Hace unos meses estuve viendo el concierto homenaje a Plácido Domingo por su setenta cumpleaños. No sé cuántos millones de aplausos habrá recibido este hombre. Cincuenta años cantando en escenarios por el mundo entero y metiéndose en la piel de personajes tan dramáticos como Otelo parece que deberían haberle endurecido el corazón frente a cualquier halago. Que podría permitirse mirar al mundo desde un pedestal.

Pues no es así, es un hombre, un hombre bueno que no tiene pedestal ni coraza. Teresa Berganza le llegó al corazón, a él y desde luego a mí, cuando habló de su carrera de cantantes juntos en la élite mundial. No pude evitar el punto de emoción al sentir a las personas detrás de los artistas excelsos. Las imágenes de Plácido Domingo cantando con su madre, cómo sus padres le hicieron amar la zarzuela, cómo crece la carrera de un gran artista, son cosas de esta vida que merece la pena escuchar. A mi me ha gustado en todo lo que ha hecho y aunque haya que admitir que el gran artista esté en la opera, sus canciones más ligeras, incluyendo las mexicanas, son magníficas.

Al final Plácido bajó al escenario a dedicar al público unas palabras de agradecimiento. Dijo algo inspirador: que es un privilegio trabajar en lo que le gusta a uno, más seguramente cuando lo que haces es ofrecer felicidad y disfrute a la gente. Y que seguiría cantando mientras el cuerpo le aguantase. No dijo la voz, el cuerpo. Ojalá sean muchos años.

A mí, cuando tanta gente anda peleando por lo de trabajar o lo de no trabajar, me refresca escuchar a personas de esta talla, que le animan a uno a no pensar en la edad y sus debilidades anejas, sino en el trabajo bien hecho, en el afán de seguir haciéndolo y en disfrutar con ello. ¡Mientras el cuerpo aguante!

P.S. Ahora se enfrenta a un reto duro: la lucha, como presidente de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica, contra la piratería digital, que tan arraigada está, sobre todo entre la juventud.