Parece que sobre esto de nuestra crisis no hay nada a hacer y no procede otra cosa que discutir vanamente la culpabilidad sobre la misma y enfrentarnos a su inevitabilidad. De una parte cualquier artículo que desarrolle lo que está haciendo el gobierno, personificado en su presidente, atrae ríos de tinta que fluyen y refluyen entre la confrontación ideológica, en general simplista, el insulto, ¡y tú más!, entre comentaristas y la relación entre la energía solar y los muertos de la Guerra Civil. Y de otra está el informe de los chicos de Variant, que da bastante repelús porque suena como cierto. Pero la verdad me aburre todo un poco, porque ni encerrar al culpable va a resucitar al muerto ni en este mundo hay nada inevitable, salvo la muerte, claro, ya que vamos de novela negra.

Porque sigo creyendo firmemente que nos enfrentamos únicamente a dos hechos indiscutibles:

1. España, los españoles, llevamos años viviendo por encima de nuestras posibilidades económicas. Consumiendo a base de endeudarnos.

2. Sólo los españoles, la sociedad española en su conjunto, es capaz de salir del atascadero. Y habrá que hacerlo con ayuda del gobierno, sin ella o contra ella.

Ayer me tropecé con una historia antigua y conmovedora. En la British Library, como pueden imaginar, se conservan algunos libros magníficos. Hay algunos fuera de concurso, como el Codex Sinaiticus del año 300 y pico, el original de la primera traducción al griego de la Biblia. Junto a ellos hay otros más modestos pero preciosos, como el manuscrito de Lewis Carroll de Alicia en el País de las Maravillas. Pero el que quiero destacar es A Curious Herbal,

Un remedio siempre útil

Un remedio siempre útil

un tratado sobre 500 plantas medicinales que escribió y dibujó Elizabeth Blackwell entre 1737 y 1739 y lo vendió en entregas semanales. ¿Saben para qué? Pues para sacar a su marido de la debtor’s prison, o sea la cárcel para los deudores, que entonces se aplicaba en Inglaterra y que era como un Asnef pero a lo bestia.

La pena de prisión para los que no pagan sus deudas ha sido abolida en general. Una de las razones para ello ha sido el que impedía a los propios deudores trabajar para poder pagar. Como tal no era una buena solución, pero en cambio sí sirve para demostrar que la necesidad engendra imaginación y ganas de trabajar. No sé si el libro de la señora Blackwell existiría en otro caso.

Y así estamos, no todavía en la cárcel de los deudores, pero con riesgo de estarlo si hacemos caso a gente como Variant. Es probable que sea hasta bueno que nos veamos en estas apreturas. Pero eso será cuando nos despertemos de la anestesia de los 420 euros y nos demos cuenta de que no estamos… en el País de las Maravillas.

...the hot day made her feel very sleepy and stupid...

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