficit $ 77.000 millones (cobertura 75% aprox.). Para España es lo contrario: los mismos dólares de déficit nos cuestan más euros a la economía nacional.
No es tan sencillo porque mucho comercio es intra-comunitario –compramos y vendemos en euros- y la “economía nacional” de cada país es una amalgama de industrias y empresas, a muchas de las cuales un euro débil perjudica, incluso aunque el país en su conjunto se beneficie. Y en España, aunque nuestra economía nacional sufra, seguro que muchas empresas se estarán alegrando por un euro más flojo porque les será más fácil exportar. No me atrevo yo a manifestarme sobre si estamos por encima o por debajo del nivel ideal del euro para Europa.
Pero sí que me atrevo a tomar postura en un par de temas relacionados con ese nivel:
1. El déficit estructural de nuestra balanza comercial.
2. La dependencia exterior de nuestra producción de energía.
Sobre lo primero, la labor por delante es ingente y la más importante de todas a cuantas nos enfrentamos. A 2005 (una distribución un poco antigua pero nos da la idea), el 72% de nuestras exportaciones iban a la Unión Europea, el 4% a Estados Unidos, el 5% a Latinoamérica (a Brasil el 0,7%), al Norte de África el 3%, a Japón poco más del 1%, a China algo menos del 1%… Así que ahora que la Unión Europea anda también con sus recortes particulares, resulta no sólo importante, sino también urgente, abrir nuevos mercados. ¿Cómo si no vamos a poder pagar esa deuda externa que se nos ha amontonado de € 1,6 billones? Es por ello que me choca tanto que precisamente una de las organizaciones más recortadas presupuestariamente sea el Instituto de Comercio Exterior –ICEX-, que es quien tendría que marcar las pautas y establecer estrategias para atacar esta cuestión. Dejar el presupuesto de ese organismo en € 163 millones como se pretende (el 0,01% de nuestra deuda externa) no parece lo más apropiado. Algo así como “ya que estamos en guerra… vamos a ahorrar en munición”.
En cuanto a la producción de energía, y no sólo porque nos vayan a subir la luz por enésima vez, sigue siendo la gran asignatura para reducir nuestra factura importadora, a más de otras consideraciones geopolíticas. En 2008, nuestra mezcla productiva de energía era: 72,3% petróleo y gas, comprados en $ cada vez más caros; 9,8% carbón, sucio; 10,8 nuclear (en Francia es el 80%), no se fían; 1,4% hidráulica, vale, pero poquita; 4% biomasa y biocarburantes y 2,1% solar y eólica, caras a corto plazo. El debate verdadero es como hincarle el diente al petróleo y al gas. Hoy leía una entrevista a lady Judge, una señora que se las ha arreglado para estudiar arte y derecho en la universidad y acabar de consejera de la Agencia de Energía Atómica del Reino Unido. Viene a decir esto mismo, Europa se tiene que liberar de la dependencia del gas, en el caso de Centro-Europa del gas ruso. Y naturalmente defiende a la energía nuclear, que es la única sostenible en nuestro horizonte tecnológico actual, por las crecientes restricciones que las doctrinas conservacionistas nos irán imponiendo sobre las emisiones de CO2.
Entre sueldos de funcionarios, votaciones de estatutos y demás peleas sobre el reparto de la tarta menguante, me gustaría ver un impulso firme a estos temas, que nos ayude a conseguir que un euro débil no sea una mala noticia. ¡Hay que rebajar esos dos 72%’s! Que igual con ello conseguimos más tarta. ¿Largo plazo? Seguro, pero es que como no haya más tarta… ¡vamos a acabar a tartazos, digo tortazos!
No sé lo que opinarán los chicos del Club Bilderberg:
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