Se mete uno en la web de la Comisión Europea y encuentra versiones disponibles en 23 idiomas, desde el español, francés o inglés al maltés, gaélico o eslovaco. Con 23 idiomas y la política multilingüe que por ahora apoya la Unión, hay que traducir del italiano al sueco, del neerlandés al polaco, y así hasta 506 combinaciones posibles. Una locura. Hay gente que se lo cuestiona, pero por ahora lo único que hacemos es pagar. Las últimas cifras que leo, de 2007, hablan de que la Unión Europea emplea a 3.400 traductores e intérpretes, con un coste de € 990 millones. Y me imagino que subiendo porque el papeleo no para de aumentar. Y por cierto, leo que el gobierno español paga por su cuenta la traducción entre español y catalán, euskera y gallego.

En España tenemos otras rozaduras (rashes, Anstreifen, frôlements) idiomáticas. Ya saben, no duelen duelen, pero molestan todo el tiempo, para las que no encuentro una tirita que me proteja. Que si hay que doblar el cine al catalán –obligatorio-, que si hay que facturar en catalán –obligatorio- que si no vale rotular tu tienda sólo en español bajo pena de multazo, que si la Audiencia Nacional detiene un proceso porque el abogado no está de acuerdo con la traducción del euskera al español. Sólo esta semana.

La diferencia entre la Unión Europea y España es que en Bruselas saben el lío que tienen y hasta tienen evaluado el coste, lo que les permite pensar y eventualmente decidir. Aquí ni siquiera sabemos el lío que tenemos. Así que he pensado darme un paseo por nuestras webs oficiales a ver si me hago idea de cómo andamos.

Empecemos por los ministerios. No los he mirado todos, pero me ha bastado. Me he encontrado con cinco variantes de idiomas añadidos al español: catalán, euskera y gallego; lo mismo más inglés, con o sin valenciano; lo mismo más inglés y francés. No sé bien por qué Defensa utiliza el valenciano e Industria no. O por qué Sanidad incluye inglés y francés e Interior ninguno de esos idiomas.

Pero es que además buena parte de la oferta de idiomas que se dice ofrecer es pura fachada, como en las películas de vaqueros, que dice “Saloon” pero está la sierra de Almería. El Ministerio de Asuntos Exteriores incluye en inglés y francés su “Asia Pacific Action Plan 2008-2012”, que se supone incumbe a gente de por allá, pero el documento está únicamente en español. O una presentación sugerentemente titulada “La Politique Étrangère selon le Président du Gouvernement” que de nuevo sólo está en español. O toda la sección del Ministerio de Economía y Hacienda titulada “Current Situation” o “Actualité”, un tema que no es candente ni nada, que en inglés o francés sólo tiene tres palabras, current, situation y actualité. De Tip y Coll, vamos. ¡Cómo nos van a tomar en serio!

En vista del éxito he dado vuelta a la esquina y me he metido por los soportales de los gobiernos autonómicos. Hay de todo. Desde http://www.euskadi.net, que está –agárrense- en euskera, español, inglés, francés, alemán, chino, japonés, portugués, ruso, coreano y árabe, a los de La Rioja, las dos Castillas, Madrid, Murcia, Andalucía y Canarias, que están únicamente en español. Pasando por los de Cataluña, Asturias y Valencia que son bilingües catalán, asturianu o valenciano, respectivamente, y español, más inglés. Hay cosas tan surrealistas como la explicación del portal de la Comunidad Valenciana en que se dan explicaciones en español a personas que hablan inglés sobre cómo aprender valenciano. Y a significar el caso del “Govern de les Illes Balears” cuyo portal está teóricamente en catalán, español, inglés y alemán, pero que pinches lo que pinches te sale todo en catalán. Y nadie les dice nada.

En este tipo de cosas nos jugamos nuestra economía, que es por lo que lo digo. Baste un ejemplo: si una empresa alemana que quisiera instalarse en España o hacer una inversión aquí, se dedicase a estudiarnos a través de Internet como yo he hecho, de todos los portales de todos los ministerios y de todas las comunidades autónomas sólo habría encontrado una web, la del Gobierno Vasco, que le diese una información coherente en su idioma.

¿No da pena que mientras tanto gente de cabezas pequeñitas nos esté haciendo perder el tiempo con la rotulación de las peluquerías?

Aprovechemos nuestra energía para intentar producir más y de forma más eficiente. Deberíamos tomar ejemplo de los americanos. Su país está lleno de italianos, hispanos, rusos y gente de todas partes, pero llegaron hace tiempo a un consenso claro: allí todo el mundo habla inglés. Y luego lo que quiera.